Quemando la basura

A veces nos preguntamos ¿Qué es lo que hago mal? ¿Por qué sigo siendo el mismo? ¿Qué pasa con mi vida espiritual? ¿Por qué no progresa? Y casi todos los días oramos a Dios para que nos ayude a cambiar, para que nos vista de ese hombre nuevo y nos llene de su presencia.

Mucho de nosotros nos ha costado lagrimas porque en verdad amamos al Señor y lo menos que él se merece es que le sirvamos en santidad; muchos de nosotros estamos cansado de la misma mediocridad de siempre, de que hoy estoy firme y mañana estoy débil, hoy estoy gozoso pero mañana estoy llorando, hoy quiero trabajar en la obra del Señor pero mañana no quiero ir a la Iglesia.

Dios sabe todas las luchas que usted y yo tenemos diariamente, él sabe cuanto hemos hecho para serle fiel; Dios sabe quienes en verdad son aquellos que le quieren servir por amor e igual sabe que no es fácil pero tampoco es imposible.

Muchas veces queremos dejarle todo el trabajo al Señor, queremos que sea él que nos cambie sin nosotros mover un solo dedo; en nuestras oraciones le decimos: Señor, ya no quiero seguir hablando de manera incorrecta, por favor cambia esa parte de mi vida; olvidado que eso nos corresponde a nosotros. Lo que quiero decir con esto, es que hay cosas en las cuales nosotros debemos actuar, ceder, tomar la decisión, tomar la iniciativa; en el corazón de Dios esta el deseo que tu y yo seamos personas diferentes, capaces de mostrar al mundo que Dios puede contar con personas como usted que se sabe conducir en esta vida de la forma en que Dios manda y ordena.

Fil 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”

Habemos cristianos que nos escondemos de tras de la tonta excusa. “Si hermano se que debo cambiar, pero entienda que estamos en un proceso” Si, es cierto, estamos en un proceso que solo tu y yo le ponemos tiempo; eres tu quien decide cuanto se tarda el proceso en ti, solo tu acelera o retrasas dicho proceso. No esperes que Dios arranque de ti las mil palabras obscenas que dices diariamente, no esperes que sea Dios quien arranque de ti la mentira, el egoísmo, la envidia, los pleitos, las malas conversaciones, no esperes nada de eso porque Dios no lo hará, él no trabaja así. Él coloca en tu corazón y en mi corazón el querer y el hacer, es decir, él coloca en nosotros ese impulso, esas ganas de querer cambiar y el deseo de hacerlo, es decir, llevar a la acción ese impulso que Dios ya puso en nosotros.

Hoy Dios nos va ayudar a que nosotros nos demos cuenta de esas cosas que están impidiendo nuestro crecimiento, pero es necesario que seamos sinceros, primeramente con nosotros mismos y por supuesto con Dios. El que te mientas a ti mismo no te servirá de nada, solo lograras lastimarte y cuando estés a sola con Dios te sentirás tan arrepentido de no haber abierto tu corazón a Dios para que él haga lo que debía hacer.

Veremos una historia en la cual el personaje principal se ve en una circunstancia confusa, pero que al final es bendecido por su sinceridad y decisión; les estoy hablando de Abraham, el padre de la fe. (Gn 22:1-18)

Estando Abraham con toda su familia en casa, amigos, parientes y empleados de sus parentelas, se le aparece Jehová y le dice: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”  Así que Abraham tomo sus motetes y partió sin rumbo fijo, dejando todo lo que había ganado con el sudor de su frente, todo aquello que le costo trabajo conseguirlo. Así que, emprendió aquella aventura enfrentándose a una serie de obstáculos y problemas hasta llegar al lugar que Dios le había mostrado; allí empezó de nuevo como un  hombre prospero y bendecido en gran manera. Una mañana, en medio de sus deberes Jehová sale a escena nueva mente, ahora le daría una buena noticia que todo padre desea, le prometió darle un hijo; Abraham tendría un hermoso bebe, por fin se le cumpliría ese gran sueño, el de tener un hijo para pechicharlo y jugar futbol con el. Así fue, Abraham y su esposa Sara quien era estéril, a través de un milagro logran tener ese hijo prometido, al que más tarde le llaman Isaac; la felicidad era inmensa en esta familia, no se cambiaban por nadie.

