John MacArthur
Tome su Biblia, y si es tan amable, como siempre en Grace Community Church, vayamos juntos a la Palabra de Dios. Estaremos viendo el capítulo 9 de Daniel. Daniel, capítulo 9. Ese es el contexto de nuestro mensaje en esta noche como lo fue en el último Día del Señor por la noche. Y realmente, no es tanto predicación como más bien un capítulo de predicación. De hecho, el libro entero se presenta así en muchos lugares. No estoy tan preocupado por exhortarlo a proclamárselo como lo estoy simplemente en compartir con usted las cosas que fluyen de este texto maravilloso. Si fuéramos a regresar al capítulo 6, un capítulo conocido en el libro de Daniel, en donde encontramos a Daniel en el foso de los leones. Y si fuéramos a ir previo al foso de los leones, ver lo que realmente lo llevó a ir, nos encontraríamos en los versículos 10 y 11. Y ahí leemos esto: “Cuando supo Daniel que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes. Entonces se juntaron apresuradamente aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando a su Dios.”
Encontramos entonces en el capítulo 6 otro de los elementos de la gran fuerza espiritual de Daniel. Daniel estaba comprometido con la oración. Estoy seguro de que usted ha oído muchos mensajes acerca de la oración, probablemente más de los que a usted le gustaría oír. Probablemente se está preguntando si no lo ha entendido todo tan bien que el resto es estrictamente innecesario. Sin embargo, parece que no importa cuántos mensajes oigamos o cuántos mensajes presentemos, siempre hay un factor que nos convence de pecado en otro. Porque realmente nunca nos sentimos como si oráramos como debiéramos.
Cuando estudiamos el libro de Daniel una y otra vez, capítulo por capítulo, encontramos desarrollándose de una manera muy sutil los rasgos maravillosos de la virtud de Daniel. Y uno de ellos tiene que ser la oración. Él entendió que la oración era vivir en la presencia de Dios y nada podía cambiar eso. No la amenaza de la muerte, no la amenaza de la pérdida de reputación o el lugar. Nada. La oración era un eslabón vital con Dios. Él era alguien como Jacob, usted sabe, cuando Jacob luchó con el Señor y dice en Génesis 32 que él no dejó ir a Dios hasta que Dios lo bendijo. Él se aferró hasta que conoció la bendición de Dios. Bueno, Daniel era así.
Daniel prevaleció en la oración contra el edicto del rey. Él prevaleció en la oración en el capítulo 9 y en el medio de lo que era una situación de crisis en el medio de su amado pueblo y nación. Y vemos en el capítulo 9, los primeros 19 versículos, la oración de Daniel. Es la única oración de Daniel realmente de cualquier sustancia que tenemos y es una obra maestra. Y vemos de los versículos 20 al 27 la respuesta. Y la respuesta es tan infinitamente monumental que nos llevará semanas simplemente comprender la respuesta. Y reservaremos eso para un tiempo en el futuro. Pero por ahora, quiero que veamos la oración porque quiero que veamos la maravilla de esta maravillosa oración intercesora.
Conforme Daniel, el hombre de Dios, invoca al Dios que él ama y en quien confía. Y como le dijimos la última vez, esta oración, y como dije, esta oración de manera sutil se vuelve un modelo para nosotros. No es que Daniel lo ofrezca así. No es que se vuelva instructiva para nosotros en sí misma. Es que es su ejemplo mismo lo que se vuelve un modelo para nuestra oración y Daniel estaba viviendo una vida que literalmente estaba fluyendo en la vena de la oración, constantemente. D. L. Moody dijo: “Aquellos que han dejado la impresión más profunda en esta tierra maldecida por el pecado han sido hombres y mujeres de oración.” Fin de la cita. Robert Murray McShane, ese gran hombre de oración dijo, y cito: “Una gran parte de mi tiempo es pasada en sintonizar mi corazón para la oración, porque la oración es el vínculo que conecta la tierra con el cielo.” Fin de la cita. El doctor Guthrie, un santo de Dios durante años, que vivió un siglo atrás dijo, y cito: “La primera señal de la verdadera vida espiritual es la oración. Y también es el medio para mantener la vida espiritual. El hombre puede vivir bien físicamente sin respirar como también espiritualmente sin orar.” Fin de la cita. Ahora sí es verdad, como dice D. L. Moody, que la gente que ha tenido el impacto más grande en la tierra va a ser gente de oración, entonces esperaríamos que Daniel fuera un hombre de oración. Y si la oración es tan normal como respirar, esperaríamos de nuevo que la vida de Daniel fuera una vida que fluye en oración. Y éste es precisamente el caso.
Y a medida que miramos nuevamente el capítulo 9, veremos el modelo de la oración de Daniel conforme se convierte en un modelo para nuestra propia oración intercesora. Ahora, le recuerdo que la última vez señalamos el trasfondo. Ahora, vea el versículo 1, simplemente quiero refrescar su mente. “En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo, Daniel, miré atentamente en los libros sagrados el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse sobre las ruinas de Jerusalén: setenta años.”
Es el primer año del Imperio Medio Persa. Babilonia ha caído. La fiesta de Belsasar ya allá se llevó a cabo. Los medos y los persas se han apoderado. Ciro es ahora el gran monarca mundial. Quizás Darío no es nada más que un título de honor que se refiere a Ciro. Es el día de los medos persas. Darío o Ciro se sienta en el trono. Él no sólo es el rey de medo Persia sino que sea le ha concedido el estatus como la simiente de los medos para que pueda ser aprobado por ambos pueblos que se unen en este imperio. Y él absorbió no sólo a los persas y a los medos sino también al reino de los caldeos, los cuales son los babilonios. Y entonces, él une a un imperio mundial mayor, más grande que Babilonia, más grande que Babilonia en poder y en fuerza. Y es ese primer año que Daniel se encuentra leyendo los libros, y como mencioné la última vez, no hay duda en mi mente que el pueblo judío, el pueblo de Judá que estaba en exilio, se había podido llevar al exilio con ellos algunos de los escritos del Antiguo Testamento. Obviamente, tenían el libro de Jeremías el cual fue escrito y destruido y después vuelto a escribir como nos dice Jeremías.
Pero entre los libros que tenían de los que leían ahí en el exilio, estaban las palabras de Jeremías. Y conforme Daniel estaba leyendo en el versículo 2 de Jeremías, él se encontró con la profecía de que la desolación de Jerusalén sólo duraría unos 70 años. Y eso impactó a Daniel como una realidad muy significativa porque él sabía que él había estado en cautividad durante casi 70 años para ese entonces. La mejor suposición sería que él había estado ahí por lo menos 67 años. Él era un hombre que tenía más de 80 años de edad y sabía que cuando Dios hacía una profecía, las profecías de Dios se cumplían. Y él sabía que Jeremías dijo que serían 70 años. Y cuando él leyó eso en Jeremías y sabía que por lo menos en su caso, 67 años ya habían pasado; él sabía que el tiempo era inminente. Usted podría pensar en este punto, como dijimos la última vez, que Daniel no habría tenido nada por qué orar. Él simplemente habría pensado ‘bueno, es la soberanía de Dios y Él dijo que lo iba hacer en 70 años. Entonces, déjalo así.’ Pero Daniel sabía que de alguna manera encajando en la soberanía de Dios estaba la elección del hombre. Es como la salvación. La Biblia nos dice que Dios nos ha escogido en Él desde antes de la fundación del mundo. La Biblia nos dice que somos elegidos según Su pre conocimiento, Su presciencia y predestinados para ser redimidos. La Biblia nos dice que Dios conoce a los que son Suyos.
La Biblia nos dice que Dios dijo: “Tengo mucho pueblo en esa ciudad que quiero que alcances, afirmando que Él sabía quiénes eran. En otras palabras, Dios nos ha escogido, sin embargo nuestra salvación también depende del hecho de que tomemos una decisión, ¿no es cierto? Daniel sabía que la soberanía de Dios se cumpliría, pero no sin la respuesta de la decisión humana. Y entonces, a la luz de la soberanía de Dios, sabiendo que debía haber una aceptación humana, una escritura del corazón de Dios para que terminara con la disciplina, él comienza a orar.
No es diferente del apóstol Juan en el libro de Apocalipsis, quien oyendo la Palabra de Dios, quien dijo “He aquí, vengo pronto,” dice: “Ven señor Jesús”. Él alinea sus oraciones con lo que él sabe que Dios va a hacer. Y creo que usted podría decir que esa es la naturaleza de todo ‘Amén’ en la Biblia. Porque Amén significa ‘así sea’. Y cuando le decimos a Dios ‘hazlo, que así sea’, simplemente estamos afirmando que es la voluntad de Dios la que debe ser hecha. Y reconociendo que el hombre debe alinear su corazón con Dios para conocer la plenitud de ese propósito cumplido.
La oración entonces, es necesaria. Aunque Dios es soberano y absoluto y va a cumplir Su voluntad. Y por cierto, ha habido ocasiones cuando Dios extendió las cosas y ha habido ocasiones cuando Dios acortó las cosas. Y entonces, en conexión con Su soberanía, no podemos luchar con Él. Él puede acortar cosas, puede alargar cosas. Y entonces, Daniel se prepara a orar sabiendo que de alguna manera, la rectitud del corazón humano tiene que encajar en el acto soberano de Dios. Y entonces, Daniel ora. Y conforme ora, encontramos ocho elementos de la verdadera oración intercesora que emergen fluyendo de esta maravillosa oración. Y como dije, nos enseñan de manera explícita, se encuentran de manera implícita. No son el propósito de la oración, sin embargo, se vuelven para nosotros un buen propósito, un propósito muy bueno porque nos ayudan a ver lo que se incluye en la oración intercesora apropiada.
Ahora, francamente tenemos dos problemas básicos cuando hablamos de la oración. Número uno, no lo hacemos la suficiente, ¿verdad? Entonces la Biblia dice una y otra y otra y otra vez ‘continúen en oración, orad sin cesar’. Lo segundo es que no sabemos por qué orar. Y esa es la razón por la que Romanos 8 dice que no sabemos por qué orar debido a la flaqueza de la carne; y el Espíritu, intercede por nosotros.
En otras palabras, tenemos dos problemas. No oramos lo suficiente y no sabemos por qué orar. Y entonces, como ejemplo tenemos este patrón de oración y nos va a dar algo de la visión de un hombre, de la pasión de un hombre y la naturaleza de la intercesión de un hombre. Ahora, permítame repasar los tres puntos de los ocho que vimos la semana pasada; y voy a hacer esto brevemente porque quiero cubrir los otros cinco.
