“Entonces Hanún tomó los siervos de David, les rapó la mitad de la barba, les cortó los vestidos por la mitad hasta las nalgas, y los despidió” (2 S. 10:4).
Introducción
Este capitulo 10 de 2 Samuel resalta las victorias alcanzadas por el ejército del ungido. El rey de los amonitas había fallecido, y su hijo Hanún lo sucedió en el trono (10:1).
David buscando las buenas relaciones con el nuevo rey; así como las tuvo con su padre, le envió delegados para apoyarlo emocionalmente a causa de la muerte de Nahas su padre (10:2).
Los príncipes amonitas vieron esta visita a su territorio como un acto de espionaje, y convencieron a Hanún, el cual “les rapó la mitad de la barba, les cortó los vestidos por la mitad hasta las nalgas, y los despidió” (10:4).
Al ser informado el ungido, los mandó a buscar y se les pidió que se quedasen en Jericó hasta que les creciera la barba, para que se librasen de la vergüenza (10:5).
Los amonitas entonces al ver que su acción recibiría represalia de parte del ungido, contratan a los sirios como soldados mercenarios (10:6). Los dos sobrinos de David, Joab y Abisai, valientes de su ejército, enfrentaron a los enemigos del ungido y los derrotaron (10:9–10). Luego en el Jordán, el ungido con su gente, personalmente enfrentaron, a los enemigos (10:17).
- La intención del ungido
“Y dijo David: Yo haré misericordia con Hanún hijo de Nahas, como su padre la hizo conmigo. Y envió David sus siervos para consolarlo por su padre…” (10:2).
Nahas, padre de Hanún, murió, tocándole al último ser su sucesor como rey amonita. Al enterarse el ungido de su deceso, decidió expresar un sentimiento de misericordia con el nuevo rey.
El ungido envió una delegación de sus oficiales para consolar al rey Hanún. Esto lo hacia en agradecimiento a la memoria del rey Nahas. La intención de David era sincera, su motivación era pura, no tenía ninguna agenda secreta, su acción era motivada por el agradecimiento.
Los ungidos nunca olvidan a los que en el pasado los trataron bien. Y si no pueden mostrarles a estos su agradecimiento, lo harán con algunos de su familiares.
En el trato de los ungidos la misericordia y la consolación son virtudes gemelas. No dan a otros lo que se merecen por sus malos hechos, y cuando ven a alguien pasando por el sufrimiento son un pañuelo de consolación. El ungido envió a sus siervos como delegados de consolación.
- La sospecha al ungido
“Los príncipes de los hijos de Amón dijeron a Hanún su señor: ¿Te parece que por honrar David a tu padre te ha enviado consoladores? ¿No ha enviados David sus siervos a ti para reconocer e inspeccionar la ciudad, para destruirla?” (10:3).
Los príncipes amonitas sospecharon de la buena intención del ungido. La falta de fe, acompañada del miedo, hacen que uno malinterprete las buenas acciones de los demás.
Con mucha frecuencia los ungidos caerán bajo el manto de la sospecha. Los de mentalidad carnal juzgarán equivocadamente las motivaciones e intenciones de los ungidos.
A los príncipes amonitas se les ocurrió creer que el ungido bajo pretexto de consolar al rey, envió a un grupo de analistas militares, para estudiar las defensas militares de su ciudad y luego a su tiempo invadirla y destruirla.
Ellos manifestaron celo y prejuicio contra el ungido. Tenían miedo de que les fuera a quitar lo que tenían; además de que lo estaban juzgando antes de tiempo.
III. El maltrato al ungido
“Entonces Hanún tomó los siervos de David, les rapó la mitad de la barba, les corto los vestidos por la mitad hasta las nalgas, y lo despidió” (10:4).
Hagamos un poco de historia el rey Nahas había sido derrotado por el recién proclamado rey Saúl (1 S. 11:1–15). Este rey de Amón, hoy Jordania, se levantó contra Jabes de Galaad y los de ahí le declararon. “Has alianza con nosotros, y te serviremos” (11:1).
