por J. Calixto Patricio
Pastor, usted tiene un grave problema en su vida: Usted no es un hombre de oración.» Con estas palabras una querida hermana venezolana fue instrumento en las manos de Dios, en el año 1984, para producir uno de los cambios más significativos en mi vida y ministerio.
Yo estaba trabajando en la ciudad de Puerto La Cruz, oriente de Venezuela, fundando la segunda iglesia de mi experiencia misionera. Había oído una predicación de Paul Yongi Cho en el Foliedro de Caracas y, utilizando las palabras de Cho, «volví preñado» de una visión de crecimiento para mi pequeña congregación. La obra tenía solamente unos tres meses de fundada y contaba con un grupo de 19 personas. Impresionado y maravillado por todos los testimonios que había oído de la obra en Seul, Corea, me había lanzado al reto de alcanzar para diciembre de 1984 la meta de llegar a cien miembros en la congregación. Con aquel reto en el corazón comencé a desafiar a los miembros de la pequeña misión para esforzarnos por ganar a nuestros vecinos y familiares para Cristo. Pero, a pesar de mi entusiasmo y de los »poderosos» mensajes que predicaba, ya habían transcurrido algunos meses desde que la meta fuera anunciada sin que realmente nada extraordinario hubiera acontecido. Fue entonces cuando la hermana Carmen Flores, quien nos cedía el garaje de su casa para que realizáramos 1os cultos de la «Misión Bautista Puerto La Cruz», me llamó me dijo estas palabras: »Pastor Calixto, usted es un misionero muy bueno y nosotros lo queremos mucho. Pero, pastor; da la impresión de que usted cree que la meta de llegar a cien personas para el mes de diciembre de este año va a ser el resultado de nuestros esfuerzos humanos. Usted tiene un grave problema en su vida: usted no es un hombre de oración.» Después de aquellas palabras de exhortación, quebrantado delante de Dios, sorprendido por el valor de aquella hermana y agradecido por su sinceridad le pregunté: «Hermana Carmen, ¿qué quiere usted que yo haga?» Fue entonces cuando la hermana me sugirió que comenzáramos a orar todas las mañanas con un grupo de hermanos que vivían cerca de su casa. Tocado por el Espíritu Santo de Dios decidí orar todos los días, de lunes a viernes, de 6 a 7 de la mañana. Al empezar a orar propuse al pequeño grupo de hermanos (quizá siete personas) que usáramos la forma de oración conversacional {oración en frases), tratando cada
mañana de orar de acuerdo con las cinco facetas de la oración:,alabanza y adoración, confesión, intercesión, petición y acción de gracias.
Una mañana, después de que habíamos cubierto las dos primeras facetas de la oración, comenzamos a interceder por el crecimiento de la misión, recordando al Señor la meta que nos habíamos propuesto de llegar al fin del año con cien personas en la congregación.
Al llegar a aquel punto, un hermano pronunció estas palabras: «Señor, tu Palabra dice que si clamamos a Ti, Tú nos enseñarás cosas grandes y ocultas que nosotros no conocemos. En esta mañana, Señor, queremos que Tú nos muestres cuáles son estas cosas.» Se escuchó un fuerte amén de todos los que oraban aquella mañana. Enseguida, otro hermano oró: «Señor, tu Palabra también nos dice que el que tiene oído debe oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. Queremos oír tu voz esta mañana, Señor». Otra vez se escuchó un fuerte amén. Aun otra persona clamó a Dios diciendo: «Sí, Señor, Tú nos enseñas en tu Palabra, pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Padre, aquí estamos clamando delante de Ti, háblanos en esta mañana.» A partir de ahí, el fervor de las oraciones fue creciendo y creciendo. A cierta altura de aquel momento maravilloso de comunión con Dios, el Señor puso en mi corazón que compartiera con el grupo que Él sí quería hablarnos, pero que nosotros debíamos callarnos para poder oír su voz. Entonces todos quedamos en silencio para escuchar la voz de Dios. No recuerdo exactamente cuanto tiempo permanecimos sin hablar, quizá unos diez minutos. Para mi sorpresa, el Señor decidió colocar una visión en mi corazón aquella mañana. Asombrado y maravillado por lo que Dios me había revelado, compartí con el grupo que El me había mostrado un terreno próximo al «Paseo Colón», una especie de malecón cerca del mar en nuestra ciudad. El Señor quería que tomáramos el terreno baldío prestado por un mes. Además, debíamos colocar una carpa tipo circo y predicar la Palabra de Dios durante treinta noches seguidas.
El entusiasmo del grupo fue tremendo y pronto empezamos a trabajar para convertir aquella visión en una gloriosa realidad. Dios había puesto también en mi corazón que durante la campaña evangelística no debíamos recoger ofrendas para no escandalizar a los no creyentes. Las ofrendas debían ser recolectadas solamente en los cultos de los domingos. Durante aquellos días el Señor hizo provisión de todos los recursos que necesitabamos para desarrollar la campaña. Los mejores evangelistas bautistas venezolanos fueron invitados como predicadores. La música fue excelente. Dios estaba con nosotros durante aquella actividad. Realmente se podía sentir su presencia en aquel lugar. Al terminar las treinta noches de predicación, el Señor nos había agraciado con una preciosa cosecha espiritual 106 personas tomaron una decisión por Cristo. Lo más maravilloso fue que la gran mayoría eran creyentes «cero kilómetro».
La meta de llegar al fin del año 84 con 100 personas en la congregación fue alcanzada gracias al movimiento de oración que el Espíritu Santo había comenzado con un pequeño grupo de creyentes que decidió pagar el precio de la intercesión todas las mañanas.
