No era un agente secreto, pero…

por Silvia Chaves

Ya tenía diez años de creyente, había compartido y liderado estudios bíblicos evangelísticos y salido a evangelizar en diferentes universidades con la Asociación Bíblica Universitaria Argentina. Había visto a hombres y mujeres, en grupos pequeños y en multitudes, tomar una decisión por Jesucristo. Yo no era lo que se llama un «agente secreto», compartía con amigos no creyentes mi fe en Jesucristo y podía dar razones de mi creencia en El. Pero nunca había llevado a una persona a confrontarse con El como el único camino a Dios Padre.




En los estudios bíblicos evangelísticos que lideraba siempre era otro hermano o hermana quien tomaba la iniciativa y presentaba el llamado a creer y a seguir a Jesucristo como Señor y Salvador. Tenía varias respuestas para mi proceder: «Somos un cuerpo, así que esta bien que Any, que tiene dones en evangelismo, presente el desafío verbal de seguir a Cristo. Yo tengo dones en enseñanza…»

Dentro de mí me sentía inquieta, no estaba conforme con mis propios argumentos. Hasta que una mañana me decidí; le pediría al Señor que en su misericordia me permitiera ser su instrumento y vivir la alegría de llevar a una persona a los pies de la cruz. Así lo hice y cuando en la tarde tocaron el timbre en casa y preguntaron por mí, ¡no me imaginé que Dios estaba respondiendo a la oración de la mañana!

-Mi nombre es Alejandra quiero saber más de Dios. Mi prima Gabriela me envía, ella es de Bahía Blanca. ¿Puedo pasar?-

-Claro… -balbuceé. El hecho de que hubiera nombrado a Bahía Blanca, lugar donde nací, y de que sólo conocía a una Gabriela de esa zona no me dejó otra opción.

Alejandra me planteó que había intentado varios caminos y buscado respuestas, pero que se sentía vacía y quería saber si Dios podía llenar ese espacio. Varios de sus amigos estaban peleando con la droga y 1a soledad. Buscaba respuestas para sus amigos también.

Esa noche, en mi tiempo de oración, no sabía si reírme o llorar, si dar gracias o pedir perdón. En medio de una ciudad como Buenos Aires, rodeada de diez millones de personas, pedí a Dios que llevara a Alejandra a un encuentro con El y guiara mi relación con ella.

Durante cinco semanas nos reunimos por una hora y media para leer y estudiar pasajes bíblicos en los que Jesús se encuentra con distintas personas, y al estudiar a Nicodemo, texto que parece obvio, Alejandra preguntó: ¿puedo yo nacer de nuevo? Yo temblaba de emoción más que Alejandra, Dios estaba buscándola a ella y enseñándome a mí. Luego de explicarle qué significaba, ella dijo sí a Jesucristo como su Señor y Salvador. En el cielo hubo fiesta y en mi corazón también.

Todavía hoy sigo aprendiendo de esa experiencia: la misericordia de Dios y su paciencia para conmigo, el amor de nuestro Señor para con Alejandra y el recordar que lo que Dios quiere de mí es que tenga un corazón compasivo para los que me rodean en medio de la ciudad donde El me trajo, que clame por los que creen que están vivos, los que caminan por las avenidas, en las facultades, por los trenes de nuestras ciudades, y están muertos.Al evangelizar, aprendoDurante los dos años siguientes hice una presentación clara y razonada del mensaje de salvación; para mi sorpresa, dos estudiantes y una profesional también le dijeron sí a Jesucristo.

Diana participaba de un estudio bíblico junto a Arturo y otros estudiantes. Inquieta por su trasfondo judío, sus preguntas eran pertinentes e inquisidoras. El tema de la justicia de Dios y el mal eran sus preguntas de esa tarde cuando, entre mate y mate (bebida típica del cono sur del hemisferio sur), le pregunté si ella podría descansar en un Dios personal y justo, o si seguiría decidiendo quiénes merecían salvarse y quiénes no. Ella me respondió que quería descasar y confiar en un Dios personal, y reconocer que Dios es Dios y ella no. Con un corazón y una mente privilegiada, Diana creció rápidamente en el conocimiento de nuestro Señor como el Mesías.

Casi limitando con Bolivia, al norte de Argentina, se encuentra Jujuy, tierra hermosa con cerros de siete colores. Me encontraba visitando a los grupos estudiantiles de esa ciudad cuando al finalizar una charla evangelística y sin que nadie a mi entender estuviera interesado en conocer más de Jesús, se acercó Analía, profesional inquieta y buscadora de la verdad. Fue en una cafetería de la ciudad en la que nos encontramos hablando de Jesucristo como la verdad y planteando su necesidad de vivir como profesional, madre y esposa una vida diferente, transformada. La humanidad de Jesús nos conmovió a ambas y su amor sigue transformando la vida de Analía hasta hoy.

