Jn 10, 1-10: Jesús Buen Pastor (i) – La Puerta de las ovejas

1 En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4 Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: 5 a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
6 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: 7 «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. 9 Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 10 El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)


Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos

Agustín, De Verbum Domine Serm, 49

2. «El que entra por la puerta es pastor de las ovejas.».Entra por la puerta el que entra por Cristo, el que imita la pasión de Cristo, el que conoce la humildad de Cristo, que siendo Dios se ha hecho hombre por nosotros. Conozca el hombre que no es Dios, sino hombre, porque el que quiere parecer Dios siendo hombre, no imita a Aquel que siendo Dios se hizo hombre. Porque no se te ha dicho: seas algo menos de lo que eres; sino, reconoce lo que eres.

3. «A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.» ¿Y quién es el que saca las ovejas sino Aquel que perdona los pecados, para que desembarazados de sus duras cadenas puedan seguirle? «Y cuando ha sacado fuera sus ovejas, va delante de ellas».

5. «A un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» Algunas veces las que no son ovejas oyen la voz del pastor; tal aconteció a Judas, que aunque era lobo, oyó esta voz, y las ovejas no la oyen; porque algunos de los que crucificaron a Cristo eran ovejas, y sin embargo, no oyeron su voz. Podrá decir alguno que aquellas no eran ovejas cuando no oían su voz; mas una vez que fue oída esta voz, fueron cambiados, de lobos que eran, en ovejas. Aún me asusta lo que el Señor, por boca de Ezequiel, reprende a los pastores, diciéndoles, entre otras cosas, acerca de las ovejas (Jn 34,6): «No llamaste a la que andaba errante». El le dice errante y la llama oveja; no andaría errante, si oyera la voz del pastor; por eso anda errante, porque oyó la voz del extraño. He aquí lo que yo digo: el Señor conoce los que son suyos, por presciencia (2Tim 2,19); conoce a los predestinados; éstos son las ovejas. Algunas veces no se conocen ellas mismas, pero el pastor las conoce; porque hay muchas ovejas fuera del redil, y muchos lobos están dentro. De los predestinados es de quien habla. Hay una cierta voz de pastor que las ovejas reconocen; no la del extraño; y en la que las que no son ovejas no oyen a Cristo. ¿Qué voz es ésta? «El que perseverare hasta el fin, éste será salvo» (Mt 10,22). Esta voz no la desprecia el hijo; no la oye el extraño. «Este proverbio les dijo Jesús. Mas ellos no entendieron lo que les decía», porque el Señor apacienta con palabras claras y ejercita con palabras oscuras. Cuando dos oyen las palabras del Evangelio, el uno piadoso y el otro impío, y lo que oyen es de tal naturaleza que ambos no lo entienden, el uno exclama: es verdad lo que dijo, es bueno lo que dijo, pero nosotros no lo entendemos. Este ya llama, porque cree; es digno de que se le abra si insiste en llamar. El otro dice: nada dijo; que oiga aun esta palabra: «Si no creyereis, no entenderéis» (Is 7,9).

8. «Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.» Entiéndase en este sentido: Todos los que vinieron sin mí; porque no vinieron sin El los Profetas, porque vinieron con El los que vinieron con la palabra de Dios, y los que vinieron con El fueron veraces, porque El es la palabra y la verdad. El que había de venir enviaba sus heraldos, poseyendo los corazones de aquellos que enviaba. El que existe siempre, tomó carne en el tiempo. ¿Qué quiere decir siempre ? «En el principio era el Verbo» (Jn 1,1). Los justos precedieron su venida en carne; creyeron que había de venir del mismo modo que nosotros creemos que vino. Los tiempos son diversos, no la fe; la misma fe une a los unos y a los otros, a aquellos que creyeron que vendría, y a los que creen que vino. Luego todos los que vinieron sin El fueron ladrones y salteadores; esto es, vinieron para robar y para matar. «Pero no los oyeron las ovejas», esto es, aquellos de quienes se ha dicho (2Tim 2,19): «El Señor conoce los que son de El». Las ovejas no oyeron a aquellos en quienes no estaba la voz de Cristo; a los que andan errando, a los mentirosos, a los seductores de infelices.
Por qué se llama a sí mismo puerta, lo manifiesta cuando añade: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.»

9. «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.» Pero ¿qué quiere decir «Entrará y saldrá»? Entrar en la Iglesia por la puerta misma es muy bueno; pero salir de la Iglesia, no lo es. Podemos, pues, decir que nosotros entramos cuando pensamos interiormente alguna cosa, y que salimos cuando hacemos alguna acción exterior, según aquello del Profeta (Sal 103,23): «Saldrá el hombre a su obra».
Pero más me complace el consejo que en cierta manera nos da cuando dice después: «El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Me parece que debe entenderse: para que tengan vida, los que entran, esto es, que reciban la vida de la fe que obra por la caridad (Gál 5); fe que abre la puerta del redil en que está la vida, porque el justo vive de la fe (Rom 1,17). «Y para que la tengan en más abundancia» los que salen, esto es, cuando mueren los verdaderos fieles y tienen una vida más abundante, en donde después no vuelven a morir. Aunque en esta vida no falten pastos, encontrarán pastos donde puedan saciarse, como los que encontró aquel a quien se dijo (Lc 23,43): «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Juan Crisóstomo, Sobre el Evangelio de san Juan 58

1. Como el Señor había sostenido una disputa sobre la ceguedad de los judíos, a fin de que ellos no dijesen: no es por nuestra ceguedad por lo que no nos acercamos a ti, sino que nos apartamos como huyendo del error, quiere probar que El no es un impostor, sino que es el verdadero pastor, fijando las señales que distinguen al ladrón del pastor. Y en primer lugar enseña quién es el impostor y el ladrón, diciendo: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido ». El se refiere de una manera tácita a todos aquellos que vinieron antes que El y a los que vendrían después, al anticristo y a los falsos cristos. Llama puerta a las Escrituras, porque éstas enseñan el conocimiento de Dios; ellas son las que guardan las ovejas y no dejan que se acerquen los lobos, cerrando la entrada a los herejes. Así, pues, el que no usa de las Escrituras, sino que sube por otra parte, esto es, adopta otra vía distinta y no legítima, éste es un ladrón. Dice sube y no dice entra, a la manera del ladrón que trata de escalar el muro y hace todas las cosas rodeado de peligros. Dice por otra parte designando de una manera tácita a los escribas, que enseñaban las máximas y las doctrinas humanas, y al mismo tiempo violaban la Ley. No debe extrañarnos que El se llame a sí mismo puerta, porque se presenta a sí mismo también como pastor y como rebaño. El se llama puerta por ser el que nos conduce al Padre, y se llama pastor por ser el que nos guía.

