De niño a hombre, Parte II

por G. Campbell Morgan

El autor nos ofrece el significado que encierra el bautismo de Jesús y cómo este simbolizó la transición de su vida privada a la pública para así continuar con el plan divino de la redención. Esta serie analiza los primeros treinta años de Jesús y los tres años de su ministerio. En esta parte se estudian los años de su vida pública.

El recuento de los años privados y públicos de la vida de JesúsParte II

Hechos


Ahora conla atención a los tres años, se pueden considerar los hechos y lo que les era propio. Aquí todo es diferente. El silencio ha dado lugar al habla, la vida privada a la pública; la sumisión a la autoridad humana ha sido cambiada en enseñanzas y obras ejercidas con autoridad, en medio de los asuntos humanos. Lucas registra su instalación en el ministerio público. Jesús volvió a la sinagoga que conocía tan bien, y tomó el libro del profeta, lo leyó y se estableció a sí mismo en su sagrado ministerio. En la profecía de Isaías leyó la maravillosa descripción de la misión del Siervo de Dios, y después en sublime y tranquila majestad anunció que «hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros» (Lc 4.16–21). No hubo nadie que lo presentara, por cuanto ninguno apreciaba el significado de su misión. Al pasar de la vida privada a los días públicos, definitiva y positivamente afirmó que él era el ungido de Dios para cumplir los anhelos y realizar las esperanzas del antiguo pueblo.

La descripción de los años siguientes está toda sintetizada en la breve declaración descriptiva con que Lucas empieza su segundo tratado. «Jesús comenzó a hacer y a enseñar» (Hch 1.1). A fin de reunir la impresión general de los hechos de los tres años, estos se pueden considerar bajo el doble título de su acción y su enseñanza.

No es necesario aquí tratar de narrar los hechos. Es suficiente manifestar de nuevo concisamente su carácter en las palabras de Pedro. «Jesús de Nazaret… anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10.38). Esto cubre todas las obras de Jesús en los tres años de ministerio público. Hacer el bien quiere decir infinitamente más que ser bueno, o hacer obras buenas y meramente correctas. La frase indica beneficencia activa. Era, en el más excelente y completo sentido de la palabra, un Benefactor. Vivió una vida de constante actividad en obras de bondad y benevolencia hacia otras personas. La bondad mencionada es positiva y relativa, ciertamente la bondad de carácter, pero también la manifestada en conducta: no simplemente la corrección de la actitud interior sino la beneficencia del acto exterior. Su vocación durante los años ocultos había sido la de un carpintero. Al abandonar esa profesión, emprendió la vocación de hacer el bien, servir a otros, y derramar bendiciones. Toda la vida ahora era una oportunidad para beneficiar a alguien. Sus viajes, sus obras normales, los milagros de su poder, todos se encuentran en la frase «haciendo bienes». Sacó de la riqueza de sus tesoros para derramar sobre otras personas, esparcir dones, regalar beneficios. Anduvo haciendo bienes.



Enseñanza


Luego en cuanto a la enseñanza, consistía en el anuncio de los principios de la vida humana, y era una revelación de las convicciones y condiciones que respaldan la verdadera conducta. Es casi imposible sintetizar la enseñanza de Jesús; sin embargo; hay que intentarlo, aun cuando el resultado necesariamente será imperfecto.

Así como en los Evangelios se revelan cuatro hechos con respecto a la personalidad de Cristo, también revelan cuatro fases de su enseñanza. Además, todo el sistema de la enseñanza de Jesús solo puede entenderse en la medida en que estos aspectos estén todos presentes en la mente, y se descubran su armonía y equilibrio.

· El ReyLa enseñanza de Mateo tiene que ver con el gobierno de Dios. Es la enseñanza acerca del reino. En ella se halla ese incomparable documento, el manifiesto del Rey. Después aparece el envío en comisión de sus primeros mensajeros, con una revelación aún mayor del verdadero significado del reino. Entonces con perfecta armonía entre hecho y palabra, se dan ilustraciones y explicaciones de los beneficios y valores del reino. Después, incidentalmente esparcidas a través del Evangelio hay ilustraciones y enseñanzas cada vez más amplias con relación a los poderes y perfecciones de su autoridad real. La gente que escuchó se volvió hostil. Al principio de la enseñanza hubo bienaventuranzas, ahora hacia su terminación, en lo que respecta a la multitud, se pronuncia los ayes, las severas y terribles denuncias a aquellos que rechazan el reino de Dios. Hacia el cierre de los tres años, se anuncia el programa tocante a los movimientos finales de la economía divina, en el derrocamiento del mal y el establecimiento del reino. A lo largo de todo el sendero se unen enseñanza incidental, grandes parábolas y obras reveladoras para aclarar los grandes hechos relativos al reino de Dios. Un reino que se instituirá en la tierra y del cual, según Mateo, casi invariablemente se habla como «el reino de los cielos».