La verdadera oración intercesora es generada por la Palabra de Dios. Vamos a Dios primordialmente como una respuesta a Su Palabra, actuando en nuestros corazones. Y compartir con usted que esto lo sé a partir de mi propia experiencia personal. Que los tiempos de mi oración más fiel son los tiempos en los que estoy recibiendo la Palabra de Dios. De hecho, semana tras semana, conforme me siento y estudio la Palabra de Dios, hallo que es imposible que sea una calle de una dirección. No puedo ir a hablar a Dios sin responderle en oración.
Y se vuelve una conversación. Y la oración de Daniel fue así. Dice el versículo 2: “Yo Daniel, miré atentamente los libros.” Y después, en el versículo 3: “Y volví mi rostro al Dios el Señor buscándole en oración.” La oración nació a partir del entendimiento de la Palabra de Dios. Ahora, si usted estudia la Palabra de Dios, descubre que una y otra vez, la Biblia dice ‘velad y orad’. ‘Velad y orad’. Jesús lo dice repetidamente, Pedro lo dice: “velad y orad.” Y de lo que están hablando ahí es básicamente ‘observe lo que está pasando, perciba lo que está sucediendo. Mantenga sus ojos abiertos. Sea específico acerca de lo que está orando.’
Ahora escúchenme, la única manera en la que usted puede velar y saber por qué orar es cuando usted sabe lo que la Palabra de Dios dice acerca de lo que está viendo. ¿Se da cuenta? Usted debe percibir al mundo y sus acontecimientos. La Iglesia y sus acontecimientos. El pueblo de Israel y sus acontecimientos. Usted debe ser capaz de ver lo que está pasando a la luz de la Palabra de Dios, de lo contrario, usted no entiende los propósitos de Dios en la historia y usted no puede orar de manera inteligente. Y entonces, observamos no sólo el escenario a nuestro alrededor sino que observamos la Palabra de Dios para determinar con qué cuidado y de manera apropiada debemos orar.
En Nehemías capítulo 1, Nehemías dice en el versículo 11: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento Tu oído a la oración de Tu siervo, y a la oración de Tus siervos, quienes desean reverenciar Tu Nombre; concede ahora buen éxito a Tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.” ¿Por qué estaba orando? ¿Por qué estaba orando? Oyó que la ciudad de Jerusalén estaba en ruinas. Y entonces, ¿por qué eso lo hizo orar? Porque él sabía que la ciudad de Jerusalén era la ciudad amada de Dios y lo que él vio fue filtrado a través del conocimiento de la Palabra de Dios y lo llevó a sus rodillas.
Nunca podremos entender lo que está pasando a menos de que lo entendamos en el contexto de la Palabra de Dios. Y conforme vemos la Palabra de Dios, como lo hizo Daniel, quien vio el escenario a su alrededor, la cautividad, la disciplina, el tiempo de Judá estando en Babilonia y ahora bajo el dominio medo persa. Un tiempo en el cual estaban siendo subyugados bajo el paganismo, él sólo podía analizar lo que estaba pasando y adónde iba y cuando la Palabra Dios fue abierta entre él y vio que debían ser 70 años. Y eso lo llevó a la oración. Entonces, entre mejor entendamos la Palabra de Dios, mejor podemos entender el escenario y más nuestras oraciones se van a conformar con lo que Dios tiene en mente. La oración intercesora, entonces amados, es generada por la Palabra de Dios. La gente del libro es gente de oración. Fuera de la Palabra de Dios, nuestras oraciones van a ser palabras superficiales y sin significado.
En segundo lugar, la oración intercesora no sólo está generada para la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios y él sabe esto en el versículo 2, cuando él dice ‘Jeremías dijo 70 años y yo te digo Señor, que voy a orar por eso.’ Y en el versículo 19 dice: ‘¡Señor, presta atención, y actúa! ¡No tardes más, por amor de ti mismo, Dios mío!’ En otras palabras, Dios, haz lo que Jeremías dijo que ibas a hacer. Haz Tu voluntad. Como vimos la última vez, eso es esencialmente el corazón de toda la oración. Si pedimos algo, dice 1 Juan 5, de acuerdo con Su voluntad, sabemos que ÉL nos oye y sabemos que tenemos las peticiones que le hacemos a Él. Su voluntad. Su voluntad.
La oración de los discípulos dice: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre venga Tu Reino, hágase ¿qué? Tu voluntad. La oración no es para cambiar la mente de Dios, porque Dios ya desea lo mejor. ¿Sabía usted eso? ¿Sabía usted que Dios desea lo mejor para usted, lo mejor de lo mejor? Usted no quiere cambiar Su mente acerca de eso, ¿o sí?
La oración es para alinearlo a usted con Su voluntad. La cual ya es la mejor. Usted preguntará qué tal si no conozco Su voluntad. Bueno, ahí es donde entra Romanos 8:26. ¡Qué promesa! ¿Qué es lo que dice? Bueno, son tres versículos que usted debe entender porque van de la mano. Eso es lo que dicen. Asimismo el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos por qué orar como debemos. ¡Hombre! Eso es la verdad. ¿Conoce usted cuál es la voluntad de Dios en cada situación? Yo no. Digo, si estudio la Palabra de Dios, sé cuál es en algunos casos. Sé que es la voluntad de Dios que la gente sea salva. Sé que es la voluntad de Dios que estén apartados bajo el Espíritu de Dios, llenos del Espíritu, Efesios 5:17,18. Sé que es la voluntad de Dios que usted se abstenga de toda inmoralidad sexual, Primera de Tesalonicenses 4:3. Sé que es la voluntad de Dios que usted sea sumiso a los autoridades que son ordenadas por Dios. Sé que es la voluntad de Dios que en todo usted de gracias. Primera de Tesalonicenses capítulo 5. Sé que es la voluntad de Dios que usted sufra por hacer el bien y no por hacer el mal. Sé que hay muchas cosas que son la voluntad de Dios.
Pero no siempre lo sé. Pero cuando no lo sé y no sé cómo orar, el Espíritu hace intercesión por mí en un lenguaje que no puede ser expresado. Estos son gemidos indecibles. Estas no son palabras estáticas. Esto no se puede expresar. Esta es una comunión divina entre el Espíritu de Dios y el Padre; y el Padre, que escudriña los corazones sabe cuál es la mente del Espíritu porque Él hace intercesión por los santos según la voluntad de Dios. Cuando no conozco la voluntad de Dios, el Espíritu sí. Y a favor de mi ascienden las oraciones, ¿no es eso tremendo? Y esta es la razón por la que sabemos que todas las cosas son para ¿qué? Para bien. No sólo al azar, sino porque el Espíritu de Dios está intercediendo por nosotros en donde no tenemos conocimiento de Su voluntad. En mi vida, quiero una cosa en mis oraciones; una cosa y es que quiero que Dios haga Su voluntad. Porque Él me ama y Su voluntad es lo mejor. Eso coloca a Dios en Su lugar a apropiado. La oración es generada por la Palabra de Dios y está arraigada en la voluntad de Dios.
En tercer lugar, está caracterizada por la pasión, versículo 3. “Y volví mi rostro a Dios el Señor”, le dije que la idea de volver su rostro era determinación, compromiso, intensidad, “buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” Ahora, el ayuno, el cilicio y la ceniza iban de la mano con una oración que emanaba de la profundidad del corazón. Hay muchas cosas que la Biblia dice que acompañaban la pasión. Si usted estudia en su Biblia, encontrará las siguientes cosas: cilicio, sentándose en cenizas colocándolas sobre la cabeza como en Job, capítulo 2. Rapándose la cabeza, Job 1, golpeándose el pecho, Lucas 18. Llorando, 1 Samuel 1 y muchos otros lugares. Arrojando polvo sobre su cabeza, rompiendo la ropa, ayunando, suspirando, gimiendo, llorando de manera fuerte, sudando sangre, agonizando, un corazón que se quebranta, rasgando el corazón de uno, haciendo juramentos, haciendo sacrificios; muchas cosas en la Biblia que se presentan como indicadores de cosas que acompañan la pasión en el corazón de la oración.
Y entonces, vemos a Daniel en esa oración apasionada, apasionada. Él realmente está comprometido con esto. Él realmente está derramando su corazón como Ana, quien está derramando su corazón y no comería porque no tenía deseo de comer. Como en Ester capítulo 4. Creo que es en el versículo 16: “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.” Una oración ferviente, apasionada. Lo encontramos en Lucas capítulo 11, nuevamente, la historia maravillosa que nuestro Señor cuenta en Lucas 11, versículos 5 al 10. Simplemente recordándole brevemente. “Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”
En otras palabras, Dios responde a la pasión. Jonás, recuerde usted en el tercer capítulo, la pasión de su oración en ese lugar. Y entonces, Daniel ora con intensidad. La oración no puede ser sólo algo pasajero. Es determinar el corazón hacia algo. Apuntar el corazón hacia algo. Lo dijo Brooks hace años atrás: “así como un fuego pintado no es un fuego, un hombre muerto no es un hombre. Y así, la oración fría no es oración. En un fuego pintado no hay calor. En un hombre muerto no hay vida, en una oración fría no hay omnipotencia, no hay devoción y no hay bendición. Las oraciones frías son como flechas sin cabezas, espadas sin filo, aves sin alas. No perforan, no cortan, no vuelan hacia el cielo. Las oraciones frías siempre se congelan antes de que lleguen al cielo. ¡Oh, que los cristianos dejaran sus oraciones frías y estuvieran en un marco de espíritu más cálido cuando presentan sus súplicas al Señor!”
Y Jeremías Taylor añadió, y cito: “La facilidad del deseo es un gran enemigo para el éxito de la oración de un buen hombre. Debe ser una oración intensa, celosa, ocupada, para considerar qué indecencia tan enorme es que un hombre le deba hablar a Dios para lo algo que Él no valora. Nuestras oraciones visten nuestros espíritus cuando rogamos de manera tímida por esas cosas por las que deberíamos morir. Cosas que son más preciadas que los cetros imperiales. Más ricas que el botín del mar o el tesoro de los montes indios.” Fin de la cita. Entonces, Daniel oró de manera apasionada.
Ahora, cuarto; y después, en adelante hasta nuestro octavo. Las marcas de la oración intercesora. Es generada por la Palabra de Dios. Está arraigada en la voluntad de Dios. Está caracterizada por la pasión. Número cuatro, es cumplida en la negación de uno mismo. Es cumplida en la negación de uno mismo. Versículo 4. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión. Ahora, deténgase ahí. El corazón de toda la verdadera oración, escuche esto, es una conciencia inicial de que usted ni siquiera merece estar ahí, ¿se da cuenta? Digo, ni siquiera merece estar en la presencia de Dios. No tiene algo en usted que lo haga digno de estar con Él.
