El Ultimo Puerto – Mensajes del libro de los Hechos

Predicacion de Julio Ruiz

No sabemos si para los tiempos de Pablo ya existía el refrán: Todos los caminos conducen a Roma. Pero como quiera que haya sido, llegar a Roma era el objetivo final del apóstol.

No sabemos si para los tiempos de Pablo ya existía el refrán: “Todos los caminos conducen a Roma”.

Pero como quiera que haya sido, llegar a Roma era el objetivo final del apóstol. Así que los puertos que tocaron previamente, incluyendo el del naufragio, no eran sino las paradas necesarias para llegar al “último puerto”.

¿Por qué Pablo no había ido a Roma antes? Porque él era un hombre gobernado por usa “ambición santa” y se había determinado primero llenar con el evangelio todo lugar que pisare su pie. Es por eso que en la carta que dirige a ellos, antes de visitarles, les dice: “Que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo”. El testimonio de su trabajo a partir de su conversión ha quedado registrado en Romanos 15:17-21.

El impedimento, pues, para que Pablo visitara a Roma se ve reflejado en estas palabras, “pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros…” (V. 22-24). Ahora bien, ¿qué planteaba este viaje a Roma? Que su llegada a este “último puerto” sería el principio del fin de sus días en la tierra.

Aunque no se sabe con exactitud si él visitó a España, según el deseo de su corazón, la llegada a Roma marcaría el ocaso de su vida, pues aunque allí estuvo hasta dos años preso, no se nos dirá más nada, sino que después la tradición hablaría de su muerte como alguien que fue decapitado por manos del mismo Nerón.

De este modo hemos acompañado a Pablo en este largo recorrido. La experiencia ha sido simplemente extraordinaria. Pero hay un “último puerto” en todo este viaje. ¿Qué verdades finales encontramos ahora? ¿Qué nos aguarda en esta última parada que debe ser comentado?

I. NOS AGUARDA LA FORTALEZA DE ÁNIMO QUE PRODUCE VER A LOS HERMANOS EN UNA PRUEBA

1. “…nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días” v. 14. Después de tres meses en la isla de Malta, lo cual cubrió el tiempo del invierno, toda aquella tripulación debidamente abastecida decide emprender el viaje en una nueva nave alejandrina que tenía por insignias las deidades griegas de “Cástor y Pólux”, dioses de los marineros. Lucas nos sigue dando detalles únicos de este viaje final, nombrando los días y los puertos que iban tocando hasta encontrarse con los primeros hermanos. La noticia de la llegada de Pablo se extendió rápidamente.

Los amigos que ya dispensaba en este lugar vinieron a darle la bienvenida (Ro. 16:1-25). Un grupo le dio la bienvenida en la Plaza de Apio (v. 15), mientras que otros se la dieron en las Tres Tabernas (v. 15). Qué experiencia produciría ese encuentro.

El antiguo deseo que tuvo Pablo de verles (Ro. 15:23), ahora se ha cumplido. La presencia y hospitalidad de los hermanos no puede ser comparada con la hostilidad de los que rechazan el evangelio.

Nada supera la hospitalidad cristiana. En un camino de pruebas, un encuentro lleno de amor fraternal, propio de los hijos de Dios, es simplemente reconfortante. El creyente es una persona de corazón y puertas abiertas.

2. “… al verlos, Pablo… cobró aliento” v. 15. ¿Quién llevó el evangelio a Roma por primera vez? No se sabe. Pero lo que sí es cierto es que parte de la gente que vino al Pentecostés tuvo que traer la semilla de la palabra a la ciudad.

También pudo ser uno de los tantos soldados romanos alcanzados por el mismo Pablo, quienes regresarían a Roma convertidos y allí iniciaron alguna iglesia. Como quiera que haya sido, cuando Pablo llegó ya había hermanos que compartían el mismo amor y creían en el mismo Cristo.

La manera llena de gozo y entusiasmo con la que le recibieron a Pablo, le levantó el espíritu, tanto así que “dio gracias a Dios y cobró ánimo”. Hacía mucho tiempo que Pablo no se encontraba con ningún hermano en la fe. Las caras que más veían eran las de presos, reyes, soldados y marineros.

Todos ellos eran hombres sin temor a Dios. Ahora sabe que está en presencia de su gente, con quienes puede hablar de la misma historia, alentarse con la misma palabra, disfrutar del mismo compañerismo, etc. Con este recibimiento, la llegada de Pablo a Roma se ve como una “entrada triunfal”.