· El SiervoEn el Evangelio de Marcos la enseñanza es de otro carácter, y hay muy poca de ella. Jesús ha sido revelado en cuanto a su persona como el Siervo, siempre ceñido, siempre ocupado, despojado de realeza, y consagrado al deber. Sus labios narran relatos incidentales que tienen que ver en gran parte con ese aspecto de la verdad. Se indica una sección especial a las órdenes que da a sus siervos relativas a su trabajo, y en la que habla de los eventos postreros.

· El SalvadorEn Lucas nuevamente el carácter de la enseñanza es diferente y armoniza con la persona de Jesús tal como se presenta en el mismo. En este Evangelio no hay un cuerpo consecutivo de enseñanza. El Hijo del Hombre, el Salvador universal, habla como lo demanda la ocasión, de los grandes temas que siempre están en su corazón. Primero el Evangelio contiene en forma condensada algunos de los poderosos dichos que se hallan dentro de la proclama del Rey tal como la registra Mateo. Luego hay instrucciones generales y advertencias solemnes dirigidas a sus apóstoles, mientras él los capacita para su obra. Sin embargo, lo peculiar en Lucas es su maravillosa enseñanza concerniente a publicanos y pecadores, su condición perdida y la redención que él ha venido a efectuar para ellos. En Lucas se halla la parábola de la oveja perdida, la plata perdida y el hijo perdido. Es una parábola de lo perdido que es buscado y hallado. Y puede decirse que esa parábola de Jesús perfectamente revela más que cualquier otra de sus enseñanzas sobre la humanidad a la luz de su misión. Este Evangelio, además, contiene la denuncia de los fariseos, las parábolas acerca del servicio, de los talentos y, nuevamente, palabras pertenecientes a los acontecimientos finales.

· Dios mismoEl Evangelio de Juan, que en algunos sentidos es el mayor de todos por presentar a Jesús en su deidad, se encuentra la más maravillosa de todas sus enseñanzas. Desde el principio hasta el fin podemos hablar de la enseñanza de Jesús en Juan como la voz del cielo a la tierra. Las admirables conversaciones con Nicodemo y con la mujer junto al pozo y los notables discursos pronunciados a oídos de las multitudes manifiestan su unidad con el Padre. Su discurso sobre el sustento de la vida del espíritu como de mayor importancia que la alimentación de lo físico declara el significado de su misión: proveer vida para los que la necesitan y liberar a los suyos mediante el misterio de la muerte. Finalmente, los grandes discursos pascuales en donde promete a su iglesia la venida del Espíritu, y declara el significado y método de ese gran advenimiento.

En Juan se halla la repetición constante del título divino «Yo soy» unido a símbolos sencillos humanos. Además, en ese mismo hecho se encierra la clave de toda la enseñanza de Jesús tal como aparece en el Evangelio de Juan. Es la voz del cielo a la tierra, de Dios al hombre. Solo hay que repasar los capítulos del Evangelio y leer los pasajes donde Jesús dice: «Yo soy» y el marco en que se hallan para descubrir esta clave. «Yo soy el pan» (Jn 6.35). «Yo soy la luz» (Jn 8.12). «Yo soy» (Jn 8.58). «Yo soy la puerta» (Jn 10.7). «Yo soy el buen pastor» (Jn 10.11). «Yo soy la resurrección» (Jn 11.25). «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Jn 14.6). «Yo soy la vid verdadera» (Jn 15.1). Aquí hay una revelación creciente, una declaración de todo el significado de su misión de gracia. Los símbolos humanos son sencillos. El título divino siempre causa una emoción viva con su música infinita e impenetrable. Con todo, en la combinación de los símbolos y el título se oye la voz del cielo, el Verbo, la Palabra de Dios.



De lo privado a lo público


¡Cuán diferentes estos tres años de los otros treinta! Los hechos característicos de los treinta y los de los tres ofrecen un contraste notable. En los treinta, depende de la voluntad humana. En los tres, se expresa en lenguaje lleno de autoridad y realiza obras de poder. En el primer período, el deber común era su diaria vocación. En el segundo, se manifesta como el Señor del deber, y demuestra la dignidad del Hijo del Hombre por los milagros de su poder. Además demuestra la gloria del Hijo de Dios en la sin igual magnificencia de su persona y la infinita sabiduría de su enseñanza. En los treinta años, una vida vivida estrictamente dentro de las restricciones humanas, una vida en la cual hubo constante relación de dependencia, sumisión y comunión con lo divino. Esta relación continuó en los tres años siguientes, sin embargo, la vida evidentemente se amplió en una cooperación con lo divino, hasta el punto en que las obras y las palabras del Hombre manifiestan los movimientos de Dios. Los treinta años se caracterizaron por un largo silencio en donde el Hijo de Dios fue despojado y vaciado de toda realeza, excepto la de su perfecta humanidad. Los tres años se caracterizaron por las palabras y acciones en las cuales vemos al Hijo del Hombre vestido de autoridad, lleno de poder, hablando en el tono y con el acento del Hijo de Dios.

Le invitamos a consultar los otros artículos de esta serie:


  • De niño a hombre, Parte I
  • De niño a hombre, Parte III

Tomado y adaptado del libro Las crisis de Cristo, G. Campbell Morgan, Ediciones Hebrón – Desarrollo Cristiano. Todos los derechos reservados.