Y entonces, ¿dónde comienza? Con ese reconocimiento. Hice mi confesión. ¿Por qué hiciste eso, Daniel? Porque sabía que no merecía estar en Su presencia y específicamente, si iba a llevar allí algún pecado. Haga un contraste de eso con la oración del fariseo en Lucas 18, quien dice “Dios te doy gracias porque nos soy como los otros hombres. Porque yo ayuno y doy diezmos y demás. Y Dios ni siquiera oyó esa oración. En términos de una respuesta, porque se exaltaba sí mismo como justo, porque buscaba lo suyo, tenía confianza en sí mismo.
Y entonces, Daniel comienza con el reconocimiento de que él no merecía ahí. Yo supongo que Daniel quizás en su corazón trajo todo tipo de cosas. Estoy seguro que él escudriñó su vida entera y encontró todo lo que estaba entre él y Dios. Impiedad impía, sordera a la voz divina, desobediencia a mandatos claros y simples. Menosprecio del Señorío soberano de Dios. Todas estas cosas llevaron a Daniel al punto de humildad, y amados, les quiero decir algo, la humildad es la única actitud a partir de la cual la verdadera oración emana. La única. Cuando Abraham estuvo delante de Dios en Génesis capítulo 18, por un tiempo, él dijo esto: “He aquí ahora he comenzado hablar con Jehová siendo polvo y cenizas. Ni siquiera pertenezco aquí. No merezco estar aquí.” Isaías vio a Dios alto y exaltado en el capítulo 6 y dijo “Ay de mí porque soy inmundo.” El apóstol Pablo reconoció la misma verdad acerca de sí mismo. Él no tenía derecho de estar en la presencia de Dios, él era el primero de los pecadores. Juan vio lo mismo y cuando él vio la belleza del Cristo revelado, cayó en humildad.
Y Daniel entiende esto. Daniel entiende que él no merece estar en la presencia de Dios. Y entonces, antes de que él pueda interceder por alguien más, tiene que asegurarse que él tiene la perspectiva correcta. Si hay impotencia en su vida de oración, quizás es porque no hay negación de usted mismo. Y la negación de usted mismo incluye esto, incluye hacer a un lado su voluntad por la voluntad de Dios, ¿verdad? Y si usted está ahí para forzar a que Dios haga lo que usted quiere, eso no es negación de usted mismo. Una oración que con frecuencia he orado es así: “Oh Dios, sé que con frecuencia hago Tu obra sin Tu poder. Y peco por mi servicio muerto, ciego, mi falta de luz interna, amor y deleite. Mi mente, corazón y lengua moviéndose sin Tu ayuda. Veo el pecado en mi corazón buscando la aprobación de otros. Esta es mi vileza, el buscar que las opiniones de los hombres sean mi regla, mientras que debería ver qué bien he hecho y darte la gloria. Considero qué pecado he cometido; y sufro y me lamento por ello. Es mi pecado el predicar y orar para motivar los deseos espirituales de otros buscando el reconocimiento mientras que mi regla debería ser considerarme diariamente a mí mismo más vil que cualquier otro hombre en mis propios ojos.”
Realmente, no creo que nadie pueda ministrar a alguien en la oración o en la predicación o en cualquier otro ministerio hasta que camina por el camino de la negación de sí mismo. Porque usted tiene que luchar con el ego de cualquier manera y más vale que se deshaga de él desde el principio. Y Daniel sabía eso. Y entonces, él tuvo que lidiar con eso. El rogó con Dios por un arrepentimiento más profundo del pecado, incluso el estar aterrado cuando se acercaba. Él quería que Dios lo viera y lo purificara. Uno de los escritores puritanos lo expresó de manera maravillosa de esta manera: “Lleva a cabo un surco profundo en mí, Señor, Granjero celestial, para que mi ser sea un campo arado, que las raíces de Tu gracia se extiendan de manera profunda y amplia hasta que solo Tú seas visto en mi. Que Tu belleza adorada sea como la cosecha del verano y Tu fruto como la abundancia del otoño.”
La verdadera intercesión es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión y es cumplida en la negación de uno mismo y en quinto lugar, la verdadera oración intercesora se identifica con el pueblo de Dios. Se identifica con el pueblo de Dios. Notará que él dice: “Oré a Jehová mi Dios,” versículo 4, “e hice confesión.”
Él comienza consigo mismo, pero no se detiene ahí. Observe, versículo 5, vamos a movernos rápidamente: “Hemos pecado,” versículo 5. Versículo 6: “No hemos obedecido.” Versículo 7: “A Ti, Señor, la justicia, y a nosotros la vergüenza en el rostro.” Versículo 8: “Oh Jehová, a nosotros, la vergüenza en el rostro.” Versículo 10: “Y no obedecimos.” Versículo 11: “Todo Israel traspasó Tu ley, apartándose para no obedecer Tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra Él pecamos.” Versículo 12: “Él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros.” Versículo 13 nosotros, nuestros, nosotros. Versículo 14, nosotros, nosotros. Versículo 15, nosotros. Versículo 16: “Porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.”
Ahora escuche, la verdadera oración intercesora identifica al que está orando con el pueblo por el que está orando. Es algo tremendo. Pablo lo tuvo cuando él dijo “orando siempre por todos los santos” y después, agregó en Efesios 6:19 “y orando sobre cualquier otro por mí.” El enfoque de nuestras oraciones, amados, debe estar en otros. Después que nos hemos hecho a un lado a nosotros mismos, usted llega a la oración y se da cuenta, en primer lugar, que ni siquiera merece estar ahí. Pero la Palabra de Dios lo ha llamado a estar ahí y usted busca la voluntad de Dios y usted hace a un lado su propia voluntad y entonces derrama su corazón a favor de otros.
Y Daniel se ve a sí mismo relacionado también con otros, era verdad de ellos en Israel que se veían a sí mismos como parte de la entidad total. Y creo que es lo mismo en el cuerpo de Cristo, ¿no es cierto? Creo que es muy claro que cuando usted estudia 1 Corintios capítulo 12 usted descubre que todos somos un cuerpo, ¿no es cierto? Y cuando un miembro sufre, el cuerpo entero sufre. Y cuando alguien se regocija, el cuerpo entero se regocija. Tengo que identificarme en los pecados de la Iglesia. Tengo que incluirme a mí mismo en eso. Primera de Samuel 12:23 lo expresa de manera simple. “Que Dios me guarde de pecar contra el Señor al dejar de orar” ¿Qué?, “por ustedes.” Y yo aprendí hace mucho tiempo atrás que el punto focal de mi vida de oración no soy yo. Comencé reconocer la voluntad de Dios. Me saco de la escena y comienzo a orar por ustedes, ¿se da cuenta?
Y en el cristianismo en la actualidad y en este país y en el mundo hay cristianos que no entienden el fin de la oración porque lo único que tienen en la oración es ‘yo, mi, mío’. Y no están abrazando las necesidades del pueblo de Dios. Pablo siempre oró por otros y nosotros somos parte del panorama entero. Nuestro pan de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, no nos metas en tentación. Hay un sentido en el cual nos incluimos unos a otros, que la oración no es un ejercicio personal privado para que nosotros obtengamos las bondades de Dios. ¿Se da cuenta? Pero eso es lo que muchas, muchas personas creen que es. Y no es así.
Gálatas 6:2 dice que debemos sobrellevar los unos las cargas de los otros y cumplir así la ley de Cristo. ¿Y cuál es la ley de Cristo? La ley de Cristo es ‘un nuevo mandato que os doy que os améis unos a otros’. Y Filipenses 1, Pablo dice ‘siempre estoy orando por ustedes’ y en Colosenses 1 él dice ‘siempre estoy orando por ustedes’. En Filemón 4 y 5, ‘estoy orando por ustedes’ y después menciona en 2 Corintios 1:11, ‘ustedes también ayudando juntos al orar por nosotros’. Era mutuo. Oro por ustedes y ustedes oran por mí. Ninguno de nosotros somos egoístas, ¿verdad? Así es como funciona el cuerpo. Tenemos que aprender eso y aprenderlo bien. Debemos orar por aquellos que están en autoridad sobre nosotros. Orar por los líderes, orar por aquellos que tienen necesidad y Daniel vio a su pueblo y él lo abrazó. ¿Pero sabe una cosa? Hay algo maravilloso en Daniel, él se incluyó a sí mismo en sus pecados. Él se incluyó a sí mismo en sus faltas. Él se incluyó a sí mismo en sus errores, sus fallas. Él se incluyó a sí mismo en sus oraciones. Era nosotros y no ellos. No ellos.
Digo, él no se apartó a sí mismo como si fuera justo en sí mismo. Un hombre justo en sí mismo repudiaría una identificación así con pecadores así. Y usted podría decir que Daniel tenía todo derecho de ponerse de pie y decir que le daba gusto no ser como ellos. Digo, él había sido fiel durante más de 80 años. Estuvo en el palacio haciendo lo que debía hacer y ‘te acuerdas de mí, yo soy el hombre con todas las visiones, soy el hombre que cerró la boca de los leones, soy el hombre que venció a Nabucodonosor y demás.’ Él pudo haberse enorgullecido; y hay gente que es tan justa en sí misma que no se identifica con los pecados de otros. Pero no Daniel. Él los abrazó porque eran su pueblo y él sabía que él también era un pecador y sabía que él también había fallado. Y él no estaba avergonzado por identificarse a sí mismo con sus necesidades.
Daniel ve, como lo hacían todos los judíos, la solidaridad del pueblo de Dios y también lo debemos ver en la Iglesia, el cuerpo de Cristo también. Entonces, Daniel intercedió de manera apasionada por su pueblo. Yo he visto con Pablo, en Romanos 9, donde Pablo dice que él ora tanto por la salvación de Israel que en la salvación de ellos él casi desearía que él pudiera perder su salvación si fuera necesario para que ellos pudieran ser salvos. Estaba tan preocupado por otros. ¡Qué ejemplo tan maravilloso y emocionante! El secreto de la intercesión, ¿quiere conocerlo en una palabra? Que en sus oraciones usted dice ‘nosotros’. Nosotros. No yo.
De tal manera que su oración, escuche esto, no es tan egoísta como para estar dirigida hacia usted sin importar cómo afecta a otra persona sino que usted realmente está orando a favor de lo que es mejor para el cuerpo de entero de Cristo, nosotros.
