¿Está incentivando a sus alumnos a aprender?

por Ana Somoza

Una de las tareas de más relevancia para el maestro es descubrir los motivos de sus alumnos y proponer las experiencias de aprendizaje que contribuirán a satisfacerlos. A continuación consideramos seis requisitos para desarrollar una buena introducción que despierte la motivación de los alumnos y aumente la calidad del aprendizaje.

Claves para despertar el deseo de aprender

Usted está ansioso de enseñar la Biblia pero los alumnos están «en las nubes». ¿Nunca le ha pasado esto? Uno pensando, otro recordando la fiesta de la noche anterior, y el tercero preocupado por su padrastro. ¿Cómo se sintió? ¿Qué hizo? ¿Se desesperó? ¿Subió la voz para lograr que lo escucharan?


Cuando el maestro se dispone a comenzar su clase, se encuentra ante personas cuyos pensamientos y sentimientos probablemente están lejos de los suyos. Algunos estarán deseosos de aprender lo que la Biblia dice pero quizás otros experimenten rebeldía o resistencia a considerar lo que Dios tiene para sus vidas.


¿Cuál es la actitud que el maestro puede asumir ante estas circunstancias? Puede «dar su clase» y volver contento a su casa pensando que ya enseñó la Palabra de Dios sin preocuparse por los alumnos que no aprendieron, o bien puede arbitrar todos los medios de que disponga para ayudar a sus alumnos a dirigir su energía en beneficio del proceso de aprendizaje.


Como el aprendizaje está en gran medida influenciado por la motivación de la persona a aprender, el maestro debe despertar en sus alumnos el deseo y la necesidad de aprender, es decir, debe ayudarlos a que se sientan motivados a aprender.


El primer momento de la clase es crucial para despertar la motivación de los alumnos y por eso se ha denominado «incentivo», «anzuelo» o «introducción». La motivación es un proceso que sucede en el interior de la persona, en el cual influyen las características individuales, la experiencia previa y sus aspiraciones. El incentivo es la actuación externa, intencional, bien calculada del profesor para intensificar en sus alumnos la motivación interior necesaria para aprender.


Vemos entonces que el maestro no motiva, pues los motivos se hallan en el interior del alumno. Lo que el maestro hace es descubrir los motivos de sus alumnos y proponer las experiencias de aprendizaje que contribuirán a satisfacerlos.


A continuación consideramos seis requisitos para desarrollar una buena introducción que despierte la motivación de los alumnos y aumente la calidad de la enseñanza.



DEBE PRESENTAR UNA SITUACIÓN SIGNIFICATIVA O PROBLEMÁTICA:

El aprendizaje es más revelador y profundo cuando parte de un problema que debe resolverse, de una incógnita o de algo que plantea un interrogante que despierta el interés del alumno. Cuanto más se relaciona una situación problemática con la experiencia o las necesidades de los alumnos, más contribuirá a provocar la utilización de la energía necesaria para resolverla.


Por ejemplo, supongamos que queremos enseñar la historia de cuando Jesús reprendió la tormenta. En la introducción podríamos presentar una situación en la que un niño siente miedo cuando está en la oscuridad o tiene que recibir una inyección. Si el alumno se identifica con el problema que vive ese niño, estará muy motivado para ver en la Biblia cómo enfrentar esa situación.



DEBE SER INTERESANTE:

Cuando una situación u objeto se relaciona con nuestras necesidades, despierta nuestro interés. Es indispensable pues conocer las necesidades de los alumnos y sus intereses porque la motivación está íntegramente relacionada con ellos. Con la ayuda del Espíritu, el maestro debe procurar relacionar las necesidades de sus alumnos con la Palabra de Dios.


Por ejemplo, usando la misma ilustración de Jesús reprendiendo la tormenta, no resultaría motivador para un grupo de jóvenes presentarles una situación en la que alguien tuviera miedo a una inyección. Pero una discusión sobre la amenaza del buscapleitos de su barrio sí podría captar su interés.


También es útil para despertar el interés de los alumnos, el empleo de procedimientos didácticos, actividades y recursos variados, sugestivos y atractivos.



DEBE TENER EN CUENTA LOS OBJETIVOS DE APRENDIZAJE QUE EL MAESTRO HA PROPUESTO PARA ESA CLASE:

El maestro puede presentar una situación problemática, significativa para los alumnos, que despierta su interés, pero si no tiene en cuenta los objetivos de la lección, en lugar de contribuir al cumplimiento de los mismos y ayudar a los alumnos a orientar sus pensamientos y actividades para lograr esos objetivos, desviará su atención y energía en otro sentido.


