Marcos 13:13
Tomás Edison, inventor del bombillo y de muchas otras cosas que definen nuestra vida moderna, fue un hombre de gran inteligencia.
Este hombre tan inteligente, no disfrutó del éxito con la frecuencia que podríamos pensar.
Tuvo ¡diez mil! Esfuerzos fracasados antes de crear una batería para almacenar electricidad.
Cuando alguien le preguntó si no se desanimaba por 10,000 intentos sin resultado, Edison respondió: ¿Sin resultado? Al contrario, ahora conozco 10,000 cosas que no funcionan.
Edison demuestra el valor de la perseverancia. El secreto de sus grandes inventos no fue su gran inteligencia, sino más bien la perseverancia que lo llevó a seguir esforzándose hasta lograr la meta.
Para triunfar en la vida, nos urge desarrollar los rasgos que definen a un triunfador. Estas son cualidades de carácter que, bajo la dirección y en el poder del Espíritu Santo, nos llevarán a ser verdaderos triunfadores.
Hoy nos enfocamos en la cualidad de la perseverancia.
Marcos 13:13 “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (RVR1960)
La perseverancia es algo que el mundo poco valora. La cultura actual, con su enfoque en la satisfacción inmediata, no da cabida a la perseverancia.
La Biblia, sin embargo, nos enseña que la perseverancia es clave para triunfar. La persona que pronto se desilusiona o se desanima no llegará muy lejos. En cambio, con la perseverancia, ¡todo es posible!
Carlos Spurgeon observó que, mediante la perseverancia, hasta el caracol llegó al arca.
La perseverancia es clave tanto en nuestra vida secular como en la vida espiritual. Las normas divinas se aplican en todo ámbito.
Examinemos una por una, as razones por las que debemos de conseguir la perseverancia.
I. La perseverancia es clave para triunfar en la vida
Dios nos ha dejado dentro de la Biblia un libro que contiene pautas y normas para tener éxito. Se llama el libro de Proverbios. En este libro encontramos mucho acerca de la perseverancia.
Proverbios 10:4 “La mano negligente empobrece; Mas la mano de los diligentes enriquece.” (RVR1960)
Este pasaje nos habla del valor del trabajo dedicado y hábil.
Ahora, la habilidad sólo se halla mediante la práctica y la preparación. Hay que perseverar para conseguir la habilidad.
La persona que se esmera en desarrollar al máximo las habilidades que Dios le ha dado encontrará la prosperidad.
Para llegar al máximo desarrollo de nuestras habilidades, nos hace falta perseverar.
Muchas veces soñamos con alcanzar la riqueza rápidamente y sin esfuerzo, pensando que así seremos felices. Mas sin embargo, Dios nos muestra el peligro de pensar así en otro pasaje de Proverbios.
Proverbios 20:21 “Los bienes que se adquieren deprisa al principio, no serán al final bendecidos.” (RVR1960)
En los días del Antiguo Testamento, la forma más fácil de enriquecerse repentinamente era mediante un legado (una herencia). Quizás muchos jóvenes soñaban con la muerte de algún pariente rico, así como muchos hoy en día sueñan con ganarse la lotería.
Las riquezas fácilmente habidas, no llevan a la felicidad. En lugar de soñar con riquezas fáciles, deberíamos de esforzarnos en desarrollar al máximo, con paciencia y perseverancia, las habilidades que Dios nos ha dado.
Debemos de tomar como ejemplo la estampilla de correo. Es pequeña y sencilla, pero se queda pegada a una sola cosa hasta llegar a su destino. Así como ella, llegaremos al éxito si nos mantenemos enfocados en la meta.
II. La perseverancia es clave para triunfar espiritualmente
Hebreos 10:36-38 “36 Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. 37 Pues dentro de muy poco tiempo, “el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38 Pero mi justo vivirá por la fe. Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado.”” (NVI)
Los lectores de esta carta estaban en peligro de abandonar su fe en Cristo para regresar a su antigua religión. El autor les enseña que es necesario perseverar para recibir las bendiciones que Dios promete a los que creen en su Hijo.
La Biblia habla en muchos pasajes de la importancia de perseverar. Por ejemplo, el apóstol Pablo dice en 1 Corintios 15:2 “Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano.” (NVI)
Aun para recibir nuestra anhelada salvación, es necesario perseverar.
En 1987, el campeón mundial de la carrera de 1,500 metros se estaba calificando para otra carrera. A mitad de camino se tropezó, pero se levantó y siguió corriendo. Con sólo 20 metros más de carrera, se encontraba en tercer lugar y con eso bastaba para calificar.