La oración entonces es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión, es cumplida en la negación de uno mismo, se identifica con el pueblo de Dios; número seis, es fortalecida en la confesión. Fortalecida en la confesión. Ahora hemos visto que Daniel de manera personal se había negado a sí mismo al expresar su confesión. Y si usted ve el versículo 20, él dice “aún estaba hablando y orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel,” ¿se da cuenta? Ahí está esa identificación de nuevo, él dice “Aún estaba yo hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios, por el monte santo de mi Dios;” y es tan maravilloso que no se volvió un crítico en la Iglesia y dijo ‘yo soy el único justo, yo soy el único aquí que está haciendo las cosas bien y que se condenen los demás en la Iglesia. Y los voy a llevar delante de Dios para que sean juzgados y disciplinados. No, él sabía que también era un pecador. Entonces, esta oración entera realmente es confesión. Este es un absoluto. Cuando Dios está operando en una vida y quiero que escuche lo que digo, cuando Dios está operando en una vida, el arrepentimiento y la confesión se convierten en la norma. La norma.
De hecho, escuche, entre más devota sea su alma, más profundo será su amor hacia Dios, más elevado será su estándar de santidad, más genuino será su compromiso con Cristo y mayor será su sentido de pecaminosidad. Ahora, si usted cree que conforme usted madura como cristiano usted se va a volver menos y menos sensible al pecado, es simplemente lo opuesto. Entre más madura como cristiano, más sensible se vuelve al pecado. Entre más se acerca a Dios, más horrible se vuelve.
Ya para cuando David maduró y cometió el terrible pecado que cometió y derramó su corazón en el Salmo 32 y 51, era tan evidente que el pecado literalmente lo destruyó. Simplemente lo aplastó porque él conocía tanto, él había caminado con Dios y era un hombre según el corazón de Dios y cuando él cometió ese pecado terrible con Betsabé y su marido Urías, lo despedazó y derramó ese maravilloso Salmo 51 cuando él dice “Oh, límpiame, para que sea limpio. Purifícame.” Lo odiaba. Y Esdras, al frente del pueblo en el capítulo 9 y capítulo 10 de Esdras, ve lo mismo conforme el pueblo se compromete consigo mismo con Dios y cuando oyó la voz de Dios y se acercan a Dios, lo primero que pasa es que están abrumados por su pecado. Y derraman su confesión. Lo encontramos en el capítulo 9 de Nehemías, la palabra viene en el capítulo 8 conforme se acercan a Dios y se encuentran a sí mismos en la presencia de Dios y están abrumados con su pecaminosidad. Pablo entendía esto. En Romanos, capítulo 7, cuando Pablo realmente entendió la ley de Dios y cuando él entendió lo que la ley de Dios estaba diciendo y cuáles eran realmente los estándares de Dios, fue entonces que él dijo “Me vi a mí mismo y el pecado revivió y morí. Me mató.”
La confesión es la parte diaria de la vida de un hombre de Dios y una mujer de Dios. Y era parte de las oraciones de Daniel. La confesión de sus pecados y los pecados de personas que lo rodeaban. En Jeremías, capítulo 3, capítulo 8, capítulo 14 y en el primer capítulo de Lamentaciones, el cual fue escrito por Jeremías, en todos esos cuatro lugares, Jeremías clama en confesión a Dios conforme percibe la inminencia del juicio venidero, conforme Dios está a punto de actuar. Conforme Dios está a punto de entrar con Su presencia en el flujo humano. Jeremías, consciente de la presencia de Dios, comienza a desear que su corazón sea lavado. Entre más se acerca usted a Dios, más sucio se siente. Y la clásica, como lo mencioné antes, es Isaías 6 cuando dijo: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo. Por encima de él había serafines… Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos… Él dijo “¡Ay de mí!” Entonces, la intercesión es fortalecida en la confesión.
Un granjero fue con su hijo a un campo de trigo. Él quería ver si estaba listo para la cosecha. “Ves Padre,” dijo el niño, “ves qué tan derechos están los tallos sosteniendo en alto sus cabezas. Los que sostienen su cabeza tan alto, deben ser los mejores. Los que están inclinados y agachados no pueden ser tan buenos.” El granjero tomó uno de cada tipo y dijo “mira, niño necio. La razón por la que están tan derechos es porque el grano es tan pequeño. Lo que están inclinados son los buenos. Los derechos son casi inútiles.” Y así es en el mundo de Dios. Son aquellos que están inclinados y quebrantados lo que son útiles porque confiesan.
Ahora, permítame tan sólo leer esto porque no necesitamos pasar tiempo en todo versículo. Es repetitivo. Versículo 5: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos obrado perversamente, hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de Tus mandamientos y de Tus ordenanzas.” Y ahí realmente dice cuatro cosas. Hemos pecado, esa es una palabra, perder el objetivo, perderse del camino. Hemos hecho impíamente, lo cual significa distorsionar o actuar de manera perversa. Hemos hecho impíamente, eso es hacer algo mal, que usted sabe que está mal, maldad premeditada. Y nos hemos rebelado para desafiar la autoridad. Él le da a usted cuatro términos diferentes para pecar en hebreo, fallar al blanco, distorsionar, hacer mal que usted sabe que está mal y desafiar la autoridad.
Y él dice, somos culpables del ángulo que lo veas. Hemos dejado Tus preceptos y Tus ordenanzas y nos hemos alejado y no hemos regresado.
Versículo 6: “No hemos obedecido a Tus siervos los profetas, que en Tu Nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. A Ti, Señor, la justicia, y a nosotros la vergüenza en el rostro.” Ahora, el versículo 8, regresaremos: “Oh Jehová, a nosotros, la vergüenza en el rostro…” Sus corazones estaban llenos de vergüenza y se manifestaba en su rostro. Estaban avergonzados de sí mismos. Les decimos eso a nuestros hijos, ¿no es cierto? “¿No te da pena, no te da vergüenza hacer eso?” Estábamos avergonzados de nosotros mismos. Digo, solíamos ser alguien. Nuestra tierra era una tierra gloriosa. Nuestro pueblo era un pueblo glorioso. Éramos orgullosos y ahora somos desechados, somos refugiados, somos cautivos. El norte había sido llevado en cautiverio por Asiria para que nunca regresara. El sur había sido llevado también, los otros habían huido a Egipto, cuando Gedalías fue asesinado en Jeremías nos dice eso. Y estamos todos dispersados y estamos avergonzados. Nuestros pecados impíos nos han alejado y nuestros rostros están cubiertos de vergüenza. Nuestros reyes están avergonzados, nuestros príncipes, porque hemos pecado contra ti. Y lo que continúa es saliendo es confesión.
Versículo 10, nuevamente, él dice: “Y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en Sus leyes que Él puso delante de nosotros por medio de Sus siervos los profetas.” De nuevo, él dice lo mismo. Y no escuchamos tampoco a los profetas. No prestamos atención, no oímos. Y lo resume. Él dice en el versículo 11: “Todo Israel traspasó Tu ley, apartándose para no obedecer Tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra Él pecamos.”
Ahora, Dios les dio maldiciones, Deuteronomio 28:15 nos dice eso. Dios les dio maldiciones. Ustedes deobedecen, van a ser disciplinados. Y Dios guarda Su palabra. Guarda Su Palabra positiva y guarda Su palabra negativa. La vergüenza y el juicio vinieron porque Dios dijo que vendrían si no obedecían. Y ellos no obedecieron y vino. Y quiero que noten en el versículo 11 que uno de los elementos más genuinos de la confesión y subraye esto en algún lugar, uno de los elementos más verdaderos de la confesión siempre es la realidad en la verdadera confesión, es que cuando Dios lo disciplina por su pecado, usted acepta la responsabilidad por esa disciplina y nunca culpa a Dios.
La gente quiere culpar a Dios así como Adán. Él dijo ‘la mujer que me diste. Yo no pedí ser casado. Desperté una mañana y estaba casado. Me diste esta mujer.’ ‘¿Por qué pecaste?’ La mujer que me diste. Tú hiciste esto. Yo ni siquiera sabía lo que era una mujer y desperté y estaba casado. Ahora, vas hacer que yo te rinda cuentas por este pecado.’ La mujer que Tú me diste. Y le echa la culpa a Dios. En el libro de Apocalipsis, capítulo 6, dice que el holocausto que irrumpe ahí en la tribulación y la gente blasfema al Dios del cielo. ‘!No merecemos esto!’ La gente dice, ‘¿cómo puede haber un Dios en el mundo?, ¿por qué, si hay un Dios, por qué hay todo este desastre? Si hay un Dios, bueno, debería ser algún tipo de ogro amargado.’ Como puede ver, no están dispuestos a aceptar el hecho que hay consecuencias malas en el mundo porque el mundo está lleno de obras malas cometidas por hombres malos quienes traen esas consecuencias sobre sí mismos.
Uno de los elementos más verdaderos de la confesión – por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés – es nuestra culpa. Y versículo 12, él confirma sus palabras. “Y Él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén.” Nunca antes en la historia humana ha sido hecho algo así, que esté al nivel de esto. Conforme el pueblo de Judá fue llevado en cautiverio. Él dice que nunca antes ha pasado. Pero sucedió, tal como dijo que pasó. Él lo escribió en su libro de esta manera. ‘Si no obedecen, van a ser juzgados. No obedecimos y así pasó. Y no culpamos a Dios.’
Versículo 13: “Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y prestar atención a tu verdad.” Él regresa y regresa, esta es la ley de Moisés, Dios ya lo dijo. Se nos advirtió de manera justa.
Escuche, cuando usted peque y las cosas salgan mal en su vida, no culpe a Dios. Es usted. Es usted. Dios no acepta esa responsabilidad. No cuestione a Dios. No culpe a Dios. El pecado trae su recompensa justa. Está escrito en la ley de Moisés, versículos 13, ‘y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios para convertirnos de nuestras maldades y prestar atención a Tu verdad.
Ahora escuche eso. Él dice, ‘aún cuando el dolor viene, aún así, no nos corregimos. No lo confesamos. No buscamos perdón. No nos volvimos, no nos arrepentimos.’ “Por tanto, Jehová veló sobre este mal y lo ha hecho venir sobre nosotros; porque es justo Jehová nuestro Dios en todas las obras que ha hecho, pero nosotros no hemos hecho caso de Su voz.” Lo ve al final del versículo 14, “Jehová nuestro Dios es justo en todas Sus obras que Él hace.” Ahora amados, no puedo enfatizar lo suficiente que ése es el elemento más genuino, más verdadero de la confesión verdadera, que todas las circunstancias negativas que usted recibe en todas esas disciplinas que vienen por el pecado son recibidas como cosas merecidas por la pecaminosidad.
¡Oh, qué perspectiva tan madura es esa! Puedo decir más acerca de esto, pero no esta noche. Sólo quiero cerrar leyendo el versículo 15: “Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste Tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y con ello te granjeaste un renombre que perdura hasta hoy; hemos pecado, hemos obrado impíamente.” Y lo resume. Escuchen amados, la verdadera oración intercesora es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión, es cumplida en la negación de uno mismo, se identifica con el pueblo de Dios y es fortalecida en la confesión.
Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
DERECHOS DE AUTOR © 2015 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.
nte, no es tanto predicación como más bien un capítulo de predicación. De hecho, el libro entero se presenta así en muchos lugares. No estoy tan preocupado por exhortarlo a proclamárselo como lo estoy simplemente en compartir con usted las cosas que fluyen de este texto maravilloso. Si fuéramos a regresar al capítulo 6, un capítulo conocido en el libro de Daniel, en donde encontramos a Daniel en el foso de los leones. Y si fuéramos a ir previo al foso de los leones, ver lo que realmente lo llevó a ir, nos encontraríamos en los versículos 10 y 11. Y ahí leemos esto: “Cuando supo Daniel que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes. Entonces se juntaron apresuradamente aquellos hombres, y hallaron a Daniel orando y rogando a su Dios.”
Encontramos entonces en el capítulo 6 otro de los elementos de la gran fuerza espiritual de Daniel. Daniel estaba comprometido con la oración. Estoy seguro de que usted ha oído muchos mensajes acerca de la oración, probablemente más de los que a usted le gustaría oír. Probablemente se está preguntando si no lo ha entendido todo tan bien que el resto es estrictamente innecesario. Sin embargo, parece que no importa cuántos mensajes oigamos o cuántos mensajes presentemos, siempre hay un factor que nos convence de pecado en otro. Porque realmente nunca nos sentimos como si oráramos como debiéramos.
Cuando estudiamos el libro de Daniel una y otra vez, capítulo por capítulo, encontramos desarrollándose de una manera muy sutil los rasgos maravillosos de la virtud de Daniel. Y uno de ellos tiene que ser la oración. Él entendió que la oración era vivir en la presencia de Dios y nada podía cambiar eso. No la amenaza de la muerte, no la amenaza de la pérdida de reputación o el lugar. Nada. La oración era un eslabón vital con Dios. Él era alguien como Jacob, usted sabe, cuando Jacob luchó con el Señor y dice en Génesis 32 que él no dejó ir a Dios hasta que Dios lo bendijo. Él se aferró hasta que conoció la bendición de Dios. Bueno, Daniel era así.
Daniel prevaleció en la oración contra el edicto del rey. Él prevaleció en la oración en el capítulo 9 y en el medio de lo que era una situación de crisis en el medio de su amado pueblo y nación. Y vemos en el capítulo 9, los primeros 19 versículos, la oración de Daniel. Es la única oración de Daniel realmente de cualquier sustancia que tenemos y es una obra maestra. Y vemos de los versículos 20 al 27 la respuesta. Y la respuesta es tan infinitamente monumental que nos llevará semanas simplemente comprender la respuesta. Y reservaremos eso para un tiempo en el futuro. Pero por ahora, quiero que veamos la oración porque quiero que veamos la maravilla de esta maravillosa oración intercesora.
Conforme Daniel, el hombre de Dios, invoca al Dios que él ama y en quien confía. Y como le dijimos la última vez, esta oración, y como dije, esta oración de manera sutil se vuelve un modelo para nosotros. No es que Daniel lo ofrezca así. No es que se vuelva instructiva para nosotros en sí misma. Es que es su ejemplo mismo lo que se vuelve un modelo para nuestra oración y Daniel estaba viviendo una vida que literalmente estaba fluyendo en la vena de la oración, constantemente. D. L. Moody dijo: “Aquellos que han dejado la impresión más profunda en esta tierra maldecida por el pecado han sido hombres y mujeres de oración.” Fin de la cita. Robert Murray McShane, ese gran hombre de oración dijo, y cito: “Una gran parte de mi tiempo es pasada en sintonizar mi corazón para la oración, porque la oración es el vínculo que conecta la tierra con el cielo.” Fin de la cita. El doctor Guthrie, un santo de Dios durante años, que vivió un siglo atrás dijo, y cito: “La primera señal de la verdadera vida espiritual es la oración. Y también es el medio para mantener la vida espiritual. El hombre puede vivir bien físicamente sin respirar como también espiritualmente sin orar.” Fin de la cita. Ahora sí es verdad, como dice D. L. Moody, que la gente que ha tenido el impacto más grande en la tierra va a ser gente de oración, entonces esperaríamos que Daniel fuera un hombre de oración. Y si la oración es tan normal como respirar, esperaríamos de nuevo que la vida de Daniel fuera una vida que fluye en oración. Y éste es precisamente el caso.
Y a medida que miramos nuevamente el capítulo 9, veremos el modelo de la oración de Daniel conforme se convierte en un modelo para nuestra propia oración intercesora. Ahora, le recuerdo que la última vez señalamos el trasfondo. Ahora, vea el versículo 1, simplemente quiero refrescar su mente. “En el año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos, en el año primero de su reinado, yo, Daniel, miré atentamente en los libros sagrados el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse sobre las ruinas de Jerusalén: setenta años.”
Es el primer año del Imperio Medio Persa. Babilonia ha caído. La fiesta de Belsasar ya allá se llevó a cabo. Los medos y los persas se han apoderado. Ciro es ahora el gran monarca mundial. Quizás Darío no es nada más que un título de honor que se refiere a Ciro. Es el día de los medos persas. Darío o Ciro se sienta en el trono. Él no sólo es el rey de medo Persia sino que sea le ha concedido el estatus como la simiente de los medos para que pueda ser aprobado por ambos pueblos que se unen en este imperio. Y él absorbió no sólo a los persas y a los medos sino también al reino de los caldeos, los cuales son los babilonios. Y entonces, él une a un imperio mundial mayor, más grande que Babilonia, más grande que Babilonia en poder y en fuerza. Y es ese primer año que Daniel se encuentra leyendo los libros, y como mencioné la última vez, no hay duda en mi mente que el pueblo judío, el pueblo de Judá que estaba en exilio, se había podido llevar al exilio con ellos algunos de los escritos del Antiguo Testamento. Obviamente, tenían el libro de Jeremías el cual fue escrito y destruido y después vuelto a escribir como nos dice Jeremías.
Pero entre los libros que tenían de los que leían ahí en el exilio, estaban las palabras de Jeremías. Y conforme Daniel estaba leyendo en el versículo 2 de Jeremías, él se encontró con la profecía de que la desolación de Jerusalén sólo duraría unos 70 años. Y eso impactó a Daniel como una realidad muy significativa porque él sabía que él había estado en cautividad durante casi 70 años para ese entonces. La mejor suposición sería que él había estado ahí por lo menos 67 años. Él era un hombre que tenía más de 80 años de edad y sabía que cuando Dios hacía una profecía, las profecías de Dios se cumplían. Y él sabía que Jeremías dijo que serían 70 años. Y cuando él leyó eso en Jeremías y sabía que por lo menos en su caso, 67 años ya habían pasado; él sabía que el tiempo era inminente. Usted podría pensar en este punto, como dijimos la última vez, que Daniel no habría tenido nada por qué orar. Él simplemente habría pensado ‘bueno, es la soberanía de Dios y Él dijo que lo iba hacer en 70 años. Entonces, déjalo así.’ Pero Daniel sabía que de alguna manera encajando en la soberanía de Dios estaba la elección del hombre. Es como la salvación. La Biblia nos dice que Dios nos ha escogido en Él desde antes de la fundación del mundo. La Biblia nos dice que somos elegidos según Su pre conocimiento, Su presciencia y predestinados para ser redimidos. La Biblia nos dice que Dios conoce a los que son Suyos.
La Biblia nos dice que Dios dijo: “Tengo mucho pueblo en esa ciudad que quiero que alcances, afirmando que Él sabía quiénes eran. En otras palabras, Dios nos ha escogido, sin embargo nuestra salvación también depende del hecho de que tomemos una decisión, ¿no es cierto? Daniel sabía que la soberanía de Dios se cumpliría, pero no sin la respuesta de la decisión humana. Y entonces, a la luz de la soberanía de Dios, sabiendo que debía haber una aceptación humana, una escritura del corazón de Dios para que terminara con la disciplina, él comienza a orar.
No es diferente del apóstol Juan en el libro de Apocalipsis, quien oyendo la Palabra de Dios, quien dijo “He aquí, vengo pronto,” dice: “Ven señor Jesús”. Él alinea sus oraciones con lo que él sabe que Dios va a hacer. Y creo que usted podría decir que esa es la naturaleza de todo ‘Amén’ en la Biblia. Porque Amén significa ‘así sea’. Y cuando le decimos a Dios ‘hazlo, que así sea’, simplemente estamos afirmando que es la voluntad de Dios la que debe ser hecha. Y reconociendo que el hombre debe alinear su corazón con Dios para conocer la plenitud de ese propósito cumplido.
La oración entonces, es necesaria. Aunque Dios es soberano y absoluto y va a cumplir Su voluntad. Y por cierto, ha habido ocasiones cuando Dios extendió las cosas y ha habido ocasiones cuando Dios acortó las cosas. Y entonces, en conexión con Su soberanía, no podemos luchar con Él. Él puede acortar cosas, puede alargar cosas. Y entonces, Daniel se prepara a orar sabiendo que de alguna manera, la rectitud del corazón humano tiene que encajar en el acto soberano de Dios. Y entonces, Daniel ora. Y conforme ora, encontramos ocho elementos de la verdadera oración intercesora que emergen fluyendo de esta maravillosa oración. Y como dije, nos enseñan de manera explícita, se encuentran de manera implícita. No son el propósito de la oración, sin embargo, se vuelven para nosotros un buen propósito, un propósito muy bueno porque nos ayudan a ver lo que se incluye en la oración intercesora apropiada.
Ahora, francamente tenemos dos problemas básicos cuando hablamos de la oración. Número uno, no lo hacemos la suficiente, ¿verdad? Entonces la Biblia dice una y otra y otra y otra vez ‘continúen en oración, orad sin cesar’. Lo segundo es que no sabemos por qué orar. Y esa es la razón por la que Romanos 8 dice que no sabemos por qué orar debido a la flaqueza de la carne; y el Espíritu, intercede por nosotros.
En otras palabras, tenemos dos problemas. No oramos lo suficiente y no sabemos por qué orar. Y entonces, como ejemplo tenemos este patrón de oración y nos va a dar algo de la visión de un hombre, de la pasión de un hombre y la naturaleza de la intercesión de un hombre. Ahora, permítame repasar los tres puntos de los ocho que vimos la semana pasada; y voy a hacer esto brevemente porque quiero cubrir los otros cinco.
La verdadera oración intercesora es generada por la Palabra de Dios. Vamos a Dios primordialmente como una respuesta a Su Palabra, actuando en nuestros corazones. Y compartir con usted que esto lo sé a partir de mi propia experiencia personal. Que los tiempos de mi oración más fiel son los tiempos en los que estoy recibiendo la Palabra de Dios. De hecho, semana tras semana, conforme me siento y estudio la Palabra de Dios, hallo que es imposible que sea una calle de una dirección. No puedo ir a hablar a Dios sin responderle en oración.
