En este estudio continúa la explicación de los mensajes de Cristo a las siete iglesias de Asia Menor
¡PENSEMOS! |
Lea los mensajes a Tiatíra, Sardis, Fíladelfia y Laodicea para identificar:
1) La descripción que se hace de Jesucristo 2) La recomendación positiva 3) La crítica (Filadelfia no recibe crítica.) 4) La exhortación y 5) el desafío |
SANTIDAD
2:18–29
La ciudad de Tiatira era más pequeña y menos importante que las primeras tres. Era un centro comercial reconocido por su gran variedad de gremios, entre los que estaban los panaderos, los artesanos en bronce, zapateros, alfareros, tejedores, curtidores y otros. Los gremios jugaban un papel importante en la vida social, política y religiosa, así como en lo económico, y cada uno tenía su dios-patrón y su época de festividades.
El Hijo de Dios se identifica como el que tiene ojos penetrantes (v. 18) y “el que escudriña la mente y el corazón” (v. 23). También es el que puede juzgar con firmeza y dureza (v. 18) y el que dará a cada uno según sus obras (v. 23).
“EL QUE TIENE OÍDO, OÍGA LO QUE EL ESPÍRITU
DICE A LAS IGLESIAS”
(APOCALIPSIS 2:29).
La recomendación
Cristo señala varias virtudes de los cristianos de Tiatira. Hacían buenas obras como los efesios, pero además mostraban el amor que les faltaba a aquéllos. Asimismo, eran perseverantes, cosa que necesitaban los de Esmirna. También tenían la fe que algunos de Pérgamo estaban perdiendo. Pero junto con esas virtudes, habían aprendido la necesidad de crecer: “tus obras postreras son más que las primeras”. Éfeso retrocedía. Tiatira avanzaba. El Nuevo Testamento describe la vida cristiana como un crecimiento constante para llegar a la imagen de Cristo, y desarrollando cada día más la devoción, el fruto del Espíritu, la santidad, la sumisión a Dios y el servicio humilde.
…LA VOLUNTAD DE DIOS ES
VUESTRA SANTIFICACIÓN”
(1 TESALONICENSES 4:3).
La crítica
Sin embargo, en medio de su crecimiento, los creyentes toleraban la influencia de una profetisa falsa. Algunos creen que el amor exige ser tolerantes aun con personas que corrompen la vida moral y espiritual de una congregación. Pero Cristo enseñó que no es así.
No se sabe el nombre de esa mujer, sólo que promovía costumbres inmorales e idólatras como hizo también la reina Jezabel en la antigüedad (1 Reyes 16:29–34; 2 Reyes 9:30–37). Ella decía que recibía sus enseñanzas de Dios a través del don de la profecía. Parece que su enseñanza era semejante a la de los que seguían la doctrina de Balaam y los nicolaítas (v. 14). La inmoralidad y comer las cosas sacrificadas a los ídolos eran grandes tentaciones para la sociedad en que vivían. Por lo tanto, algunos buscaban la forma de justificar su desobediencia. Como los gnósticos, algunos dirían que el espíritu puede mantenerse puro aunque el cuerpo obedezca a los deseos carnales.
Posiblemente, esa profetisa enseñaba que el creyente necesita conocer “las profundidades de Satanás” para poder apreciar y disfrutar de la grandeza de la gracia divina (v. 24). Sus seguidores se jactaban de poseer una madurez superior a los demás. Sin embargo, Pablo había escrito: “…la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación” (1 Tesalonicenses 4:3).