2. Has visto cómo describe al ladrón; mira ahora la definición del pastor: «pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.»

3. «A este le abre el guarda…» Nada impide llamar portero a Moisés, porque a él fue confiado el depósito de las palabras de Dios.
Como que ellos le habían tenido por un impostor y se empeñaban en probarlo por su misma infidelidad diciendo ( Jn 7,48): «Quién de los príncipes creyó en El», enseña ahora que, puesto que no le escuchan, son excluidos de la condición de ovejas: «… y las ovejas atienden a su voz». Y si es propio del pastor entrar por la puerta verdadera, por la que El mismo entró, síguese que se separan del rebaño las ovejas que no oyen su voz.
«… y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.» Sacaba a sus ovejas cuando las enviaba, no ya lejos de los lobos, sino en medio de ellos. Estas palabras parece que se dirigen al ciego de una manera indirecta, porque le sacó llamándole de en medio de los judíos.

4. «Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz» Los pastores hacen lo contrario, siguiendo ellos mismos a las ovejas; mas El dice de sí mismo lo contrario, conduciendo las ovejas a la verdad.

5. «a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños» Llama extraños a Judas y a Teudas 1 y a los demás falsos apóstoles que debían venir después de ellos. Para no confundirse con ellos, se distingue en muchas cosas. En primer lugar por la doctrina de las Sagradas Escrituras, por las cuales Cristo atraía a sí a los hombres, mientras que ellos separaban a los hombres de esas mismas Escrituras. En segundo lugar, por la obediencia de las ovejas, pues los hombres creyeron en El no sólo durante su vida, mas a ellos los abandonaron inmediatamente.

6-7. «Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús…» Queriendo el Señor que se fijaran más los judíos, les explica lo que más arriba les había dicho: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.»

8. «Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos…» No dijo esto de los Profetas, como pretenden los herejes, sino de los sediciosos. Por lo cual añade, alabando a las ovejas: «pero las ovejas no los escucharon.» . En ningún lugar se observa que haya hecho elogios de aquellos que no obedecieron a los Profetas; antes, por el contrario, los vitupera severamente.

9. «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.» O bien estas palabras deben entenderse de los Apóstoles, que entraron y salieron con intrepidez, como señores de todo el mundo, y nadie pudo arrojarlos, y tuvieron alimentos.

10. «El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.» Cuando dice «El ladrón no viene sino para hurtar, y para matar, y para destruir», se refiere a los sediciosos, y esto se cumple a la letra en todos aquellos hombres muertos y perdidos que les seguían, privándolos de este modo de la vida eterna. «Yo he venido por la salvación de todos, para que tengan vida y para que la tengan en más abundancia en el reino de los cielos»; y ésta es la tercera diferencia por la que se distingue de los falsos profetas.


Notas

[1] Entre los falsos mesías, a que hace referencia Gamaliel en su discurso de Hech 5,36-37, están, Judas el Galileo, hijo de Ezquías, quien se sublevó hacia el 6 a.C.; y un tal Teudas, sobre cuya identidad hay cierta incertidumbre.

Varios Padres, Comentario

3. «A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.» Podríamos decir que el Espíritu Santo es el portero que, abriéndonos las Sagradas Escrituras, nos muestra a Cristo (Teofilacto).

«… y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.» En verdad, las saca de las tinieblas de la ignorancia a la luz, cuando va delante de ellas como en columna de nube y de fuego (Glosa).

5. «A un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».Significa también el anticristo, que después de haber engañado un tanto a los hombres, no hará prosélitos después de su muerte (Teofilacto).

9. «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.» Como si dijera: Las ovejas no les oyen; pero me oyen a mí, porque yo soy la puerta, y todo hombre verdadero, no hipócrita, que entrare por mí y perseverare, será salvo (Alcuino).

El Señor conduce a las ovejas a los pastos por la puerta; por eso dice: «Y entrará, y saldrá, y hallará pastos». ¿Cuáles son estos pastos, sino el placer y el descanso futuro en que el Señor nos introduce? (Teofilacto).

También la palabra entrar se aplica a aquel que se ocupa del hombre interior, y la palabra salir a aquel que mortifica en Cristo al hombre exterior, esto es, a sus miembros, que están sobre la tierra (Col 3), porque éste es el que encontrará pastos en la vida futura (Teofilacto).

10. «El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.» Como si dijera: Con razón las ovejas no oyen la voz del ladrón, porque el ladrón no viene sino para hurtar, apropiándose a sí lo que es de otro; no instruyendo a sus secuaces en los preceptos de Cristo, sino persuadiéndoles a que vivan siguiendo el ejemplo de ellos. Por eso añade el Evangelista: «Y para matar» (separando de la fe con doctrina engañosa), «y para destruir» (en la eterna condenación). Esos son, pues, los que hurtan y matan. «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en más abundancia» (Alcuino).

Entrará, pues, en la fe y saldrá a la visión de la naturaleza misma, y encontrará pastos en la eterna hartura (San Gregorio, Super Ezech. hom 13).

