“Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón, envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto; y entrarás al rey, y le hablarás de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca. Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey!” (2 S. 14:1–3).
Introducción
El capitulo 13 de Segundo Samuel termina con estas palabras: “Y el rey David deseaba ver a Absalón; pues ya estaba consolado acerca de Amnón, que había muerto”.
Absalón huyó a Gesur, después de haber dado orden de muerte para su hermano Amnón, en venganza por la violación sexual que este le hizo a Tamar su hermana, y allá estuvo tres años (13:38).
Joab, sobrino de David, primo de Absalón y comandante del ejército de Israel, conociendo que David se inclinaba a favor de Absalón, utilizó a una mujer astuta de Tecoa, para que con una historia inventada, donde su marido había muerto, y en una riña de sus hijos uno mató al otro, y su familia le exigía que el que mató fuera muerto, y dejándola sin un heredero (14:1–7).
El ungido simpatizó con la supuesta causa de la fingida viuda de Tecoa (14:8–10). Ella hizo que el rey se comprometiera con su palabra dando seguridad y protección al supuesto hijo vivo y vengador (14:11).
Luego ella confrontó al ungido y le señaló su propia conducta al no permitir a Absalón regresar de su destierro (14; 12–17). El ungido luego interroga a la mujer y confirma su convicción que detrás de todo esto estaba su sobrino Joab (14:18–20).
El ungido luego dio orden a Joab de que hiciera regresar a Absalón (14:21); lo cual agradeció Joab (14:22). El príncipe Absalón fue traído por Joab a Jerusalén, bajo condición de permanecer en su casa y no ver el rostro del ungido (14:23–24).
Absalón se describe como apuesto y galán, con larga cabellera, padre de tres hijos y de una hija llamada Tamar en memoria de su hermana (14:25–27). Durante dos años no vio el rostro del rey (14:28); en total cinco años sin ver al ungido. Absalón quiso entonces enviarlo al rey, pero Joab se negó (14:29). Dando órdenes a sus siervos de quemarle su campo de cebada, que estaba junto al de él (14:30).
Al Joab cuestionar el mal proceder de los siervos de Absalón contra él, le respondió: “He aquí yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, con el fin de enviarte al rey para, decirle: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aun allá. Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en mí pecado, máteme” (14:32).
Joab intercedió ante el ungido por Absalón (14:33). La presencia de Absalón en el palacio real provocaría problemas futuros al ungido.
- El entrometimiento
“Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón” (14:1).
En la vida política del ungido, Joab usa intercambiablemente dos sombreros: el de sobrino como hijo de Sarvia hermana de David y el de comandante militar. Muchas veces no supo separar una posición de la otra.
Joab fue un tremendo guerrero, estratega militar y fiel escudero del ungido; pero también le fue un tremendo dolor de cabeza. Era un entrometido que se metía en lo que no le importaba.
Conociendo que el corazón del ungido se inclinaba y sentía por su hijo Absalón, Joab en vez de orarle a Dios para que arreglara las cosas, decide que él mismo arreglaría esa situación de padre a hijo de David con Absalón.
Es peligroso tratar de ayudar a Dios. Joab tenía el síndrome de “arréglalo todo”. Por eso utilizó a una mujer de Tecoa, “astuta”, que la hizo pretender que era viuda, con dos hijos y que uno mató al otro, mientras la familia reclamaba justicia. Con esta historia se presentó delante del ungido (14:2–7).
Esta mujer “astuta” de Tecoa encarnaba la mentira y el engaño. Estaba dispuesta a mentirle en su cara al ungido. Leemos: “Y puso Joab las palabras en su boca” (14:3). Sería la interlocutora de Joab. No hablaría por sí misma, hablaría por otro.
Muchos se convierten en interlocutores de otros contra los ungidos. Se dejan usar por personas negativas que solo se interesan en manipular y aprovecharse de la bondad del ungido. El grave problema de Joab era que se entrometía en los asuntos personales del ungido, hablaba lo que no tenía que hablar y hacía lo que no tenía que hacer.
Con esta historia creada por Joab, la mujer de Tecoa apeló a los buenos sentimientos del ungido, y lo hizo hablar con justicia (14:8–11). Luego con la propia palabra del ungido, lo confronta con su actitud hacia su hijo Absalón y lo puso cara a cara con Dios.
Los ungidos son personas de palabra. Cuando empeñan su palabra comprometen su carácter. Por eso los ungidos no son ligeros en contestar u opinar. Se toman el tiempo para analizar lo que otros dicen. Hay que saber cuando, cómo y dónde contestar.
El profeta Natán le contó a David una parábola de la familia y el hombre que perdió la sola corderita a manos del rico, a lo que David reaccionó con molestia y dictó sentencia de muerte y de remuneración (2 S. 12:5–6). Por su propia palabra el profeta de parte de Dios le acusó y sentenció (12:7–15).
- La intuición
“Entonces David respondió y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: hable mi señor rey” (14:18).
El ungido se mueve por intuición espiritual. En su espíritu discernía algo. sentía que detrás de toda esa conversación estaba en la mente de Joab. Algo que dijo esta mujer de Tecoa le encendió la luz roja.