Dios le había hecho saber que su conducta merecía castigo, pero no se había arrepentido. Cristo le reprocha más por su falta de arrepentimiento que por su conducta. Para ella, sólo quedaba la disciplina de Dios, como sucedió con la Jezabel de antaño. Ella pecaba en la cama, por lo tanto, sufriría en cama de enfermedad. Asimismo, los que pecaron con ella pasarían tribulación si no se arrepentían. Además, los hijos de su inmoralidad morirán. No hay razón para entender estos castigos en forma simbólica. El autor había presenciado la muerte de Ananías y Safira. Él mismo escribió que “hay pecado de muerte” (1 Juan 5:16). Cristo dijo que así, todas las congregaciones, hasta el día de hoy, sabrán que aun los pecados ocultos no pasan desapercibidos para la Cabeza de la iglesia, y que él castiga a los que corrompen a su iglesia.
La exhortación
El Señor da una instrucción para los que no habían sido engañados, los que habían resistido las tentaciones de Jezabel: “No os impondré otra carga, pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga” (vv. 24–25). En Hechos 15:28–29 la carga que no pusieron fue el legalismo y ascetismo de los judaizantes. El Nuevo Testamento manda la pureza, pero no exige el extremo de negar el cuerpo y guardar leyes ascéticas y legalistas. Disfrutar de la vida dentro del marco de las normas bíblicas y gozar del sexo dentro del matrimonio es correcto. En ese momento, los creyentes de Tiatira estaban haciendo lo suficiente. Dios no les pidió medidas más extremas. Estaban resistiendo la enseñanza de la profetisa; volvían la espalda a las tentaciones y presiones de la sociedad; estaban creciendo en su servicio, amor, fe y paciencia y debían mantener esa vida hasta la venida de Cristo.
El desafío
Jesús promete dos bendiciones para los vencedores. Primero, reinarán con Jesucristo (1:6; 3:21; 20:6; Mateo 25:21, 23; Lucas 19:17; 1 Corintios 6:2). Los que han sido transformados y aprenden a dominar sus pasiones en esta vida, reinarán sobre esferas más grandes en el futuro y recibirán “la estrella de la mañana”. En el último capítulo del libro, Cristo se designa a sí mismo como “la estrella resplandeciente de la mañana” (comp. Números 24:17; Lucas 1:78–79). Pedro dice que la venida de Cristo será como un “lucero de la mañana” (2 Pedro 1:19). Los vencedores tendrán siempre a Cristo. Participarán no sólo de su reino, sino también de su gloria.
Entonces, los mensajes a las primeras cuatro iglesias nos enseñan que Cristo espera que su pueblo tenga amor por él, que persevere fiel en medio de la aflicción, que mantenga la verdad en su doctrina y la santidad en su conducta.
REALIDAD ESPIRITUAL
3:1–6
La ciudad de Sardis quedaba al sureste de Tiatira y al oriente de Esmirna, al pie de un monte en el fértil valle del río Hermos. Debido a que en ella convergían varias carreteras, era un importante centro comercial y militarmente estratégica, pero no tenía la prominencia que había tenido en tiempos antiguos. Cristo no elogia a esa iglesia, pero sí la critica duramente. El Hijo de Dios se identifica con ella como el “que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas”. Como se vio en 1:4, esta frase describe al Espíritu Santo, señalando sus diversas energías y actividades. El lector verá que la energía del Espíritu es lo que faltaba a la iglesia de Sardis. La referencia a las estrellas podría sugerir que el líder de esa iglesia era la persona clave que debía ser lleno del Espíritu y guiar a su congregación para que cobrara vida.
La Crítica
Inmediatamente, Cristo señala la debilidad de esa congregación. Tenía mucha actividad y una reputación (“nombre”), pero sólo tenía la apariencia de ser una iglesia buena. Tal vez los cultos y proyectos impresionaban y hacían sentir que tenía poder, pero no tenía vida. Estaba muerta. En el v. 2, agrega: “no he hallado tus obras perfectas delante de Dios”, o sea, que las suyas no eran obras “cumplidas”. Delante de los hombres, tenían actividades y cualidades; delante de Dios, no cumplían con su voluntad. Isaías había condenado al pueblo hipócrita (Isaías 29:13). Cristo condenó a los fariseos que oraban mucho y daban limosnas y diezmos diciéndoles: “os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 6:1–6, 16–18; 23:5, 27, 28). Pablo profetizó que habría personas así en las iglesias (2 Timoteo 3:5). En Sardis, cumplían con las actividades y costumbres cristianas, pero no se esforzaban en crecer hacia la imagen de Cristo; no proyectaban un amor genuino hacia los que necesitaban a Cristo, y no compartían su fe.