Al comenzar el año 85 el grupo de intercesión ya había crecido. Dios nos proveyó gratuitamente un local donde antes funcionaba una agencia de ventas de autos en la avenida principal que unía las ciudades de Barcelona y Puerto La Cruz. La oración de las mañanas ya no era de 6 a 7, sino desde las 5 hasta las 8. La iglesia crecía cada día y ya para el año 1994 habíamos llegado a ser una preciosa congregación de 550 personas para la gloria de Dios. Las cosas que Dios hizo en respuesta a aquel precioso movimiento de intercesión fueron simplemente gloriosas.
En medio de todo aquel entusiasmo y fervor espiritual que yo estaba viviendo en Venezuela como consecuencia de aquel período de tres horas de oración cada mañana, la Junta de Misiones Mundiales de la Convención Bautista Brasileña me convocó para ir a Brasil. Durante los meses de enero a abril las iglesias bautistas brasileñas celebran una campaña en todas las iglesias para estimular el levantamiento de la ofrenda de misiones mundiales.
En una de las iglesias en las que prediqué en el estado de Minas Gerais encontré a un joven pastor que había sido alumno mío de homilética en el Seminario Bautista de Río de Janeiro, donde yo había sido profesor durante los años 75 a 77. Después del culto comenzamos a conversar y le pregunté a aquel querido colega acerca de su vida, su familia, su ministerio. Mi sorpresa no pudo ser mayor. Aquel joven pastor me dijo: »Pastor Calixto, yo estoy muy mal. Estoy tan mal, que estoy considerando no solamente dejar el pastorado de esta iglesia, sino que estoy pensando en abandonar el ministerio». El pastor Joselito me explicó que ya había probado de todo y la iglesia no reaccionaba. El desánimo se había adueñado de su corazón.
Fue entonces cuando compartí con él la experiencia que estaba viviendo en Venezuela en nuestra iglesia en Puerto La Cruz con el ministerio de intercesión, orando cada mañana tres horas con un grupo de hermanos de la iglesia. Le pregunté si él podría invitar a algunos hermanos para orar con nosotros en la mañana del día siguiente de las 6 hasta las 7. El desafío fue aceptado y a la mañana siguiente se encontraba allí un grupo de unos doce hermanos, aproximadamente. Compartí con ellos el método de oración conversacional que buscaba cubrir cada mañana las cinco facetas de la oración. Los hermanos quedaron muy contentos y aceptaron el reto de continuar orando todas las mañanas bajo el liderazgo espiritual de su pastor.
Algunos meses después recibí una carta de aquel pastor, en la que él compartía conmigo las maravillas que Dios estaba haciendo en su vida y en su iglesia. Era una carta de agradecimiento.
Unos dos años más tarde, la Unión Bautista Latinoamericana (UBLA) me invitó para predicar a la juventud bautista latinoamericana en el templo de la Primera Iglesia Bautista de Río de Janeiro. Al llegar al templo me encontré con el pastor Joselito. Cuando le pregunté si había venido para participar en el congreso, para mi asombro me contestó: »No, hermano Calixto. Fui invitado para predicar a los pastores». «Caramba», le contesté, «¿y sobre qué tema vas a hablarles?» Su respuesta fue: «Sobre el crecimiento de la iglesia». El ministerio de la intercesión había cambiado completamente la historia de la vida de aquel obrero y de su iglesia.
Watchman Nee dice en uno de sus libros que «la oración es para la acción del Espíritu Santo lo que los rieles son para el ferrocarril». En otras palabras, la acción del Espíritu Santo en la iglesia llega hasta donde llega la oración del pueblo de Dios
En este momento me encuentro trabajando en Costa Rica. En el mes de enero de 1998 la Misión Bautista nos ofreció un local donde había funcionado una pequeña iglesia bautista durante siete años, en la urbanización conocida como «El Bosque» en San Francisco de Dos Ríos. La pequeña iglesia bautista había cerrado sus puertas. Era un gran desafío espiritual trabajar en un Sitio en el que otra iglesia había fracasado. Pero, motivados por el Espíritu Santo, un grupo de hermanos oró durante más de un año para iniciar la nueva obra. Como fruto de la oración, en menos de un año el pequeño grupo de trece personas que conformaba nuestra misión se transformó en un grupo de unas 120 personas para la honra y la gloria de Dios. Nuestro equipo pastoral está completamente convencido del lugar y de la importancia de 1a intercesión. Hoy oro porque este testimonio pueda ser de bendición para algunos pastores y misioneros que, al igual que yo, se encuentran fundando nuevas iglesias.
Mi querido colega, si te sientes cansado y decepcionado en el ministerio, si has probado «de todo» sin obtener los resultados esperados, yo te animo en este momento: comienza un ministerio permanente de intercesión en este iglesia. Pero, por favor, una vez que esté funcionando no lo abandones Sigue al frente, no te pierdas 1a bendición de recibir cada mañana la dirección del Señor para tu vida y ministerio. Al igual que los apóstoles en la iglesia cristiana primitiva, los pastores debemos estar conscientes de que nuestra prioridad deben ser «la oración y la palabra» (Hch. 6:4)
La promesa de Dios para nosotros es: «Clama a mí, y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces». Dios jamás decepciona a aquellos que cree en sus promesas y obedecen sus mandamientos. Amén. J. Calixto es brasileño, pastor de la Comunidad Cristiana El Bosque en San Francisco de Dos Ríos, San José, Costa Rica