Leemos: “Y el rey dijo: ¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas? La mujer respondió y dijo: Vive tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras. Para mudar el aspecto de las cosas Joab tu siervo ha hecho esto; pero mi señor es sabio conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra” (14:19–20).
El ungido tuvo la revelación que Joab era el autor intelectual de esa reunión y de lo declarado por aquella mujer. Esta inmediatamente confesó: “y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras”.
También le aconsejó al ungido: “que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado”. David no debería irse a los extremos sino buscar el centro, el equilibrio y hacer lo que en su corazón sería lo más correcto.
Anteriormente ella le dijo al ungido: “mi señor el rey es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo” (14:17). Ahora le dice: “pero mi señor es sabio conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra” (14:20).
De ambos pasajes aprendemos que los ángeles son sabios y que pueden discernir lo que es bueno y lo que es malo. El ungido poseía sabiduría y discernimiento. La unción debe andar acompañada por la sabiduría y el discernimiento en el ungido, para conocer la voluntad y el propósito divinos.
David decidió hacer venir a Absalón a Jerusalén y se lo comunicó a Joab. Leemos: “Y Joab se postró en tierra sobre su rostro e hizo reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío, pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho” (14:22).
Joab conocía toda la logística del protocolo y la etiqueta social. Sabía salirse con las suyas con mucha elegancia. Era un mago de situaciones. Se sintió que ante el rey ganó una tremenda victoria, de ahí la expresión: “he hallado gracia en tus ojos”. Su ego se le alimentó bien.
Lo que revela la verdadera enfermedad, sicológica de Joab se extrapola de esta confesión dicha: “pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho” (14:22). Se sintió con poder de controlar, con capacidad de dictar y como alguien de influencia sobre el ungido.
Joab era un dictador espiritual en control, que se conformaba con imponer con astucia y sagacidad una que otra idea. Sabía cómo mover los asuntos que a él le convenían. Todo ungido tendrá siempre a un Joab que querrá de vez en cuando que se hagan las cosas según sus deseos.
Joab fue a Gesur y trajo a Absalón (14:23). No obstante este fue sometido a un confinamiento domiciliario (14:24). Con esto el ungido se puso en el centro y evitó los extremos de la derecha o la izquierda.
III. El resultado
“Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón” (14:33).
La apariencia física de Absalón contrastaba con su carácter. Leemos: “Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón, desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto” (14:25). Era una “señor universo” una estatua viviente de Miguel Ángel, el rompe corazones de las señoritas.
Se dice que anualmente se cortaba el cabello que pesaba “doscientos siclos de peso real” (14:26). Su cabello era cotizado en un precio alto. Tuvo tres hijos y su hija Tamar era muy bonita de rostro (14:27).
Durante dos años en Jerusalén, el rey no vio a Absalón (14:28). Leemos: “Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey, pero él no quiso venir, y envió aun por segunda vez, y no quiso venir” (14:29).
Como Absalón no era fácil, mandó que sus siervos le quemaran el campo de cebada a su primo Joab y así obligarlo a venir a él (14:30). Lo cual este hizo (14:31).
Notemos lo que Absalón le dice a Joab: “¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay pecado en mi, máteme” (14:32).
Absalón era un malagradecido un engreído, uno que quería siempre que las cosas se hicieran a su manera. Uno de esos que se le extiende la mano y toman el brazo; vienen por alojados y se quieren quedar con la casa.
Se había cansado de la disciplina, y se estaba rebelando contra la misma. Insiste en ver al rostro del rey, aunque eso le significara la muerte. El ungido alejó el problema, es decir, Absalón, Joab le acercó el problema y ahora el problema se quiere entrar en la casa del ungido. Muchos que son como Joab, aunque ayudan al ungido, también le causan problemas.
El espíritu de Absalón era muy arrogante: “Vea yo el rostro del rey, y si hay en mí pecado, máteme”. Su expresión no refleja arrepentimiento, ni restauración. Por fuera era como una copa de oro y por dentro estaba llena de veneno. Era un antojado y un insistente molestoso.
Leemos: “Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón” (14:33).
Aquí se ve la cadena de presión sociológica, Absalón presionó a Joab y Joab presionó a David. Cuando Absalón llegó al rey, vino con una actitud nebulosa. No se refirió a él como “mi señor el rey”. No le pidió perdón. Aunque sí actuó con protocolo.
David fue diferente el ungido nunca se olvida que también es padre: “y el rey besó a Absalón”. Le expresó a su hijo rebelde, problemático y voluntarioso, su sentimiento de amor. Los ungidos son padres y son madres. Su unción no los insensibiliza del amor de padre o madre.
El padre del pródigo también le besó (Lc. 15:20). En ambos casos el beso habla de perdón, de aceptación y de restauración. El beso es el símbolo más grande del amor.
Un beso de un padre a un hijo o hija; de una madre al hijo o hija; de un esposo a la esposa o viceversa, lo dice todo aunque no se hablen palabras.
David y el padre del pródigo ilustran la capacidad de Dios para amarnos y perdonarnos, a causa de su propia naturaleza. Su amor es permanente.
Conclusión
(1) El ungido debe estar alerta de esos “arréglalo todo”, que lo que hacen es dañarlo todo. (2) El ungido debe moverse por la intuición espiritual. (3) El ungido debe amar a sus hijos por encima de todas sus rebeldías.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (254). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.