La exhortación
Podemos distinguir tres partes en la exhortación de Jesús. Primera: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir”. Había todavía algunos aspectos de su vida y ministerio que eran reales (comp. v. 4) y que estaban “para morir”. Pero con cierta vigilancia era posible conservarlos todavía. Dos veces, Cristo habla de velar. Estaban dormidos; debían despertar al peligro, tomar acción inmediata y “afirmar” las cosas débiles.
En segundo lugar, debían recordar, como la iglesia de Éfeso. Dios usa la memoria — los recuerdos de lo que éramos antes de ser cristianos, del primer amor y fervor de nuestra fe, del apoyo de Dios en las aflicciones y de las manifestaciones del poder divino. Esa iglesia necesitaba recordar lo que había recibido y oído —el evangelio de la gracia de Dios, la enseñanza de los apóstoles, las exhortaciones a vivir en santidad y los altos privilegios de ser hijo de Dios. En el v. 1, Cristo habló del Espíritu Santo (comp. Hechos 2:38; 19:2; Juan 14:17; Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19). La llenura del Espíritu de nuevo daría vida a esa iglesia para que viviera la realidad de un caminar constante en la voluntad de Dios. Las iglesias deben conservar la enseñanza, la santidad y el dominio del Espíritu.
La tercera instrucción es arrepiéntete. Debían cambiar su mentalidad y rumbo y reconocer que estaban muertos, dormidos y manchados de pecado. Asimismo, debían confesar su negligencia y desobediencia y corregir su dirección. No hay crecimiento espiritual sin que haya un reconocimiento honesto del pecado y un profundo arrepentimiento.
“…AFIRMA LAS COSAS QUE ESTÁN PARA MORIR”
(APOCALIPSIS 3:2).
El desafío
El v. 3 les advierte que si no cambiaban, Jesucristo llegaría a Sardis sorpresivamente para disciplinar a la iglesia. A los que no habían cedido a la desobediencia y a la muerte, Cristo les dice: “andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos”. En Sardis, conocida por la industria de la lana, los que tenían vestiduras sucias perdían su lugar en la lista de ciudadanos. En tiempos antiguos, los que se acercaban a los templos paganos para participar de los ritos tenían que tener ropa limpia. Para el cristiano, las vestiduras blancas significan la justicia que han recibido de Dios por medio de la muerte de Cristo (2 Corintios 5:21).
Al vencedor, Jesús promete tres bendiciones. Primera, “será vestido de vestiduras blancas”, que es la justicia de Dios que los hace aceptos delante de él. En segundo lugar, Cristo promete: “de ninguna manera quitaré su nombre del libro de la vida”. Es una promesa de la seguridad de la salvación. Algunos interpretan que sólo los nombres de los creyentes están escritos en ese libro, y que no hay peligro de que alguno sea borrado de él. Sin embargo, otros intérpretes sugieren que el libro tiene los nombres de todas las personas por las cuales Cristo murió —de toda la humanidad. Entonces, los que no creen en Cristo son borrados del libro. Pero los que son creyentes tienen la seguridad de que sus nombres estarán siempre en el libro del Cordero.
La tercera bendición es que Cristo confesará el nombre del vencedor delante del Padre y de sus ángeles (comp. Mateo 10:32; Lucas 12:8–9). Esta promesa sugiere que algunos miembros de la iglesia de Sardis, o tal vez muchos que habían profesado ser cristianos, se habían rendido a las presiones de la cultura y de otras religiones.
