por Patricia Amapola
¿Cómo es que algunos llegan a ser instrumentos útiles para Dios y otros no? La clave está en nuestras decisiones y reacciones frente a las circunstancias que atravesamos. Todas las personas a las que Dios usó con poder tomaron la determinación de vivir bajo el señorío de Cristo.
Las decisiones que tomamos determinan la clase de persona que seremos. En gran medida, quiénes somos en el presente es resultado de las decisiones que tomamos en el pasado. Nuestro carácter, valores, prioridades e intereses son consecuencia de nuestras decisiones. Por otra parte, nuestro futuro puede moldearse a través de las decisiones que tomemos de aquí en adelante. Podemos decidir ser obedientes a Dios, o hacer oídos sordos; dejar el pecado o seguir en él; morir al yo o vivir para él. También decidimos qué actitud tener frente a nuestro pasado, presente y futuro. Nuestras decisiones, entonces, nos moldean.
En el libro de Ester leemos sobre tres personas que tomaron decisiones que afectaron el resto de sus vidas. La primera es el rey Asuero, emperador del vasto territorio de Persia y Media. Durante seis meses este poderoso rey mostró su riqueza, y al fin ofreció un banquete de una semana. Se sirvió buen vino a quien lo quisiera y en la cantidad que deseara. Luego de siete días de estar bebiendo, «…estando el corazón del rey alegre del vino…»(Est 1.10) ordenó que su esposa, la reina Vasti, desfilara frente a un grupo de hombres borrachos, de mirada lasciva.
El rey Asuero tomó esa decisión que afectó el resto de su vida bajo la influencia del alcohol y empujado por «la vanagloria de la vida» (1 Jn 2.16). Esta es una de las tantas influencias poderosas que a veces nos llevan a decisiones devastadoras. Pensemos en la decisión que tomó el rey David al dejarse llevar por la lujuria, y cómo marcó el resto de su vida. Cuando Elías estaba agotado y deprimido intentó huir de Dios y exclamó»…quítame la vida, pues no soy mejor que mis padres…» (1 R 19.4). Jonás estaba lleno de odio racista cuando Dios le habló para que fuera a los ninivitas. El poder de las emociones carnales, la amargura, el miedo, el resentimiento o el enojo nos llevan tomar decisiones equivocadas.
Ante la gran diversidad de oportunidades que se nos presentan como mujeres, nuestra sociedad nos insta ser egoístas; nos dice: «Pon tus aspiraciones primero, consigue lo que tú misma deseas de la vida; no dejes que tu esposo, tus hijos u otra persona se interpongan. Tú debes ocupar el primer lugar». Sin embargo, Proverbios 14.1 afirma: «La mujer sabia edifica su casa; mas necia con sus manos la derriba». La mujer sabia edifica, nutre, se asegura de que todo funciona bajo la dirección divina. Llevada por la emoción del momento, la mujer necia derriba lo más precioso que tiene. Dice cosas que luego son difíciles de reparar, sin tener idea del efecto que esas palabras tienen en sus hijos o en los demás. Es probable que actúe por frustración, ira, obstinación o impaciencia.
En lo que se refiere a frustración yo también solía ser una mujer necia. Los primeros quince años de mi matrimonio fueron difíciles para mí. Mi esposo, siendo médico, estaba fuera de casa casi todo el día y también muchas noches, y lentamente comencé a sentirme sola y llena de amargura. Teníamos muchos conflictos; incluso nuestra visión de cómo se debe vivir la vida cristiana estaba en conflicto. Yo me enojaba y hacía cosas egoístas que casi arruinaron nuestro matrimonio. Dios nos ha restaurado de una forma maravillosa.
Este ejemplo del rey Asuero me ayudó a hacerme preguntas para no tomar decisiones equivocadas. ¿Estoy viviendo controlada por este tipo de emociones? ¿Es así como tomo las decisiones? ¿Le demuestro amargura a mi esposo? ¿Tengo algún resentimiento contra otra persona? ¿Tengo envidia de alguien? ¿Es necia mi forma de actuar?
