Máximas conversacionales

por Diana González

Quien habla requiere que el que escucha esté dispuesto a esforzarse para comprender el mensaje que él quiere transmitir. Quien escucha presupone el cumplimiento de algunos requisitos por parte de aquel que habla. Por ello, existe un principio cooperativo que el presente artículo expone.

Quien habla requiere que el que escucha esté dispuesto a esforzarse para comprender el mensaje que él quiere transmitir. Quien escucha presupone el cumplimiento de algunos requisitos por parte de aquel que habla. Por ello, existe un principio cooperativo que se expresa más o menos así: haga su contribución tal como es requerida en el momento, según el propósito o la dirección de la interacción lingüística en la que se encuentra involucrado.

Este principio implica tomar decisiones en cuatro áreas: relación, calidad, cantidad y modo.



Relación: sea relevante.



Calidad:


  • No diga nada que crea que es falso.
  • No diga nada de lo cual no tenga evidencias.


  • Cantidad:

  • Haga su contribución tan informativa como se requiere.
  • No haga su contribución más informativa de lo preciso.


  • Modo:

  • Evite la ambigüedad y la confusión.
  • Sea breve.
  • Sea ordenado.



Estas máximas no describen cómo son realmente las contribuciones conversacionales, pero nos indican como deberían ser.

  • Se espera que aquel que habla diga algo con sentido o aplicable a la situación. Si pregunto la hora, no quiero que me respondan cuál es la temperatura, ni escuchar una conferencia de cuarenta y cinco minutos sobre cualquier otro tema.
  • No hay lugar para los chismes o para ofender la reputación de otras personas.
  • Al hacer una pregunta pensamos que no se nos va a ocultar la información necesaria para comprender la situación o poder tomar una decisión, o que vamos a ser inundados por una parva de datos que no hemos solicitado ni nos interesan en ese momento.
  • Es importante tomar un tiempo para ordenar los pensamientos antes de hablar y ser consciente de qué es lo que se quiere comunicar. Conviene recordar aquel refrán que dice: «lo bueno, si breve, dos veces bueno».
  • Si viviéramos en un mundo ideal, esto sería lo que ocurriría a diario. Sin embargo, hay ocasiones en que el hablante decide violar una máxima, como por ejemplo mentir, o no dar toda la información requerida, o bien ser tan ambiguo como el oráculo de Delfos. Otras veces se encuentra en la encrucijada de no poder cumplir dos máximas al mismo tiempo, como por ejemplo dar específicamente la información requerida y no decir algo de lo que no tenga evidencia. En este último caso, las máximas conversionales sirven de base para que el oyente infiera lo que está implícito en la conversación. Esto puede advertirse en el ejemplo siguiente:


    A y B conversan acerca de un amigo mutuo, C, quien desde hace un tiempo asiste a una nueva iglesia. A le pregunta a B si sabe cómo le va a C en la nueva iglesia, y B le responde: Bien, está muy entusiasmado; se lleva bien con todos y aún no se ha peleado con el pastor ni la comisión directiva. Acerca de esta última afirmación, A puede razonar de la siguiente manera:

  • B ha violado aparentemente la máxima «sé relevante»;
  • Dadas las circunstancias, puedo considerar que la irrelevancia no es tal si y sólo si supongo que B piensa que C es potencialmente conflictivo y difícil de contentar;
  • B sabe que soy capaz de trabajar ese segundo paso. Entonces, B implica que C es potencialmente conflictivo y difícil de contentar.
  • Las máximas conversacionales, estudiadas por Grice hace ya varios años atrás, nos aproximan a lo que esperamos y se espera de nosotros en una conversación. Es interesante ver que una vez más son aquellos valores como la honestidad, la confiabilidad y el respeto mutuo los que deseamos estén presentes en todas nuestras transacciones, incluso las lingüísticas.

    Apuntes Pastorales Volumen XVII, número 2 / enero – marzo 2000