Por ejemplo, hace un tiempo presencié una clase cuyo objetivo era que los alumnos comprendieran que Jesús los llamó a ser «pescadores de hombres». La maestra pretendió incentivar a sus alumnos preguntándoles cuál era la comida que más les gustaba. Luego de sus respuestas, les dijo que iban a estudiar la vida de unos hombres cuya comida preferida era el pescado… ¡porque eran pescadores! Ese diálogo no tenía ningún sentido. No era interesante, no presentaba ningún problema y no tenía nada que ver con el objetivo de su clase.



DEBE PROVOCAR LA PARTICIPACIÓN:

Las personas se sienten más comprometidas e involucradas en una situación en la que tienen participación. El maestro debe estimular la participación activa de sus alumnos, permitiéndoles actuar y analizar los problemas que se presentan, expresando sus ideas y opiniones, y reflexionando sobre los mismos. Debe hacerles preguntas que permitan manifestar sus inquietudes en relación con la situación presentada y expresar en qué otras circunstancias ellos experimentan algo semejante, o cuáles son sus problemas personales en relación con eso.


Por ejemplo, se puede mostrar una lámina de un niño con cara triste y con miedo. Se les explica que sus padres tuvieron que salir y lo dejaron solo. Luego hay que guiar a los niños a participar comentando esa situación y hablando de sus propios miedos. Se les podría preguntar: ¿Por qué está tan asustado ese niño? ¿Qué cosas les causan miedo a ustedes? ¿Cuándo sienten miedo? O puede pedir que realicen un dibujo que exprese a qué le tienen miedo. Después, los niños pueden mostrar y comentar acerca de sus dibujos.



DEBE MOSTRAR AL ALUMNO LA NECESIDAD DE CAMBIAR:

Este requisito es crucial y es el que más diferencia la introducción de una clase bíblica a la de una clase de otra naturaleza porque el propósito al enseñar la Palabra de Dios no es simplemente lograr que los alumnos conozcan lo que ella dice sino que sus vidas sean transformadas a la luz de ese conocimiento. Entonces, el maestro no solamente debe pretender captar su atención o interés por adquirir conocimientos bíblicos, sino que además tiene que ayudarlos a comprender la necesidad de que cambien sus valores y acciones según lo que la Biblia enseña.


Por ejemplo, si el objetivo de la clase es acerca del perdón a los enemigos, en la introducción no tiene que presentar a un cristiano que perdona siempre que lo ofenden porque sabe que es lo correcto. Por el contrario, debe plantear las dificultades que algún cristiano tiene para perdonar.



DEBE HABER UNA TRANSICIÓN:

El alumno tiene que ver claramente qué relación existe entre la introducción y el pasaje de la Biblia que se va a estudiar. Esto se logra a través de una transición, una frase de unión que sea como un puente entre el primer momento de la clase (introducción) y el segundo momento (adquisición). Debe mostrarse que se buscará en la Biblia cuál es la solución que Dios da al problema que se presentó en la introducción, pero sin llegar a dar esa solución.


Por ejemplo, si el objetivo es comprender que hay que perdonar a quienes lo ofendieron, y en la introducción se presentó a una persona ofendida con otra y que no la perdona, como transición el maestro podría decir: «Vamos a ver en la Biblia una historia que nos ayudará a descubrir cómo quiere Dios que reaccionemos frente a las personas que nos ofenden». Fíjese que no estamos diciendo: «Vamos a ver una historia que nos mostrará que Dios quiere que perdonemos a quienes nos ofenden», lo cual ya sería la enseñanza. Esa enseñanza tendrá más fuerza cuando el alumno la descubra directamente en la Palabra de Dios.


Usando estos principios usted logrará despertar el interés de sus alumnos y ver resultados muy positivos, pues logrará que ellos estén motivados a aprender.



TÉCNICAS Y MEDIOS QUE PUEDEN USARSE PARA DESPERTAR EL INTERÉS DE LOS ALUMNOS



Experiencias directas:


Permitir que los alumnos vivan y experimenten cosas reales. «No hay mejor maestro que la experiencia». A mayor participación del alumno, mayor efectividad y permanencia del aprendizaje.



Dramatización:


Representación de situaciones de la vida real, para que sean comprendidas y analizadas por el grupo. La situación dramatizada se torna vívida y real, lo que hace que esta sea una excelente técnica para el aprendizaje de actitudes.