¿Cómo podemos tomar decisiones sabias? Hay cuatro palabras que pueden ayudar a que nuestras decisiones honren a Dios. La primera es espera. Si debes tomar una decisión y reconoces que estás molesta, enojada, a que no tienes dominio propio, grábate esta palabra en la mente: «espera». No hagas nada por el momento. Santiago 1.18 habla de una situación dominada por las emociones y nos ordena que seamos «tardos para hablar». Espera hasta que tus emociones estén bajo el control de Dios. No actúes de manera impulsiva porque luego vas a lamentarlo.
En segundo lugar compara lo que deseas hacer con la Palabra de Dios. «Lámpara es a mis pies tu palabra…» (Sal 119.105). La Biblia es nuestro manual para vivir una vida fructífera, efectiva, y llena de gozo. Por eso espera, y luego corrobora con la Escritura lo que te sientes tentada a hacer.
En tercer lugar busca sabiduría en la Palabra y también en consejeros sabios (Pr 11.14; 15.22; 24.6).
La cuarta palabra es evalúa. Detente y piensa en las decisiones que podrías tomar, y considera sus efectos y consecuencias en el tiempo; busca perspectiva: «En dos o tres años, ¿cuáles serán las consecuencias de esta decisión para mí o para los que me rodean?» Como le decidió al rey Asuero, es muy fácil tomar decisiones necias.
DECISIONES EN EL MATRIMONIO
Con respecto a las decisiones en el matrimonio, consideremos la que tomó la esposa del rey. La reina Vasti rehusó obedecer su marido quien se puso furioso. Cualquiera haya sido la razón para su negativa, parece no haberle dado importancia apropiada a su relación matrimonial. Debido a esa decisión, Vasti quedó sin esposo y sin reino. Si queremos ser mujeres sabias en nuestro matrimonio, aprendamos la lección de Proverbios 14 necesitamos edificar nuestra «casa», nuestro matrimonio.
Quiero compartir cinco sugerencias para darle a nuestro matrimonio la importancia que se merece. En otras palabras, para no «dormirse en los laureles» y luego despertar en una pesadilla.
La primera es mantenernos atractivas para nuestros esposos. Esto es un acto de amor y respeto (Pr 31.22, 24). Si no le damos importancia, estaremos descuidando un área de la relación que Dios quiso que se desarrollara a través de la atracción física. Sin embargo, la atracción va más allá del aspecto físico. Hazte las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que le atrae a tu esposo en una mujer? ¿Le agrada que tenga sentido del humor? ¿Le agrada una persona que lee el diario, y se mantiene informada? Cuando habla contigo de algo que considera importante, ¿te quedas mirándolo con una expresión de desconcierto? Si es así, necesitas informarte sobre lo que está hablando para poder responderle. ¿Desea una esposa que lo acompañe en sus actividades favoritas? Descubre qué es lo que tu esposo encuentra atractivo en una mujer, y actúa en consecuencia (siempre que no vaya en contra de un principio bíblico). Ningún esposo se va a sentir atraído por una esposa que lo regaña continuamente (Pr 19.13; 21.9). ¡Recuerda que hay muchas otras mujeres, dentro y fuera de la congregación, dispuestas a hacer lo necesario para hacerse atractivas a tu esposo!
En segundo lugar sé afectuosa. 1 Corintios 7.4 señala que el cuerpo del marido pertenece a la esposa, y el de ella a su marido. La Biblia enseña que debemos suplir las necesidades sexuales del otro. En algunos círculos cristianos evangélicos existe el error de creer que disfrutar de la relación sexual entre marido y mujer no agrada a Dios. Pero en una sociedad saturada de sexo todos somos vulnerables, tanto el esposo como la esposa. Por eso sé afectuosa, espontánea, cariñosa, sorpréndelo con algo que sepas que le agradará. ¡Dale sabor a tu matrimonio! Sugiero una lectura de Proverbios 5 y del Cantar de los Cantares. Verás que Dios quiere que el matrimonio sea vibrante. Ese tipo de relación es una protección contra las tentaciones que acechan a nuestro alrededor.