Este les contestó: “Con esta condición haré alianza con vosotros, que a cada uno de todos vosotros saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel” (11:2).
Los ancianos de Jabes le pidieron siete días, con la esperanza de tener un salvador y de no hallarlo accederían a esta afrenta (11:3). Saúl fue ese defensor que junto a un ejército de seiscientos mil hombres, siendo la mitad de Israel y la otra mitad de Judá (11:6–8), derrotó a los amonitas.
Ese rey Nahas, posiblemente mostró su misericordia ayudando a David, cuando este huía de Saúl, recordando lo que el último le hizo a él, venciéndolo. Su hijo Hanún se dejó influenciar por sus príncipes y le rapo la mitad de la barba y le cortó los vestidos hasta las nalgas a los emisarios del ungido (10:4). Al Nahum afrentar a estos, también afrentaba al ungido. Maltratar a un subalterno de un ungido es maltratar a este, es afrenta indirecta a él. David los mandó a buscar “porque ellos estaban en extremo avergonzados” (10:5), y les envió a quedarse en Jericó hasta que la barba les creciera (10:5).
Los amonitas entonces tomaron veinte mil mercenarios de los siervos de Bet-rehob y de Soba; del rey Maaca mil y de Is-tob a doce mil hombres (10:6). En total un ejército mercenario de treinta y tres mil hombres.
Joab, comandante del ungido y su hermano Abisai enfrentaron con mucha estrategia al enemigo sirio y a los amonitas (10:7–10), infligiéndole derrota. Joab le declaró a Abisai su hermano: “Si los sirios pudiere más que yo, tú me ayudarás; y si los hijos de Amón pudieren más que tú, yo te daré ayuda. Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le pareciere” (10:11–12).
Primero, “si los sirios pudieren más que yo, tú me ayudarás”. Joab, el más experimentado, enfrentaría la fuerza opositora aliada de los sirios. A pesar de su experiencia militar, Joab sabía que podía necesitar ayuda. Su seguridad no le eximia de tomar precauciones.
Segundo, “y si los hijos de Amón, pudieren más que tú, yo te daré ayuda”. Abisai también podía verse en aprietos y en ese caso su hermano Joab le ayudaría a ganar la victoria.
Tercero, “esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios”. ¡Qué lema maravilloso! ¡Esfuérzate, y esforcémonos! Hay que animar a otros y juntos animarnos a favor del pueblo y a favor de Dios. Los escuderos del ungidos son gente de ánimo, de unidad y de propósito compartido. La unidad hace eficaz la guerra espiritual.
Cuarto, “y haga Jehová lo que bien le pareciere”. ¡Que tremenda confianza en la providencia divina! Otro tremendo lema.
Los sirios le huyeron a Joab y los amonitas a Abisai (10:13–14). Los sirios se reunieron y buscaron refuerzos sirios del otro lado del Jordán (10:15–16). El ungido entonces entro al escenario, ya no era asunto de delegar, él personalmente tenía que liderar (10:17) y cruzó el Jordán a Helam, derrotando a sus enemigos. Le infligió a su infantería una baja de cuarenta mil hombres y mató a setecientos hombres de los carros de guerra, además de herir a Sobac, el general de ejército, que murió (10:18).
Leemos de los reyes enemigos del ungido y su pueblo: “como habían sido derrotados delante de Israel, hicieron paz con Israel y le sirvieron; y de allí en adelante los sirios temieron ayudar más a los hijos de Amón” (10:19).
Aquellos sirios que se pusieron a ayudar a los amonitas aprendieron la gran lección de su vida. Ayudar a los enemigos del ungido contra este tendrá siempre sus severas consecuencias.
Conclusión
(1) El ungido cuando tiene la oportunidad paga la ayuda que se le dio en el pasado. (2) El ungido estará consciente que muchos sospecharan carnalmente del motivo de sus acciones. (3) El maltrato que se le da a un asociado del ungido se le da a este.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (229). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.