En sentido místico, el ladrón es el diablo que con la tentación viene para robar por medio de malos pensamientos, mata por el consentimiento y destruye por las obras (Teofilacto).


Uso Litúrgico de este texto (Homilías)

Tiempo de Pascua: Domingo IV (Ciclo A)
Tiempo de Pascua: Lunes IV

Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia

San Agustín

Tratado 45, sobre Jn 10, 1-10

Comentario a Jn 10,1-10, predicado en Hipona un sábado de septiembre u octubre de 414

1. A propósito del iluminado aquel que nació ciego, surgió un discurso del Señor a los judíos. Así pues, Vuestra Caridad debe saber que con esta lectura está entrelazada la hodierna, y ser advertida de ello. En efecto, puesto que el Señor había dicho: «Para un juicio vine yo a este mundo, para que vean quienes no ven, y resulten ciegos quienes ven» (Jn 9,39), lo cual expuse como pude en el tiempo cuando se leyó, algunos de entre los fariseos dijeron: ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Les respondió: Si fuerais ciegos no tendrías pecado; ahora, en cambio, decís que «vemos»; vuestro pecado permanece ( 2 Jn 9,40-41). A estas palabras ha añadido las que hoy hemos oído cuando se leían públicamente.

Sin eterno vivir no hay recto vivir

2. En verdad, en verdad os digo: quien no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa por otro lado, ése es ladrón y asesino (Jn 10,1). Dijeron, en efecto, que ellos no eran ciegos; podrían empero ver entonces, si fuesen ovejas de Cristo. ¿En virtud de qué se usurpaban la luz quienes se enfurecían contra el Día? Por la vana, orgullosa e insanable arrogancia de ellos, pues, el Señor Jesús ha entrelazado esas cosas mediante las que, si prestamos atención, nos ha avisado salubremente. Hay, en efecto, muchos a quienes según cierta costumbre de esta vida se califica de hombres buenos —varones buenos, mujeres buenas—, inocentes y que observan, por así decirlo, lo que en la Ley está preceptuado, que otorgan honor a sus padres, no fornican, no perpetran homicidio, no cometen hurto, no presentan falso testimonio contra nadie y observan, digamos, lo demás que la Ley manda. No son cristianos, mas generalmente se jactan como ésos: ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Pero, porque todo eso que hacen, mas desconocen a qué fin referirlo, lo hacen inanemente, en la lectura hodierna ha propuesto el Señor la comparación acerca de su rebaño y de la puerta por la que se entra al redil. Digan, pues, los paganos: «Vivimos bien». Si no entran por la puerta, ¿qué les aprovecha eso de que se glorían? En efecto, vivir bien debe aprovechar a cada uno para esto, para que le sea dado vivir siempre, porque a quien no le es dado vivir siempre, ¿qué le aprovecha vivir bien? ¡Que tampoco ha de decirse que viven bien quienes por ceguera desconocen la finalidad de vivir bien, o por engreimiento la desprecian! Pues bien, nadie tiene esperanza verdadera y cierta de vivir siempre, si no reconoce la Vida, cosa que es Cristo, y si por la entrada no entra al redil.

 

La filosofía pagana no lleva a la vida eterna

 

3. Tales hombres, pues, buscan generalmente persuadir a los hombres a vivir bien y a que no sean cristianos. Quieren trepar por otra parte; robar y asesinar, no guardar y salvar como el pastor. Hubo, pues, ciertos filósofos que sobre virtudes y vicios han tratado, matizado, definido muchas sutilezas, concluido raciocinios agudísimos, llenado libros, blandido con bocas crepitantes su sabiduría, los cuales osaron incluso decir a los hombres: «Seguidnos, adheríos a nuestra escuela, si queréis vivir felizmente». Pero no habían entrado por la puerta: querían destruir, aniquilar y asesinar.

 

Los fariseos no entraron por la puerta

4. ¿Qué diré de ésos? He ahí que los fariseos mismos leían y en lo que leían dejaban que se oyera a Cristo, esperaban que iba a venir, mas no le reconocían presente; aun ellos mismos se jactaban entre quienes ven, esto es, entre los sabios, mas negaban a Cristo y no entraban por la puerta. También ellos mismos, pues, si quizá seducían a algunos, los seducirían para aniquilarlos y asesinarlos, no para liberarlos. Dejemos también a éstos; miremos a los que se glorían del nombre de Cristo mismo, a ver si esos mismos entran quizá por la puerta.

El único redil es la Iglesia católica

5. Innumerables son, en efecto, quienes no sólo se jactan de ver, sino que quieren que se los vea iluminados por Cristo; son, en cambio, herejes. ¿Quizá esos mismos habrán entrado por la entrada? ¡Ni pensarlo! Sabelio dice: «El que es el Hijo, ese mismo es el Padre». Pero, si es el Hijo, no es el Padre. No entra por la puerta quien llama Padre al Hijo. Arrio dice: «Una cosa es el Padre; otra es el Hijo». Hablaría correctamente si dijera «otro individuo», no «otra cosa». En efecto, cuando dice «otra cosa», contradice a ese al que oye decir: Yo y el Padre somos una única cosa (Jn 10,30). Tampoco él, pues, entra por la puerta, ya que predica a Cristo cual se lo imagina, no cual dice la Verdad. Tienes el nombre, no tienes la realidad. Cristo es nombre de alguna realidad: mantén esa realidad misma, si quieres que el nombre te aproveche. Otro, no sé de dónde, afirma como Fotino: «Cristo es hombre; no es Dios». Tampoco él entra por la puerta, porque Cristo es hombre y Dios. Mas ¿por qué es necesario pasar revista a muchas cosas y enumerar las muchas vaciedades de las herejías? Mantened esto: que el redil de Cristo es la Iglesia católica. Cualquiera que quiere entrar al redil, entre por la puerta, predique al Cristo auténtico. No sólo predique al Cristo auténtico, sino busque la gloria de Cristo, no la suya, porque muchos, buscando su gloria, dispersaron más bien que congregaron las ovejas de Cristo. Baja, en efecto, es la Entrada, Cristo el Señor; es preciso que quien entra por esta entrada se abaje para poder entrar con la cabeza sana. Quien, en cambio, no se abaja, sino que se empina, quiere trepar por la tapia; ahora bien, quien por la tapia trepa, se empina para caer.

