por John Ortberg
«A la gente no le importa lo que yo sé. Ellos se preocupan por lo que estoy aprendiendo».
Sufrimiento oportuno
Asumo que todas las personas que leen este artículo conocen el sufrimiento. Están sufriendo ahora, o conocen a alguien que sufre, o sufrirán en un futuro cercano y se verán quebrantados de par en par. Supongo que ese quebrantamiento, por adicción, divorcio, depresión o soledad, es más común y visible que nunca.
Hace poco, conversando con un amigo, un hombre sabio que ha sufrido mucho, él me comentaba que ha crecido tanto a través de su dolor que cree que cuando llegue a la eternidad, preguntará por qué no sufrió más. No creo contar con tanta madurez como él. Pero estoy seguro de algo: el sufrimiento nos lleva a que formulemos preguntas que no se nos ocurrirían de otra manera. Quiebra nuestra ilusión de control y suficiencia.
Y no existe otro libro que se refiera al sufrimiento como la Biblia. Por eso reflexiono con libros como Eclesiastés, los salmos de lamento, la historia de Job, o los libros de espiritualidad «invernal» como sugiere Martin Marty.
Una práctica que me ha cambiado a lo largo de los años me ayudó a predicar acerca de Job. La práctica: identificar un texto o enseñanza de las Escrituras que no entiendo, para estudiarlo hasta entender a qué se refería el autor.
Con Job me ocurrió lo siguiente: nunca me agradó el epílogo del libro en el capítulo 42, el cual relata que Job engendró hijos nuevos. Me parecía cruel. ¿Cómo podía reemplazar a sus hijos? Entonces leí un maravilloso estudio de Job escrito por Ellen Davis.
Ella entendió que:
1. Las preguntas que Dios le plantea a Job, cerca del final del libro, siguen una trayectoria; se enfocan en cómo es Dios: «irracionalmente amoroso y exageradamente generoso con sus «criaturas menos estratégicas».
2. En el capítulo 42, el texto menciona el nombre de las hijas de Job pero no el de sus hijos (algo nunca visto en las genealogías hebreas).
3. Son nombres curiosamente extravagantes; uno significaba paloma; otro, una especia con una fragancia tal como la que sentiríamos al entrar a Cinnabon, que nos lleva a darnos cuenta de que existe un Dios; el de la tercera era como un maquillaje, como nombrar a una hija Maybelline.
4. Job les da a sus hijas una herencia; algo que nunca antes había ocurrido en el mundo antiguo ya que ese dinero sería para mantener a sus suegros y no a él mismo.
Ese epílogo, que nunca me había agradado, contenía una enseñanza con una gran belleza: cuando Job vio quién era Dios, se volvió como él; irracionalmente amoroso y exageradamente generoso. La parte del texto que menos entendía y menos me agradaba llevaba el sentido más profundo.
Pasando a algo menos serio, recientemente escuché a un predicador que para ilustrar su sermón mostraba fotografías de tres personas de la congregación que habían muerto en el último tiempo. Era imposible ver esas fotos sin pensar en la realidad de la muerte y lo que viene después de la misma de una forma que no solemos en la vida cotidiana.
La creatividad impulsada por la urgencia
Supongo que las personas con más necesidad de que las alcancemos, no las alcanzaremos precisamente con un sermón que plantee una reflexión abstracta, algunas ideas interesantes, o un relato empalagoso de historias con recetas para el alma. Asumo que si la predicación de las Escrituras va a penetrar hasta lo más íntimo a las personas que me escuchan, los temas tendrán que volverse un poco filosos.
Estamos tan acostumbrados a la Biblia, que nos olvidamos de cuán filosa es. Los profetas eran auténticos artistas. Los precedimientos a los que ellos recurrieron se parecía mucho más al teatro callejero que a un culto de la iglesia. Ezequiel durmió durante más de un año sobre su lado izquierdo con un propósito específico; comió los alimentos que cocinó públicamente sobre estiércol de vaca. (E incluso realizó algunas negociaciones con Dios para evitar una situación peor). Jeremías enterró un cinturón suyo hasta que se pudrió y ya no servía para nada y luego se lo puso para mostrarle a la gente cómo sería el juicio Dios. Oseas se casó con una prostituta para mostrarle a la gente cuánto debemos perdonar cuando nos rompen el corazón. Jesús maldijo la higuera, volcó a latigazos las mesas de los comerciantes y cambistas y los arrojó del templo.
A veces utilizo una pizarra.
Creo que si soy honesto al respecto, lo que me detiene no es la falta de creatividad. Es la falta de urgencia. No creo que la fuerza principal que impulsó a los profetas haya sido la creatividad por sí misma. Creo que fue la realidad espiritual. Vivían tan conscientes de la necesidad de que Dios viniera a resolver muchas situaciones, que los llevó a arreglárselas de diversas maneras con tal de que las personas despertaran su conciencia acerca de Dios.
