Cómo proteger a sus hijos
EL ABUSO sexual de menores no es en absoluto un tema agradable; dan escalofríos de solo pensarlo, sobre todo a los padres. Sin embargo, es una cruda y espantosa realidad del mundo actual con trágicas consecuencias para los niños. ¿Merece la pena hablar de ello? Pues bien, ¿cuánto estaría dispuesto a pagar por la seguridad de sus hijos? Conocer algo de las amargas verdades sobre el abuso es un precio ínfimo comparado con las ventajas que puede reportarle.
No deje que esta plaga lo acobarde. Al menos, usted posee facultades que sus hijos no tienen y que les llevará años —o hasta décadas— desarrollar. Con la edad ha adquirido un inmenso caudal de conocimientos, experiencia y sabiduría. La clave está en reforzar dichas facultades y utilizarlas para proteger a sus hijos. A continuación analizaremos tres medidas esenciales que todos los padres pueden adoptar, a saber: 1) convertirse en la primera línea de defensa contra el abuso, 2) instruir a los hijos de forma adecuada sobre el tema y 3) enseñarles acciones de protección básicas.
La responsabilidad de proteger a los hijos recae principalmente en los padres, no en los hijos; de ahí que sean ellos quienes deban educarse primero. Hay cosas que usted necesita saber, como por ejemplo, quiénes abusan de los niños y qué tácticas siguen. Muchos se imaginan que los abusadores son extraños que acechan a los niños en las sombras para raptarlos y violarlos. Aunque sabemos por los medios de comunicación que estos monstruos sí existen, son relativamente raros. En un 90% de los casos, el agresor es una persona que el niño conoce y en quien confía.
Naturalmente, cuesta creer que un vecino, un maestro, un médico, un entrenador o un familiar afables puedan mirar con lujuria a su hijo. Y no hay razón para empezar a desconfiar de todo el mundo, pues la mayoría de la gente no hace algo semejante. Aun así, si quiere protegerlo, es preciso que conozca los métodos de que se vale el abusador típico (véase el recuadro de la página 6).
Conocer sus tácticas lo preparará mejor para convertirse en la primera línea de defensa. Supongamos que alguien que parece interesarse más por los niños que por los adultos se muestra especialmente atento con su hijo, le hace regalos, se ofrece a cuidarlo en su ausencia sin cobrar o a llevarlo de excursión. ¿Qué hará? ¿Concluir enseguida que es un pervertido? No. No se precipite a sacar conclusiones, puede ser que las acciones de dicha persona sean inocentes. De todos modos, hay que estar sobre aviso. “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra —dice la Biblia—, pero el sagaz considera sus pasos.” (Proverbios 14:15.)
Recuerde que todo ofrecimiento que parezca demasiado bueno para ser cierto seguramente lo es. Indague a fondo los antecedentes de cualquiera que se ofrezca a pasar tiempo a solas con su hijo. Hágale saber que usted puede aparecer en cualquier momento para comprobar que todo esté bien. Alicia y Fernando, un matrimonio joven con tres hijos, son muy cautelosos a la hora de dejar a uno de ellos solo con un adulto. Cuando uno de los niños tomaba clases de música en su casa, Alicia le dijo al profesor: “Estaré entrando y saliendo de la habitación mientras usted esté aquí”. Tal vigilancia pudiera parecer exagerada, pero estos padres prefieren prevenir que lamentar.
Participe decididamente en las actividades de su hijo, conozca a sus amigos, revise sus deberes escolares; si se proyecta una excursión, averigüe todos los detalles. Un profesional de la salud mental que durante treinta y tres años atendió casos de abuso sexual comenta que un gran número de ellos pudieron haberse evitado con la sola vigilancia de los padres, y cita estas palabras de un convicto por abuso: “Los padres nos sirven a sus hijos en bandeja de plata. […] ¡Me lo ponían tan fácil!”. Recuerde que la mayoría de los abusadores buscan presas fáciles, y una forma de evitar que su hijo lo sea es implicarse de lleno en su vida.
Otra manera de ser la primera línea de defensa es saber escuchar. Los niños casi nunca hablan abiertamente del tema por vergüenza o por temor a la reacción. Así que escuche con detenimiento. Preste atención aun al más leve indicio.* Si le preocupa algo que su hijo dice, conserve la calma y hágale preguntas para que se abra.* Si él no quiere que venga cierto niñero o niñera, pregúntele por qué. Si le cuenta que un adulto juega con él a cosas raras, pregúntele: “¿Qué clase de cosas? ¿Qué te hace?”. Si se queja de que alguien le hizo cosquillas, pregúntele: “¿Dónde te hizo cosquillas?”. No reste importancia a sus respuestas. Los abusadores les dicen a los niños que nadie les creerá, y eso es lo que suele ocurrir. El hecho de que los padres crean al niño que ha sido víctima de abuso y lo apoyen constituye un gran paso hacia su recuperación.