Si bien es cierto que él llegó en cadenas, ahora es recibido como un guerrero vencedor. Cuando alguien está preso, lo que más anhela es una palabra de ánimo y fortaleza. El creyente debe ser un portador de aliento.

II. NOS AGUARDA LA NECESIDAD DE CUMPLIR CON LA TAREA COMO UN DEBER INELUDIBLE

1. “…porque por la esperanza de Israel estoy sujeto…” v. 20. Pablo llegó preso a Roma por causa del evangelio. Pero quedó comprobado que él llegaba en esa condición, no porque era culpable (Hch. 25:25).

En todo caso, su culpabilidad era afirmar que todo lo que se dijo de Jesús, sobre todo en lo que respecta la resurrección, se cumplió y es eso lo que ahora predica.

Creo que no existe otra religión en el mundo como el cristianismo que nos revele tan fuertemente la esperanza que hay en nosotros. La predicación del evangelio trae en sí misma el tema más importante que todo ser humano debería oír: la esperanza de la vida eterna.

Pablo llegó a Roma preso por defender esta predicación. Los judíos nacieron como un pueblo de la esperanza. Cuando Cristo vino confirmó esa promesa dada a Israel, diciendo que la “salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22).

Esta declaración puso de manifiesto que Israel era poseedor de la más grande esperanza, porque “no hay otro nombre dado a los hombres, debajo del cielo en el que podamos ser salvos” (Hch. 4:12). Este es el deber ineludible que debemos cumplir.

2. “Predicando el reino de Dios…” v. 31. Después que Pablo fue entregado al “prefecto militar” (v. 16), y se le permitió vivir en una residencia aparte de los demás presos (v. 30), convocó a su gente para hablarles de lo que él sabía hacer.

Lucas nos da detalles reveladores de aquel tiempo cuando Pablo les habló acerca del reino de Dios (v. 23, 31). Su pasión y amor por su gente era tan grande que invertía días completos explicándoles a través de la ley y de los profetas acerca de Jesucristo.

El resultado de su persuasión es registrado con estas palabras: “Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían” v. 24. La predicación del reino de Dios tendrá esta característica. Algunos reciben la palabra con entusiasmo y otros se endurecen; algunos reciben la luz del evangelio, y otros cierran sus ojos contra el mensaje.

Al final Pablo tuvo que describir lo que ya el Señor había dicho de los que rechazan el evangelio (v. 26-29). Pero aunque algunos rechazan la palabra, habrán otros que la estarán esperando (v. 28). No nos detengamos ante nuestro deber ineludible. En la ruta hacia el “último puerto”, sigamos anunciando a Cristo.

III. NOS AGUARDA LA HISTORIA DEL EVANGELIO QUE DEBE SEGUIR ESCRIBIÉNDOSE

1. El libro sin conclusión. La forma cómo termina el libro de los Hechos, debiera llamarse: “El libro sin conclusión”. Lo que se infiere de este reconocimiento es que el evangelio es una historia que debe seguir escribiéndose. El mensaje que Cristo dejó en Hechos 1:8, donde se presenta la “Gran Comisión” detallada, sigue hasta el día de hoy.

Si bien es cierto que Pablo llenó con el evangelio todos los territorios visitados, la necesidad de seguir escribiendo la historia en los nuevos continentes, y hasta el presente, es una tarea sin finalizar. Por cuanto el libro no ha concluido, somos llamados, no a repetir lo que ya se hizo, sino a prolongar el mensaje del libro Hechos.

Invocamos la importancia que la iglesia de hoy mantenga el espíritu fervoroso de aquellos creyentes a través del poder y la llenura del Espíritu Santo. Para esto se hace tan necesario como urgente que renovemos el espíritu del Pentecostés, el cual se traduce en vivir vidas poderosas, de manera que podamos trastornar la sociedad donde vivimos como lo hicieron nuestros antepasados cristianos.

Que renazca la pasión de aquellos hombres, que sin importar las críticas, los juicios y hasta la muerte misma, nos entreguemos para ser usados por Dios en medio de los tiempos que vivimos. Que demos libertad al Espíritu Santo como la tuvo en aquel tiempo, de tal manera que el mundo sepa que el evangelio es poder de Dios para salvación. Que la iglesia de este tiempo siga escribiendo el libro de Hechos hasta que Cristo venga.

2. “… abiertamente y sin impedimento” v. 31. Ahora llegamos a la última oración de este libro. Lucas no pudo terminar mejor esta historia. Lo que narró hasta acá estuvo lleno de impedimentos. Así nació el evangelio. Pero ahora de una manera magistral nos dice que al final de aquellos días, después que se llegó al “último puerto”, la palabra de Dios era predicada “abiertamente y sin impedimento”.