VISIÓN
3:7–13
Una llave, una puerta y una columna son las imágenes que llenan el mensaje a la iglesia de Filadelfia. Por la ciudad pasaba un camino importante que conectaba Esmirna al oeste y Frigia al este. Además, pasaba por ella el camino postal imperial que venía desde Roma a través de Troas, Pérgamo y Sardis. Por eso, la ciudad se convirtió en una fortaleza. Las viñas, textiles e industria del cuero contribuían a su prosperidad. La región vivía con la amenaza de terremotos y en 17 d.C., Filadelfia, Sardis y otras diez ciudades fueron destruidas, pero Tiberio reconstruyó Filadelfia.
Jesús afirma tener los atributos divinos; es Santo y Verdadero. La santidad dice que está totalmente apartado del pecado y dedicado para la gloria de su Padre. Ser verdadero significa que es el Mesías genuino, que siempre dice la verdad y que siempre cumple lo que promete. También, él tiene “la llave de David”, que es una alusión a Isaías 22:21–22. Debemos relacionar la llave con la puerta del v. 8.
La recomendación
Jesucristo conoce las obras de cada iglesia, sean buenas o malas. En este caso, casi todo es positivo. Como la iglesia de Pérgamo, ésta había permanecido fiel a la doctrina y a Cristo (2:13). Cristo observa que tiene “poca fuerza”, pero parece que no. la culpa por ello. No hay una exhortación, y Cristo les ofrece una puerta abierta. Posiblemente la poca fuerza se refiere a pocos miembros o a pocos recursos o experiencia. Tal vez les faltaba crecer espiritualmente.
Por ser fieles al Señor, les dio “una puerta abierta la cual nadie puede cerrar”. Algunos creen que Juan habla de la puerta del evangelio (Mateo 7:13–14). Pero Cristo, con este mensaje tan positivo, se dirige a personas que ya lo conocían a él. Por la referencia a la llave de David, otros creen que es la entrada al reino milenial cuando Cristo reine sobre el trono de David. La predicación de Cristo y la de los primeros capítulos de Hechos a los oyentes judíos tenía ese mismo enfoque. Sin embargo, en las epístolas no es la manera común de ofrecer el evangelio o de premiar a los creyentes.
El vocabulario de “una puerta abierta” lo encontramos cuando Pablo habló de su ministerio de tres años en Éfeso, cuando se le abrió una “puerta grande y eficaz” (1 Corintios 16:9). En esa época, el evangelio llegó a toda la provincia de Asia (Hechos 19:10). También pidió oración para que Dios abriera “puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo” (Colosenses 4:3). Para Pablo, la puerta abierta fue la oportunidad divina para el servicio, y especialmente para proclamar las buenas nuevas del evangelio. Los creyentes del imperio romano tenían varias ventajas: disfrutaban de la pax romana impuesta por las legiones romanas, de una extensa red de carreteras para movilizarse y del idioma común griego para comunicarse. Pero, además, Cristo señala a los cristianos de Filadelfia que Dios les había abierto una oportunidad única para que la luz de su candelero alumbrara a muchos. Por su ubicación cerca de las carreteras clave, esa ciudad se fundó con el fin de diseminar la cultura grecoasiática en el área oriental de Lidia y Frigia. Por lo tanto, la iglesia de Filadelfia tenía la oportunidad de impactar esa región y aun llegar más allá de ella.
Pero además, “nadie puede cerrar” esa puerta (v. 8). Pablo había hablado de que tenía muchos adversarios en Éfeso (1 Corintios 16:9). Aquí Cristo asegura que aun la feroz oposición de los judíos “de la sinagoga de Satanás” no podría detener el testimonio (v. 9; comp. 2:9). Jesús les haría reconocer la verdad que predicaban los cristianos.
La exhortación
Aunque el Señor no criticó a la congregación de Filadelfia, dejó la misma instrucción que había sido entregada antes a los fieles cristianos de Tiatira (v. 11; comp. 2:25). A la luz de la inminente venida de Jesús, debían conservar su estabilidad doctrinal, su constancia espiritual y su obediencia a Dios. Así no perderían su corona de recompensa.
