Los Dones de la Gracia I

Bob Gordon y David Fardouly

Los dones de la gracia dados por el Espíritu Santo son al cuerpo y para el cuerpo de Cristo (la iglesia) y, por tanto, se les pueden llamar dones corporales. Estos son manifestados por la vida de individuos específicos, es decir, son dones relacionados con las personas

La gracia de Dios

Ninguno de nosotros merecía la bondad de Dios, pero la ha demostrado y dado en Jesús.

En este sentido, todos somos recibidores de la gracia de Dios y es en ella en que estamos. La gracia también se menciona en relación con el llamamiento individual en la vida de las personas y de la autoridad dada a la gente por el Señor. Esta gracia es el fundamento de nuestra vida y servicio para Dios (Romanos 12.3).

Hemos de ser controlados y dirigidos por la gracia que nos ha dado Dios. Tenemos un llamamiento particular o hemos recibido un don particular que es nuestro por elección de nuestro Padre celestial, y esto es la gracia de Dios, específicamente para nosotros.

Nuestro llamamiento es algo para ser estimado y valorado, y deberíamos interesarnos en desarrollarlo de la manera más eficaz posible. Necesitamos pulir este don de Dios constantemente y usarlo en su mayor potencial para el bien de otros (2 Timoteo 1:6). Esta gracia (llamamiento o don recibido) de Dios debería ser el poder motivador de toda nuestra vida y obra.

Somos salvos por gracia y llamados a la gracia (1 Corintios 15.10). La gracia es más que los dones particulares del Espíritu, es más parecido a la mano de Dios que viene sobre la vida de alguien para escogerle para una obra o área de una obra en particular.

El haber recibido un don sin duda viene con la gracia que nos ha dado Dios, pero esta gracia es una realidad profunda y poderosa en la vida de aquellos que conocen su llamamiento.

Los dones de la gracia

La palabra “don” en el Nuevo Testamento está relacionada muy de cerca con la palabra “gracia”. Ambas comparten la misma raíz. La palabra para “don” es “charisma” y la palabra “gracia” es “charis”.

“Charisma” tiene una terminación que se podría traducir correctamente “la cosa de”. Es decir, lo que llamamos un don espiritual es “la cosa de gracia”. En otras palabras, es la expresión o resultado de la gracia de Dios siendo destacada por el Espíritu en nuestra experiencia, por tanto, lo llamamos un don del Espíritu (1 Pedro 4.10).

Dones corporales

Los dones de la gracia dados por el Espíritu Santo son al cuerpo y para el cuerpo de Cristo (la iglesia) y, por tanto, se les pueden llamar dones corporales. Estos son manifestados por la vida de individuos específicos, es decir, son dones relacionados con las personas (Hebreos 2.3-4).

Cada don está interconectado a los dones que operan en otros miembros del cuerpo. Generalmente, están disponibles a los miembros del cuerpo y contribuyen a la edificación y armonía del cuerpo.

Parece como si los dones corporales estuviesen disponibles a quién sea que buscare al Señor para el don y, según la necesidad de aquel momento, dentro del cuerpo en general.

Pero a cada uno les es dada la manifestación del Espíritu Santo para provecho (1 Corintios 12.7).

Los dones del Espíritu Santo

No nos han sido prometidos los dones del Espíritu Santo para nuestra propia gratificación o autoexhibición, sino para que seamos capacitados por Dios, mientras llegamos a la vida de hombres y mujeres necesitados a nuestro alrededor.

Los dones del Espíritu Santo son el poder de Dios en acción, y serán desatados en nuestra vida a medida que nos encontremos en situaciones que precisen de su acción. Cuando nos dedicamos a un ministerio no lo estamos haciendo en nuestra propia fuerza, sino que Dios intervendrá directamente en la situación a través de la manifestación de su capacitación mediante el Espíritu Santo.

Esto nos levantará más allá de los niveles horizontales de nuestras propias debilidades y limitaciones, y nos librará en nuestra obra para Dios en una dimensión de capacidad y perspicacia completamente nueva.

En efecto, esto es lo que hará y determinará al final la forma de nuestra obra para Dios, porque progresivamente, llegará a ser aparente cómo operamos en los dones del Espíritu, y qué dones encuentran su más pronta expresión a través de nosotros que a través de alguien más.

El estilo y aplicación de nuestro obrar para Dios será formado por la forma en que operan los dones del Espíritu Santo a través de nosotros. No obstante, deberíamos recordar que es para todo cristiano pedir el don apropiado para la situación, incluso si es un área en la que no solemos operar.

El propósito del Padre es traer Su poder para salvación y sanidad en la vida de hombres y mujeres, y no negará la capacidad de hacer esto si se lo pedimos con un corazón limpio y con los motivos correctos.

Es a través de los dones del Espíritu que somos equipados por Dios para hacer su voluntad. Sin los dones, estamos viviendo y obrando al nivel de nuestra propia capacidad y fuerza natural.

Dones de la trinidad

Pablo nos enseña acerca de los dones del Espíritu Santo en 1 Corintios 12. Antes de empezar a hablar a cerca de los dones en particular, nos revela el tremendo hecho de la unidad de acción del Padre, Hijo y Espíritu Santo en esta área.

Podría ser adecuado no hablar acerca de los dones del Espíritu Santo tanto como los dones del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pablo usa tres frases distintas en los versículos 4 al 6 que se construyen, el uno encima del otro:

1. “Diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo”

Esto demuestra la fuente de estos dones en nuestra experiencia. El Espíritu Santo es el portador de los dones en un sentido directo.

2. “Diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo”.

Esto demuestra quién está siendo servido por la operación de estos dones espirituales, y quién determina la dirección en que los dones operan, a saber, el Señor Jesucristo.

3. “Diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo”.

La palabra “hacer” aquí en el griego es la palabra “energemata”. Esto lleva consigo la idea de energía y poder que no obra a la aventura, sino energía desarrollando hacia un propósito. Esta frase demuestra el propósito para el cual estos dones operan, para llevar a cabo la voluntad del Padre en cada situación.

Por tanto, no es tanto que ejercitemos los dones del Espíritu, sino que ¡estemos ocupados en el poder y operación del trino Dios!