Miró hacia atrás, y no vio a nadie; dejó de esforzarse, y otro corredor, que venía por su lado ciego, se le adelantó y lo eliminó. Su gran esfuerzo se volvió inútil porque quitó la mirada de la meta.
Es muy tentador en la vida cristiana, después de haber vivido por algunos meses o algunos años como creyentes, quitar la mirada de nuestra meta, el Señor Jesús. Podemos pensar que ya hemos corrido muy duro, y es hora de descansar un rato.
La perseverancia es clave para triunfar espiritualmente. Si no seguimos corriendo, no triunfaremos en la carrera. Si dejamos de mirar a Cristo, el autor y consumador de nuestra fe, es posible que no ganemos la carrera.
La perseverancia es una parte integral de nuestra fe. Si te has empezado a desanimar, si has dejado de correr la carrera, todavía hay tiempo. Ponte las zapatillas y sigue corriendo. Tenemos que perseverar en la fe para recibir lo que Dios nos ha prometido.
III. La perseverancia es clave pare triunfar en el servicio al Señor
Creo que todos conocemos la parábola del sembrador que se encuentra en Lucas 8:4-15.
En esta parábola, la semilla cae sobre cuatro terrenos distintos. Los cuatro suelos representan las cuatro formas de responder al mensaje de Dios y Su servicio.
En el primero, la semilla cae junto al camino, el suelo duro no acepta la semilla, y los pájaros se la comen. Esta es la persona que rechaza el mensaje.
En el segundo terreno, la semilla cae sobre tierra pedregosa. Brota pronto, pero se marchita por no tener profundidad de raíz. Esta es la persona que recibe el mensaje rápidamente, pero luego se aleja.
En el tercer terreno, los espinos crecen y ahogan la pequeña planta que brota de la semilla. Esta persona permite que las preocupaciones del mundo ahoguen la fe que ha nacido en su corazón.
Lucas 8:15 habla de la cuarta clase de terreno, dice “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.” (RVR1960)
Esta semilla brota y da buen fruto y la cosecha es abundante. Ésta es la persona que recibe el mensaje de buen corazón. Cree de todo corazón, y se entrega de lleno al Señor. Esta persona produce una buena cosecha.
Hay una frase que sólo Lucas incluye; es la frase ” y dan fruto con perseverancia “. Para que la cosecha sea abundante, tenemos que perseverar. Si somos como el primer, segundo o el tercero terreno, no habrá cosecha.
Todos nosotros, si somos creyentes, hemos sido llamados a servir al Señor. El servicio al Señor no es sólo para los pastores o los misioneros. Es para todos.
Quizás Dios te ha llamado a servir evangelizando a tus amigos, enseñando a los niños, dirigiendo la música, organizando actividades o de alguna otra forma.
Sólo darás fruto en ese servicio al Señor si aprendes a perseverar en el servicio. Hay muchas personas muy dotadas, con grandes habilidades y buena personalidad, que no hacen ningún impacto para el Reino del Señor.
El problema es la falta de perseverancia. Empiezan un proyecto, pero antes de terminarlo otro les llama la atención, y se dedican más bien a ése. Brincan de ministerio en ministerio, sin dedicarse a una o dos cosas en las que podrían realmente hacer impacto.
O quizás el problema no es la falta de concentración, sino el desanimo. Empiezan a servir, pero alguien los critica, o quizás los resultados no se ven de inmediato, y fácilmente se desaniman en su servicio al Señor. No hay perseverancia, y no hay fruto.
Si quieres triunfar en el servicio al Señor, tienes que perseverar. Decide cuál será tu ministerio, o cuáles serán tus ministerios; y enfócate en hacerlos con toda tu fuerza, con la ayuda de Dios, durante el tiempo que sea necesario.
Conclusión
En el Reino de Dios, la carrera la ganan los resueltos, no los alocados. Triunfan los comprometidos, no los meramente dramáticos.
Si quieres triunfar, no dejes de perseverar. Es la clave para el triunfo en la vida, en lo espiritual y en el servicio a Dios.