Aun antes de hablar de las promesas para los vencedores, había una noticia y una seguridad para esa iglesia que había “guardado la palabra de mi paciencia” (v. 10). La mala noticia es que viene “una hora de prueba …sobre el mundo entero”. La promesa es que ellos serían guardados de esa hora. Esa iglesia y otras de Asia tendrían que enfrentar persecución; algunos entienden que Dios les prometió protección en esa hora. Sin embargo, el vocabulario del versículo sugiere una escena diferente. En Apocalipsis, “los que moran sobre la tierra” se mencionan varias veces y se refieren a los no creyentes que seguirán al anticristo y que serán objeto de la ira de Dios (6:10; 8:13; 11:10; 12:12, etc.). Cristo promete que los creyentes no pasarán por la tribulación que se describe en los caps. 4–18.
“YO TAMBIÉN TE GUARDARÉ
DE LA HORA DE LA PRUEBA”
(APOCALIPSIS 3:10).
El desafío
En el v. 12, la Cabeza de la iglesia promete tres cosas a los vencedores. ¿Qué significa ser columna en el templo? Después de los terremotos que sacudían a esa región, a veces lo único que quedaba eran las grandes columnas de los templos. La columna significa estabilidad y seguridad. El templo significa la presencia de Dios. En esta época, la iglesia es el templo y morada de Dios en el mundo. Cristo promete que el creyente tendrá una relación con él, quien es inamovible, permanente, eterno “y nunca saldrá de allí”.
Además, Jesucristo escribirá sobre él tres nombres, el de Dios, el de la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén, y “mi nombre nuevo”. Es posible que simbólicamente los nombres se escribirán sobre la columna. Para honrar a una persona de la antigüedad, a veces se le dedicaba una columna especial en un templo que tenía su nombre grabado en ella. Los que tenían poca fuerza y poco reconocimiento recibirían honor, identidad y reconocimiento de Dios. Si su propia ciudad los rechazara, su ciudadanía estaba asegurada en la ciudad eterna (21:9–22:5). El nombre nuevo de Cristo simboliza la revelación de su carácter y poder.
Estas son las promesas para los que se arriesguen a entrar por la puerta de servicio y testimonio que Dios abre a cada persona. Será un peregrino, habrá obstáculos y opsición, pero al final, recibirá abundante recompensa.
TIATIRA→
SARDIS→ FILADELFIA→ LAODICEA→ |
TOLERANTE
REPUTACIÓN SIN REALIDAD TIENE PUERTA ABIERTA INDIFERENTE |
ENTREGA TOTAL
3:14–22
Laodicea no era conocida por sus religiones o ideologías, sino por sus riquezas, su erudición y su comercio. Al igual que Colosas y Hierápolis, esa ciudad estaba ubicada en el valle del río Lico. La gran carretera romana de Éfeso pasaba por ella y tenía bancos de importancia. Cuando fue destruida por el terremoto de 17 d.C., no solicitaron ayuda a Roma, sino que sus habitantes la reconstruyeron con sus propios recursos. Su famosa escuela de medicina preparaba el “polvo frigio” para curar deficiencias de los ojos.
Jesús es el Amén, la respuesta que confirma y acepta la verdad. Cristo mismo es la respuesta perfecta a toda promesa divina. Por eso, él es “el testigo fiel y verdadero”. Es veraz en todo lo que dice y hace. Es confiable y fiel; no caprichoso ni cambiante. Nunca necesita retractar o modificar su palabra. ¿Cómo podemos descuidar el consejo que da en los vv. 18–20? Lo que dice y manifiesta de Dios es absolutamente correcto. “Si me han visto a mi, han visto al Padre”. Además, todas las cosas fueron creadas por él (Juan 1:3; Colosenses 1:16).