Y se vuelve una conversación. Y la oración de Daniel fue así. Dice el versículo 2: “Yo Daniel, miré atentamente los libros.” Y después, en el versículo 3: “Y volví mi rostro al Dios el Señor buscándole en oración.” La oración nació a partir del entendimiento de la Palabra de Dios. Ahora, si usted estudia la Palabra de Dios, descubre que una y otra vez, la Biblia dice ‘velad y orad’. ‘Velad y orad’. Jesús lo dice repetidamente, Pedro lo dice: “velad y orad.” Y de lo que están hablando ahí es básicamente ‘observe lo que está pasando, perciba lo que está sucediendo. Mantenga sus ojos abiertos. Sea específico acerca de lo que está orando.’
Ahora escúchenme, la única manera en la que usted puede velar y saber por qué orar es cuando usted sabe lo que la Palabra de Dios dice acerca de lo que está viendo. ¿Se da cuenta? Usted debe percibir al mundo y sus acontecimientos. La Iglesia y sus acontecimientos. El pueblo de Israel y sus acontecimientos. Usted debe ser capaz de ver lo que está pasando a la luz de la Palabra de Dios, de lo contrario, usted no entiende los propósitos de Dios en la historia y usted no puede orar de manera inteligente. Y entonces, observamos no sólo el escenario a nuestro alrededor sino que observamos la Palabra de Dios para determinar con qué cuidado y de manera apropiada debemos orar.
En Nehemías capítulo 1, Nehemías dice en el versículo 11: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento Tu oído a la oración de Tu siervo, y a la oración de Tus siervos, quienes desean reverenciar Tu Nombre; concede ahora buen éxito a Tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.” ¿Por qué estaba orando? ¿Por qué estaba orando? Oyó que la ciudad de Jerusalén estaba en ruinas. Y entonces, ¿por qué eso lo hizo orar? Porque él sabía que la ciudad de Jerusalén era la ciudad amada de Dios y lo que él vio fue filtrado a través del conocimiento de la Palabra de Dios y lo llevó a sus rodillas.
Nunca podremos entender lo que está pasando a menos de que lo entendamos en el contexto de la Palabra de Dios. Y conforme vemos la Palabra de Dios, como lo hizo Daniel, quien vio el escenario a su alrededor, la cautividad, la disciplina, el tiempo de Judá estando en Babilonia y ahora bajo el dominio medo persa. Un tiempo en el cual estaban siendo subyugados bajo el paganismo, él sólo podía analizar lo que estaba pasando y adónde iba y cuando la Palabra Dios fue abierta entre él y vio que debían ser 70 años. Y eso lo llevó a la oración. Entonces, entre mejor entendamos la Palabra de Dios, mejor podemos entender el escenario y más nuestras oraciones se van a conformar con lo que Dios tiene en mente. La oración intercesora, entonces amados, es generada por la Palabra de Dios. La gente del libro es gente de oración. Fuera de la Palabra de Dios, nuestras oraciones van a ser palabras superficiales y sin significado.
En segundo lugar, la oración intercesora no sólo está generada para la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios y él sabe esto en el versículo 2, cuando él dice ‘Jeremías dijo 70 años y yo te digo Señor, que voy a orar por eso.’ Y en el versículo 19 dice: ‘¡Señor, presta atención, y actúa! ¡No tardes más, por amor de ti mismo, Dios mío!’ En otras palabras, Dios, haz lo que Jeremías dijo que ibas a hacer. Haz Tu voluntad. Como vimos la última vez, eso es esencialmente el corazón de toda la oración. Si pedimos algo, dice 1 Juan 5, de acuerdo con Su voluntad, sabemos que ÉL nos oye y sabemos que tenemos las peticiones que le hacemos a Él. Su voluntad. Su voluntad.
La oración de los discípulos dice: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre venga Tu Reino, hágase ¿qué? Tu voluntad. La oración no es para cambiar la mente de Dios, porque Dios ya desea lo mejor. ¿Sabía usted eso? ¿Sabía usted que Dios desea lo mejor para usted, lo mejor de lo mejor? Usted no quiere cambiar Su mente acerca de eso, ¿o sí?
La oración es para alinearlo a usted con Su voluntad. La cual ya es la mejor. Usted preguntará qué tal si no conozco Su voluntad. Bueno, ahí es donde entra Romanos 8:26. ¡Qué promesa! ¿Qué es lo que dice? Bueno, son tres versículos que usted debe entender porque van de la mano. Eso es lo que dicen. Asimismo el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos por qué orar como debemos. ¡Hombre! Eso es la verdad. ¿Conoce usted cuál es la voluntad de Dios en cada situación? Yo no. Digo, si estudio la Palabra de Dios, sé cuál es en algunos casos. Sé que es la voluntad de Dios que la gente sea salva. Sé que es la voluntad de Dios que estén apartados bajo el Espíritu de Dios, llenos del Espíritu, Efesios 5:17,18. Sé que es la voluntad de Dios que usted se abstenga de toda inmoralidad sexual, Primera de Tesalonicenses 4:3. Sé que es la voluntad de Dios que usted sea sumiso a los autoridades que son ordenadas por Dios. Sé que es la voluntad de Dios que en todo usted de gracias. Primera de Tesalonicenses capítulo 5. Sé que es la voluntad de Dios que usted sufra por hacer el bien y no por hacer el mal. Sé que hay muchas cosas que son la voluntad de Dios.
Pero no siempre lo sé. Pero cuando no lo sé y no sé cómo orar, el Espíritu hace intercesión por mí en un lenguaje que no puede ser expresado. Estos son gemidos indecibles. Estas no son palabras estáticas. Esto no se puede expresar. Esta es una comunión divina entre el Espíritu de Dios y el Padre; y el Padre, que escudriña los corazones sabe cuál es la mente del Espíritu porque Él hace intercesión por los santos según la voluntad de Dios. Cuando no conozco la voluntad de Dios, el Espíritu sí. Y a favor de mi ascienden las oraciones, ¿no es eso tremendo? Y esta es la razón por la que sabemos que todas las cosas son para ¿qué? Para bien. No sólo al azar, sino porque el Espíritu de Dios está intercediendo por nosotros en donde no tenemos conocimiento de Su voluntad. En mi vida, quiero una cosa en mis oraciones; una cosa y es que quiero que Dios haga Su voluntad. Porque Él me ama y Su voluntad es lo mejor. Eso coloca a Dios en Su lugar a apropiado. La oración es generada por la Palabra de Dios y está arraigada en la voluntad de Dios.
En tercer lugar, está caracterizada por la pasión, versículo 3. “Y volví mi rostro a Dios el Señor”, le dije que la idea de volver su rostro era determinación, compromiso, intensidad, “buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.” Ahora, el ayuno, el cilicio y la ceniza iban de la mano con una oración que emanaba de la profundidad del corazón. Hay muchas cosas que la Biblia dice que acompañaban la pasión. Si usted estudia en su Biblia, encontrará las siguientes cosas: cilicio, sentándose en cenizas colocándolas sobre la cabeza como en Job, capítulo 2. Rapándose la cabeza, Job 1, golpeándose el pecho, Lucas 18. Llorando, 1 Samuel 1 y muchos otros lugares. Arrojando polvo sobre su cabeza, rompiendo la ropa, ayunando, suspirando, gimiendo, llorando de manera fuerte, sudando sangre, agonizando, un corazón que se quebranta, rasgando el corazón de uno, haciendo juramentos, haciendo sacrificios; muchas cosas en la Biblia que se presentan como indicadores de cosas que acompañan la pasión en el corazón de la oración.
Y entonces, vemos a Daniel en esa oración apasionada, apasionada. Él realmente está comprometido con esto. Él realmente está derramando su corazón como Ana, quien está derramando su corazón y no comería porque no tenía deseo de comer. Como en Ester capítulo 4. Creo que es en el versículo 16: “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca.” Una oración ferviente, apasionada. Lo encontramos en Lucas capítulo 11, nuevamente, la historia maravillosa que nuestro Señor cuenta en Lucas 11, versículos 5 al 10. Simplemente recordándole brevemente. “Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”
En otras palabras, Dios responde a la pasión. Jonás, recuerde usted en el tercer capítulo, la pasión de su oración en ese lugar. Y entonces, Daniel ora con intensidad. La oración no puede ser sólo algo pasajero. Es determinar el corazón hacia algo. Apuntar el corazón hacia algo. Lo dijo Brooks hace años atrás: “así como un fuego pintado no es un fuego, un hombre muerto no es un hombre. Y así, la oración fría no es oración. En un fuego pintado no hay calor. En un hombre muerto no hay vida, en una oración fría no hay omnipotencia, no hay devoción y no hay bendición. Las oraciones frías son como flechas sin cabezas, espadas sin filo, aves sin alas. No perforan, no cortan, no vuelan hacia el cielo. Las oraciones frías siempre se congelan antes de que lleguen al cielo. ¡Oh, que los cristianos dejaran sus oraciones frías y estuvieran en un marco de espíritu más cálido cuando presentan sus súplicas al Señor!”
Y Jeremías Taylor añadió, y cito: “La facilidad del deseo es un gran enemigo para el éxito de la oración de un buen hombre. Debe ser una oración intensa, celosa, ocupada, para considerar qué indecencia tan enorme es que un hombre le deba hablar a Dios para lo algo que Él no valora. Nuestras oraciones visten nuestros espíritus cuando rogamos de manera tímida por esas cosas por las que deberíamos morir. Cosas que son más preciadas que los cetros imperiales. Más ricas que el botín del mar o el tesoro de los montes indios.” Fin de la cita. Entonces, Daniel oró de manera apasionada.
Ahora, cuarto; y después, en adelante hasta nuestro octavo. Las marcas de la oración intercesora. Es generada por la Palabra de Dios. Está arraigada en la voluntad de Dios. Está caracterizada por la pasión. Número cuatro, es cumplida en la negación de uno mismo. Es cumplida en la negación de uno mismo. Versículo 4. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión. Ahora, deténgase ahí. El corazón de toda la verdadera oración, escuche esto, es una conciencia inicial de que usted ni siquiera merece estar ahí, ¿se da cuenta? Digo, ni siquiera merece estar en la presencia de Dios. No tiene algo en usted que lo haga digno de estar con Él.
Y entonces, ¿dónde comienza? Con ese reconocimiento. Hice mi confesión. ¿Por qué hiciste eso, Daniel? Porque sabía que no merecía estar en Su presencia y específicamente, si iba a llevar allí algún pecado. Haga un contraste de eso con la oración del fariseo en Lucas 18, quien dice “Dios te doy gracias porque nos soy como los otros hombres. Porque yo ayuno y doy diezmos y demás. Y Dios ni siquiera oyó esa oración. En términos de una respuesta, porque se exaltaba sí mismo como justo, porque buscaba lo suyo, tenía confianza en sí mismo.
