LA SUBLEVACIÓN CONTRA EL UNGIDO

“Así todos los hombres de Israel abandonaron a David, siguiendo a Seba hijo de Bicri; mas los de Judá siguieron a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén” (2 S. 20:2).

Introducción

En 2 Samuel 20:1–22 se narra la historia de la sublevación de Seba, hijo de Bicri, de Benjamín (20:2). Seba convenció a los hombres de Israel para que desertaran de David (20:2). Mientras tanto el ungido recluyó perpetuamente a sus diez concubinas, sustentándolas, pero sin volver a tener intimidad con ellas (20:3).

A su nuevo general Amasa le encargó convocar el ejército de Judá (20:4), en tres días, al este tardarse comisionó a Abisai para perseguir a Seba. Joab con sus hombres, los certeros, los peleteos y los valientes lo acompañaron (20:5–7).

En el camino Joab se encontró con Amasa y le dio muerte a traición (20:8–10). Luego con su hermano Abisai continuó en persecución de Seba (20:10). En Abel-bet-maaca, Seba se refugio, pero Joab sitio esta ciudad (20:10–15). Una mujer que vio que la destrucción de la cuidad era inminente se comunico con Joab y negocio la cabeza de Seba; convenciendo luego al pueblo se la arrojó desde el muro (20:16–22) y salvó la ciudad de manos de Joab.

  1. La sublevación

“Así todos los hombres de Israel abandonaron a David, siguiendo a Seba hijo de Bicri; mas los de Judá siguieron a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén” (20:2).

El líder de esta sublevación fue Seba hijo de Bicri, de Benjamín; que tocando trompeta invitó a Israel a quitarle el respaldo al ungido y lo logró (20:2).

Seba fue otro aspirante al trono de Jerusalén, otro que quería ser rey. La posición del ungido es codiciada y envidiada por muchos.

El conflicto anterior entre Judá e Israel, una división en potencia (20:1–3), se concretiza ahora. Seba supo aprovecharse del conflicto para inducir la división del pueblo. Era un oportunista que creaba escándalos para él beneficiarse.

A pesar de que “los hombres de Israel abandonaron a David” para seguir a Seba, “los de Judá siguieron a su rey desde le Jordán hasta Jerusalén”. Aunque la casa se le divida al ungido, se le parta por la mitad, habrá el grupo de Judá, el de la visión, el de la fidelidad, el del compromiso, que siempre los seguirá.

Tan pronto el ungido llegó a Jerusalén recluyó a sus diez concubinas, sin nunca más allegarse a ellas, “hasta que murieron en viudez perpetua” (20:3). Para ellas era como si él hubiera muerto. El ungido tiene que morir a muchas cosas, y muchas cosas tiene que morir para el ungido. ¿Cuantas posiciones el ungido tiene que encerrar, sin practicarlas, hasta que mueran? Con este acto el ungido restauró su propio honor trayendo respeto a su investidura real.

  1. La traición

“Y Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y éste le hirió con ella en la quinta costilla, y derramó sus entrañas por tierra, y cayó muerto sin darle un segundo golpe” (20:10).

En el término de tres días, por orden del ungido, Amasa como su general tenía que convocar a los hombre de Judá para guerrear contra Seba (20:4), pero se demoró (20:5). Probablemente encontró resistencia de las tropas que continuaban fieles a Joab. David ordenó a Abisai la misión de perseguir al sublevado Seba (20:6).

A Abisai se le unieron los hombres de Joab, los cereteos, los peleteos y los valientes (20:7). Notemos que Joab, sin el mando general destituido de su posición, todavía mantenía control sobre muchos hombres. ¡Tenía su gente! ¡Seguía siendo un líder! ¡Todavía movía a otros!

Cerca de Gabaón, el lugar de una piedra grande, se encontraron con Amasa, la competencia de Joab y el que tomó su lugar, y por celo de posición Joab lo tomó por la barba para besarlo y le introdujo su daga por la quinta costilla de manera mortal (20:8–10).

Joab mató al general Abner también por la quinta costilla (3:26–27), luego mató al general Amasa también por la quinta costilla (20:10). Cualquiera que le pudiera hacer sombra lo eliminaba. Era celoso de su posición y mataba a traición. Fue fiel al ungido, defendía al ungido, cuidaba al ungido, ayudaba al ungido… sin embargo por su terquedad y miedo a perder el primer lugar, metía al ungido en serios problemas.

Escuchemos lo que dijo uno de los hombres de Joab: “Cualquiera que ame a Joab y a David, vaya en pos de Joab” (20:11). Su nombre es puesto antes que el del ungido. Eso le gustaba a Joab, que se le reconociera y que se le citara.

Como Amasa todavía sangraba por la herida mortal en el camino, el pueblo que pasaba se detenía a mirarlo, uno de los hombres de Joab le arrojo una vestidura y el pueblo continuó su marcha militar (20:12–13). Joab humillaba a sus enemigos.

III. La negación

“… y la mujer dijo a Joab: He aquí su cabeza te será arrojada desde el muro” (20:21).

Las tribus de Israel también se juntaron a Joab, tenía el poder de la convocatoria, un don de gente (20:14). Seba se refugió en la ciudad de Abel-bet-maaca, y Joab con sus hombres sitio la misma y se dispusieron a destruir la muralla (20:15).

Una mujer intercedió ante Joab por la seguridad de la ciudad (20:16–20). Joab le dejo ver a ella que lo único que le interesaba era Seba el efraimita (20:21). La mujer le prometió arrojarle la cabeza de Seba desde el muro y convenció al pueblo, que le cortó la cabeza y la arrojaron a Joab (20:22).

La negociación es clave en las relaciones humanas. Esta mujer fue una tremenda relacionista pública. Una que tenía la capacidad de convencer con argumentos sólidos. A Joab le citó un proverbio de sus días que decía: “Quien preguntare, pregunte en Abel; y así concluían cualquier asunto”: (20:18). También le dijo: “Yo soy de las pacíficas y fieles de Israel; pero tú procuras destruir una ciudad que es madre en Israel. ¿Por qué destruyes la heredad de Jehová?” (20:19).

Ella le habló a Joab con aplomo y convicción, apeló a la tradición, apeló a la historia y apeló al favor de Dios. Supo la manera mejor de confrontar a Joab. Fue directa. La negociación implica unas demandas y unos ofrecimientos; exigir algo y dar algo a cambio. Para ganar algo se tiene que perder. Es preferible perder a alguien y no que todos sufran por ese alguien.

Con el toque de trompeta, el ejército se retiró de la ciudad y Joab regresó al rey que estaba en Jerusalén (20:22). El ungido estableció un nuevo organigrama de gobierno y administración (20:23–26).

Conclusión

(1) El ungido no se debe sorprender si antiguas rencillas en el pueblo vuelven a resurgir. (2) El ungido cuidará de los nuevos en el liderazgo, porque el celo de los viejos les puede hacer daño. (3) El ungido aprenderá de cómo otros negocian.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (288). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.