Marcos 13:13b “… mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (RVR1960)
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El otro asunto tuvo que ver con el rey mismo. Los celos de Saúl por David le llevaron a atentar varias veces contra su vida. Pero lo más insigne de la actuación de David se ve cuando en no pocas oportunidades le perdonó la vida a Saúl, mientras que éste buscada la forma de matarlo (1 Sam. 24:11, 12) Estas actitudes descubren por qué aquel joven era “conforme al corazón de Dios”. El Espíritu del Señor había abandonado a Saúl, mientras que la vida de David estaba poseída por él. Es muy importante saber que el Espíritu del Señor está con nosotros. Eso es una prueba que hemos sido salvados, sellados y llamados. La unción que David recibió por parte de Samuel equivalía a la misma llenura del Espíritu de Dios. Nada trae más seguridad en la vida cristiana que el saber que somos dirigidos por el Espíritu Santo. Una cosa es ser elegido por Dios y otra muy distinta es que Dios lo elija a uno.
II. UN VARÓN DADO A LA BÚSQUEDA DE DIOS
Sin duda que una de las experiencias donde David confirmó que era un varón que buscaba al Señor fue cuando acabó con el mito de Goliat. La valentía del joven guerrero de enfrentarse al temerario gigante es única en los relatos bíblicos. El hombre medía 2, 90 metros. Su armadura pesaba el equivalente a 209 kilogramos. Su sola presencia no solo impresionaba a cualquier otro hombre, sino que las palabras con las que ofendía a David, incluyendo aquellas donde decía que iba a dar su cuerpo para que se lo comieran las aves de rapiña, eran suficientes para hacer correr a los más valientes. De allí que las palabras que David dijo cuando estuvo frente al colosal hombre son una pieza de coraje: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (1 Sam. 17:45) Sólo los hombres que han buscado a Dios con la diligencia y certeza que tuvo David pueden usar de esta manera su nombre. Esta demostración de valentía y coraje de parte de David para enfrentarse a tan temible enemigo nos revelaban la confianza que tenía en el nombre del Señor para cualquier combate. De modo que mientras Saúl temblaba de miedo, David tuvo la osadía de enfrentarlo sin armamento alguno, pero con el poder de lo alto. ¡Ánimo querido creyente! No hay porque quedar avergonzado cuando nos enfrentamos a nuestros propios “Goliat”, si lo hacemos en ese nombre.
La verdad sigue siendo la misma: “Todo lo que pidieres en mi nombre, creyendo, lo recibiréis”. Una piedra lisa tomada del río fue suficiente para derribar aquel quien era la confiaba de los filisteos (1 Sam 17). David no se amilanó por el tamaño del gigante. El secreto de su seguridad y confianza radicaba en la comunión con su Dios. Desde aquel momento quedaría manifiesta el amor y la devoción que David tenía por su Dios. De él vienen estas palabras: “Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo al enemigo” (Sal. 64:1). Así tenemos que aunque fue un hombre de guerra, nunca dio un paso sin antes no consultaba la voluntad del Señor. En los salmos donde basó toda su experiencia, podemos ver el alma de un hombre que estaba cerca de su Dios. A través de ellos David expresa las más inalcanzables alabanzas que se hayan hecho para el Señor. Le reconoce como el todopoderoso, en sus actos creativos. Lo exalta sobre todos los dioses, hasta el punto de decir que ellos tienen “boca, mas no hablan; pies, más no caminan; ojos, más no ven…”. Ve a Dios como el Pastor, como la Roca, Dios eterno en su misericordia, proveedor para todas las necesidades.
¿Quién no se ha edificado con el salmo 23? ¿Quién no se siente motivado cuando lee el salmo 34? El alma de poeta y músico le llevó a componer las más finas alabanzas que aparecen en el himnario hebreo. Fue tan avanzado en la música que se dice que de su propia mano compuso unos cuatro mil instrumentos musicales dedicados para la alabanza al Señor. Fue David un hombre alegre en su alabanza; de allí que decía” “¡Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra! Cantad la gloria de su nombre; dadle la gloria en su alabanza. Decid a Dios: “¡cuán admirables son tus obras!… ¡Toda la tierra te adorará, y cantará a ti! ¡Cantará a tu nombre!” (Sal. 66:1-4) Fue tal el deseo de su comunión con Dios que reunió todo lo suficiente para la construcción del templo, aunque Dios no le permitió ese propósito por ser él un hombre de guerra.
En David tenemos a un hombre que se dio a la tarea de buscar a Dios. Con relación a su vida de oración, dijo: “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré” (Sal. 5:3). Con relación a la meditación y lectura de la palabra, escribió: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97) Y con relación a la dirección de su pueblo hacia Dios, dijo: “Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; de cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, entre voces de alegría ! y de alabanza del pueblo en fiesta” (Sal. 42:4) Y es que así debiera ser el hombre que busca a Dios. Dios debiera ser lo primero en todo para el creyente.
