Pasión por lo desconocido: David Livingstone (1813 – 1873)

por Desarrollo Cristiano

Los cambios contra los grandes males de la sociedad solo se alcanzan por medio de un enorme sacrificio personal y un espíritu de incansable perseverancia.

Pasión por lo desconocido:David Livingstone (1813 – 1873)¿Lo sabía usted?•    De niño Livingstone trabajaba en una fábrica textil catorce horas al día.•    Una demanda de médicos para China cautivó el corazón de Livingstone, pero la Guerra del Opio en aquel país lo llevó a cambiar de destino.•    A pesar de su compromiso absoluto con el Señor, Livingstone vivía en conflicto con otros misioneros. Por esta razón acabó, en muchas ocasiones, trabajando solo.•    Debido al profundo respeto con que trataba a los pueblos nativos de África, Livingstone cultivó una admirable relación con ellos.•    Estaba convencido de que, para todo cristiano, cualquier actividad que emprendiera era espiritual. Esta es una de las razones por las que combinó extraordinarios viajes de exploración con esfuerzos por establecer la Iglesia en el interior de África.•    La esposa de Livingstone, que lo acompañó en uno de sus viajes, falleció como resultado de las duras condiciones de la expedición. •    A lo largo de su vida, combatió el flagelo del comercio de esclavos. Sostenía que si conseguía descubrir otra clase de riquezas en África, lograría que el comercio se basara en la venta de bienes, en lugar de seres humanos.Breve reseña de su vidaCon tres palabras teatrales: «¿Doctor Livingstone, supongo?», que el periodista Henry Morton Stanley ensayó de antemano, David Livingstone se volvió inmortal. Stanley permaneció con Livngstone durante cinco meses y luego partió hacia Inglaterra, donde escribió el bestseller Cómo encontré a Livingstone. Livingstone, mientras tanto, se había perdido de nuevo; ahora en un pantano, literalmente atrapado hasta el cuello. Un año y medio más tarde, murió en una choza de lodo, en oración, arrodillado al lado de su cama.Multitudes en diversidad de países lamentaron su muerte. Recibió el funeral de un héroe, con veintiún disparos de cañón y una sepultura en la Abadía de Westminster, donde también reposa Juan Wesley. En su lápida se lee la siguiente inscripción: «Aquí descansa David Livingstone, misionero, viajero y filántropo, traído por manos fieles sobre tierra y mar». Durante treinta años dedicó su vida al incansable esfuerzo de evangelizar a las razas nativas, explorar tierras desconocidas y combatir el comercio de esclavos. Un historiador observa de él: «Livingstone era una combinación de la Madre Teresa, Neil Armstrong y Abraham Lincoln».El hombre de la carreteraA sus veinticinco años lo cautivó un llamado a ser médico misionero en China. Sin embargo, mientras estudiaba, la puerta para servir en China se cerró por la Guerra del Opio. En los siguientes seis meses, conoció a Robert Moffat, un misionero veterano de Sudáfrica, que lo sedujo con relatos de su  paraje que, según él, brillaba intensamente con el sol de la mañana con «el humo de miles de aldeas en donde ningún misionero había estado jamás».Durante diez años, Livingstone se esforzó por ser un misionero convencional en Sudáfrica. Abrió varios centros en regiones lejanas donde se estableció. Allí se dedicaba a enseñar en escuelas y dirigía el jardín. Luego de cuatro años, se casó con la hija de su «jefe», Mary Moffat.Desde el comienzo, Livingstone mostró signos de inquietud. Luego de que su único convertido decidió regresar a la poligamia, se sintió llamado a la exploración más que nunca. Durante su primer periodo en Sudáfrica, Livingstone llevó a cabo algunas de las expediciones más prodigiosas y peligrosas del siglo diecinueve. Su objetivo era abrir una «ruta misionera». También la llamaba «La Carretera de Dios». Consistía en 2.300 kilómetros  hacia el interior inexplorado de África, una ruta para llevar «el cristianismo y la civilización» a pueblos que aún nadie había alcanzado.Explorador para CristoEn estos primeros viajes, las peculiaridades de la personalidad de Livingstone ya eran evidentes. Discutía con misioneros, exploradores, asistentes y, más adelante, también con su hermano Carlos. Les guardó rencor durante años. Mostraba muy poca paciencia ante las actitudes de misioneros con «mentes miserablemente contraídas» que habían comprado «la cultura colonial» con respecto a los nativos. Cuando Livingstone denunció la intolerancia racial, los blancos afrikáner intentaron expulsarlo, incendiando