Dios puede resucitar tus sueños: La historia de Ana

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Texto Bíblico: I Samuel 1

Introducción

Los sueños… ¡qué emocionante es hablar de nuestros más profundos anhelos!

Por lo general, todo el mundo sueña con algo: tener una profesión, comprar una casa para su familia, llegar a ser un gran deportista, trabajar en una empresa prestigiosa, en fin.

Hay quienes ya han alcanzado sus sueños y dicen sentirse realizados. A ellos Dios les concedió la oportunidad de llegar adonde querían; pero por otro lado hay otras personas cuyos sueños parecen haber muerto. ¿Qué posibilidades tienen ahora?

Humanamente muy pocas o nulas, ya que el ser humano está lleno de limitaciones.

¡Pero Dios puede resucitar tus sueños!

En estos estudios bíblicos vamos a ver una historia en la que una mujer pasó de ver cómo Dios no solo resucitaba sus sueños, sino que le dio más de lo que ella esperaba.

I. El sueño de Ana: tener un hijo

Para las mujeres de los tiempos bíblicos, el tener hijos era la consumación de su realización personal. La fertilidad era la bendición más grande que ellas podrían tener. En el caso contrario, el ser infértiles era considerado como una maldición que causaba una profunda decepción personal, un vacío tremendo y una sensación de inutilidad y frustración insoportables.

A. La realidad de Ana: esterilidad. I Samuel 1: 5.

El panorama para Ana era el peor: no podía tener hijos. Su esterilidad casi la había condenado a vivir sin realizarse como mujer.

B. Sus posibilidades humanas: ninguna

Si hoy en día con todos los avances tecnológicos y científicos, hacer que alguien estéril pueda ser fértil es una labor complicadísima (por no decir imposible) ¡imagínese en esa época!

En ese entonces todo era muy rústico, los conocimientos médicos eran supremamente primitivos, extremadamente escasos y absolutamente inútiles para el caso de Ana.

C. La voz de su entorno: burla y resignación. I Samuel 1: 6-8.

Dicen estos versículos que Penina se burlaba de Ana por no poder tener hijos, la irritaba y la ridiculizaba por ser estéril. Esto entristecía mucho a Ana y agravaba la sensación de frustración dentro de ella. Por su parte Elcana, su esposo, lo único que se le ocurrió para consolarla fue prácticamente pedirle que se resignara y que no se afligiera más.

II. La esperanza de Ana: Dios

Ana creía en Dios. Su escenario era el peor posible en términos humanos, pero tenía tanta fe que no dejó que se sepultaran sus anhelos y fue a buscar a Dios con todo su corazón.

A. Fue a buscar la presencia de Dios. I Samuel 1: 9-10.

Ana se levantó y fue al templo a orar. Esto nos habla de que Ana sacó fuerzas de donde no tenía para ir a buscar la ayuda de Dios. Allí, derramó su corazón delante de él y lloró y lloró hasta que quizás sus ojos se secaron. Es delante de Dios que debemos dejar todo nuestro ser, no frente a otros humanos ni ante la tumba donde yacen los restos de nuestros sueños.

B. Puso su confianza en él. I Samuel 1: 15.

El hecho de desahogar el corazón delante de Dios como lo hizo Ana es lo que tú y yo debemos hacer. No pongamos nuestras peticiones, nuestros sueños y anhelos en manos de quienes poco o nada pueden hacer.

C. Hizo una promesa a Dios. I Samuel 1: 11.

Es interesante que Ana hiciera una promesa a Dios si él le respondía su oración. Ese sueño cumplido de Ana iba a ser para glorificar a Dios. ¿Vas a glorificar a Dios con tus sueños también?

III. La respuesta de Dios: cumple su sueño

A. Dios se acordó de Ana. I Samuel 1:19.

Dice el pasaje que Dios se acordó de Ana. Esa oración de ella definitivamente subió hasta el cielo y no fue ajena al oído de Dios. Esta es una muestra de que Dios no echa en saco roto nuestras plegarias.

B. Dios hizo realidad su sueño. I Samuel 1:20.

Cabe notar que del versículo 19 al 20 debe haber mínimo 9 meses puesto que se registra la concepción y posterior nacimiento del hijo de Ana. Este detalle nos habla de la espera, de la paciencia. La concepción fue un paso gigantesco, pero el nacimiento era la consumación de ese sueño.
¡Dios cumplió el sueño de Ana!

IV. La promesa de Ana: cumplió

A. Dedicó su hijo al servicio de Dios. I Samuel 1: 28.

Este primer capítulo tiene un final muy feliz. Ana no se olvidó de lo que prometió a Dios y le dedicó su hijo. Cuando Dios responda tu oración y te conceda hacer tus sueños realidad, glorifícalo con eso que él te da, no te apartes de él, acércate más a Dios y sírvelo con ese regalo que recibiste.

B. Fue agradecida. I Samuel 2: 1 – 10.
Estos diez versículos son conocidos como el cántico de Ana y registran una alabanza a Dios y un reconocimiento de su poder. Cuando Dios responda a nuestras oraciones, ¡alabémoslo!

C. Dios fue más allá de sus expectativas. I Samuel 2: 21.

Dios piensa muy distinto. Quizá Ana creía que podía estar tranquila porque su sueño ya se había cumplido y no más. Quizá pensó que Dios ya le había respondido y debía conformarse con eso. Pero no, Dios es un Dios extremadamente generoso y además de su primer hijo Samuel ¡tuvo cinco más!

Dios premió su confianza en él, su promesa, el cumplimiento de esa promesa y sobrepasó sus expectativas.

Conclusión

Los mensajes cristianos están llenos de esperanza y nos muestran que ¡Dios sí puede resucitar nuestros sueños! La historia de Ana es inspiradora y llena de situaciones con las que nos podemos identificar. Pon tus sueños en manos de Dios, esos que crees que ya están rotos, muertos y sin posibilidades, y él hará lo imposible.

Pero no olvides que todo debe ser para glorificarlo, no te apartes de él ni seas desagradecido cuando recibas tu respuesta. Sirve a Dios con los dones que él te da y cree, que si crees verás la gloria de Dios (Juan 11: 40).