Saltar la tapia es un crimen y una desgracia

6. Todavía empero habla veladamente el Señor Jesús, aún no se le entiende. Nombra la puerta, nombra el redil, nombra las ovejas; encarece, pero aún no explica todo esto. Leamos, pues, porque va a llegar a las palabras en que se digne exponernos algo de lo que ha dicho, en virtud de cuya exposición nos dará tal vez entender también lo que no ha expuesto. En efecto, con lo claro apacienta, con lo oscuro aguijonea. Quien no entra por la puerta al redil de las ovejas, sino que trepa por otra parte. ¡Ay del desdichado, porque va a caer! Sea, pues, humilde, entre por la puerta; venga a pie llano y no tropezará. Ése, afirma, es ladrón y asesino; quiere llamar suyas a las ovejas ajenas; suyas, esto es, obtenidas con hurto, para esto: no para salvarlas, sino para matarlas. Es, pues, ladrón porque llama suyo lo ajeno; asesino porque además mata lo que ha robado. Quien, en cambio, entra por la puerta es pastor de las ovejas; a éste le abre el portero. Preguntemos por ese portero cuando hayamos oído al Señor mismo cuál es la puerta y quién es el pastor. Y las ovejas oyen su voz y a las ovejas propias las llama nominalmente ((Jn 10,2-3), pues tiene sus nombres escritos en el libro de la vida. Llama nominalmente a las ovejas propias. Por eso dice el Apóstol: El Señor conoce a quienes son suyos (2Tm 2,19). Y las saca y, cuando ha enviado fuera a las ovejas propias, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque conocen su voz. A un extraño, en cambio, no le siguen, sino que huyen de él porque no conocen la voz de los extraños (Jn 10,4-5). Velado está esto, lleno de cuestiones, grávido de misterios. Sigamos, pues, y oigamos al Maestro, que abre algo de estas oscuridades y que, mediante lo que abre, nos hace quizá entrar.

Palabras de ánimo a quienes no logran entender

 

7. Esta alegoría les dijo Jesús; ellos, por su parte, no se enteraron de qué les hablaba (Jn 10,6). Quizá tampoco nosotros. ¿Qué diferencia hay, pues, entre ellos y nosotros, antes que también nosotros comprendamos esas palabras? Que nosotros aldabeamos para que se nos abra; ellos, en cambio, negando a Cristo, no querían entrar para ser guardados, sino quedarse fuera para destruirse. Porque, pues, oímos esto piadosamente, porque antes de entenderlo creemos que es verdadero y divino, distamos de ésos con gran diversidad. En efecto, cuando dos, uno impío, piadoso otro, oyen las palabras del evangelio y éstas son tales que quizá no las entienden ambos, uno dice: «No ha dicho nada», otro dice «Ha dicho la verdad y es bueno lo que ha dicho; pero nosotros no entendemos»; éste, porque cree, aldabea ya y, si persiste en aldabear, es digno de que se le abra; aquél, en cambio, oye aún: Si no creyereis, no entenderéis (Is 7,9 sec. LXX). ¿Por qué hago valer esto? Porque aun cuando haya expuesto, como puedo, estas palabras oscuras, nadie ha de desesperar de sí porque son muy arcanas o por no haber yo captado su sentido o por no haber tenido facilidad de explicar lo que entiendo o porque uno es tan torpe que no sigue al expositor; permanezca en la fe, camine por el camino, oiga decir al Apóstol: Y si en algo pensáis de otra manera, también esto os lo revelará Dios; sin embargo, caminemos en eso a que hemos llegado (Flp 3,15-16).

Quiénes son los ladrones

 

8. A quien, pues, hemos oído proponer, comencemos a oírlo exponer. Les dijo, pues, de nuevo Jesús: En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta de las ovejas (Jn 10,7). He ahí que él ha abierto la puerta misma que había puesto cerrada. Él en persona es la puerta. La hemos reconocido; entremos o gocemos de haber entrado. Todos cuantos vinieron son ladrones y asesinos (Jn 10,8). Señor, ¿qué significa esto: Todos cuantos vinieron? Pues qué, ¿no viniste tú? Pero entiende: «He dicho «Todos cuantos vinieron» fuera de mí, evidentemente». Reconsideremos, pues. Antes de la venida de él mismo vinieron los profetas; ¿acaso fueron ladrones y asesinos? ¡Ni pensarlo! No vinieron fuera de él, porque vinieron con él. Quien iba a venir enviaba pregoneros, pero poseía los corazones de esos a quienes había enviado. ¿Queréis saber que vinieron con ese que es siempre él mismo? Ciertamente, del tiempo tomó carne. ¿Qué significa, pues, «siempre»? En el principio existía la Palabra (Jn 1,1). Vinieron, pues, con él quienes vinieron con la Palabra de Dios. Yo soy,afirma, el Camino y la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Si él en persona es la Verdad, con él vinieron quienes eran veraces. Cuantos, pues, vinieron fuera de él, eran ladrones y asesinos; esto es, vinieron a robar y matar.