Sea la primera línea de defensa
Una obra de consulta especializada contiene la siguiente declaración de un convicto por abuso: “Tráiganme un niño que no sepa nada de sexo, y les presentaré a la próxima víctima”. Estas escalofriantes palabras deben servir de aviso a los padres. Un niño ignorante en materia sexual es mucho más fácil de engañar. La Biblia asegura que el conocimiento y la sabiduría pueden librarnos “del hombre que habla cosas perversas” (Proverbios 2:10-12). ¿No es eso lo que usted quiere para sus hijos? Entonces, como segunda medida preventiva, edúquelos cuanto antes en esta importante cuestión.
Pero ¿cómo hacerlo? A muchos padres les resulta embarazoso hablar de sexualidad con los hijos, y más embarazoso aún les resulta a los hijos. Como no serán ellos los que saquen a relucir el tema, tome usted la iniciativa. Alicia dice: “Comenzamos desde que eran muy pequeños a enseñarles los nombres de las partes del cuerpo. En lugar de utilizar un lenguaje infantil, les hablábamos con palabras reales para mostrarles que ninguna parte del cuerpo tiene nada de raro ni vergonzoso”. Después de esto, la instrucción sobre el abuso resulta más fácil. Muchos padres sencillamente les dicen a sus chiquillos que las partes que cubre el traje de baño son privadas y especiales.
Marina, a quien mencionamos en el artículo anterior, comenta: “Jorge y yo le enseñamos a nuestro hijo que el pene es algo privado, o personal, y que nadie puede jugar con él: ni mamá, ni papá, ni siquiera el médico. Cuando lo llevo al pediatra, le explico que él va a comprobar que todo esté bien, y que por esa razón tal vez lo toque en sus partes privadas”. Ambos progenitores participan en estas breves charlas de vez en cuando, y le reafirman al niño que siempre puede acudir a ellos y contarles si alguien lo toca donde no debe o de una manera que lo haga sentir incómodo. Los expertos en el cuidado infantil y la prevención del abuso recomiendan a todos los padres que tengan este tipo de charlas.
Muchas personas han hallado útil el libro Aprendamos del Gran Maestro* para instruir a sus hijos en este tema. El capítulo 32, titulado “Cómo se protegió a Jesús”, transmite a los niños un mensaje directo y a la vez reconfortante sobre los peligros del abuso y la importancia de protegerse. “El libro nos ha venido como anillo al dedo para remachar lo que ya les habíamos dicho a nuestros hijos”, dice Alicia.
En el mundo de hoy, los niños necesitan saber que hay personas que quieren tocarlos —o hacer que ellos las toquen— de manera indebida. Estas advertencias no tienen por qué infundirles pánico ni hacer que desconfíen de todos los adultos. “Es simplemente un mensaje preventivo —dice Marina—; uno más de todos los que les damos y que en su mayoría no tienen nada que ver con el abuso. Mi hijo no está asustado por eso.”
La educación de los hijos debe incluir también una actitud equilibrada hacia la obediencia. Enseñar a un niño a obedecer es una tarea importante y difícil (Colosenses 3:20). Pero no hay que irse a los extremos. Por ejemplo, el niño al que se le inculca que tiene que obedecer siempre a los adultos, en cualquier circunstancia, es muy vulnerable al abuso. Los depredadores sexuales detectan enseguida a un niño que es excesivamente sumiso. Por consiguiente, los padres sensatos enseñan a sus hijos que la obediencia es relativa. Para los cristianos, esto no es tan difícil como pudiera parecer. Es cuestión de decir: “Si alguien te manda hacer algo que Jehová Dios dice que es malo, no le hagas caso. Ni siquiera papá o mamá tienen derecho a pedirte nunca que hagas algo que Jehová dice que es malo. Y si alguien quiere obligarte, debes contárnoslo siempre”.
Por último, enseñe a su hijo que nadie tiene por qué pedirle que tenga secretos para usted, y que en caso de que alguien lo haga, debe venir y contárselo. Aun si lo amenazan seriamente o si él ha hecho algo malo, debe acudir siempre a papá o mamá y contarles todo. Para no asustarlo con estas instrucciones, tranquilícelo asegurándole que la mayoría de la gente nunca hará cosas como estas: tocarlo donde no debe, mandarle que desobedezca a Dios o pedirle que guarde un secreto; y que tal como uno planea por dónde escapar en caso de incendio, estas instrucciones son únicamente por si acaso ocurre algo, y tal vez nunca ocurra.
Instrúyalos de forma adecuada sobre el tema
El tercer paso es enseñar a los hijos acciones sencillas para protegerse en caso de que alguien intente aprovecharse de ellos y usted no esté presente. Un método muy recomendado es hacerlo en forma de juego. Los padres preguntan: “¿Qué harías si…?”, y el niño contesta. Por ejemplo: “¿Qué harías si estuviéramos en un supermercado y te perdieras? ¿Cómo me encontrarías?”. Quizá la respuesta no sea precisamente la que usted espera, pero puede servirle para formular otras preguntas, como “¿Se te ocurre una idea mejor?”.