Y entonces, Daniel comienza con el reconocimiento de que él no merecía ahí. Yo supongo que Daniel quizás en su corazón trajo todo tipo de cosas. Estoy seguro que él escudriñó su vida entera y encontró todo lo que estaba entre él y Dios. Impiedad impía, sordera a la voz divina, desobediencia a mandatos claros y simples. Menosprecio del Señorío soberano de Dios. Todas estas cosas llevaron a Daniel al punto de humildad, y amados, les quiero decir algo, la humildad es la única actitud a partir de la cual la verdadera oración emana. La única. Cuando Abraham estuvo delante de Dios en Génesis capítulo 18, por un tiempo, él dijo esto: “He aquí ahora he comenzado hablar con Jehová siendo polvo y cenizas. Ni siquiera pertenezco aquí. No merezco estar aquí.” Isaías vio a Dios alto y exaltado en el capítulo 6 y dijo “Ay de mí porque soy inmundo.” El apóstol Pablo reconoció la misma verdad acerca de sí mismo. Él no tenía derecho de estar en la presencia de Dios, él era el primero de los pecadores. Juan vio lo mismo y cuando él vio la belleza del Cristo revelado, cayó en humildad.
Y Daniel entiende esto. Daniel entiende que él no merece estar en la presencia de Dios. Y entonces, antes de que él pueda interceder por alguien más, tiene que asegurarse que él tiene la perspectiva correcta. Si hay impotencia en su vida de oración, quizás es porque no hay negación de usted mismo. Y la negación de usted mismo incluye esto, incluye hacer a un lado su voluntad por la voluntad de Dios, ¿verdad? Y si usted está ahí para forzar a que Dios haga lo que usted quiere, eso no es negación de usted mismo. Una oración que con frecuencia he orado es así: “Oh Dios, sé que con frecuencia hago Tu obra sin Tu poder. Y peco por mi servicio muerto, ciego, mi falta de luz interna, amor y deleite. Mi mente, corazón y lengua moviéndose sin Tu ayuda. Veo el pecado en mi corazón buscando la aprobación de otros. Esta es mi vileza, el buscar que las opiniones de los hombres sean mi regla, mientras que debería ver qué bien he hecho y darte la gloria. Considero qué pecado he cometido; y sufro y me lamento por ello. Es mi pecado el predicar y orar para motivar los deseos espirituales de otros buscando el reconocimiento mientras que mi regla debería ser considerarme diariamente a mí mismo más vil que cualquier otro hombre en mis propios ojos.”
Realmente, no creo que nadie pueda ministrar a alguien en la oración o en la predicación o en cualquier otro ministerio hasta que camina por el camino de la negación de sí mismo. Porque usted tiene que luchar con el ego de cualquier manera y más vale que se deshaga de él desde el principio. Y Daniel sabía eso. Y entonces, él tuvo que lidiar con eso. El rogó con Dios por un arrepentimiento más profundo del pecado, incluso el estar aterrado cuando se acercaba. Él quería que Dios lo viera y lo purificara. Uno de los escritores puritanos lo expresó de manera maravillosa de esta manera: “Lleva a cabo un surco profundo en mí, Señor, Granjero celestial, para que mi ser sea un campo arado, que las raíces de Tu gracia se extiendan de manera profunda y amplia hasta que solo Tú seas visto en mi. Que Tu belleza adorada sea como la cosecha del verano y Tu fruto como la abundancia del otoño.”
La verdadera intercesión es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión y es cumplida en la negación de uno mismo y en quinto lugar, la verdadera oración intercesora se identifica con el pueblo de Dios. Se identifica con el pueblo de Dios. Notará que él dice: “Oré a Jehová mi Dios,” versículo 4, “e hice confesión.”
Él comienza consigo mismo, pero no se detiene ahí. Observe, versículo 5, vamos a movernos rápidamente: “Hemos pecado,” versículo 5. Versículo 6: “No hemos obedecido.” Versículo 7: “A Ti, Señor, la justicia, y a nosotros la vergüenza en el rostro.” Versículo 8: “Oh Jehová, a nosotros, la vergüenza en el rostro.” Versículo 10: “Y no obedecimos.” Versículo 11: “Todo Israel traspasó Tu ley, apartándose para no obedecer Tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra Él pecamos.” Versículo 12: “Él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros.” Versículo 13 nosotros, nuestros, nosotros. Versículo 14, nosotros, nosotros. Versículo 15, nosotros. Versículo 16: “Porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.”
Ahora escuche, la verdadera oración intercesora identifica al que está orando con el pueblo por el que está orando. Es algo tremendo. Pablo lo tuvo cuando él dijo “orando siempre por todos los santos” y después, agregó en Efesios 6:19 “y orando sobre cualquier otro por mí.” El enfoque de nuestras oraciones, amados, debe estar en otros. Después que nos hemos hecho a un lado a nosotros mismos, usted llega a la oración y se da cuenta, en primer lugar, que ni siquiera merece estar ahí. Pero la Palabra de Dios lo ha llamado a estar ahí y usted busca la voluntad de Dios y usted hace a un lado su propia voluntad y entonces derrama su corazón a favor de otros.
Y Daniel se ve a sí mismo relacionado también con otros, era verdad de ellos en Israel que se veían a sí mismos como parte de la entidad total. Y creo que es lo mismo en el cuerpo de Cristo, ¿no es cierto? Creo que es muy claro que cuando usted estudia 1 Corintios capítulo 12 usted descubre que todos somos un cuerpo, ¿no es cierto? Y cuando un miembro sufre, el cuerpo entero sufre. Y cuando alguien se regocija, el cuerpo entero se regocija. Tengo que identificarme en los pecados de la Iglesia. Tengo que incluirme a mí mismo en eso. Primera de Samuel 12:23 lo expresa de manera simple. “Que Dios me guarde de pecar contra el Señor al dejar de orar” ¿Qué?, “por ustedes.” Y yo aprendí hace mucho tiempo atrás que el punto focal de mi vida de oración no soy yo. Comencé reconocer la voluntad de Dios. Me saco de la escena y comienzo a orar por ustedes, ¿se da cuenta?
Y en el cristianismo en la actualidad y en este país y en el mundo hay cristianos que no entienden el fin de la oración porque lo único que tienen en la oración es ‘yo, mi, mío’. Y no están abrazando las necesidades del pueblo de Dios. Pablo siempre oró por otros y nosotros somos parte del panorama entero. Nuestro pan de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, no nos metas en tentación. Hay un sentido en el cual nos incluimos unos a otros, que la oración no es un ejercicio personal privado para que nosotros obtengamos las bondades de Dios. ¿Se da cuenta? Pero eso es lo que muchas, muchas personas creen que es. Y no es así.
Gálatas 6:2 dice que debemos sobrellevar los unos las cargas de los otros y cumplir así la ley de Cristo. ¿Y cuál es la ley de Cristo? La ley de Cristo es ‘un nuevo mandato que os doy que os améis unos a otros’. Y Filipenses 1, Pablo dice ‘siempre estoy orando por ustedes’ y en Colosenses 1 él dice ‘siempre estoy orando por ustedes’. En Filemón 4 y 5, ‘estoy orando por ustedes’ y después menciona en 2 Corintios 1:11, ‘ustedes también ayudando juntos al orar por nosotros’. Era mutuo. Oro por ustedes y ustedes oran por mí. Ninguno de nosotros somos egoístas, ¿verdad? Así es como funciona el cuerpo. Tenemos que aprender eso y aprenderlo bien. Debemos orar por aquellos que están en autoridad sobre nosotros. Orar por los líderes, orar por aquellos que tienen necesidad y Daniel vio a su pueblo y él lo abrazó. ¿Pero sabe una cosa? Hay algo maravilloso en Daniel, él se incluyó a sí mismo en sus pecados. Él se incluyó a sí mismo en sus faltas. Él se incluyó a sí mismo en sus errores, sus fallas. Él se incluyó a sí mismo en sus oraciones. Era nosotros y no ellos. No ellos.
Digo, él no se apartó a sí mismo como si fuera justo en sí mismo. Un hombre justo en sí mismo repudiaría una identificación así con pecadores así. Y usted podría decir que Daniel tenía todo derecho de ponerse de pie y decir que le daba gusto no ser como ellos. Digo, él había sido fiel durante más de 80 años. Estuvo en el palacio haciendo lo que debía hacer y ‘te acuerdas de mí, yo soy el hombre con todas las visiones, soy el hombre que cerró la boca de los leones, soy el hombre que venció a Nabucodonosor y demás.’ Él pudo haberse enorgullecido; y hay gente que es tan justa en sí misma que no se identifica con los pecados de otros. Pero no Daniel. Él los abrazó porque eran su pueblo y él sabía que él también era un pecador y sabía que él también había fallado. Y él no estaba avergonzado por identificarse a sí mismo con sus necesidades.
Daniel ve, como lo hacían todos los judíos, la solidaridad del pueblo de Dios y también lo debemos ver en la Iglesia, el cuerpo de Cristo también. Entonces, Daniel intercedió de manera apasionada por su pueblo. Yo he visto con Pablo, en Romanos 9, donde Pablo dice que él ora tanto por la salvación de Israel que en la salvación de ellos él casi desearía que él pudiera perder su salvación si fuera necesario para que ellos pudieran ser salvos. Estaba tan preocupado por otros. ¡Qué ejemplo tan maravilloso y emocionante! El secreto de la intercesión, ¿quiere conocerlo en una palabra? Que en sus oraciones usted dice ‘nosotros’. Nosotros. No yo.
De tal manera que su oración, escuche esto, no es tan egoísta como para estar dirigida hacia usted sin importar cómo afecta a otra persona sino que usted realmente está orando a favor de lo que es mejor para el cuerpo de entero de Cristo, nosotros.
La oración entonces es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión, es cumplida en la negación de uno mismo, se identifica con el pueblo de Dios; número seis, es fortalecida en la confesión. Fortalecida en la confesión. Ahora hemos visto que Daniel de manera personal se había negado a sí mismo al expresar su confesión. Y si usted ve el versículo 20, él dice “aún estaba hablando y orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel,” ¿se da cuenta? Ahí está esa identificación de nuevo, él dice “Aún estaba yo hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios, por el monte santo de mi Dios;” y es tan maravilloso que no se volvió un crítico en la Iglesia y dijo ‘yo soy el único justo, yo soy el único aquí que está haciendo las cosas bien y que se condenen los demás en la Iglesia. Y los voy a llevar delante de Dios para que sean juzgados y disciplinados. No, él sabía que también era un pecador. Entonces, esta oración entera realmente es confesión. Este es un absoluto. Cuando Dios está operando en una vida y quiero que escuche lo que digo, cuando Dios está operando en una vida, el arrepentimiento y la confesión se convierten en la norma. La norma.