Idéntica es nuestra fe y la de los profetas

 

9. Pero no los escucharon las ovejas (Jn 10,8). Problema mayor es éste: No los escucharon las ovejas. Antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo con la que en carne vino en condición baja, los justos se adelantaron a creer en él, que iba a venir, como nosotros creemos en él, que ha venido. Los tiempos han cambiado, no la fe, porque también los verbos mismos varían según el tiempo, cuando se conjugan diversamente —un sonido tiene «va a venir»; otro sonido tiene «ha venido»; se ha mudado el sonido: «va a venir» y «ha venido»—; sin embargo, idéntica fe une a unos y otros, a quienes creyeron que iba a venir, y a quienes han creído que él ha venido. Vemos que en tiempos ciertamente diversos, pero por la única puerta de la fe, esto es, por Cristo, han entrado unos y otros. Nosotros creemos que el Señor Jesucristo, nacido de la Virgen, en carne ha venido, ha padecido, ha resucitado, ha ascendido al cielo; creemos que todo esto se ha cumplido ya, como oís los verbos del tiempo pasado. Los Padres, que creyeron que iba a nacer de virgen, a padecer, resucitar, ascender al cielo, están también con nosotros en la sociedad de la fe en él, pues a ellos se refiere el Apóstol cuando dice: Ahora bien, pues tenemos idéntico espíritu de fe, también nosotros, como está escrito: «Creí, por eso hablé», creemos; por lo cual hablamos también (2Co 4,13). Un profeta dijo: «Creí, por eso hablé» (Sal 115,10); el Apóstol dice: También nosotros creemos; por lo cual hablamos también.

Ahora bien, para que sepas que la fe es una sola, óyele decir: Pues tenemos idéntico espíritu de fe, también nosotros creemos. Así también en otro lugar: Pues no quiero, hermanos, que vosotros ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y en la nube y en el mar fueron todos bautizados para unirse a Moisés y todos bebieron idéntica bebida espiritual (1Co 10,1-4). El mar Rojo significa el bautismo; Moisés, guía a través del mar Rojo, significa a Cristo; el pueblo que pasa significa los fieles; la muerte de los egipcios significa la abolición de los pecados. Con signos diversos, idéntica fe; con signos diversos, igual que con palabras diversas, porque las palabras mudan los sonidos a través de los tiempos, mas, evidentemente, las palabras no son otra cosa que signos, pues son palabras porque significan: quítale a la palabra su significación; es ruido hueco. Todo, pues, ha sido significado.

¿Acaso no creían lo mismo aquellos mediante los que se servían estos signos, mediante los que se prenunciaba profetizado lo mismo que creemos? Evidentemente, lo creían; pero ellos, que eso iba a venir; nosotros, en cambio, que ha venido. Por eso asevera también así: Bebieron idéntica bebida espiritual; idéntica la espiritual, porque la corporal no es idéntica. En efecto, ¿qué bebían ellos? Pues bebían de la roca espiritual que seguía; ahora bien, la roca era el Mesías (1Co 10,4). Ved, pues, variados los signos mientras la fe permanece. Allí la roca era el Mesías; para nosotros es Cristo lo que se pone en el altar de Dios. También ellos bebieron como gran sacramento de idéntico Cristo el agua que manaba de la roca; los fieles saben qué bebemos nosotros. Si atiendes al aspecto visible, es otra cosa; si al significado inteligible, bebieron idéntica bebida espiritual.

Cuantos, pues, en aquel tiempo creyeron a Abrahán o a Isaac o a Moisés o a los otros patriarcas y a los otros profetas que prenunciaban a Cristo eran ovejas y escucharon a Cristo: escucharon no una voz ajena, sino la de él en persona. El juez había estado en el pregonero porque, aun cuando el juez habla mediante el pregonero, el secretario escribe no «el pregonero ha dicho», sino «El juez ha dicho». Hay, pues, otros a quienes las ovejas no escucharon, en los que no estaba la voz de Cristo, pues erraban, decían falsedades, parloteaban frivolidades, inventaban vaciedades, seducían a infelices.

¿Quiénes son las ovejas?

 

10. ¿Qué significa, pues, lo que he dicho: «Problema mayor es éste»? ¿Qué oscuridad y dificultad de entender tiene? Escuchad, por favor. He ahí que el Señor mismo, Jesucristo, vino, predicó; evidentemente, mucho más era voz del Pastor la expresada por la boca misma del Pastor, ya que, si mediante los profetas había voz del Pastor, ¿cuánto más la lengua misma del Pastor profería la voz del Pastor? No todos escucharon. Pero ¿qué suponemos? Quienes escucharon ¿eran ovejas? He ahí que Judas escuchó, mas era lobo; seguía, pero, cubierto con piel de oveja, tendía una trampa al Pastor. En cambio, algunos de quienes crucificaron a Cristo no escuchaban, mas eran ovejas pues los veía a esos mismos entre la turba cuando decía: Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy (Jn 8,28). ¿Cómo, en efecto, se resuelve este problema: escuchan quienes no son ovejas y no escuchan las ovejas; siguen la voz del Pastor ciertos lobos y le contradicen las ovejas; por último, las ovejas matan al Pastor? Se resuelve el problema, pues alguien responde y dice: «Pero, cuando no escuchaban, aún no eran ovejas; entonces eran lobos; la voz escuchada los cambió y de lobos los hizo ovejas; cuando, pues, fueron hechos ovejas, escucharon, hallaron al Pastor y siguieron al pastor; porque hicieron lo mandado, esperaron las promesas del Pastor».

¿También los descarriados son ovejas?