Títeres:


Hay distintos tipos de títeres: de dedo, de mano, hechos con papel maché y tienen un encanto especial para los niños. Los alumnos o el maestro pueden usarlos para representar situaciones problemáticas que luego se analizarán.



Actividades de expresión:


Usando dibujos, collages, cartas, manualidades, muchas veces los alumnos se expresan por medio de sus creaciones de una manera más espontánea y sincera que a través de su comunicación verbal.



Objetos reales:


Pueden ser muy útiles para captar la atención de los alumnos. Ellos deben poder observar y experimentar con los objetos. Por ejemplo, una jeringa puede servir como punto de partida para una discusión sobre el miedo.



Películas, vídeos, láminas, fotografías, recortes de diario o revistas:


Las imágenes son de mucho valor por las actividades y experiencias que se pueden obtener de ellas. El maestro puede guiar a través de preguntas o breves comentarios.



Franelógrafo:


Útil para mostrar procesos, cambios y movimientos debido a que permite el desplazamiento de figuras.



Grabaciones:


Empleo de voces, sonidos, música o cualquier ruido grabado. Por ejemplo, el ruido de una tormenta puede servir para enseñar acerca de cuando Jesús calmó la tempestad.



Relatos de situaciones reales:


Relatar un incidente inconcluso y explicar su final después de buscar las enseñanzas bíblicas a propósito del mismo. Es un recurso de fácil empleo, pero no es conveniente abusar de él especialmente con niños pequeños, pues implica la comunicación por medio de símbolos verbales solamente.



Estudio de un caso:


Se presenta un «caso» detallado de una situación real o ficticia, con el fin de extraer conclusiones o hipótesis. Puede presentarse por medio de narración o explicación, con láminas, grabaciones, o cualquier otra cosa.



Preguntas:


Puede ayudar a los alumnos a reflexionar y crear inquietudes, pero no son un buen recurso si se realiza en forma exclusiva en una clase de niños chiquitos.



EJEMPLO DE UNA INTRODUCCIÓN Y TRANSICIÓN



Texto bíblico: Jueces 16, la historia de Sansón y Dalila.

Objetivo de la lección: Despertar en los niños el deseo de estar alertas para no caer en trampas, como en la que cayó Sansón, y que describan el tipo de trampas que ellos mismos enfrentan.



Materiales: Trampa de ratón, pedazo de queso, ratón de juguete.



Uso del material: ¿Qué clase de trampa es ésta? ¿Cómo funciona? ¿Atraparíamos un ratón si no le ponemos cebo a la trampa? ¿Por qué le ponemos cebo? Ponemos un pedazo de queso en la trampa porque sabemos que el olor del queso va a atraer al ratón, y una vez que el ratón vea el queso, va a ser difícil que resista las ganas de comérselo.


Actuando con el ratón en la mano diga: «Primero el ratón huele el queso, después busca el queso, y por fin lo encuentra. Quizá este ratón vio anteriormente a uno de sus amigos atrapado en la trampa y entonces aguanta por un momento la tentación de comérselo. Pero si él se queda allí mirando el queso… ¿qué sucederá?


«Veamos. Quizás este ratón se cree muy hábil y sólo intenta lamer el queso. (Toque el queso con la nariz del ratón sin hacer saltar la trampa). ’Sabroso’ –piensa el ratón. ‘No debo, pero si tomo un pequeño bocado no va a pasar nada’. (Toque el queso otra vez con la nariz del ratón sin hacer saltar la trampa). ‘Humm…¡qué rico! Tomaré solamente un bocadito más y después me voy’. (Toque el queso de nuevo, pero esta vez haga saltar la trampa). Pobre ratón… él pensó que no le iba a pasar nada. Pero mírenlo… ¡Quedó atrapado!»



Transición: De la misma forma sucede con una presa más grande. El cazador escoge la trampa y el cebo dependiendo del animal que desee atrapar. ¿Qué clase de trampa usaría para atrapar a un hombre fuerte? Veamos ahora si funcionó la trampa que los enemigos de un hombre que se llamaba Sansón, le tendieron para atraparlo. Sansón era un hombre fuertísimo y… (ahora comience a dar la lección)

Adaptado con permiso del libro Aprendiendo a enseñar la Biblia, de Ana Somoza. Derechos reservados 1990. Editado por Publicaciones Alianza, Buenos Aires, Argentina.

Apuntes Pastorales. Alcanzando a los Niños en Riesgo.


Volumen XVII, número 1 / octubre-diciembre 1999. Todos los derechos reservados