Traspaso de mando

por Christopher Shaw

Los principios que guiaron el proceso por el cual Josué llegó a suceder a Moisés.

Aún recuerdo la frustración que me expresaron los líderes de una congregación que visité. Su pastor, ya anciano, se había convertido en un verdadero obstáculo para emprender nuevos proyectos. Las aspiraciones de la congregación ya no eran compatibles con la perspectiva típica de la persona que ha entrado en la etapa del pensionado. El pastor, con todo derecho, aspiraba a una vida de sosiego, sin sobresaltos ni complicaciones. Su filosofía del ministerio reflejaba estos deseos.

 

Los líderes más jóvenes poseían todo el entusiasmo y la pasión típicas de quienes quieren vivir con toda plenitud la aventura de crecer. Cada proyecto que proponían, sin embargo, tropezaba con la resistencia del anciano pastor. Con el pasar de los meses y años la frustración en estos jóvenes llegó a niveles insoportables y algunos optaron por irse.

 

El problema que enfrentaban es típico de una congregación donde el pastor ha permanecido en su rol por más tiempo de lo indicado. Al no haber tomado las previsiones necesarias para un inteligente traspaso de mando, la iglesia ha quedado atrapada en la apatía de la inacción.

 

La experiencia de Moisés con Josué nos provee algunos importantes principios para lograr una transición más feliz y productiva.

 

La transición debe ser contemplada

Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: «Sube a este Monte Abarim, y mira la tierra que yo he dado a los Israelitas. Y cuando la hayas visto, tú también te reunirás a tu pueblo, como se reunió tu hermano Aarón».  (Números 27.12–13) (1)

 

Una de las características que nos distingue en la adolescencia de la vida es que carecemos de la noción de nuestra condición finita. Creemos que la vida seguirá para siempre. Cuando avanzamos hacia la madurez, sin embargo, entendemos que la vida cumple un plazo establecido de tiempo y comenzamos a preocuparnos por el legado que dejaremos a los que vienen atrás.

 

En el ministerio ocurre lo mismo. No importa cuán grande o impactante haya llegado a ser el servicio de una persona, en algún momento no conseguirá seguir con la obra que viene ejecutando. El líder sabio comienza a pensar en esta realidad, aun cuando se halla en los años más vigorosos de su ministerio. Aquel que lo deja para el último momento, o lo decide ante una inesperada crisis de salud, provocará que la Iglesia acabe sufriendo sin utilidad alguna.

 

La transición debe ser consultada

Entonces Moisés respondió al Señor: «Ponga el SEÑOR, Dios de los espíritus de toda carne, un hombre sobre la congregación, que salga y entre delante de ellos, y que los haga salir y entrar a fin de que la congregación del SEÑOR no sea como ovejas que no tienen pastor». (Números 27. 15-17)

 

La elección de un sucesor es una tarea demasiado delicada como para dejarla librada a la inteligencia del ser humano. Muchas veces las personas que parecen ser las más prometedoras resultan ser las menos aptas para la carga del ministerio.

 

Como el ministerio pertenece al Señor, él es quien escoge también a aquellos que le darán continuidad al proyecto. Buscar su dirección para identificar a estas personas es un paso esencial del proceso. Precisamente por esta razón Jesús pasó toda una noche en oración antes de llamar a los Doce. No dudamos de que haya observado a estos hombres antes de llamarlos, pero entendía que no los escogía él. De hecho, en su gran oración sacerdotal reveló que en realidad el Padre los había entregado en sus manos (Jn 17.6).

 

La transición debe ser espiritual

Y el SEÑOR dijo a Moisés: Toma a Josué, hijo de Nun, hombre en quien está el Espíritu, y pon tu mano sobre él. (Números 27.18)

 

Resulta tentador, en una transición, delegar las responsabilidades a aquellos que han estado más tiempo acompañando al pastor. En ocasiones esta es una especie de recompensa a la lealtad que ha demostrado hacia su persona. Muchas veces, también, el pastor se siente tentado a pasarle el manto a sus hijos, solo porque ellos gozan de su confianza.

 

De hecho, la lealtad es un ingrediente importante en un líder, pero, el hombre que asuma responsabilidad por el ministerio deberá poseer, además, otras cualidades. Una de las más trascendentes es la que el Señor señala a Moisés, que sea un varón en quien está el Espíritu. La obra que deberá realizar solamente se podrá llevar adelante en el poder del Espíritu. La única persona capacitada de ministrar de esta forma es aquella que por la experiencia se ha familiarizado con la vida en el Espíritu.

 

Las evidencias más claras de la presencia de una vida rendida al Espíritu se verán en la forma en la que este varón se mueva en medio del pueblo. Su vida se caracterizará por una mansedumbre y humildad inusuales, aun cuando posea la firme convicción del camino que deberá recorrer el pueblo en los meses y años venideros.