En tercer lugar, muestra tu aprecio. En esos primeros años de mi matrimonio no apreciaba lo que tenía. Pero Dios en su amor y misericordia me hizo ver mis actitudes pecaminosas. Me mostró cómo me veía mi esposo. ¡Tenía muchísimo que cambiar! Lo primero fue la lengua, las palabras crueles que me había acostumbrado a decir. Dios me enseñó cómo mostrarle aprecio a mi esposo y a darle gracias por su vida. Comencé a meditar en sus cualidades (Fil 4.8). Y también pude enseñar a mis hijos a apreciar a su padre y a ser agradecidos con él, y así crecieron teniendo una relación maravillosa con su papá.
En cuarto lugar sé amable y bondadosa con tu esposo y muéstrale cuánto lo valoras. Muchos maridos piensan que sólo tienen valor porque ganan el pan para la familia. Durante esos años difíciles de mi matrimonio, criticaba todo lo que él hacía. Es imposible imaginarse mi horror al descubrir que mis hijos lo habían advertido.
En quinto lugar debemos estar alertas, pendientes de sus sentimientos. En lugar de comenzar a quejarte por lo cansada que estás, o de lo mal que te fue hoy, cuando lo veas, presta atención a lo que él siente. Sé sensible a sus comentarios sobre su cansancio, sus problemas en la iglesia, sobre la situación financiera… Quizás se siente algo inseguro en su rol de padre, de esposo o de líder en la iglesia. Incluso muchos hombres creen que no pueden satisfacer las expectativas de sus esposas en su rol de líder espiritual.
NUESTRA ACTITUD ES UNA DECISIÓN
Edificar la relación matrimonial requiere esfuerzo, valentía y una confianza profunda en nuestro Dios. Consideremos ahora a Ester.
Desde jovencita Ester fue llevada, contra su voluntad, al harem del rey a fin de prepararse y esperar el día en que debiera presentarse ante él. Si ella no le agradaba, volvería al harem para ser una de sus concubinas. Era joven y sus sueños de tener un hogar normal se habían desvanecido en un abrir y cerrar de ojos ¿Te encuentras tú en una situación similar? ¿Has perdido tus sueños? ¿Tienes el corazón destrozado? Así se encontraba Ester.
Veamos cuál fue su respuesta a esta situación que aparentemente no tenía salida. En el capítulo 2 se menciona en tres oportunidades que «halló gracia»: delante del eunuco (Est 2.9), de todos los que la veían (2.15) y del rey (2.17). No halló gracia a través de amargura, quejas o lástima de sí misma. Muy por el contrario, Ester desechó la autocompasión, la amargura, y la desesperación. Desechó la mentalidad de víctima, aunque todas estas reacciones hubieran sido consideradas normales. Hubiera sido natural lamentarse: «¿Cómo pudo Dios permitir que esto me sucediera?».
Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, recordemos que podemos elegir cuál será nuestra reacción. Ester eligió sobreponerse y no dejar que esa circunstancia arruinara el resto de su vida. En esos años difíciles de mi matrimonio, cuando incluso me sentía tentada a abandonar a mi esposo escuché una cita del gran predicado escocés Andrew Murray: «Antes que nada, fue Dios quien me trajo aquí. Es su voluntad que esté en este lugar y voy a descansar en eso» Confiar en Dios es una decisión. Es creer que él no permite que algo suceda para dañamos sino para profundizar nuestra relación con él. No nos está castigando sino que está quitando de nuestras vidas aquello que no permite que desarrollemos el carácter de Cristo.
Asimismo las pruebas no purifican. Cuando por fin pude ver lo amargada y lo enojada que estaba, supe que Dios había comenzado a obrar en mi vida. Las pruebas nos muestran en qué debemos cambiar y qué quiere Dios que aprendamos. La gracia divina obra en nosotros y produce «fruto apacible de justicia» (He 12.11). Ahora cuando vienen las pruebas, digo: «Harás de esta prueba una bendición. Aunque ahora me duela, día daré gracias por haber pasado por esto».
En esta cuestión las decisiones, todo reduce al tema del señorío de Cristo en nuestras vidas. ¿Quién controla tu vida? En las decisiones, en tu matrimonio, en tu vida familiar, en la iglesia, en tus momentos difíciles, te animo a decir: «Señor te amo y quiero tomar decisiones de acuerdo a tu voluntad; decisiones que me transformen en una persona que sea de bendición para otros y, sobre todo, que te agrade a ti».