También se puede preguntar al niño qué debería hacer si alguien tratara de tocarlo de manera indebida. Si se espanta con estas preguntas, cuéntele una historia usando como personaje a otro niño. Por ejemplo: “Si una nena está con un familiar muy querido y él intenta tocarla donde no debe, ¿qué crees que debería hacer ella para protegerse?”.
Enséñeles acciones de protección básicas
¿Cómo puede enseñar a su hijo a afrontar una situación como la anterior? Note la recomendación que da cierto escritor: “Un rotundo ‘¡No!’ o ‘¡No hagas eso!’ o ‘¡Déjame en paz!’ son recursos muy eficaces para ahuyentar a los abusadores y hacer que lo piensen dos veces antes de elegir a su víctima”. Haga pequeñas representaciones hasta que el niño sea capaz de rechazar con firmeza al agresor, salir corriendo y contárselo a usted enseguida. Y aunque parezca que ha aprendido bien la lección, se le puede olvidar al cabo de unas semanas o meses; así que ensaye con regularidad.
Todos los implicados en el cuidado del niño, incluidos los varones —el padre, el padrastro y otros parientes— deben intervenir en estas charlas. ¿Por qué? Porque, de ese modo, todos le estarán prometiendo que nunca cometerán contra él este tipo de ultraje. Lamentablemente, muchos casos de abuso sexual se dan en el seno familiar. El siguiente artículo le mostrará cómo puede hacer de su hogar un refugio seguro en un mundo abusivo.
Los expertos afirman que muchos niños que han sufrido abusos envían señales no verbales. Por ejemplo, el menor que experimenta una regresión en su comportamiento —como volver a orinarse en la cama, pegarse en exceso a los padres o tener miedo de quedarse a solas— quizás esté enviando señales de que algo malo le está pasando. Desde luego, estos síntomas no son una prueba concluyente de abuso. Por eso, sondee calmadamente a su hijo para saber qué le afecta y así poder consolarlo, tranquilizarlo y protegerlo.
A fin de simplificar la redacción, emplearemos el género masculino para referirnos al abusador y a la víctima; no obstante, los mismos principios se aplican al género femenino.
Editado por los testigos de Jehová.
En el año 2006, el secretario general de las Naciones Unidas presentó ante la Asamblea General un informe mundial sobre la violencia infantil realizado por un experto independiente. Se calcula que en un año reciente, 150.000.000 de chicas y 73.000.000 de chicos menores de 18 años “tuvieron relaciones sexuales forzosas o sufrieron otras formas de violencia sexual”. Si bien las estadísticas son pasmosas, el informe aclara que las cifras se quedan cortas. Un análisis de estudios realizados en veintiún países indica que en algunos lugares hasta el 36% de las mujeres y el 29% de los varones han sido objeto de algún tipo de agresión sexual durante su infancia. La mayoría de los agresores eran familiares.
El abusador no es tan tonto como para forzar a sus víctimas; prefiere, más bien, seducirlas poco a poco. Empieza eligiendo un blanco, por lo general un niño que parece vulnerable y confiado, y por tanto, relativamente fácil de manipular. Entonces lo hace objeto de especial atención. También es posible que intente ganarse la confianza de los padres. El abusador es un experto en fingir interés genuino por el niño y su familia.
Con el tiempo, el depredador comienza a preparar al menor para el abuso. Va aumentando de manera gradual el contacto físico prodigándole muestras de afecto, jugando a la lucha y haciéndole cosquillas, cosas que parecen totalmente inocentes. Tal vez le haga obsequios costosos y empiece a apartarlo de los amigos, los hermanos y los padres para estar a solas con él. Entonces llega el momento en que le pide que esconda de los padres un secreto, ya sea un regalo que le ha hecho o una excursión que planea. Con estas tácticas prepara el terreno para la seducción. Una vez que se ha ganado la confianza del niño y de los padres, está listo para dar el siguiente paso.
De nuevo actúa con sutileza en lugar de emplear la fuerza o la violencia. Quizás se aproveche de la curiosidad natural que siente el niño por la sexualidad y se ofrezca a hacer de “maestro”, o le sugiera “jugar a algo especial” que será su gran secreto. Es posible también que le enseñe imágenes pornográficas para que vaya aceptando este comportamiento como algo normal.
Si consigue abusar del menor, entonces trata por todos los medios de que no se lo cuente a nadie, valiéndose para ello de tácticas como la amenaza, el chantaje y el sentimiento de culpa. Por ejemplo, pudiera decir: “Es culpa tuya porque no me pediste que me detuviera”. Y quizás añada: “Si les cuentas a tus padres, van a llamar a la policía y me van a meter en la cárcel para siempre”; o también: “Este es nuestro secreto. Si lo cuentas, nadie te va a creer. Y si tus padres algún día se enteran, les hago daño”. Las tácticas astutas y maliciosas de estos individuos no tienen límite.
Fuente: ¡Despertad!