Por: Credere
Por Patrizia Carollo
Ha sido la noticia que ha hecho más ruido, durante el anuncio del próximo Jubileo de la misericordia: la facultad concedida, por vía extraordinaria, por el Papa a algunos sacerdotes que serán enviados a las diócesis para confesar y perdonar a las personas que han abortado, y al personal médico que ha consentido ese crimen.
A raíz de esta noticia, es de gran actualidad la historia del doctor Antonio Oriente, 61 años, un ex ginecólogo abortista italiano que, convertido, se ha puesto totalmente al servicio de la vida. Dirigente medico ginecólogo de un consultorio de la Agencia sanitaria provincial de Messina (Sicilia), durante muchos años vivió su día a día practicando abortos rutinarios.
– ¿Qué piensa de la “buena noticia” del papa Francisco?
La decisión del papa Francisco nos recuerda el pasaje del Evangelio de Lucas, donde Jesús dice a los discípulos: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados”. Los efectos que, en mi opinión, se verán en seguida, de la decisión del Papa no podrán ser más que positivos, y harán crecer en las personas (médicos, mujeres, etc.) en la conciencia de ser perdonados y de deber, a continuación, perdonar y no juzgar.
– Usted vivió en su propia piel todo esto. ¿Qué sintió al recibir el perdón por los abortos que había realizado durante su carrera?
Cuando tuve la certeza, gracias a mi obispo, de haber sido perdonado y no juzgado, recibí un nuevo impulso en mi postura profesional.
– ¿Qué ha cambiado para usted?
Comprendí que las mujeres que habían abortado, los sufrientes en general, no eran sólo cuerpos que curar, sino personas a las que cuidar. Empezó así para mi una nueva forma de ser cristiano y médico, al servicio de Dios y los hermanos.
– Si pudiera decir algo al Papa…
Le diría: ¡gracias por esta decisión que liberará a tantas mujeres y médicos de las cadenas que les mantienen atados a un pasado de sufrimiento! A nosotros ahora nos toca la tarea de seguir las enseñanzas de Jesús y el Magisterio de la Iglesia. Para que se pueda decir a los hermanos y hermanas: “No temas, Dios te ha perdonado, también nosotros te perdonamos, ve y no peques más”.
– Doctor Oriente, ¿podemos recapitular para los lectores de Credere su singular historia? Usted colaboraba con un Centro para diagnosticar y curar la infertilidad, y hacía nacer a muchos niños. Y sin embargo, con las mismas manos, mataba a tantos fetos. ¿Cuándo y por qué su carrera cambió radicalmente de dirección?
Vea, mi mujer, pediatra, adoraba y cuidaba a los niños, pero no conseguíamos tener hijos propios, y ella lo sufría terriblemente. Una tarde como tantas (en los primeros meses del 1986), me había encerrado en mi estudio, la cabeza entre las manos, preguntándome de qué servía tener títulos, especializaciones, una carrera sólida, la estima de la gente, si después al volver a casa no era capaz de regalar una sonrisa a mi mujer.
De repente, dos personas a las que seguía desde hacía tiempo por infertilidad, viendo las luces encendidas en el estudio, temieron que me encontrara mal e, irrumpiendo en el estudio, me encontraron llorando. Ante ellos, tuve el valor de confiarme.
– ¿Qué le dijeron?
“Doctor, nosotros no tenemos una solución a su problema. Pero podemos presentarle a una persona especial que puede dar un sentido a lo que está viviendo: Jesucristo”. Eran hermanos que se acercaban tímidamente a un camino de conversión gracias a un movimiento eclesial, la Renovación en el Espíritu, al que yo, al principio incrédulo pero lleno de curiosidad, me acerqué a pequeños pasos.