por Kay Oliver Lewis
Frente a la inminencia de la muerte, ¿cómo puede prepararse ante su proximidad? ¿Pueden formularse planes y propósitos cuando el plazo es tan corto? ¿Qué cambios de valores pueden propiciarse. El autor nos narra su propia experiencia en el proceso de la enfermedad.
El aroma a puré de manzanas flotaba en el aire del hogar en Zion, Illinois. Omar lo había cocinado recientemente. No era un gran logro, tal vez, para el profesor de Educación Cristiana del Instituto Bíblico Moody. Pero, para J. Omar Brubaker, era un día feliz. Víctima de una rara forma de leucemia, él había vivido por muchos días con la mera energía como para comer y descansar.
Omar y su esposa Juana parecen descansados y relajados mientras hablan del temible asesino. Habían estudiado y sabían que esta forma de enfermedad atacaba al dos por ciento de los enfermos de leucemia. Se destruían tanto los glóbulos rojos como los blancos, dejando al paciente sin inmunidad para cualquier infección. La quimioterapia, que es buena para matar las células cancerígenas, mataría primero al paciente.
Aunque los tres años de enfermedad habían minado sus fuerzas y lo habían llevado casi hasta la muerte por neumonías e infecciones en la sangre, Omar se sentía suficientemente bien como para hacer puré de manzanas y efectuar algunas tareas domésticas, pasear un poco con el perro cada día, y aun tomar algunos compromisos para predicar. Obviamente estaba agradecido.
¿Y qué estaba aprendiendo a través del cambio de ser profesor a ser enfermo de leucemia?
«En realidad nada nuevo», dice. «Sólo estoy confirmando que todo lo que creía de Dios y su carácter es verdad. Y es algo hermoso.»
Desde el momento en que recibieron la noticia, los Brubaker y sus cuatro hijas se habían adherido firmemente a sus creencias sobre la soberanía de Dios. A pesar de las terribles circunstancias, su hogar reflejaba una serenidad inusual. En lugar de desesperación o pánico, ellos comunicaban la quieta paz de que Dios estaba en control.
Omar recorría alrededor de 100 km. diarios para ir a enseñar en el Instituto Bíblico Moody, donde había trabajado por dieciséis años. Además volaba cada jueves, durante todo un semestre, hasta Akron para enseñar en un Instituto Bíblico de extensión.
También servía en la dirección de la Escuela Dominical de la Asociación de Chicago y en la Asociación de Entrenamiento de Maestros Evangélicos, y como consultor de prensa sobre las Escrituras.
Siendo presidente del cuerpo gobernante de la Iglesia Misionera de la Gracia de Zion, completaba su agenda con compromisos para predicar.
Su agenda de golpe se detuvo la noche de un lunes de abril de 1978.
Omar regresó a su casa con dolor de cabeza y su esposa le insistió en ver al doctor al día siguiente.
Él había tenido una cirugía de cáncer en la piel unos seis meses antes y continuaba extremadamente cansado. Para un hombre fuerte en sus cuarenta, era algo anormal.
También notaba dolor en su lado izquierdo después de una gran comida. El doctor pidió un análisis de sangre y observó que Omar tenía el bazo muy grande.
La mañana siguiente, Omar salió hacia la escuela en su habitual horario. Diez minutos más tarde, llamó el doctor.
«No quiero mantenerlos en suspenso,» le dijo a Juana. «Encontramos células de leucemia. Necesita internarse para que le realicemos más análisis.»
Ella reunió todas sus fuerzas para mantener la compostura.
«Pero doctor, vamos a Akron este fin de semana. No podré convencerlo de cancelar su clase.»
«Convéncelo.»
El jueves 20 de abril, Omar se internó en el Hospital Lake Forest (Illinois), donde los doctores le extrajeron el bazo que había aumentado unas doce veces su tamaño. No podían ofrecerle otro tratamiento, sólo transfusiones de sangre. Desde entonces ha recibido unas 120 unidades de sangre limpia y roja.
Omar y Juana hablan naturalmente de la enfermedad y de la muerte. Admiten que a veces lloran. Pero se ríen espontáneamente y parecen determinados a exprimir toda la alegría de cada buen momento.
«Nunca hubiera querido tener una enfermedad como esta», dice Omar, «pero Dios ha efectuado algunas buenas cosas a través de ella. Incluso si pudiéramos borrar estos dos años, no lo haríamos porque sentimos que son los mejores años que nos ha dado Dios.»
«Puede ser duro de comprender,» aclara Juana. «No significa que es fácil o que siempre estamos agradecidos. Hemos pasado muchos días de desaliento, cuando no dije estoy contenta de pasar por esto. No siempre sabemos lo que está haciendo Dios, o cómo va a seguir, excepto que será para bien.»
Mucho de esto, concuerdan que se debe a una profunda satisfacción en su matrimonio. Omar, a veces tenía dificultad en compartir sus sentimientos pero ahora está más abierto y libre para expresarse.
«Ahora hablamos con mayor libertad sobre las cosas, comenta Juana. No somos tan capaces de mantener nuestros pensamientos o sentimientos escondidos. Estos últimos tres años de matrimonio han sido los más dulces.»
Omar cuenta que ahora hacen más cosas juntos. «Ahora Juana mira los partidos de baseball conmigo,» se jacta Omar.