 

La transición debe ser pública

Haz que se ponga delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación, e impártele autoridad a la vista de ellos. (Números 27.18)

 

La falta de claridad sobre quiénes son las personas que sucederán al pastor perjudica el ministerio. La gente acaba cediendo ante la especulación y el temor, pues toda transición implica un cambio. Para evitar ese desconcierto Dios ordena a Moisés que la designación de Josué la lleve a cabo delante de toda la congregación. Ejecutar la ceremonia ante los ojos de toda la nación evitaría las pujas típicas de un pueblo cuyo líder no dejó en claro quién llevaría la principal responsabilidad en favor de la congregación. El ambiente de inseguridad que produce propicia el surgimiento de personas como Absalón, que van sembrando la discordia y la división en el pueblo.

 

Por esta razón, el líder debe aprovechar todas las oportunidades que se le presenten para dar su respaldo público al líder en formación. De esta manera indicará que la persona goza de su plena confianza y que el proceso de transición es transparente y deliberado.

 

La transición debe ser generosa

Pondrás sobre él parte de tu dignidad a fin de que le obedezca toda la congregación de los Israelitas … Moisés hizo tal como el Señor le ordenó; tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la congregación. Luego puso sus manos sobre él y le impartió autoridad, tal como el Señor había hablado por medio de Moisés.  (Números 27. 20, 23).

 

Cuando un líder nuevo se instala en la posición que ocupó un ministro de comprobada trayectoria, crece la presión sobre su vida. Será inevitable que las personas lo comparen con su antecesor, y, en general, saldrá desfavorecido. Olvidarán que la calidad del líder saliente fue el resultado de toda una vida de caminar con el Señor. Las aptitudes que lo distinguieron fueron el fruto del sufrimiento, los errores y las luchas típicas del ministerio.

 

Dios le indicó a Moisés que debía darle a Josué todas las ventajas posibles para el desafío que enfrentaría. Esto incluía transferir a la vida de Josué, por medio de la imposición de manos, una porción de la dignidad y autoridad ganada a lo largo de cuarenta años de trayectoria. Este es un acto netamente espiritual, en el cual se transfieren elementos que solamente se podrán adquirir a lo largo de muchos años. Indica que el siervo saliente desea compartir todas sus riquezas y herramientas, con la persona a quien deja al frente del ministerio.

 

La transición debe ser gradual

Pero encarga a Josué, y anímalo y fortalécelo, porque él pasará a la cabeza de este pueblo, y él les dará por heredad la tierra que tú verás (Deuteronomio 3.28)

 

La confianza que un nuevo líder profesa en sí mismo es uno de los elementos que determinarán su futuro. Y esa confianza se funda, en gran medida, en el ánimo que haya recibido en el camino durante los años de su formación.

 

Esta es una de las características que distinguía a Bernabé, llamado también «hijo de consolación». Era un hombre que encontró la forma de resistirse a la tentación de fijar la vista en lo negativo, por lo que prefirió ser instrumento de edificación y aliento en la vida de aquellos que formaba. Las palabras de ánimo estimulan un crecimiento tal como jamás alcanzará la crítica, aun cuando esta se justifique.

 

La transición debe ser exitosa

Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, el Señor habló a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés (Josué 1.1) 

 

Josué no se encontró de frente a la responsabilidad de conducir al pueblo hacia la tierra prometida de la mañana a la noche. Durante años trabajó a la par de Moisés y le sirvió en todo lo que era necesario. De esta manera, ocupando un espacio cercano al hombre que funcionaba como cabeza del pueblo, recibió la oportunidad de observarlo de cerca y de desarrollar las habilidades que solo se incorporan con el paso del tiempo. Su identidad estaba atada, en esta etapa de su vida, a la identidad de Moisés.

 

Hacia el final de su vida, sin embargo, a Josué ya no se le conocía como el siervo de Moisés. El historiador, que relata su muerte, nos menciona lo siguiente: «Después de estas cosas Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de 110 años» (Josué 24.29). Josué había logrado la transición necesaria y su trayectoria ahora lo identificaba como un verdadero varón de Dios.

 

Esta es la meta final de toda transición. El objetivo no es que el ministerio del líder anterior permanezca tal cual lo construyó. Más bien, el pueblo de Dios debe seguir avanzando hacia la conquista de nuevos territorios para el reino de los cielos. Eventualmente, el legado del nuevo líder se sumará a los recuerdos del servicio fiel del varón que lo precedió en el ministerio. La gloria, en todo esto, será para el Señor del ministerio, Dios mismo.

 

Preguntas para estudiar el texto en grupo:

 

1.     ¿Qué lleva a un pastor a convertirse en obstáculo para el avance de los proyectos de Dios para la iglesia que pastorea?

2.     ¿Desde cuándo debe un pastor prever quién le sucederá en el ministerio que desempeña? ¿Por qué? ¿Cuáles son las consecuencias de no hacerlo?

3.     Además de los siete principios que el autor provee para la transición, ¿cuáles otros considera usted que son vitales en ese proceso?

4.     ¿Cuáles de los siete principios está practicando usted? Comparta su experiencia con el grupo; cuáles dificultades ha encontrado en el camino, cómo las ha resuelto, o, quizá, el grupo le ofrezca algunas sugerencias.

5.     ¿Qué principio debería implementar? ¿Cómo piensa practicarlo? ¿Requiere orientación para ello?

(1) Todas la citas se tomaron de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy

 

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