11. Ha quedado resuelto de algún modo ese problema y quizá esto baste a alguno. A mí, en cambio, me turba aún y, para merecer hallar con vosotros si aquél lo revela, con vosotros comunico qué me turba, mientras con vosotros busco en cierto modo. Oíd, pues, qué me turba. Mediante el profeta Ezequiel reprende el Señor a los pastores y de las ovejas dice entre lo demás: No hicisteis volver la oveja descarriada (Ez 34,4). Dice «descarriada» y asimismo la nomina oveja. Si, cuando estaba descarriada, era oveja, ¿la voz de quién escuchaba para descarriarse? Si, en efecto, escuchase la voz del Pastor, sin duda, no se descarriaría; pero se descarrió precisamente porque escuchó la voz de un extraño: escuchó la voz del ladrón y asesino. Ciertamente no escuchan las ovejas la voz de los asesinos: quienes vinieron, afirma —y entendemos: fuera de mí—; esto es, quienes vinieron fuera de mí son ladrones y asesinos, mas las ovejas no los escucharon. Señor, si no los escucharon las ovejas, ¿cómo se descarrían las ovejas? Si las ovejas no escuchan sino a ti y tú eres la Verdad, cualquiera que escucha la Verdad evidentemente no se descarría. Aquéllos, en cambio, se descarrían, mas se los nomina ovejas. De hecho, si en medio del descarrío mismo no se los nominase ovejas, no se diría mediante Ezequiel: No hicisteis volver la oveja descarriada. ¿Cómo se descarría y asimismo es oveja? ¿Ha escuchado la voz de un extraño? Ciertamente no los escucharon las ovejas.

Además, muchos son reunidos ahora mismo en el redil de Cristo y de herejes son hechos católicos: se los quitan a los ladrones, son devueltos al Pastor; mas a veces protestan, se hastían de quien los hace volver y no perciben al que los degüella; sin embargo, aun cuando quienes son ovejas hayan venido rezongantes, reconocen la voz del Pastor, se alegran de haber venido y se sonrojan de haberse descarriado. Cuando, pues, de aquel error se gloriaban como de la verdad y, evidentemente, no escuchaban la voz del Pastor y, por eso, seguían a un extraño, ¿eran o no eran ovejas? Si eran ovejas, ¿cómo las ovejas no escuchan a extraños? Si no eran ovejas, ¿por qué se reprende a esos a quienes se dice: No hicisteis volver la oveja descarriada? También entre esos mismos, hechos ya cristianos católicos, fieles de buena esperanza, ocurren a veces males —son seducidos al error—, mas tras el error se los hace volver; cuando fueron seducidos al error y rebautizados, o después de la sociedad del redil del Señor se han vuelto de nuevo al error anterior, ¿eran o no eran ovejas? Evidentemente, eran católicos. Si eran fieles católicos, eran ovejas. Si eran ovejas, ¿cómo pudieron escuchar la voz de un extraño, siendo así que el Señor dice: No los escucharon las ovejas?

La realidad de la predestinación

 

 12. Habéis oído, hermanos, la profundidad del problema. Digo, pues: El Señor conoce a esos que son suyos (2Tm 2,19). Conoce a los preconocidos, conoce a los predestinados, pues ciertamente de él se dice: Ahora bien, a quienes preconoció, también los predestinó a ser hechos conformes con la imagen de su Hijo, para que ese mismo sea primogénito entre muchos hermanos. Por otra parte, a quienes predestinó, a esos mismos también los llamó; y a quienes llamó, a esos mismos también los justificó. Ahora bien, a quienes justificó, a esos mismos también los glorificó. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? Añade tú aún: Quien no tuvo miramiento con su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo también con él no nos regaló todo? A nosotros; pero ¿a quiénes? A los preconocidos, predestinados, justificados, glorificados, respecto a los cuales sigue: ¿Quién hará acusaciones contra elegidos de Dios? (Rm 8,29-33) Conoce, pues, el Señor a esos que son suyos: esos mismos son las ovejas. Ellas mismas se desconocen a veces; pero, antes de la constitución del mundo, el pastor las conoce según esa predestinación, según esa presciencia de Dios, según la elección de las ovejas, porque el Apóstol dice también esto: Como nos eligió en ese mismo antes de la constitución del mundo (Ef 1,4).

Según, pues, esa presciencia y predestinación de Dios, ¡cuán numerosas ovejas fuera, cuán numerosos lobos dentro; cuán numerosas ovejas dentro y cuán numerosos lobos fuera! ¿Qué significa lo que he dicho: «Cuán numerosas ovejas fuera»? ¡Cuán numerosos los que, entregados de momento a la lujuria, van a ser castos; cuán numerosos los que injurian a Cristo, mas van a creer en Cristo; cuán numerosos los que se emborrachan, mas van a ser sobrios; cuán numerosos los que arrebatan cosas ajenas, mas van a regalar las suyas! Sin embargo, de momento oyen una voz extraña, siguen a extraños. Asimismo, ¡cuán numerosos los que dentro alaban a Cristo, mas van a injuriarlo; son castos, van a fornicar; son sobrios, después va a sepultarlos el vino; están en pie, van a caer! No son ovejas —hablo, en efecto, de los predestinados; hablo de estos que el Señor conoce, los cuales son suyos—; y empero esos mismos, mientras juzgan rectamente, oyen la voz de Cristo. He aquí que éstos la oyen, aquéllos no la oyen; y sin embargo, según la predestinación, ésos no son ovejas, éstos son ovejas.

