Exhortación para Orar por Otros

Predicacion de Charles Haddon Spurgeon

¿Ora siempre por otras personas? ¿Cree que ha tomado la causa de sus hijos, su iglesia, su vecindario y el mundo perdido ante Dios como debiera haberlo hecho?

¿Ora siempre por otras personas? ¿Cree que ha tomado la causa de sus hijos, su iglesia, su vecindario y el mundo perdido ante Dios como debiera haberlo hecho? Si usted lo ha hecho, yo no.

Escribo esto como el pecador más grande ante el Maestro para hacer confesión de pecado, y mientras lo exhorto a practicar lo que es indudablemente un noble privilegio, estoy principalmente exhortándome a mí mismo.

¿Cómo podemos pagar la deuda que tenemos para con la iglesia a menos que oremos por otros? ¿Cómo fue convertido usted? Fue porque alguien oró por usted. Al pensar en mi propia conversión, no me equivocó al decir que se debió a las oraciones de mi madre por medio del Espíritu de Dios. Creo que el Señor oyó los fervientes ruegos que yo no sabía que hacía por mí.

Tal vez alguien oró por usted cuando era un bebé y dormía en su cuna. Las oraciones de su madre se vertían cálidas sobre su sien y le dieron un verdadero bautismo cuando aún era pequeño. Tal vez usted es un marido que debe su conversión a las oraciones de su esposa. Tal vez fueron las oraciones de una hermana o maestra de la escuela dominical.

Si por las oraciones de otros usted y yo fuimos llevados a Cristo, ¿de qué otra forma podemos pagar esa bondad cristiana sino rogando por otros? Aquel que no tiene alguien que ore por él bien puede incluirse en el grupo de los desesperanzados.

Que ninguna persona entre sus conocidos tenga que decir que no tiene quién ore por él. Así como hubo alguien que rogó por usted, usted interceda por las pobres almas de sus conocidos.

¿Cómo va a demostrar su amor por Cristo y por su iglesia si se niega a orar por sus semejantes? “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Juan 3.14). Si no amamos a los hermanos, seguimos muertos. Y yo diría que el hombre que no ora por sus hermanos, no los ama.

Es lo mínimo que se puede hacer, y si no hace lo mínimo, con seguridad no hará lo más grande. Permítame volver a preguntarle: ¿Cómo espera recibir respuesta a sus propias oraciones si nunca ruega por otros? El Señor le dirá: “Criatura egoísta, siempre estás llamando a mi puerta, pero siempre es para suplicar por tu propio bienestar y nunca por el de los demás.

Por cuanto nunca has pedido que bendiga a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, tampoco te bendeciré a ti. Si no amas a los santos ni a tu semejante, ¿cómo puedes amarme a mí a quien no has visto jamás? ¿Y cómo puedo yo amarte y darte las bendiciones que me pides?”

Lo exhorto fervientemente a interceder por otros, porque ¿Cómo puede decir que es creyente si no lo hace? Los creyentes son sacerdotes, ¿pero cómo lo serán si no ofrecen sacrificios? Los creyentes son luz, pero ¿cómo lo serán si no brillan para otros?

Los creyentes son enviados al mundo, pero ¿por qué otro motivo se los envía si no es para orar? No sólo los creyentes serán bendecidos, sino que por medio de ellos serán bendecidas todas las naciones de la tierra.

Que sus intercesiones se eleven a Dios rogando por su vecindario. Lleve los nombres de sus vecinos escritos en su corazón así como el antiguo sumo sacerdote llevaba los nombres de las tribus en su pectoral. Madres, presenten a sus niños ante Dios. Padres, intercedan por sus hijos e hijas. Intercedamos por un mundo perverso y por sus lugares oscuros que están llenos de moradas de crueldad.

Clamemos y no guardemos silencio, no demos descanso al Señor hasta que establezca y haga de su iglesia una alabanza en la tierra. ¡Despierten a sus atalayas sobre los muros de Sion y renueven sus clamores! La nube se cierne sobre nosotros, depende de nosotros transformar su torrente en maravillosa lluvia santa por medio de oraciones fervorosas.

Dios ha puesto manantiales de amor en las cumbres de las montañas de su promesa, depende de nosotros hacerlos bajar por medio del canal divino de nuestras súplicas intensas. Quiera Dios que tengamos mentes y almas amplias que pueden sentir por otros.

Lloremos con los que lloran, y gocémonos con los que se gozan, y como iglesia y como individuos encontraremos que el Señor quitará nuestra cautividad cuando oramos por nuestros amigos.

Tomado del libro: El poder de la oración en la vida del creyente.