De niño a hombre, Parte III

por G. Campbell Morgan

Luego del estudio de las dos etapas de la vida de Jesús, el autor nos ofrece el significado que encierra el bautismo del Hijo de Dios y cómo este simbolizó la transición de su vida privada a la pública para así continuar con el plan divino de la redención. El tema se divide en tres partes, en esta tercera se estudian el significado de su bautismo.

El recuento de los años privados y públicos de la vida de JesúsParte III


Su bautizo


Entre los años de vida privada y vida pública de Jesús, ocurre la solemne y significativa ceremonia del bautismo. Jesús dejó todo aquello que era preparatorio en su vida y comenzó la verdadera obra del ministerio. Se dedicó al acontecimiento final de su obra, es decir, la de una identificación con los hombres aun hasta la muerte. Su bautismo fue un acto por el cual consintió en tomar su lugar entre pecadores. El bautismo de Juan era de arrepentimiento. No había lugar para arrepentimiento en Jesús; sin embargo, debido a su devoción con su redención, él tomó su lugar con los pecadores. En el acto del bautismo, Jesús se entregó a sí mismo como sacrificio y ofrenda. Los cielos abiertos, la paloma que descendió y la voz viviente, cada símbolo y su propio significado, se unieron para declarar la perfección de Aquél que se sometió a la fase más importante en el propósito de Dios: la redención por sacrificio. El significado de este triple hecho puede considerarse brevemente.

Los cielos abiertos sugieren las perfecciones de los treinta años y declaran en una sagrada señal y un símbolo que ningún acto de Jesús le había excluido de la comunión de lo perfecto. El cielo, donde no hay cabida a la imperfección, pudo haberle envuelto sin violar ningún principio de la Eterna Santidad.

El Espíritu descendió en forma de paloma, y al hacerlo reconoció el carácter, el espíritu y la naturaleza de este Hombre expresados exteriormente en su conducta. Nunca en ninguna otra parte se dice que el Espíritu descendió en forma de paloma. Reposó sobre Cristo como figura de pureza y de mansedumbre. Sin embargo, también fue su unción para la obra de los tres años. Ya que el Espíritu de la unción, que era la preparación para el futuro, vino como paloma para sellar el pasado. De esta forma, quedó representado el hecho de que el ministerio público sería ejercido en la fuerza y llevado adelante en el espíritu de la pureza y mansedumbre que lo había distinguido el pasado.

Además de estas señales hubo el sonido de la voz viviente. Primero en la identificación de esta Persona como Aquel a quien se referían los escritos proféticos y las palabras del salmista:

«Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy… Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino» (Sal 2.7,12).

La gran palabra procedente de la antigua economía es «el Hijo». Ahora en el bautismo Dios dice: «Tú eres mi Hijo amado» (Lc 3.22).

Así la descripción hace referencia a su oficio, designación y unción para el servicio. La segunda parte del pronunciamiento divino declara que Dios tiene complacencia en él. Esto pone el sello de la aprobación divina sobre los treinta años, y por lo tanto manifiesta la perfecta aptitud de Aquel que fue aprobado para llevar a cabo la obra de los tres años.

De este modo, los treinta años de vida privada se fusionan con los tres años de vida pública, por medio de una ceremonia solemne y significativa.


Le invitamos a consultar los otros artículos de esta serie:


  • De niño a hombre, Parte I
  • De niño a hombre, Parte II

Tomado y adaptado del libro Las crisis de Cristo, G. Campbell Morgan, Ediciones Hebrón – Desarrollo Cristiano. Todos los derechos reservados.