¿Y ahora qué hacemos…?

por Enrique Ruloff

La realidad de muchas familias que hoy sirven en las iglesias de nuestros países de Latinoamérica y otros del tercer mundo es que el dinero no alcanza para cubrir siquiera las necesidades básicas. ¿Qué se hace cuando la crisis económica afecta la canasta de la familia del pastor?


Cuando la crisis económica afecta la canasta de la familia del pastor


Una realidad cada vez más duraLa realidad de muchas familias que hoy sirven en las iglesias de nuestros países de Latinoamérica y otros del tercer mundo es que el dinero no alcanza para cubrir siquiera las necesidades básicas. Mi esposa y yo somos un ejemplo de esto. Como pastores y formadores de líderes, durante más de quince años, hemos vivido en carne propia la escasez. Además —y esto nos resulta aún más triste— somos testigos de cómo decenas de familias pastorales sufren por las crisis económicas que se han generado en nuestro amado continente latinoamericano y cómo estas poco a poco van socavando el gozo de servir.


Esta escasez no solo se refiere a la falta de alimentos o de buena ropa para los integrantes del núcleo familiar, sino que se extiende hasta la desnutrición, falta de buena educación, enfermedades, e incluso, baja autoestima y diversos tipos de crisis (fe, familiares, ministeriales, etc.). Ante esta realidad, la Biblia no ofrece al ministro de Dios una respuesta directa y clara para enfrentarse al hecho de que no le alcanza el salario para cubrir las necesidades de su familia. Sin embargo, sí podemos encontrar algunos principios que pueden servir para sobreponernos con dignidad a esa circunstancia. Uno sobresaliente en la Biblia revela que debemos trabajar. Otro principio que debemos considerar es el de desarrollarnos como buenos administradores para que de esa manera pueda beneficiarse la economía familiar. Por ello, es bueno hacer una lista detallada que incluya todas las salidas necesarias. Esta debe iniciar por separar aquello que le corresponde al Señor y continuar con los gastos fijos, los compromisos, cierto monto para ahorro, etcétera. Si resulta que a pesar de ser buenos administradores el dinero aún no alcanza, probablemente sea porque el ingreso es menor al presupuesto que necesitamos para vivir dignamente, entonces debemos pensar en alguna estrategia que incremente nuestros recursos.

Lamentablemente muchos cristianos y organizaciones eclesiásticas invierten más tiempo pensando en cómo disminuir los gastos y dónde hacer recortes al presupuesto (aunque los salarios se reduzcan), que invirtiendo sus energías en crear oportunidades que generen más ingresos. En las próximas líneas quiero compartir algunas ideas sencillas pero funcionales.



Principios para resolver esta realidad


En el libro de los Jueces, capítulo 3.31 aparece el breve relato sobre Samgar, un hombre que ayudó al ejército de Israel durante el período de Aod como juez. Dice el versículo: «Después de Aod vino Samgar, hijo de Anat, el cual hirió a seiscientos filisteos con una aguijada de bueyes; y él también salvó a Israel.» De este versículo se desprenden tres principios que los pastores, o cualquier otra persona, podrían aplicar:

  • Usó lo que tenía. Tal vez hubiese sido mejor que Samgar tuviera una espada de doble filo con una buena empuñadura para matar a los filisteos; sin embargo, lo que tuvo a su alcance fue un pedazo de hueso y con ello mató a seiscientos filisteos. El texto añade, con énfasis, que «él también salvó a Israel». Este principio lo encontramos una y otra vez en la Biblia. Otro ejemplo: cuando Moisés y el pueblo de Israel se encontraban junto al Mar Rojo, perseguidos por el ejército de Faraón, se apoderó de ellos la desesperación, el miedo y la incertidumbre. Moisés usó lo que tenía a su alcance: una vara. Hubiese sido genial que hubiera un puente o una barca para cruzar a salvo al otro lado pero Moisés, por indicación de Dios, usó lo que tenía. Recuerdo que en una de las congregaciones en las que servimos, la cual nos proveía de una casa con un hermoso terreno en el fondo, vimos la posibilidad de comenzar a usar lo que teníamos. Así, construimos una pequeña huerta que no solo nos proveyó de verduras frescas para alimentarnos sino que también nos dio la oportunidad de ayudar a otros hermanos y personas de la comunidad. Las «tartas de zapallitos» eran una delicia y todo invitado las probaba. Ese proyecto que comenzó pequeño y familiar pasó a ser de interés público. Abrió las puertas para que grupos de muchachos de escuelas visitaran la huerta del pastor. A su vez, un programa local de noticias televisivas hizo un breve reportaje sobre nuestro plantío y eso provocó que otras familias comenzaran con un plan de huertas en sus terrenos. Meses más tarde, como iglesia, pudimos obtener un subsidio de US$20.000 por parte del gobierno para establecer una microempresa de cultivo bajo cubierta. De esta forma no solamente se alimentaron a cientos de familias sino que se logró proveer de trabajo a decenas de ellas. Todo esto comenzó con lo que teníamos. En Hechos 3.1–10, encontramos el relato de la sanidad del cojo. Pedro y Juan subían al templo a orar y en la puerta había un hombre mendigando. Ellos se detuvieron y Pedro le dijo: «»míranos». Y este esperando recibir algo levantó la vista y luego Pedro le dijo: «No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy, en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!».». El relato indica que este hombre se levantó y anduvo. Pedro usó lo que tenía: la autoridad que Jesús le había delegado. Como pastores necesitamos usar lo que está a nuestro alcance. No significa que seamos menos espirituales si, además del servicio a Dios, podemos hacer uso de otros talentos y dones que Dios nos ha dado o que hemos adquirido por entrenamiento. Siempre hay otras posibilidades para aumentar el ingreso a nuestra canasta familiar. En el caso de nuestro hogar, no solo hemos hecho la huerta sino que también hemos vendido pastas cocinadas, hemos fabricado artesanías, trabajado algunas horas fuera de casa, vendido libros, etcétera. Gracias a todo lo anterior, una y otra vez hemos comprobado que Dios es fiel, que respalda a sus siervos y que cuida de ellos para que no les falte nada.
  • Comenzó donde estaba. Samgar no salió corriendo para buscar otras alternativas: comenzó desde donde se encontraba. En el momento de la crisis estaba en el campo de batalla y cuando vio la necesidad, usó la aguijada que encontró y comenzó a matar a los filisteos. Pero no lo hizo de una sola vez. Primero fue uno, luego dos, luego tres, hasta llegar a los seiscientos. En Génesis también encontramos otra historia inspiradora: José en Egipto. Después de interpretar los sueños del Faraón fue nombrado gobernador y desde esa posición tuvo que guiar al pueblo por siete años de hambre. Por supuesto que hubiese sido perfecto y hermoso que la respuesta o la solución se hubiera podido implementar en unos pocos minutos. Sin embargo, la estrategia que Dios le había dado a José para salvar a la nación requirió catorce años. Los primeros siete años fueron años de abundancia durante los cuales, de manera estratégica, se almacenaron alimentos en grandes cantidades para reserva. Luego, los siguientes siete años fueron de escasez y duros, en los cuales las tácticas cambiaron de acuerdo con las necesidades. José cumplió esos catorce años paso a paso: primero edificó graneros, después aumentó paulatinamente la producción de alimentos con vistas al futuro y por último, almacenó los alimentos que consumiría el pueblo cuando apareciera el hambre. Ante las necesidades económicas existentes en nuestro hogar nos vemos obligados a usar todo lo honesto que tenemos a nuestro alcance para lograr más fondos y así, vivir de una manera más digna. Los buenos deseos o las buenas intenciones no nos proveen ninguna solución, por eso es necesario comenzar donde estamos y tomar la iniciativa. Quizás al principio simplemente son monedas extras las que entran, pero al transcurrir las semanas y los meses si se administra bien, esa suma se incrementará. Dios bendice las manos que están dispuestas a trabajar y ofrecerle algo mejor a su familia. Quizás usted piense que lo único que puede hacer es enseñar o predicar la Biblia. Pues bien, busque la forma de capacitarse lo más que pueda. Busque alternativas de enseñar y predicar en otros lugares; genere talleres y cursos que sean un aporte a las necesidades de ciertas congregaciones, ciudades o regiones. Quizás usted las puede organizar y otros enseñar o dar las conferencias. Las posibilidades existen. Solamente hace falta descubrirlas.
  • Hizo lo que pudo. Samgar mató a seiscientos filisteos y el texto aclara que «él también salvó a Israel». Es interesante leer todo el pasaje. Dice el versículo 29 que el ejército de Aod «en aquella ocasión mataron a unos diez mil Moabitas, todos hombres robustos y valientes; ninguno escapó». Es verdad que Samgar apenas mató seiscientos. No obstante, la Biblia afirma que «él también ayudó a salvar a Israel». ¿Por qué razón la Palabra declara esto de Samgar? El principio aquí no está en la cantidad, sino en la actitud. Es verdad que a veces lo que uno puede hacer (cocinando pastas, o preparando tortas u otras comidas y vendiéndolas) no reditúa mucho. Esto es especialmente notorio si lo comparamos con un sueldo que quizás llegue todo junto a fin de mes. Lo cierto, no obstante, es que aunque sea poco, ayuda para aminorar las necesidades diarias y también puede ser contado como un elemento que «ayudó a salvar la economía del hogar». En un mundo materialista y ambicioso por el éxito, muchas veces le damos importancia solo a los grandes números, pero Dios no desprecia el pequeño aporte que podemos hacer para ayudar a «salvar a nuestra familia», si lo hacemos con amor, fe, esmero y ponemos lo mejor de nosotros. Es cuestión de que, como familia, nos pongamos de acuerdo. Si nuestros hijos ya están más crecidos, podemos involucrarlos a ellos también en un proyecto familiar.


  • Conclusión


    El futuro de nuestros países del tercer mundo obliga directamente a muchos ministros para que piensen seriamente en la posibilidad de ser bivocacionales. Las constantes crisis y la inestabilidad de nuestras economías deben ayudar a prepararnos para enfrentar el futuro con diferentes alternativas. No podemos detenernos a pensar que nuestros ingresos deban percibirse únicamente por la vía de la iglesia o del ministerio espiritual que desarrollamos.

    Mientras tanto, ante la cruda realidad que nos toca vivir a cada uno, usemos lo que tenemos, comencemos en donde estamos y hagamos lo que podamos; lo demás lo hará Dios.


    El Lic. Enrique Ruloff, es profesor y Decano Académico del Instituto Bíblico de Buenos Aires. Ha sido pastor por más de quince años en diferentes congregaciones y actualmente lidera un equipo que está iniciando una nueva iglesia en un barrio de Buenos Aires. Hace catorce años que está casado con Paula y tienen cuatro hijos: Jennifer, Jacqueline, Christopher y Stephanie.