Es cierto que el mensajero está en cadenas, y que durará dos años en esta condición, pero el evangelio del Señor está libre. “Abiertamente y sin impedimento” es una extraordinaria manera de decir que nada ni nadie podrán detener el avance del evangelio. Es cierto que desde que comenzó el diablo ha querido detenerlo. Cuando Cristo nació, el diablo representado en Herodes, quiso matarlo.

Cuando Cristo fue sometido a los cuarenta días de oración y ayunos, el diablo quiso impedir el evangelio con las tres tentaciones ofrecidas. Cuando Cristo murió, el diablo quiso impedirlo en la agonía del Getsemaní. Cuando comenzó la iglesia, el diablo quiso detener su avance destruyendo y matando a los creyentes.

Pero gracias al dador del evangelio, que por más que ha sido perseguido (incluyendo las modernas religiones que en nombre de su “Dios” están hostigando a los creyentes), el evangelio seguirá estando “abiertamente y sin impedimento”. Debemos seguir escribiendo su historia. No la paremos. Pablo llegó al “último puerto” sin impedimento, ¿qué nos detiene a nosotros ahora para hablar?

IV. NOS AGUARDA LA LLEGADA DEL OCASO DE LA VIDA ESPERANDO LA CORONA DEL TRIUNFADOR

1. “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe…” (2 Tim. 4:6-8). El camino transitado de la vida se convierte en una obligada referencia para mirar hacia atrás, reflexionar y evaluar lo que hicimos o dejamos de hacer. Cuando esto ocurre nos daremos cuenta de todas las bendiciones recibidas y cómo la mano de Dios fue propicia en todo este tiempo.

El reto de cada creyente es poder al final de sus vidas, en base a su fidelidad a Dios, decir las mismas palabras de Pablo. Así que cuando Pablo llegó a este “último puerto”, estaba entrando en el ocaso de su vida. Si bien es cierto que siguió escribiendo y predicando, ya sus años estaban llevándole al postrimería, tanto así que nos dejó como parte de su biografía estas nostálgicas y muy sentidas palabras.

Así que mientras Pablo se reconocía como un “preso en el Señor”, su actuación era la de un soldado en batalla. Que aunque en su cuerpo sentía el “aguijón de la carne”, se reconocía como un atleta en el campo de la competencia.

Si bien es cierto que se le impidió hablar de Jesús, también pudo decir “he guardado la fe”. Qué manera de llegar al “último puerto”. La vida cristiana no tiene sentido si no llegamos de esta forma.

2. “… por lo demás me está aguarda la corona de justicia…” (v. 8). Al parecer esta fue la última carta que Pablo escribió desde la cárcel en Roma, probablemente en un segundo encarcelamiento. Como este sería su “último puerto”, Pablo olfateaba el final de su vida. Fue por eso que escribió también estas sentidas palabras: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano” (v. 6).

Al igual que el Señor Jesucristo, el anciano apóstol reconocía que su muerte inminente no sería natural, sino un sacrificio, así como el animal a quien se le ungía con vino antes de matarlo. Por otra parte, la palabra “estoy” podría aludir a su anticipación de la sangre que derramaría en su decapitación. ¿Supo Pablo de que muerte iba a morir?

Pero además, cuando él dice “el tiempo de mi partida está cercano” era una metáfora que se tomaba para desatar las amarras antes de soltar las velas. ¿Y acaso la muerte no es un viaje que nos lleva al puerto mismo de la eternidad? Para Pablo la muerte no era el fin, sino el gran comienzo, por eso habla de la “corona de justicia”. Aunque le cortarían la cabeza en breve, el Señor, “el juez justo”, le daría una nueva al coronarle.

Habrá una recompensa al final de la jornada. El “último puerto” es la entrada triunfal a la autentica vida. ¿Está listo para ese viaje?

CONCLUSIÓN: Dios planificó la vida de Pablo con un propósito. Como quiera que haya sido, él llegó a ser uno de los más grandes apóstoles. Y mire la manera cómo lo logró: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.

Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez…” (2 Co. 11:24-27).

Y ahora ha llegado a Roma, el “último puerto” de su vida. Aunque arribó allí preso, él está libre y es un triunfador. Su vida y testimonio ha sido la más grande influencia que este mundo ha tenido, después de Cristo. Todos nos encaminamos al “último puerto” también. ¿En qué condición llegaremos?

INGLESIA BAUTISTA

HISPANA COLUMBIA

Falls Church, 17/11/2013

Rev. Julio Ruiz, pastor

Mensajes del libro de los Hechos