LA CRÍTICA AL UNGIDO

“Y vino el rey David hasta Bahurim; y he aquí salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera; y salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda” (2 S. 16:5–6).

Introducción

En 2 Samuel 16:1–4 se vuelve a introducir la figura del nieto de Saúl y hijo de Jonatán, llamado Mefi-boset. En 2 Samuel 9, por medio de Siba, siervo de la casa de Saúl, el ungido se había enterado que Jonatán tenía un hijo lisiado desde los cinco años, llamado Mefi-boset, al cual le mostró misericordia, le restituyó las tierras de Saúl y le dio el privilegio de comer en la mesa real. A Siba el rey le encargó la administración de los bienes de Mefi-boset.

Ahora Siba aparece acusando a Mefi-boset de traicionar al ungido, prefiriéndose quedar en Jerusalén, con la esperanza de reclamar su derecho al trono. Por esta información el rey le confiscó todo a Mefi-boset y se lo entregó a Siba.

Los versículos 5 al 14, presentan a Simei hijo de Gera, de la familia de Saúl que en Bahurim le salió al encuentro al ungido maldiciéndolo y arrojándole piedras. Abisal, sobrino del ungido y hermano de Joab quiso dar muerte a Simei, pero David no se lo permitió.

Los versículos 15 al 19 aluden a la entrada de Absalón, Ahitofel y sus hombres a Jerusalén. También Husai, amigo de David, aparenta lealtad a Absalón, para desde adentro ayudar al ungido.

Los versículos 20 al 23 introducen a Ahitofel, aconsejando a Absalón, para que públicamente violara las diez concubinas del ungido.

  1. La mentira

“Y dijo el rey: ¿Dónde está el hijo de tu señor? Y Siba respondió al rey; he aquí él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre” (16:3).

Pasando la cumbre del monte de los Olivos, Siba, el criado de Mefi-boset recibió al ungido con dos asnos, doscientos panes, cien racimos de pasas, cien panes de higos secos y un cuero de vino (16:1). Con esto se mostraba preocupado por las necesidades de la familia y criados del ungido (16:2).

Siba no daba nada por nada. Detrás de ese supuesto espíritu de generosidad se escondía un espíritu de envidia personal. Él envidiaba al lisiado Mefi-boset. No por lo que era, sino por lo que poseía.

La envidia es una obra de la carne (Gá. 5:21), es el pecado de desear lo que otros tienen. El envidioso nunca está satisfecho con lo que es y lo que tiene, envidia amistades, envidia cosas, envidia posiciones y envidia posesiones.

Cuando el ungido le preguntó por Mefi-boset, Siba lo acusó de traición al rey, y mintió diciendo que Mefi-boset había dicho: “Hoy me devolverá la casa de Israel, el reino de mi padre” (16:3).

El ungido ingenuamente se tragó la mentira de Siba se la creyó, hace juicio oyendo una sola parte. Cada historia o situación personal, tiene dos lados, el que involucra y quien está involucrado, el que acusa y quien es acusado, el que critica y quien es criticado.

David le dio a Siba el derecho a poseer todo lo que tenía Mefi-boset (16:4). A lo que le respondió: “Rey señor mío, halle yo gracia delante de ti” (16:4).

  1. La maldición

“Y decía Simei, maldiciéndole: Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso!” (16:7).

Cuando el ungido tiene problemas, los antiguos enemigos se aparecen para apedrearlo. En Bahurim, Simei, de la familia de Saúl, le tiró piedras a David y al pueblo que lo acompañaba (16:5–6).

Siempre habrán personas con la mentalidad de la casa de Saúl, que espiritualmente serán de su familia. Estos son los que en sus corazones rechazan al ungido y a su visión. Y cuando tienen la oportunidad de verlo susceptible lo atacan. Solo viven esperando el día de la venganza.

Los hombres del ungido “estaban a su derecha y a su izquierda” (16:6). Eran sus escuderos. Estaban dispuestos a ser ellos apedreados, heridos y golpeados, para proteger al ungido.

Los ungidos necesitan rodearse de “valientes” que protejan su carácter, su ministerio, su unción y su visión. Que les hagan círculo de protección contra los ataques del espíritu de Simei.

Simei maltrató verbalmente al ungido: “Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tu has reinado, y Jehová ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido en tu maldad, porque eres hombre sanguinario” (16:8).