Necesidad de perseverar hasta el final

13. Queda aún un problema que de momento puede, me parece, resolverse ahora así. Hay cierta frase, hay, repito, cierta frase del Pastor según la cual las ovejas no escuchan a extraños, según la cual quienes no son ovejas no escuchan a Cristo. ¿Cuál es esta frase? Quien haya perseverado hasta el final, éste será salvo (Mt 10,22). El propio no desatiende esta frase, no la escucha el extraño; de hecho, también éste le predica esto, que persevere con él hasta el final, pero, al no perseverar con él, no escucha esta frase. Vino a Cristo, oyó unas palabras y otras, éstas y aquéllas, todas verdaderas, saludables todas, entre todas las cuales está también aquella frase: Quien haya perseverado hasta el final, éste será salvo. Quien la escuchare, es oveja. Pero la oía no sé quién y perdió la cabeza, se enfrió, escuchó una voz ajena; si es un predestinado, ha errado por un tiempo, no ha perecido para siempre, regresa para escuchar lo que desatendió, para hacer lo que oyó. En efecto, si es de estos que están predestinados, Dios ha preconocido el error y la conversión futura de ese mismo; si se ha extraviado, regresa para escuchar esa frase del Pastor y seguir a quien dice: Quien haya perseverado hasta el final, éste será salvo. Voz buena, hermanos, verdadera, pastoral; esa misma es la voz de la salvación, en las tiendas de los justos (Cf Sal 117,15). En verdad, fácil es oír a Cristo, fácil es loar el Evangelio, fácil aplaudir a quien sobre él diserta; esto, perseverar hasta el final, es de las ovejas que oyen la voz del Pastor. Acaece una tentación: persevera tú hasta el final, porque la tentación no persevera hasta el final. ¿Hasta qué final perseverarás? Hasta que acabes el camino. De hecho, cuando no escuchas a Cristo, es adversario tuyo en ese camino, esto es, en esa vida mortal. Pero ¿qué dice? Ponte pronto de acuerdo con tu adversario, mientras con él estás en el camino (Mt 5,25). Has oído, has creído, te has puesto de acuerdo. Si eras adversario, ponte de acuerdo. Si se te ha concedido ponerte de acuerdo, no litigues más, pues desconoces cuándo se acaba el camino; pero en todo caso lo sabe él. Si eres oveja y si hubieres perseverado hasta el final, serás salvo; y, por esto, los suyos no desprecian esa voz, no la oyen los extraños.

Como he podido, como él mismo me ha concedido, os he expuesto o he tratado con vosotros el muy profundo problema. Si algunos han entendido menos, permanezca la piedad y se revelará la verdad; quienes, en cambio, han entendido, no se empinen sobre los más tardos, cual si fuesen más rápidos, no sea que empinándose se salgan de órbita y los más tardos lleguen más fácilmente. Ahora bien, a todos háganos llegar ese a quien decimos: Guíame, Señor, en tu camino y andaré en tu verdad (Sal 85,11).

¿Quién es el pastor?

14. Mediante esto, pues, que ha expuesto el Señor entremos, porque él en persona es la puerta, a lo que ha propuesto, mas no expuesto. Y, por cierto, aunque en esta lectura que hoy se ha leído públicamente no ha dicho quién es el pastor, sin embargo, en la que sigue dice clarísimamente: Yo soy el buen pastor (Jn 10,11). Aunque no lo dijera, ¿en qué otro excepto en él mismo deberíamos pensar a propósito de estas palabras donde asevera: Quien entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A éste le abre el portero y las ovejas oyen su voz y llama nominalmente a las ovejas propias y las saca. Y, cuando ha enviado fuera las ovejas propias, va ante ellas y las ovejas ¿lo siguen porque conocen su voz (Jn 10,2-4)? En efecto, ¿qué otro llama nominalmente a las ovejas propias y las saca de aquí a la vida eterna, sino quien conoce los nombres de los predestinados? Por cierto, las llama nominalmente, precisamente porque asevera a sus discípulos: Gozaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10,20). Y ¿qué otro las envía fuera, sino quien perdona sus pecados para que puedan seguirlo, libradas de duras cadenas? Y ¿quién las ha precedido adonde lo sigan, sino quien tras resucitar de entre los muertos ya no muere y la muerte no lo dominará ya (Rm 6,9) y, cuando aquí estaba visible en carne, dijo: Padre, respecto a los que me diste quiero que, donde yo estoy, estén también conmigo esos mismos (Jn 17,24) ? A eso se debe lo que ha aseverado: Yo soy la puerta; si alguien hubiere entrado por mí, será salvado y entrará y saldrá y hallará pastos (Jn 10,9). Con esto muestra evidentemente que por la puerta entran no sólo el pastor, sino también las ovejas.

15. Pero ¿qué significa: Entrará y saldrá y hallará pastos? En efecto, es muy bueno entrar a la Iglesia por la puerta, Cristo; en cambio, en ningún caso es bueno salir de la Iglesia, como asevera en una carta suya Juan Evangelista mismo: De entre nosotros salieron, pero no eran de entre nosotros (1Jn 2,19). Tal salida, pues, no podría ser loada por el Buen Pastor, aunque dijera: Entrará y saldrá y hallará pastos. Hay, pues, no sólo una entrada buena, sino también una salida buena por la puerta buena, que es Cristo. Pero ¿cuál es esa salida loable y feliz? En efecto, podría yo decir que entramos cuando interiormente pensamos algo y, en cambio, salimos cuando exteriormente realizamos algo, y porque, como dice el Apóstol, mediante la fe habita Cristo en nuestros corazones (Cf Ef 3,17), podría decir que entrar por Cristo es pensar según esa misma fe y, en cambio, salir por Cristo es actuar también fuera, esto es, ante los hombres, según esa misma fe, razón por la cual se lee en un salmo: «Saldrá el hombre a su trabajo» (Sal 103,23), y el Señor mismo dice: Luzcan ante los hombres vuestras obras (Mt 5,16). Pero me deleita más el hecho de que la Verdad en persona, como Buen Pastor y, por tanto, Buen Doctor, en cierto modo nos ha avisado sobre cómo debemos entender lo que asevera, entrará y saldrá y hallará pastos, cuando a continuación ha añadido: El ladrón no viene sino a robar y asesinar y destruir; yo vine para que tengan vida y la tengan más abundantemente (Jn 10,10). En efecto, me parece que ha dicho: para que al entrar tengan vida y al salir la tengan más abundantemente. Ahora bien, no puede nadie salir por la puerta, esto es, por Cristo, hacia la vida eterna que existirá en la visión, si por esa misma puerta, esto es, por el mismo Cristo, no entra a su Iglesia, que es su redil, hacia la vida temporal que existe en la fe. Por eso asevera «Yo vine para que tengan vida —esto es, la fe que actúa mediante la dilección (Cf Ga 5,6), fe mediante la que entran al redil para vivir, porque el justo vive de fe— (Rm 1,17; Hab 2,4), y la tengan más abundantemente» quienes, perseverando hasta el fina, salen por esa puerta, esto es, por la fe de Cristo, porque mueren como fieles genuinos, y tendrán vida más abundantemente, viniendo a donde el Pastor los ha precedido, donde nunca mueran después.