La crítica
Esta iglesia no recibe palabras de elogio. “El que anda en medio de los candeleros” la condena en primer lugar por su indiferencia. Laodicea recibía el agua de manantiales calientes del sur y era traída por un acueducto de nueve kilómetros de extensión. El agua estaba tibia cuando llegaba a la ciudad. En términos duros, Jesús dice que sus vidas eran así, tibias, anémicas y repugnantes, como para escupirse de la boca.
Algunos cristianos temen ser llamados fanáticos, pero lo que les falta es entrega. El cristiano ubica a Dios en primer lugar y los demás intereses, responsabilidades y compromisos son dominados y orientados por Dios. Hemos de ser “fervientes en espíritu” y avivar “el fuego del don de Dios” (Romanos 12:11; 2 Timoteo 1:6). Dios requiere una entrega total de la persona, un compromiso incondicional con él y completa sumisión al señorío de Jesucristo.
Además de su indiferencia, los miembros de esa iglesia se habían contagiado del orgullo y la autosuficiencia de la ciudad de Laodicea. Tal vez era su pecado más serio —el de no reconocer su verdadera condición espiritual. Decían ser ricos y que no tenían ninguna necesidad, cuando en realidad, Jesús dice que eran desventurados, miserables, pobres, ciegos y que estaban desnudos (v. 17).
DEBEMOS SER “FERVIENTES
EN ESPÍRITU”, NO TIBIOS
(ROMANOS 12:11).
La exhortación
Cristo primero les recomendó que compraran de él ciertas cosas. Humildemente debían encontrar su suficiencia en Cristo, no en ellos mismos. La palabra “comprar” apela a su sentido comercial (comp. Isaías 55:1). Debían cambiar de proveedores a compradores. Eran pobres, pero Cristo tenía oro. Estaban desnudos, pero Cristo tenía ropa. Eran ciegos y Cristo tenía colirio. Ellos no tenían nada, pero él, todo. Él podía darles las riquezas de la herencia de los santos en luz. Podía cubrir su pecado y vergüenza y curar su ceguera para que percibieran un mundo espiritual que ni siquiera se atrevían a soñar.
Además de dar consejos, Cristo reprende y castiga a los que ama. Entonces, su segunda exhortación es “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. El primer paso que se da al calor de la entrega total es el arrepentimiento del pecado, de la ceguera, indiferencia, orgullo y autosuficiencia.
En tercer lugar, Cristo hace una cariñosa invitación. “Estoy a la puerta llamándote ansiosamente, esperando el día en que escuches y abras. Prometo entrar, comer y disfrutar de comunión contigo”. Es probable que Cristo estuviera suplicándoles que fueran salvos, porque la mayoría de los de esa iglesia eran cristianos de nombre nada más.
El desafío
Para los vencedores, los que creen en Cristo, el premio será estar con el vencedor supremo, entronizados con él, reinando con él mientras gobierna con su Padre. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
¡PENSEMOS! |
¿En qué áreas de doctrina y conducta son demasiado tolerantes las iglesias de hoy? ¿Cuál es la norma para decidir lo que la iglesia puede tolerar? ¿Por qué es problema cuando una iglesia se basa en su buena reputación? ¿Por qué presentaría Cristo una puerta de oportunidad a una iglesia débil? Cuando la iglesia de Filadelfia enfrentara oposición, ¿cómo le animarían las promesas de Cristo? ¿Cómo vence el cristiano a un espíritu de autosuficiencia como el de la iglesia de Laodicea? ¿Cómo muestra Cristo su amor para esta iglesia? ¿Qué ha aprendido de estos mensajes para ayudarle a guiar a un cristiano cuando está bajo presión? ¿Qué le ha enseñado Dios acerca de cómo puede usted ser vencedor? Si usted es líder de una iglesia, ¿por qué cualidades elogiaría Cristo a su iglesia? ¿Cuáles serían sus criticas? ¿Sus exhortaciones? |
Orth, S. (1998). Estudios Bı́blicos ELA: La consumación de los tiempos (Apocalipsis) (31). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.