Abisai, su sobrino, con su hermano Joab estuvo dispuesto a cortarle la cabeza a Simei por esta afrenta (16:9). Pero el ungido los detuvo entendía que en esto estaba la voluntad divina (16:10). Si su propio hijo buscaba atentar contra él, cuanto más un hijo de Benjamín (16:11). Con esto indicaba su falta de aceptación y popularidad entre muchos miembros de la tribu de Benjamín, fieles a la memoria de Saúl.

El ungido confiesa positivamente al decir: “Quizás mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (16:12). El mal que Simei quería para él, el ungido ora que Dios lo transforme en bien.

El ungido también supo ignorar a Simei. Se comportó con altura y estilo espiritual. No se rebajó al nivel de su ofensor. No respondió a la provocación de su atacador. No se dejó descontrolar para ser controlado por Simei (16:13).

Con fatiga y cansancio, el rey y el pueblo llegaron al lugar donde descansarían (16:14). No permitió el ungido, que un Simei le quitara a él y a su pueblo su derecho a descansar. Cuando le llegó la hora del descanso lo tomó. Los ungidos saben descansar y no dejan que nadie, ni nada les robe el descanso.

III. El plan

“Aconteció luego, que cuando Husai arquita, amigo de David, vino al encuentro de Absalón, dijo Husai: ¡Viva el rey, viva el rey!” (16:16).

El ungido sabe sorprender al enemigo. Sabe cómo infiltrar su gente de confianza en el círculo de sus enemigos. El “zorro viejo” David sabía cómo hacer sus maniobras “políticas”, conocía la logística aplicada a las relaciones humanas. A control remoto influenciaría a Absalón.

Husai, fingió unírsele al príncipe rebelde con el saludo real. Le levantó su ego, su orgullo y pretensión al decirle: “¡Viva el rey, viva el rey!” (16:16). Le dijo lo que Absalón quería escuchar.

Absalón le preguntó: “¿Es este tu agradecimiento para con tu amigo?” (16:17). La amistad de Husai con David era notoria a todos. Si algo sorprendió a Absalón, fue ver que Husai se quedó en Jerusalén y no siguió a su amigo David. Porque un verdadero amigo nunca abandonaría a otro cuando este lo necesita.

Husai le dice parafraseando: “Si Jehová, el pueblo e Israel te han elegido, yo también seré tuyo y te serviré” (16:18). Le dio palabra de fidelidad (16:19), y Absalón le dio entrada a su consejo.

  1. EL consejo

“Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón” (16:23).

Absalón desde el principio dependió mucho del consejo de Ahitofel. Leemos que le dijo: “Dad vuestro consejo sobre lo que debemos hacer” (16:20). Ahitofel fue el principal consejero de David y luego de Absalón.

Era tan respetado el consejo de Ahitofel, que se nos dice por el cronista: “Y el consejo que daba Ahitofel en aquellas días, era como si se consultase la palabra de Dios” (16:23). Cuando hablaba era como si Dios hablara.

Su palabra comenzó a sustituir y a suplantar “la palabra de Dios”. Es peligroso cuando la palabra del hombre toma el lugar de “la palabra de Dios”. Ahitofel no era profeta, pero David le llegó a dar más atención que a lo dicho por el profeta.

Absalón se sentía muy seguro y confiado con el consejo dado por Ahitofel. Toda decisión la consultaba con él. No sabía tomar decisiones independientemente.

David conocía de la sabiduría que revelaba Ahitofel, era su consejero político en la administración del reino. Por eso el ungido cuando supo que este lo traicionó y se unió a Absalón le oró a Dios: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel” (15:31).

Ahitofel le aconsejó a Absalón, que sobre el terrado, bajo una tienda violara las diez concubinas del rey y que el pueblo lo viera (16:22). Con esto se cumplió lo profetizado al ungido por labios de Natán: “…tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol” (2 S. 12:11).

Ahitofel era un “dictador espiritual”. Sabía cómo controlar a los que estaban en autoridad con lo que decía y cómo lo decía. Muchos con el consejo manipulan y controlan a otros.

Conclusión

(1) El ungido tiene que discernir a los que se le acercan con espíritu de mentira. (2) El ungido mantendrá siempre su compostura y no permitirá que nadie con su boca lo descontrole. (3) El ungido tiene que conocer los planes del enemigo. (4) El ungido se cuidará de no confundir palabra de hombre con palabra de Dios.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (265). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.