por Germán Klaas
Los evangelios contienen importantes pistas acerca del camino por seguir para desarrollar nuevos líderes
Vamos a hacer un ejercicio de observación en los evangelios. Queremos ver algo tan obvio que quizás lo haya visto muchas veces, pero nunca haya observado. Se trata de observar la técnica que usaba Jesús para entrenar a sus discípulos.
La primera observación resulta muy obvia. Pasó tres años con ellos, caminando juntos las rutas de Galilea y Judea, tragando juntos el polvo del camino, buscando dónde dormir y qué comer. ¡Si esto no es estratégico…! Pregunte a cualquiera que organiza campamentos con jóvenes qué pasa cuando uno cambia de ambiente y salen todos juntos de caminata.
Mi esposa, Noemí, ha adquirido mucha experiencia en navegar en canoa los lagos de Canadá. Algo sucede con los jóvenes en las jornadas de remo, mientras cocinan la comida sobre el fogón y comparten carpas a orillas del lago: automáticamente la relación cambia. Se produce un acercamiento y un entendimiento. Es probable que esto nazca a raíz de un conflicto sobre cómo manejar la canoa, pero se establecen relaciones muy profundas y duraderas. Noemí conserva, aun después de veinte años, amistades que nacieron en esas aventuras.
Una estrategia especial
El estar con Jesús es una estrategia. Esto funciona sin querer en su familia. Los ojos de su hijo lo miran de manera constante cuando está despierto y sueña con usted cuando duerme. Cada gesto, su sonrisa, su manera de caminar los aprende de manera inconsciente.
Cuando conozco a hijos de amigos a quienes he dejado de ver por veinte años, desde nuestros días de universidad, me resulta difícil dejar de observar la semejanza con sus padres. Estoy seguro de que ningún padre se dio a la tarea de enseñarle a su hijo de esta manera: «Tienes que respirar así por la nariz cuando te rías, para que te salga como a mí». El hijo lo aprende solo.
Los discípulos acompañaron a Jesús por más de mil días y noches y desde el primer milagro del que fueron testigos lo estudiaban a él. Solo ellos (con los sirvientes) vieron cómo se llenaron las tinajas con agua para luego sacar el mejor vino de ellas. Ellos vieron a Jesús orar día tras día hasta que le pidieron: «Señor, enséñanos a orar». Jesús era la «materia de estudio», por lo tanto, enfrentaban el constante desafío de encontrarle sentido a sus enseñanzas, a sus hechos y a su manera de pensar.
Jesús los impulsaba a este estudio de su persona al:
• actuar de manera inesperada e insólita
• plantearles preguntas difíciles, recibir de ellos cualquier respuesta y, a la vez, escuchar sus preguntas
• asignarles tareas «imposibles»
• asustarlos
• dejarlos llegar al fracaso, esperando que empeorara la situación antes de intervenir
• permitirles cierto nivel de éxito
• ser ejemplo de cómo cumplir el ministerio antes de instruirlos en los principios
• respaldar cada enseñanza con tal autenticidad que le daba autoridad absoluta para dirigir.
• entregarse a ellos como amigo a pesar del costo en sufrimiento
Experiencias insólitas
Un ejemplo de acciones inesperadas e insólitas fue cuando él purificó el Templo (Jn 2.13–22): «e hizo un azote de cuerdas y echó fuera … a todos». Esto provocó que las autoridades religiosas reaccionaran con temor de él y le exigieran una señal. Jesús les advirtió que si ellos destruían «este templo» (su cuerpo), él lo reconstruiría en tres días. Me imagino que en ese momento los discípulos habrán querido que se los tragara la tierra por semejante contestación, tan extraña. Fue tan solo después de la resurrección que ellos recordaron este incidente y «creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho». ¿Tres años sin entender tal contestación tan sorprendente? ¿Por qué no respondió directamente a los sacerdotes en presencia de sus discípulos, con algo así como: «ya sé que no les ha gustado que yo purificara el Templo, pero, después de que me maten, voy a resucitar al tercer día, lo cual será la prueba de mi autoridad, y mis discípulos, que ahora son unos niños, serán los futuros líderes en la iglesia»? ¡Realmente tuvo que dejarlos con semejante enigma hasta después de la resurrección!
Muchas de las enseñanzas sobre el sábado poseían el mismo carácter. «Metía el dedo en la llaga» de los Fariseos cuando ellos lo criticaban por el comportamiento de sus discípulos. Aun sabiendo que los líderes discrepaban con él, decide sanar en sábado al hombre con la mano seca, a fin de mostrar su autoridad y para desenmascarar la hipocresía de estos líderes. Ellos sí podían rescatar una oveja en sábado, pero pretendían que un hombre enfermo no recibiera sanidad el mismo día porque no era permitido. En vez de disculpar el comportamiento de sus discípulos, opta por una acción que les provoca más ira aún.