Aunque, pues, tampoco aquí, en el redil mismo, faltan pastos, porque respecto a una y otra cosa, esto es, a la entrada y a la salida, podemos entender lo que está dicho «y hallará pastos», sin embargo, hallarán pastos genuinos cuando se sacien quienes tienen hambre y sed de la justicia (Cf Mt 5,6); pastos cuales los halló ese a quien está dicho: Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43). Ahora bien, largo es investigar y explicar hoy, disertando según él mismo dijere, cómo él mismo es la puerta, él mismo el pastor, de forma que se entienda que en cierto modo él en persona entra y sale por sí mismo, y quién es el portero.

Guillermo de Saint-Thierry

Oración

Oraciones meditativas, VI, 6-10

«Amén, amén,Yo dije: Yo soy la puerta de las ovejas»

No sólo a Juan, el discípulo amado, le has mostrado la puerta abierta del cielo (Ap 4,1). Públicamente has dicho a todos…: «Yo soy la puerta: si alguien entra por mí se salvará». Tú, por lo tanto, eres la puerta… ¿Pero si vemos la puerta abierta en el cielo, nosotros que estamos en la tierra, para quién será, si nosotros no podemos subir allí? Pablo responde: «Aquel que sube, es el mismo que bajó» (Efesios 4,10). ¿Quién es? El Amor. En efecto, Señor, amor que está en nosotros se eleva hacia Ti allí, porque el amor que hay en Ti ha descendido a nosotros hasta aquí abajo. Porque tú nos has amado has bajado a nuestro lado; amándote nosotros subiremos cerca de tuyo.

Como tú mismo has dicho: “Yo soy la puerta”, por ti mismo yo te pido, ábrenos tu mismo, para mostrarnos más claramente, el lugar dónde tu eres la puerta … ya hemos dicho que ese lugar, es el cielo; el Padre vive allí, de quien decimos: “El Señor tiene su trono en el cielo” (Efesios 10.4). Por eso «Nadie viene al padre si no por ti» (Jn 14,6), que eres la puerta… Por lo tanto nosotros tendemos, aspiramos a Tí. Responde, por favor: «¿Maestro, donde vives?»(Jn 1,38). Contestas: «Estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,11). También: «En este día, reconoceréis que estoy en mi Padre, que vosotros estáis en mí y yo en vosotros” (Jn 14,20)… Entonces tu morada es el Padre, y Tú eres la del padre. Pero esto no es suficiente, porque también nosotros moramos contigo y Tú en nosotros.

Juan Taulero

Sermón

Sermón 27, 3º para Pentecostés

«A sus ovejas las llama por su nombre»

“Yo soy la puerta de las ovejas”: nuestro Señor dice que es la puerta del aprisco. ¿Qué es, pues, este aprisco, este cercado, del cual Cristo es la puerta? Es el corazón del Padre en el cual y del cual Cristo es verdaderamente una puerta digna de amor, él que nos des-selló y abrió el corazón hasta entonces cerrado a todos los hombres. En este rebaño, se reúnen todos los santos. El pastor es el Verbo eterno; la puerta es la humanidad de Cristo; por las ovejas de esta casa, entendemos las almas humanas, pero los ángeles también pertenecen a este rebaño…; el portero, es el Espíritu santo, porque toda verdad comprendida y expresada viene de él…

¡Con qué amor y qué bondad, nos abre la puerta del corazón del Padre y nos da sin cesar acceso al tesoro escondido, a las moradas secretas y a la riqueza de esta casa! Nadie puede imaginar y comprender cuán acogedor es Dios, presto para recibir, deseoso, teniendo sed de hacerlo, y cómo va delante nuestro en cada instante y a cada hora… Oh hijos míos, como permanecer obstinadamente sordo a esta amorosa invitación…: no le neguemos tan a menudo acudir esta invitación. Cuántas invitaciones y llamadas del Espíritu santo son rechazadas; ¡nos negamos, a causa de todo tipo de cosas de aquí abajo! Queremos tan a menudo otra cosa y no este lugar, en donde Dios quiere tenernos.

Beato John Henry Newman

Sermon

“El Pastor de nuestras almas”, PPS, t. 8, n° 6

“Él camina a la cabeza, y ellas lo siguen” “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9,36)… Las ovejas estaban dispersas porque no tenían pastor… Así estaba el mundo entero cuando Cristo, en su infinita misericordia, llegó a él “para reunir en unidad a los hijos dispersos de Dios” (Juan 11,52). Y si, por un momento, de nuevo quedaron sin guía, cuando en su lucha contra el enemigo el Buen Pastor dio su vida por sus ovejas – según la profecía: “ᄀHiere al pastor, que se dispersen las ovejas (…)!” (Za 13,7) – sin embargo, pronto, Éste resucitó de entre los muertos para vivir por siempre, según esta otra profecía: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará como un pastor a su rebaño” (Jeremías 31,10).

Como él mismo dijo en la parábola que nos propuso, “Y una a una llama a sus ovejas por su nombre, y camina delante de ellas. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”. Así, el día de su resurrección, como María lloraba, Él la llamó por su nombre (Juan 20,16), y ella se dio la vuelta y reconoció, al oírlo a aquel que no había reconocido al verlo. De igual modo le dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, y agregó: “Soy yo” (Juan 21,15.19). Del mismo modo, él y su ángel le dijeron a las mujeres: “Él les espera en Galilea”; “Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. (Mateo 28,7.10). Desde aquel momento, el Buen Pastor, que ocupó el sitio de sus ovejas y murió para que ellas pudieran vivir por siempre, las espera y ellas “siguen al Cordero a dondequiera que vaya” (Apocalipsis 14,4).