Comprender que Dios está buscando a personas de carne y hueso, no sólo «almas» que vuelan por el aire, fue una tremenda enseñanza para mí. Dios me iba enseñando en la medida en que yo estaba dispuesta a aprender. El Espíritu Santo hacía el resto.

En otra ocasión llegué casi a la mitad de un recital estudiantil en el sótano de una iglesia y una jovencita se acercó al último banco, donde yo estaba sentada. Su cara evidenciaba llanto y dolor. El ruido era ensordecedor y podía entender apenas la mitad de lo que decía. Me inspiró mucha ternura. Ella había perdido a su mama en años de dictadura en nuestro país y lo único que yo podía decirle que un Dios de amor ,y de justicia quería abrazarla, que El la amaba que en Jesucristo podía conocer ese amor. Eso fue lo que le dije «Dios te ama y yo también». Necesita de un Dios todopoderoso y amoroso Virginia quiso saber más del Dios de la Biblia. En medio de la música y luego en un café hablé del amor Dios en Jesucristo y el camino de victoria que El había abierto para nosotros en la cruz con su muerte y resurrección. La muerte no era final de la historia.

Entonces aprendí que Dios esta interesado en mi carácter, no en que recite una serie de versículos aislados. No creo que esté mal hacerlo aún debo aprender porciones de la Biblia de memoria, pero las personas no son objetos sino sujetos del amor de Dios, y El nos llama a amarlas como El lo hizo.Aventuras con el maestroPero el broche de oro en mi capacitación práctica sobre evangelismo tuvo lugar durante un vuelo. Un muchacho joven sentado a mi lado, pidió whisky antes de que el avión despegara. Yo no tenía ganas de conversar; además, veía venir ya el pedido de un segundo trago… pero Dios tenía otros planes. En un momento de descuido no pude encontrar la luz para leer, y él ofreció gentilmente a ubicaría.

-Señor, estoy cansada, que no me pregunte el motivo de mi viaje

Yo viajaba para participar en un evento de estudiantes cristianos. No obstante, en ese momento él me hizo justamente esa pregunta, yo le respondí…Y a partir de allí conversamos durante casi tres horas sobre la realidad de la alienación del ser humano, la falta de esperanza, su descreimiento del poder de los regímenes políticos para revertir la situación del mundo Asimismo, que se sentía incapaz cambiar las cosas que no le gustaban en su vida. Llegó el momento que teníamos que cambiar de avión, y él pidió sentarse a mi lado, no por motivos románticos, sino para seguir conversando! Su nombre era Stuart, ingeniero, de formación socialista, inquieto por saber si Dios existía, si era real; volvía abatido a su hogar, desilusionado con él mismo por no haber podido cumplir una promesa. Acabamos orando antes de despedirnos, y le sugerí que tomara tiempo en una plaza o en una iglesia para conversar con Dios antes de llegar a su casa. Durante nueve horas, interrumpidas solamente por la comida, este joven preguntó sobre el Dios de la Biblia de manera persistente y necesitada. Comprendí en ese momento la importancia de conocer todo el plan de salvación de Dios, de tener una visión panorámica de lo que Dios hizo en la creación y en la formación de un pueblo, la realidad de los profetas, su claridad para decir las cosas por su nombre, y su dolor por las elecciones equivocadas y el alejamiento del pueblo de Dios, y de entender que desde fuera del ser humano no hay cambio real posible. Dios quería y podía hacer algo por la situación de la persona. Dios quería y podía hacer algo por Stuart.

Le di mi dirección y la dirección de la única iglesia que conocía en Londres. Nunca más he vuelto a saber de él. Dios seguro que si.

Durante estos últimos diez años he compartido y confrontado más naturalmente a personas con la verdad del evangelio. No las he visto siempre diciéndole sí a Dios, pero cada día me siento menos un fracaso. Dios me mostró que necesito más un corazón apasionado por su persona y su palabra que conocimiento y técnicas. La evangelización es un estilo de vida, como lo explica claramente Becky Pippert en Fuera del Salero. De todas maneras, cuando veo que mi vida se está «achanchando« (volviéndose rutinaria, aburrida), que estoy demasiado tranquila, vuelvo a pedir al Señor que pueda compartir con alguien la fuente de agua viva que es Jesucristo. Y llena de expectativa aguardo ver al lado de quién me siento en el tren, o qué oportunidades tengo de charlar con mi compañera en la facultad, o de conversar con mi vecina o de visitar a mi tía, que tampoco conoce a Dios y a quien hace mucho tiempo que no veo. Sí, todavía hoy sigo siendo una aprendiz en evangelismo.

Nota: de la autora: Tanto los nombres como las personas mencionadas son reales. Animo a los lectores a orar por ellos, excepto por Arturo y Diana que están ya en la presencia de nuestro Señor. Sin embargo, sus pequeñas hijas Laita y Gabriela aún necesitan conocer el amor de Dios.Silvia Chavés es argentina, estudió psicología, ha publicado vanos libros con Ediciones Certeza, y durante doce años fue Secretaria General de la Asociación Bíblica Universitaria.