No soy un artista de espectáculos. Yo sé que trabajo con vasijas de barro, como todos. No quiero ser tan creativo que mi creatividad llame más la atención que el propio mensaje.
Pero tampoco quiero avanzar mientras que todos están dormidos. Y descubro que de los profesores con quienes mi aprendizaje se perfecciona, a menudo encuentran formas no verbales para enfatizar lo que enseñan: llevan a un alfarero que arma vasijas al mismo tiempo que enseñan acerca de Jeremías y la rueda del alfarero; Nancy Beach muestra una hoja de otoño para enseñar la belleza del Creador; Bill Hybels muestra una caña doblada, una vela que se apaga y un frasco que se utilizó en el mundo antiguo para juntar lágrimas y enseña con estas imágenes el consuelo de Dios. Me imagino a Rob Bell con una cabra para enseñar acerca de la libertad y el perdón.
Una creencia fundamental
Entiendo que Dios utiliza la Biblia para cambiar vidas.
Jerome Frank escribió que la variable más poderosa para sanar es la siguiente: la persona que sana, cree que realmente se producirá la sanidad. Y en mi opinión, practicamos una dinámica similar con el texto bíblico. Dios utiliza las Escrituras para cambiar vidas de una manera única. Pero aquellos que las enseñamos debemos mantener esta convicción. No puede ser fingida o forzada. Se presenta como un regalo.
En cierta ocasión, un nieto de Max DePree se encerró en el baño. Nada de lo que intentara su madre lo convencería de salir. Ella llamó a la policía, pero ellos tampoco consiguieron ayudar. A continuación probó con los bomberos, que llegaron con un gran despliegue con varios camiones. Rompieron la puerta del baño con sus hachas.
El padre del niño llegó a casa cuando el alboroto estaba en su clímax. No conseguía entender por qué, considerando que no había ni humo ni fuego, su puerta y su marco se encontraban en ruinas. Todavía se quejaba de ello al día siguiente con un amigo, que observó con sabiduría: un bombero cuenta con dos herramientas: un hacha y una manguera. Si quieres que alguien abra la cerradura con un clip de papel, debes probar con un cerrajero o con un ladrón. Si llamas a un bombero, tu única opción será el hacha o la manguera.
Los que predicamos contamos con una herramienta. Somos el pueblo del Libro. Otras personas serán más expertas en ciencias sociales, filosofía y literatura. Otras personas serán más expertas en teoría de la comunicación. Otras contarán con más facilidad una historia o serán más hábiles para motivar a los demás.
Quiero aprender todo lo posible de aquellas prácticas, porque me pueden ayudar a cumplir mi tarea de predicación de una mejor manera.
Pero no son mi hacha.
Un médico lleva un portafolio negro. Un contador lleva una calculadora. Un chef utiliza un horno.
Los que predicamos contamos con un montón de otras herramientas: comentarios, diccionarios, pero al final solo una cosa es indispensable.
Alguien me habló de un predicador que solía afirmar: «A la gente no le importa lo que yo sé. Ellos se preocupan por lo que estoy aprendiendo». Y quiero estar dispuesto a aprender las lecciones de vida que voy recogiendo a lo largo del camino. Pero lo principal que debo ofrecerle a mi congregación no encaja en la categoría de sabiduría personal.
Somos la gente del Libro.
Preguntas para estudiar el texto en grupo: 1. ¿Cuáles son las tres señales que el autor menciona que pueden ayudarnos en la predicación del evangelio a personas que han perdido el interés por la Palabra? 2. Explique el aporte de cada una de esas señales en nuestra predicación.
3. ¿Cuál es la práctica que el autor menciona que le ha permitido cambiar a lo largo de su vida? Explíquela y menciona los beneficios que podría aportarle a usted si la implementara en su estudio de la Biblia.4. ¿Qué herramientas creativas a utilizado usted? Piense en más herramientas creativas y compártalas con el grupo. ¿Qué tan filosas son?5. ¿Por qué resulta tan importante unir la urgencia a la creatividad? ¿Cuándo las convertimos en un dúo inseparable?6. Piense en su enseñanza del próximo domingo y decídase por una forma no verbal para enfatizar su enseñanza, coméntela con el grupo. ¿Qué producirá en su audiencia esa forma?7. ¿Cuál es la única herramienta indispensable para el predicador? Explique.
Busque la primera parte en el número anterior de Apuntes Pastorales
John Ortberg es editor de Leadership Journal y pastor de la Iglesia Presbiteriana de Menlo Park (California).
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