Muchas preguntas
Jesús planteaba preguntas difíciles a sus discípulos. En medio de una multitud, una mujer con años de sufrir por un flujo de sangre se arriesgó a acercarse a Jesús y tocó el borde de sus vestidos y el poder que salió de Jesús la sanó. El Señor preguntó, entonces: «¿quién ha tocado mis vestidos?» Esto causó que sus discípulos reaccionaran de manera graciosa: «¿Cómo se le ocurre pregunta tan ridícula con toda la gente que hay?» Pero no era tan ridícula, porque quería exponer la fe de esa mujer ante sus discípulos, y por eso le apremiaba identificarla y entrevistarla.
En el preciso momento de este suceso, llegó la gente anunciando que la hija de Jairo había muerto. «No temas, cree solamente» animó el Señor al hombre y se dirigió a la casa del abatido padre únicamente en compañía de Pedro, Santiago y Juan. El llamado de atención hacia la fe de la mujer les sería de mucha utilidad, porque Jesús sabía que pronto enfrentaría la burla de la gente cuando llegara a la casa para levantar a la niña de la muerte. Si se hubiera guiado por la sensibilidad de los discípulos no hubiera formulado semejante pregunta y hubiera perdido la oportunidad de darles una valiosa lección de fe en el momento preciso.
¡Más preguntas!
Jesús recibía una enorme cantidad de preguntas de sus discípulos. Preguntas de lo más variadas: sobre sus parábolas, sobre sus propios fracasos, sobre el fin del mundo, sobre quién es mayor en el reino de los cielos, por qué se secó tan rápido la higuera, o si era un desperdicio el nardo derramado sobre su cabeza, para nombrar solo algunos ejemplos. Me da la impresión de que los discípulos le planteaban sus preguntas tanto en momentos oportunos como en inoportunos.
Les asignaba tareas «imposibles» de cumplir
Él empleó una trampa para revelar la pobreza de fe de sus discípulos cuando ellos quisieron despedir a los cinco mil para que cada uno comiera por su cuenta. Era mejor evitar una pesadilla administrativa antes que esperar que ocurriera. Pero Jesús les respondió: «Dadles vosotros de comer». Esta no era la solución que esperaban y la tarea sobrepasaba la habilidad de ellos. Solo cuando ellos tomaban conciencia de la imposibilidad, el maestro les enseñaba sobre el ministerio. El tomar, bendecir, partir y repartir son acciones del ministerio. Ese día lo cumplieron con panes y peces. El Salvador en poco tiempo lo cumpliría con su cuerpo y los discípulos entregarían sus propias vidas de la misma manera.
Sacudidas
Pero la lección no terminó allí. Poco después, Jesús actuó con la intención de asustar a sus discípulos (Mr 6.45–52). Ellos remaban con mucho esfuerzo, pues el viento les era contrario. Jesús se les aparece caminando sobre el agua con intención de pasarlos de largo. Pensaron que era un fantasma y se asustaron. ¿Por qué no se les acercó al barco? ¿Por qué decidió pasarlos de largo? «¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis». El evangelista comenta que «aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones». Parece un tratamiento de electrochoque para romper la dureza de su entendimiento.
Ya que con la alimentación de los cinco mil no había conseguido enseñarles acerca de Su señorío, decidió utilizar otro método, asustarlos con un «fantasma».
Contacto con el fracaso
Mientras Jesús estaba en el monte de la transfiguración con Pedro, Santiago y Juan, los demás discípulos, esperaban abajo, intentando liberar a un muchacho endemoniado. Se percibe la crítica del padre del chico cuando le comenta al Señor: «Dije a tus discípulos que lo echaran fuera (al demonio) pero no pudieron».
Jesús dejó que experimentaran el fracaso en el ministerio. Los discípulos, en medio de una gran multitud, discutían con los escribas. En cuanto a las relaciones públicas los discípulos no eran de lo mejor, aunque solo imitaban lo que habían visto en su Maestro muchas veces: ordenar al espíritu maligno que saliera. Pero no salió. Fracasaron. Su intento fue sincero, pero ineficaz. Sin embargo, Jesús no rescata a los discípulos de inmediato, porque primero reprende a la gente llamándola «generación incrédula» y luego ordena: «Traédmelo». (Los discípulos tenían que aprender que el ministerio consiste en traer a la gente a Jesús). Precisamente entonces es liberado el muchacho.