«He abandonado muchas actividades,» agrega Juana. «No enseño más en una clase, ni dirijo un departamento en la iglesia, ni la reunión de oración. Hago lo que Omar puede hacer. Rara vez voy a fiestas o reuniones de mujeres. Estoy contenta por tantos años de servicio, pero ahora siento que mi lugar es con él. Mi mayor servicio es estar aquí cuando me necesita.»
Omar observa que como consecuencia de su enfermedad, sus cuatro hijas han crecido espiritualmente. Alguna en forma dramática. Ninguna se ha rebelado contra Dios. Una comenzó a leer mucho más su Biblia y aún tomó un curso enseñado por radio a las 5.45 hs. Una de las hijas comentó: «Tan duro como sea, no tengo otro camino. Esto nos ha unido como familia.»
Las niñas aún consuelan a su padre. Cuando está solo y los visitantes tienen que usar barbijos esterilizados, Elena usa un lápiz de labios para dibujar una enorme boca con dientes en el suyo.
En el aniversario de bodas de los Brubaker, ellas prepararon una pancarta para el dormitorio de Omar y cantaron todas las canciones de su boda.
Los Brubaker también pidieron constatar la provisión de Dios para sus finanzas. Aunque los gastos han aumentado y las entradas disminuido, dicen que cumplen con pagar sus deudas mejor que antes. Y la generosidad del pueblo de Dios los ha sobrecogido.
Aunque Omar se describe como de «fácil contentamiento,» siente un gran desánimo por no poder enseñar.
«Me deprimo,» dice, «porque no puedo hacer nada.» La familia y sus amigos lo ayudan haciéndole ver que Dios todavía lo usa.
«Muchos están observando tu forma de encarar esto,» le dijo un amigo. «Nunca sabrás a cuantos alcanzaste.»
Ocasionalmente Juana siente pánico ante el prospecto de la viudez. Ella dice: «Cuando siento pánico, oro Señor, tengo pánico. No lo puedo soportar. Así que te lo entrego. Me imagino colocándolo en una fuente y entregándoselo al Señor.»
La hermana de Omar, viuda desde hace diez años, la ha ayudado. Fue una de las primeras visitas después de conocer la noticia, entonces se sentó frente a Juana recitándole Romanos 8.28.
«¿Me quieres decir que aún después de diez años puedes continuar diciendo que todo fue para bien?» preguntó Juana.
«Sí, no puedo explicarlo, pero todo fue para bien.»
Los Brubaker continuamente hablan de la soberanía de Dios. No es una respuesta simple para ellos. Ni tampoco niegan la gravedad de la situación. Ellos simplemente saben que Dios es bueno. Y nada, ni siquiera la leucemia, puede conmover su fe.
Omar cita frecuentemente el último mensaje del Dr. William Culbertson, que fue presidente del Instituto Bíblico Moody. Culbertson dijo: «Hay muchas cosas que no puedo explicar. Desde el principio de mi ministerio, me di cuenta de que no tendría respuestas para muchos de los problemas y pruebas por los que atraviesan las personas, excepto que Dios sabe. Dios tiene cuidado.»
«Y aún, si no lo puedo probar, él hace que todas las cosas trabajen para bien. El versículo dice Sabemos y no Entendemos. Lo sabemos y no porque podamos analizar la situación, no porque tengamos respuestas fáciles para todas las preguntas que realizan los no creyentes. ¡No! Lo sabemos porque lo conocemos a él.»
Juana comentó que nunca había escuchado a su esposo cuestionar a Dios. «Esté Dios en control o no.» agregó. «Nosotros decidimos que él lo está. No creemos que pueden ocurrirle accidentes a los hijos de Dios, o que Dios puede ser sorprendido.»
«El Dios infinito no tiene por qué dar cuenta de sus caminos. Es suficiente saber que su amorosa bondad es mejor que la vida.»
«Nunca dudé de que Dios puede sanarme,» dice Omar. «Pero tampoco insistí en que lo haga. Dios es bueno, elija o no sanarme.»
«Sólo para mostrarles la bondad de Dios,» continúa Juana, «nuestro viejo auto no servía más, así que tuvimos que comprar uno nuevo. Un mes después descubrimos la leucemia. Nuestro banquero nos recordó que teníamos un seguro por incapacidad, que cubriría los pagos mensuales. De esta manera yo dispongo de un auto seguro para hacer tantos viajes al hospital.»
La gran pregunta de Omar en estos días es »¿Cuál será el próximo paso?». Su enfermedad parece ir más despacio. No ha tenido transfusiones durante los últimos siete meses. Los doctores están totalmente desconcertados. Una vez preparado para enfrentar la muerte, ahora Omar considera otras posibilidades.
«Me gustaría volver a enseñar,» dice. «Pero mientras tanto tengo otras metas. Una, y puede sonar curiosa, es mantener lo que conseguimos. Crecimos espiritualmente, y no quiero perderlo.»
«No quiero volver a deslizarme por el pensamiento materialista o no dar a mi esposa importancia. Me gustaría continuar caminando con Dios y desarrollar una vida de oración intercesora más plena. Me gustaría hacer un estudio más sistemático de la Biblia.»
«Y yo tengo un montón de metas para él,» agrega Juana con un guiño. «Cuándo esté lo suficientemente bien, me gustaría que ponga unos estantes en aquella pared y »
Moody Monthly Abril 1981.
Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen III, número 6. Todos los derechos reservados