De hecho, escuche, entre más devota sea su alma, más profundo será su amor hacia Dios, más elevado será su estándar de santidad, más genuino será su compromiso con Cristo y mayor será su sentido de pecaminosidad. Ahora, si usted cree que conforme usted madura como cristiano usted se va a volver menos y menos sensible al pecado, es simplemente lo opuesto. Entre más madura como cristiano, más sensible se vuelve al pecado. Entre más se acerca a Dios, más horrible se vuelve.
Ya para cuando David maduró y cometió el terrible pecado que cometió y derramó su corazón en el Salmo 32 y 51, era tan evidente que el pecado literalmente lo destruyó. Simplemente lo aplastó porque él conocía tanto, él había caminado con Dios y era un hombre según el corazón de Dios y cuando él cometió ese pecado terrible con Betsabé y su marido Urías, lo despedazó y derramó ese maravilloso Salmo 51 cuando él dice “Oh, límpiame, para que sea limpio. Purifícame.” Lo odiaba. Y Esdras, al frente del pueblo en el capítulo 9 y capítulo 10 de Esdras, ve lo mismo conforme el pueblo se compromete consigo mismo con Dios y cuando oyó la voz de Dios y se acercan a Dios, lo primero que pasa es que están abrumados por su pecado. Y derraman su confesión. Lo encontramos en el capítulo 9 de Nehemías, la palabra viene en el capítulo 8 conforme se acercan a Dios y se encuentran a sí mismos en la presencia de Dios y están abrumados con su pecaminosidad. Pablo entendía esto. En Romanos, capítulo 7, cuando Pablo realmente entendió la ley de Dios y cuando él entendió lo que la ley de Dios estaba diciendo y cuáles eran realmente los estándares de Dios, fue entonces que él dijo “Me vi a mí mismo y el pecado revivió y morí. Me mató.”
La confesión es la parte diaria de la vida de un hombre de Dios y una mujer de Dios. Y era parte de las oraciones de Daniel. La confesión de sus pecados y los pecados de personas que lo rodeaban. En Jeremías, capítulo 3, capítulo 8, capítulo 14 y en el primer capítulo de Lamentaciones, el cual fue escrito por Jeremías, en todos esos cuatro lugares, Jeremías clama en confesión a Dios conforme percibe la inminencia del juicio venidero, conforme Dios está a punto de actuar. Conforme Dios está a punto de entrar con Su presencia en el flujo humano. Jeremías, consciente de la presencia de Dios, comienza a desear que su corazón sea lavado. Entre más se acerca usted a Dios, más sucio se siente. Y la clásica, como lo mencioné antes, es Isaías 6 cuando dijo: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y la orla de su manto llenaba el templo. Por encima de él había serafines… Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos… Él dijo “¡Ay de mí!” Entonces, la intercesión es fortalecida en la confesión.
Un granjero fue con su hijo a un campo de trigo. Él quería ver si estaba listo para la cosecha. “Ves Padre,” dijo el niño, “ves qué tan derechos están los tallos sosteniendo en alto sus cabezas. Los que sostienen su cabeza tan alto, deben ser los mejores. Los que están inclinados y agachados no pueden ser tan buenos.” El granjero tomó uno de cada tipo y dijo “mira, niño necio. La razón por la que están tan derechos es porque el grano es tan pequeño. Lo que están inclinados son los buenos. Los derechos son casi inútiles.” Y así es en el mundo de Dios. Son aquellos que están inclinados y quebrantados lo que son útiles porque confiesan.
Ahora, permítame tan sólo leer esto porque no necesitamos pasar tiempo en todo versículo. Es repetitivo. Versículo 5: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos obrado perversamente, hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de Tus mandamientos y de Tus ordenanzas.” Y ahí realmente dice cuatro cosas. Hemos pecado, esa es una palabra, perder el objetivo, perderse del camino. Hemos hecho impíamente, lo cual significa distorsionar o actuar de manera perversa. Hemos hecho impíamente, eso es hacer algo mal, que usted sabe que está mal, maldad premeditada. Y nos hemos rebelado para desafiar la autoridad. Él le da a usted cuatro términos diferentes para pecar en hebreo, fallar al blanco, distorsionar, hacer mal que usted sabe que está mal y desafiar la autoridad.
Y él dice, somos culpables del ángulo que lo veas. Hemos dejado Tus preceptos y Tus ordenanzas y nos hemos alejado y no hemos regresado.
Versículo 6: “No hemos obedecido a Tus siervos los profetas, que en Tu Nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. A Ti, Señor, la justicia, y a nosotros la vergüenza en el rostro.” Ahora, el versículo 8, regresaremos: “Oh Jehová, a nosotros, la vergüenza en el rostro…” Sus corazones estaban llenos de vergüenza y se manifestaba en su rostro. Estaban avergonzados de sí mismos. Les decimos eso a nuestros hijos, ¿no es cierto? “¿No te da pena, no te da vergüenza hacer eso?” Estábamos avergonzados de nosotros mismos. Digo, solíamos ser alguien. Nuestra tierra era una tierra gloriosa. Nuestro pueblo era un pueblo glorioso. Éramos orgullosos y ahora somos desechados, somos refugiados, somos cautivos. El norte había sido llevado en cautiverio por Asiria para que nunca regresara. El sur había sido llevado también, los otros habían huido a Egipto, cuando Gedalías fue asesinado en Jeremías nos dice eso. Y estamos todos dispersados y estamos avergonzados. Nuestros pecados impíos nos han alejado y nuestros rostros están cubiertos de vergüenza. Nuestros reyes están avergonzados, nuestros príncipes, porque hemos pecado contra ti. Y lo que continúa es saliendo es confesión.
Versículo 10, nuevamente, él dice: “Y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en Sus leyes que Él puso delante de nosotros por medio de Sus siervos los profetas.” De nuevo, él dice lo mismo. Y no escuchamos tampoco a los profetas. No prestamos atención, no oímos. Y lo resume. Él dice en el versículo 11: “Todo Israel traspasó Tu ley, apartándose para no obedecer Tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; porque contra Él pecamos.”
Ahora, Dios les dio maldiciones, Deuteronomio 28:15 nos dice eso. Dios les dio maldiciones. Ustedes deobedecen, van a ser disciplinados. Y Dios guarda Su palabra. Guarda Su Palabra positiva y guarda Su palabra negativa. La vergüenza y el juicio vinieron porque Dios dijo que vendrían si no obedecían. Y ellos no obedecieron y vino. Y quiero que noten en el versículo 11 que uno de los elementos más genuinos de la confesión y subraye esto en algún lugar, uno de los elementos más verdaderos de la confesión siempre es la realidad en la verdadera confesión, es que cuando Dios lo disciplina por su pecado, usted acepta la responsabilidad por esa disciplina y nunca culpa a Dios.
La gente quiere culpar a Dios así como Adán. Él dijo ‘la mujer que me diste. Yo no pedí ser casado. Desperté una mañana y estaba casado. Me diste esta mujer.’ ‘¿Por qué pecaste?’ La mujer que me diste. Tú hiciste esto. Yo ni siquiera sabía lo que era una mujer y desperté y estaba casado. Ahora, vas hacer que yo te rinda cuentas por este pecado.’ La mujer que Tú me diste. Y le echa la culpa a Dios. En el libro de Apocalipsis, capítulo 6, dice que el holocausto que irrumpe ahí en la tribulación y la gente blasfema al Dios del cielo. ‘!No merecemos esto!’ La gente dice, ‘¿cómo puede haber un Dios en el mundo?, ¿por qué, si hay un Dios, por qué hay todo este desastre? Si hay un Dios, bueno, debería ser algún tipo de ogro amargado.’ Como puede ver, no están dispuestos a aceptar el hecho que hay consecuencias malas en el mundo porque el mundo está lleno de obras malas cometidas por hombres malos quienes traen esas consecuencias sobre sí mismos.
Uno de los elementos más verdaderos de la confesión – por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición y el juramento que está escrito en la ley de Moisés – es nuestra culpa. Y versículo 12, él confirma sus palabras. “Y Él ha cumplido la palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jefes que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan grande mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén.” Nunca antes en la historia humana ha sido hecho algo así, que esté al nivel de esto. Conforme el pueblo de Judá fue llevado en cautiverio. Él dice que nunca antes ha pasado. Pero sucedió, tal como dijo que pasó. Él lo escribió en su libro de esta manera. ‘Si no obedecen, van a ser juzgados. No obedecimos y así pasó. Y no culpamos a Dios.’
Versículo 13: “Conforme está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y prestar atención a tu verdad.” Él regresa y regresa, esta es la ley de Moisés, Dios ya lo dijo. Se nos advirtió de manera justa.
Escuche, cuando usted peque y las cosas salgan mal en su vida, no culpe a Dios. Es usted. Es usted. Dios no acepta esa responsabilidad. No cuestione a Dios. No culpe a Dios. El pecado trae su recompensa justa. Está escrito en la ley de Moisés, versículos 13, ‘y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios para convertirnos de nuestras maldades y prestar atención a Tu verdad.
Ahora escuche eso. Él dice, ‘aún cuando el dolor viene, aún así, no nos corregimos. No lo confesamos. No buscamos perdón. No nos volvimos, no nos arrepentimos.’ “Por tanto, Jehová veló sobre este mal y lo ha hecho venir sobre nosotros; porque es justo Jehová nuestro Dios en todas las obras que ha hecho, pero nosotros no hemos hecho caso de Su voz.” Lo ve al final del versículo 14, “Jehová nuestro Dios es justo en todas Sus obras que Él hace.” Ahora amados, no puedo enfatizar lo suficiente que ése es el elemento más genuino, más verdadero de la confesión verdadera, que todas las circunstancias negativas que usted recibe en todas esas disciplinas que vienen por el pecado son recibidas como cosas merecidas por la pecaminosidad.
¡Oh, qué perspectiva tan madura es esa! Puedo decir más acerca de esto, pero no esta noche. Sólo quiero cerrar leyendo el versículo 15: “Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste Tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y con ello te granjeaste un renombre que perdura hasta hoy; hemos pecado, hemos obrado impíamente.” Y lo resume. Escuchen amados, la verdadera oración intercesora es generada por la Palabra de Dios, está arraigada en la voluntad de Dios, se caracteriza por la pasión, es cumplida en la negación de uno mismo, se identifica con el pueblo de Dios y es fortalecida en la confesión.