su centro misionero y robando sus animales.También encontró problemas con la Sociedad Misionera de Londres, la cual pensaba que sus exploraciones lo distraían de la obra misionera. Sin embargo, a lo largo de su vida, Livingstone se veía a sí mismo como misionero sobre todo: «no soy una típica persona rechoncha que lleva la Biblia bajo el brazo, sino que soy un servidor de Cristo cuando mato a un búfalo para mis hombres o cuando descubro algo, más allá de que algunos consideren que no es suficiente o, incluso, que no se relaciona en nada con la obra misionera». Aunque se había aislado de los blancos, los nativos amaban su sentido común, su paternalismo tosco y su curiosidad. También pensaban que podía protegerlos o proveerles armas de fuego. En un épico viaje de tres años desde el Océano Atlántico hasta el Océano Índico,  Livingstone conoció los 2.574 kilómetros de extensión del Zambeze. El río también llevaba a las Cataratas Victoria; este fue el descubrimiento más impresionante de Livingstone. La escena era «tan encantadora —escribió más tarde—, que debe haber sido contemplada por los ángeles en su vuelo».
A pesar de su belleza, el Zambeze era un río de miseria humana. Conectaba las colonias portuguesas de Angola y Mozambique, las principales proveedoras de esclavos para Brasil, que a su vez les vendía a Cuba y a Estados Unidos. Él afirmaba que el arma más poderosa para combatir la esclavitud era el establecimiento de un comercio con principios cristianos. Sostenía la esperanza de sustituir a la «ineficaz» economía esclavista, con una economía capitalista: la compra y venta de bienes en lugar de personas.La desventurada expedición del ZambezeLuego de una breve y heroica visita a Inglaterra, Livingstone regresó a África; esta vez para navegar mil millas hasta el río Zambeze en un barco de vapor de madera y metal. Deseaba establecer una misión cerca de las Cataratas Victoria. El barco, construido con tecnología de última generación, resultó demasiado frágil para la expedición. Sufrió tremendas filtraciones después de encallar varias veces en los bancos de arena. De manera que las penurias y los contratiempos sufridos en el viaje obligaron al gobierno Británico a retirar su apoyo al viaje y ordenar que regresara a Inglaterra.Un año más tarde, se encontraba en su camino de regreso a África, esta vez dirigía una expedición patrocinada por la Real Sociedad Geográfica y amigos adinerados. Descubrir la fuente del Nilo era el gran rompecabezas geográfico del momento. Pero lo más relevante para Livingstone era la posibilidad de probar que la Biblia era verdadera, al rastrear las raíces africanas del judaísmo y del cristianismo.Durante dos años, sencillamente desapareció, no envió ninguna carta o comunicado a su misión. Más tarde informó que había estado tan enfermo que ni siquiera había logrado levantar la pluma para escribir. No obstante, durante ese tiempo, leyó la Biblia completa cuatro veces. La desaparición de Livingstone cautivó al público. Cuando el periodista estadounidense Henry Stanley encontró a Livingstone, las noticias estallaron en Inglaterra y Estados Unidos. Los periódicos lanzaban ediciones especiales dedicadas al famoso encuentro. En agosto de 1872, con un precario estado de salud, Livingstone estrechó la mano de Stanley y emprendió su expedición final.Cuando Livingstone llegó a África en 1841, era un lugar exótico llamado el «Continente Negro» o el «Cementerio del hombre blanco». Aunque los portugueses, holandeses, e ingleses habían llevado a cabo esfuerzos por explorar el interior, los mapas africanos exponían extensiones vacías sin explorar; sin carreteras, países, ni puntos de referencia. Livingstone ayudó a rediseñar los mapas, y exploró lo que ahora son doce países, entre ellos Sudáfrica, Ruanda, Angola y la República del Congo (ex Zaire). Logró concientizar a la cultura occidental del mal constante que dejaba la esclavitud africana. Su aporte ayudó a que, eventualmente, fuera abolida.Principios dignos de imitación•    La historia de la iglesia revela que Dios utiliza a personas, cuya vida es una combinación de elementos buenos y malos. La gracia se manifiesta con más nitidez en las imperfecciones de sus siervos.•    Los proyectos más osados para extender el Reino siempre despertarán la censura de la iglesia institucionalizada.•    Los cambios contra los grandes males de la sociedad solo se alcanzan por medio de un enorme sacrificio personal y un espíritu de incansable perseverancia.