Sara como toda madre, estaba al cuidado de su bello hijo, pendiente de todo, cargándolo en sus brazos y dándole besos y besos. Y que de Abraham, corriendo a la cuna para contemplar esa gran bendición, ¿Se lo imaginan? Tomando a su pequeño entre sus brazos mientras mama sirve la sena, hablándole de Dios, enseñándole a guardar los mandamientos. Se imagina usted a Isaac cuando cumplió su primer añito, cuando aprendió a decir mamá, papá; cuando dio sus primeros pasitos. Se imagina usted a ese pequeño corriendo al encuentro con su padre después de todo un día de trabajo, y Abraham con una enorme sonrisa esperando con brazos abiertos a su hijo.

Ahora Isaac no era un niño, ya se había convertido en todo un hombrecito, ahora ayudaba a su padre y a su madre. Pero como todo no es color de rosa, volvió la voz de Jehová a oídos de Abraham, esta vez no era para un viaje, no era para darle otro hijo, no era para encomendarle una tarea; ahora tocaría lo mas importante para Abraham y Sara, su hijo Isaac.

 

Gn 22:1-2 “Aconteció después de esta cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y el respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”

 

Abraham tuvo que haber quedado frío al oír estas palabras de Jehová, tuvo que habérsele venido a la mente toda su vida, desde que salio de su parentela, al llegar a una tierra desconocida para el y comenzar de nuevo, quizás recordó de manera rápida aquel momento en que pudo tener a su pequeño entre sus brazos. Lagrimas de tristeza corrían por las mejillas de aquel hombre que dejo todo por obedecer a Dios antes que al hombre, dejando atrás a toda su familia, tierras; dejando atrás todos sus sueños, ideales, propósitos.

Abraham contemplo más que nunca a su hijo ese día, llorando tal vez, veía a su hijo trabajar, al llegar a su casa y ver a su esposa Sara sirviendo la comida, que situación difícil para este hombre. Yo estoy seguro que Abraham alzaría sus ojos al cielo y diría: “Señor, yo se que tu eres un Dios fiel, que te compadeces de aquel mártir, pero también se que tu haces como quieres, y yo no seré aquel que estorbe tu propósito, haré lo que me has pedido”

El v. 3 dice… Abraham se levanto muy de mañana.

Para Abraham era difícil aquella situación; el simple hecho de saber que quizás no volvería a ver a su hijo era motivo para estar quebrantado. Ahí iba Abraham con su hijo camino al monte a ofrecerlo en sacrificio al Dios de la vida, acompañado de dos siervos y una asna la cual cargo con leños para el sacrificio.

Sara talvez en su interior presentía un mal, quizás se levantaría asustada hacia la puerta: “Abraham…gordo ¿A dónde vas a esta hora con Isaac? No te preocupes flaca, solo vamos adorar a Dios, le diría Abraham; Cuida bien del niño amor, procura que no le pase nada. Tres días camino Abraham para llegar al lugar donde seria el sacrificio, tres días que deseaba fueran años.

V. 5 “Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”

Adoraremos y volveremos a vosotros

Con razón Abraham era el padre de la fe, el sabia en quien había creído, sabia que Dios es un Dios de misericordia; Abraham confiaba y creía plenamente en Dios.

V.v 9-10 “Edificó allí Abraham un altar”

Abraham llego por fin al lugar y edifico un altar, en el cual puso leña, subió a su hijo atado en el altar, sobre la leña; tomo su cuchillo para degollar a Isaac, su hijo amado.

Para Abraham su hijo significaba todo, era su especial tesoro, era lo mas importante en su vida después de su Dios, su hijo era su razón de ser, su gran amor. Pero prefirió obedecer a Dios, el estaba dispuesto a entregar lo que mas amaba, si su hijo seria la causa por la cual el podría descuidar su relación con Dios, si su hijo se convertiría en su razón de ser impidiendo así su adoración a Dios, prefería ofrecerlo en sacrificio poniendo así a Dios en el primer lugar.

Quizás usted tenga o sienta aprecio por algo, lo que sea no lo se, pero lo que se es que eso puede estar afectando su vida espiritual, y  no lo deja avanzar; a lo mejor usted tenga que ofrecer eso en sacrificio ahora, tal vez es el momento que eche al fuego lo que no sirve y quemarlo.

Quizás eso sea la mentira, quizás sea la fornicación, o quizás algunos hábitos que solo usted sabe que lo están perjudicando. Anote todo eso en una hoja de papel y arrójelo al fuego como símbolo de sacrificio a Dio, demostrándole a su Señor que él es mas importante.

Fuente: www.centraldesermones.com