III. UN VARÓN CON DEBILIDAD DE QUIEN VENDRÍA EL MESÍAS
David, aunque amó profundamente al Señor, también era de carne y hueso como cualquier otro mortal. Como alguien escribió: “Para todos los que sufren de pecado, la ganancia sobrepasará en mucho a la pérdida en el crédito del hombre que agradó al corazón de Dios”. En la debilidad que mostró David frente a la tentación sexual y luego el crimen del hombre a quien traicionó, nos pone de manifiesto que cuando más cerca se está del Señor, y cuanto más él nos ha asignado para la tarea, es cuanto más se debería estar en vigilia. Un momento de ociosidad en la vida del rey le llevó a grandes tiempos de pesar, de dolor, de arrepentimiento y burla de sus enemigos; pero lo que es peor, el desagrado que esto causó ante los ojos de Aquel que le había hallado conforme a su corazón. Una tarde de ociosidad, porque David no acompañó a sus soldados a la guerra, produjo en su corazón sensual (tómese en cuenta que David había tomado otras mujeres) una tentación irresistible que le llevó a tomar del fruto prohibido. La noticia del embarazo de la compañera de pecado le hizo reaccionar de una manera que buscó a toda forma ocultar lo que había ocurrido.
El primer intento tuvo que ver que Urías, el hombre afectado por su traición, viniera y se acostara con su esposa. David buscó todas las formas, incluso hasta el de emborracharlo, pero él, siendo uno de sus más fieles soldados no podía dormir en casa cuando había que cuidar el arca del Señor (1 Sam. 11:11). David entonces tomó la decisión de ponerle en lo recio de la batalla. Fue así como le pidió a Joab, el general de sus ejércitos que pusiera a Urias en el lugar propicio para que fuera asesinado. Y así ocurrió. Pasó todo un año pero el tiempo no podía acallar la conciencia culpable de David; el salmo 32 es el resultado de esa angustia del alma. Fue entonces, cuando estando en esa condición, que se apareció el profeta Natán quien le contó el relato del hombre que tenía una sola oveja, que lo hizo reaccionar frente ! a su pecado, y con eso la confesión. Frente a las palabras de Natán: “Tú eres ese hombre”, David no tuvo sino que decir: ”Pequé contra Jehová, pequé contra Jehová” (2 Sam.12). Cuando él reconoció su pecado elevo una oración que la dejó plasmada en el salmo 51. Y esa pieza, que más una aclamación poética es una verdadera radiografía del corazón, ha servido para ayudar a todos los hombres en sus debilidades, pues después que ha sido pronunciada y confesada, también han oído en la intimidad de su ser: “También Jehová ha redimido tu pecado”. Solo cuando se tiene un corazón como el de David dispuesto a reconocer la falta, en confesión sincera y profundo arrepentimiento, vendrá un perdón instantáneo.
Las consecuencias de su pecado fueron muy notorias. Y esa una verdad permanece. Dios perdona lo que hemos hecho, pero las consecuencias, y el alcance de nuestro pecado forma parte de esa acción cometida. Pero después de todos sus azotes y la demostración de amor de sus más fieles seguidores y del pueblo mismo, llegó a cantar: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho” (Sal. 62:1, 2). Y el profundo reconocimiento al amor de Dios y su restauración, dijo también: “Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano” (Sal. 143:1, 2) Los hombres de Dios también son débiles, pero como dijo Pablo, “tu poder se perfecciona en la debilidad”. Al final Dios cumplió el propósito en David como lo quiere hacer con todos los hombres. Una de las palabras que deben ser recordadas son aquellas donde él dijo: “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:17) Y solo para recordar en esta parte final: de David vino el Mesías prometido. No dice la Biblia que vino del linaje de Abraham o de Moisés, sino de David. Eso reveló el tipo de corazón que tuvo. Dios sigue en la búsqueda de corazones como las de este hombre, ¿será el tuyo así? ¿Te rendirás al Señor como lo hizo David en toda su vida?
CONCLUSIÓN:
Así terminan la vida de aquellos cuyos corazones son aceptos delante del Señor: “Y murió en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria”. No se dijo lo mismo de Saúl, cuya vida fue puesta en el olvido porque tuvo un corazón obstinado en desobedecer a Dios. ¿Cómo será el final de nuestra carrera? Pablo, al final de su vida, dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardo la fe. Por la demás, me está guardada la corana de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:7)
Fuente: www.centraldesermones.com