por Ruth de Conrad
Me dicen que es misterioso. Justamente allí, sobre la costa occidental del Mar Muerto, en Israel, hay una elevación. No es de tierra sino de sal. Se trata de la Colina de Sodoma. Y sobre esa colina sobresale un pilar conocido como «la esposa de Lot».
En el Salmo 144 el Rey David dice: «Sean nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio». Él se imagina pilares de mármol de belleza y honor; pilares de fortaleza y seguridad. Estos pilares deben elevar nuestros ojos al Creador. En el contexto de la figura de David, el primer «pilar» mencionado en las Escrituras es, de hecho, la esposa de Lot. Eso lo encontramos en Génesis 19.26, y más de mil años más tarde, Jesucristo, en Lucas 17.32 dijo: «Acordaos de la mujer de Lot». Hagamos precisamente eso.
UNA FAMILIA SIN PILAR¿Recuerdan la historia? Lot, el sobrino de Abraham con su esposa y sus dos hijas vivían en la perversa ciudad de Sodoma. Debido a la maldad errante en las dos ciudades vecinas Sodoma y Gomorra Dios dijo que las iba a destruir. Entonces Abraham, el «amigo de Dios» (Stgo 2.23), rogó por la vida de su sobrino. Dios escuchó y envió ángeles para sacarlos fuera de la ciudad, advirtiéndoles severamente con no mirar atrás. No obstante esto, la esposa de Lot, por alguna razón tal vez cegada por el materialismo, no reconociendo los agentes de liberación de Dios, o tal vez anhelando aquello que «una vez había sido» quedó inmobilizada por la incredulidad y la desobediencia, y miró hacia atrás.
Inmediatamente, afirma el cronista, quedó petrificada al echar una mirada a lo que quedaba tras de sí. A pesar de que tal vez no lleguemos a discernir claramente sus motivos, el resultado de su desobediencia a la orden del ángel es clara. Haberse negado a obedecer a Dios y el no haber permanecido al lado de su esposo y sus dos hijas trajo consecuencias desastrosas.
Temiendo aun más destrucción, Lot y sus hijas continuaron huyendo a las colinas para vivir en una cueva. Allí las cosas empeoraron. Las dos mujeres jóvenes, imaginando que nunca llegarían a casarse, engañaron a su padre emborrachándolo y cometiendo incesto con él. Las dos tuvieron hijos de esa terrible relación. Y estos hijos vinieron a ser los padres de dos grandes naciones paganas, las que irían a plagar a Israel: los moabitas y los amonitas.
¿Pueden imaginarse lo que hubiera sido la vida de estas dos jóvenes, si su madre hubiera sido una mujer de fe y de buenas obras? El Nuevo Testamento enseña que debemos ser como la sal… derramada en servicio a otros, dando sabor a sus vidas. La esposa de Lot, paralizada por la desobediencia, se convirtió en una mera estatua de sal en la presencia misma de esas dos jóvenes, las que desesperadamente precisaban de su guía y fortaleza.
A primera vista, la historia de Lot y sus hijas parece muy lejana y fea, pero pensemos un poco más. Pensemos en nuestro país, en nuestra ciudad, en el pueblo donde vivimos. Piensa acerca de las noticias que has escuchado, leído, o aun visto dentro de las últimas dos semanas. ¿Acaso esta historia, tan lejana, no encaja en el presente, allí donde Dios nos tiene tanto a ti como a mí? El temor, el mal, los actos inmorales y la corrupción continúan aquí, en la tierra. Lamentablemente, hoy en día cada uno de nosotros vivirnos en una versión de Sodoma o Gomorra. ¡Cuánto precisamos discipular a esas mujeres que están a nuestro derredor, formando en ellas pilares de honor!
PILARES DE DIFERENTES CARACTERÍSCAS
He descubierto que los pilares no son todos iguales. En otras palabras, no podemos decir: «Oh, un pilar es simplemente un pilar». Todos ellos sirven más o menos para las mismas funciones, pero en el aspecto arquitectónico, ha habido diferentes tipos de columnas a través de la historia. Entre otras, están las dóricas, las jónicas y las corintias. Cada una esculpida con un diseño diferente y en una época diferente.
Así como los pilares físicos tienen diferencias, de igual manera las mujeres a quien servimos son diferentes entre ellas, en especial aquellas que son de generaciones distintas. Tal vez las encontremos difíciles de entender. Sin embargo debemos recordar que los pilares físicos también tienen similitudes básicas. Y es en estas similitudes que debemos focalizar nuestra atención al considerar a las mujeres más jóvenes en la actualidad.
¿En qué pueden diferenciarse de la generación anterior?
«¿QUÉ DEBO HACER YO?»
Al pedir la guía del Señor en cuanto a la persona que debemos discipular, preguntémonos a nosotras mismas lo siguiente:
© Apuntes Pastorales, XI-2