Demoras necesarias
Otra estrategia relacionada con este aspecto es esperar que la situación realmente llegue a extremos irreversibles antes de intervenir. Esto se ve con claridad en la muerte de Lázaro (Jn 11.1–27). «Cuando oyó, pues, que (Lázaro) estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba». Cuando Marta se encontró con él después de la muerte de Lázaro, ella le comentó, «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». Era evidente que en esos dos días Jesús no quería sanar a Lázaro. Él pretendía resucitarlo. Para ello, era preciso que dejara empeorar la situación a fin de que la enseñanza cobrara más valor. «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» Hay momentos para pedir sanidad y momentos para pedir resurrección. Los discípulos tuvieron que aprender la diferencia.
Logros increíbles
En otras ocasiones Jesús permitió que sus discípulos alcanzaran un éxito enorme, por ejemplo cuando mandó a los setenta a predicar. Aun en esto le da otra dimensión al éxito. «Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos».
Lecciones creativas
Jesús les enseñaba con lecciones objetivas. Una planta o una persona le servían para ejemplificar algo bueno o algo malo. Jesús se les presentó a sí mismo como siervo antes de enseñarles los principios del servicio. En Juan 13 se advierte el desconcierto de los discípulos cuando, mientras cenan juntos por última vez antes de la muerte del Señor, él se levanta y se viste de siervo para lavar los pies de cada uno de ellos. Luego viene la enseñanza: «¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis».
Vemos en este pasaje cómo Jesús respaldaba cada enseñanza con tal autenticidad que le daba autoridad absoluta para dirigir. Los discípulos nunca olvidarían la lección. Jamás ninguno de ellos hubiera podido acusarlo de ser hipócrita o de no vivir lo que enseñaba. Su ejemplo siempre precedía su enseñanza. Su vida y su mensaje eran uno.
Relaciones profundas
La última característica de la estrategia que quiero destacar es el rol de la amistad en su forma de discipular. «Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer». No entregó su amistad de inmediato. En los primeros tiempos con los discípulos, Jesús «no se fiaba» de ellos, porque los conocía bien. No necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre». Por haber pasado por ese proceso de ganarse la amistad y confianza de sus discípulos le resultó tan doloroso que ellos lo abandonaran al final. Sin embargo, a pesar de las fallas y debilidades de ellos, el Señor llamó a estos hombres «amigos».
En conclusión
Cuando vemos la estrategia de Jesús para hacer discípulos nos damos cuenta de que no era un curso de pocos meses. No consistía en dejarles tareas escritas o en clases teóricas sino en una vivencia en la que cada ocasión era una oportunidad de enseñanza. Cada instrucción era precedida por el ejemplo vivo del mismo Jesús. Hubiera resultado imposible este modelo de enseñanza con un grupo grande o con solo unas cuantas horas por semana. No requería ni cuadernos, ni aulas, ni papeles. No involucraba grandes viajes o mayores gastos. Pero sí era imprescindible la completa disponibilidad del Maestro hacia sus doce discípulos.
¡Qué desafío para nosotros!
Preguntas para estudiar el texto en grupo:
1. ¿En qué consistía la estrategia de Jesús para formar a sus discípulos? Descríbala.
2. Explique qué significa que Jesús fuera la materia de estudio de sus discípulos.
3. Según las observaciones del autor, ¿cuáles eran los nueve métodos con los que Jesús impulsaba a sus discípulos a estudiarlo a él?
4. Además de los ejemplos de experiencias insólitas ofrecidas por el autor, comparta usted otras dos de las que los evangelios hayan dejado testimonio y explique en qué manera esta experiencia forma el carácter de los discípulos de Jesús.
5. Ofrezca un ejemplo de una pregunta difícil de Jesús para sus discípulos, ¿qué buscaba en ellos por medio de ella?, ¿cómo reaccionaron ante ella?, ¿qué resultados dejó en ellos su respuesta a Jesús?
6. Mencione otra tarea que resultara imposible de cumplir por los discípulos, ¿qué es lo que el Señor quería que ellos aprendieran con ella?
7. ¿Cuáles de los nueve métodos observados por el autor los ha aplicado usted con sus discípulos? ¿Qué resultados ha alcanzado?
8. ¿Cuáles no ha aplicado y cómo piensa implementarlos?
El autor es director del Instituto de Discipulado. Fue misionero en Argentina, aunque en la actualidad reside en Canada, junto a su esposa Noemí. Se pueden obtener más artículos y material sobre este tema, en forma gratuita, en www.discipulado.net. Se usa con permiso. Todos los derechos reservados.