“El tiempo que reinó sobre Israel fue cuarenta años. Siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres reinó en Jerusalén” (1 Cr. 29:27).
Introducción
La guadaña de la muerte corta la vida terrenal al ungido. El hombre de las batallas, el matador del gigante Goliat, que probó que a los gigantes se podían matar, llegó a la recta final del maratón de la vida.
Con la muerte se cerró el capítulo final de una vida heroica, ejemplar, tentada, pero siempre manteniendo un corazón conforme a Dios. El ungido comenzó y terminó bien su hoja de vida.
- Su reinado
“El tiempo que reinó sobre Israel fue cuarenta años. Siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén” (29:27).
Este relato se introduce: “Así reinó David hijo de Isaí sobre todo Israel” (29:26). Mantuvo un reino unido. El ungido fue un embajador de la unidad. Los ungidos buscan siempre la unidad de todo el cuerpo. Son personas que unen y se unen a otros. Buscan la reconciliación y la paz, para beneficio de todos.
El que tiene corazón de ungido no promueve la división, la discordia, el antagonismo, por el contrario promueve un espíritu unido. Bajo el liderazgo del ungido no hay dos pueblos, ni tres pueblos, sino un pueblo.
En total el ungido reinó siete años en Hebrón sobre Judá y treinta y tres años sobre todo Israel. Reinó una generación completa. El ministerio de los ungidos es a largo plazo. ¡Saben cumplir con su ministerio! ¡Empiezan algo y lo terminan!
- Su vida
“Y murió en buena vejez lleno de días, de riquezas y de gloria; y reinó en su lugar Salomón su hijo” (29:28).
El ungido llegó hasta la “buena vejez”. Vivió todas la etapas del ciclo humano. El que vive bien con Dios envejecerá y morirá bien con Dios. Llegar hasta la “buena vejez” es un privilegio que solo Dios puede conceder. Muchos llegan a su vejez solos, amargados, seniles, viendo todo lo que trabajaron destruido, lejos de la familia, aborrecidos y hastiados de tanto vivir. El ungido murió en “buena vejez”.
Es decir, murió con las botas puestas, en su puesto de mando, viendo emerger la figura del nuevo rey, su hijo Salomón. Leemos del ungido que murió “lleno de días”. Vivió y llegó a anciano con bríos, ánimo y entusiasmo. ¡Amaba la vida! Además llegó a la vejez lleno “de riquezas y de gloria”. ¡Tenía de todo! ¡Lo logró todo! ¡Terminó todo! ¡Fue un líder realizado!
Se nos declara: “y reinó en su lugar Salomón su hijo”. Su trono fue ocupado por uno tan bueno como él. Por un hijo que tenía su corazón, y que Dios lo había llamado a ser su sucesor. En vida el ungido participó de la selección del sucesor.
III. Su recuerdo
“Y los hechos del rey David, primeras y postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel vidente, en las crónicas del profeta Natán, y en las crónicas de Gad vidente” (29:29).
El ungido siempre estuvo cerca de sabios consejeros, de hombres que conocían el corazón de Dios y que le daban dirección espiritual a su vida. Nunca se quedó sin un líder espiritual. Tenía a quien recurrir en tiempos de crisis personal.
Su vida primera y postrera fue tema de escritura. Fue un texto de ejemplo humano, de consagración espiritual y de fe perseverante para su generación y la nuestra.
¿Qué se podrá escribir de nosotros? ¿Qué otros podrán leer de usted y de mí que los pueda inspirar? ¿De qué manera nuestro ministerio ha influido en la vida de otros?
Todo lo que hizo el ungido quedó registrado, bueno o malo, espiritual o carnal. En las crónicas de Dios todo lo que hacemos o pensamos está registrado de principio a fin. La vida del ungido es un libro abierto, todo es de acceso público en su inventario público. En él no hay nada escondido (29:30).
En Hechos 13:36 leemos: “Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción”.
Primero, “habiendo servido a su propia generación”. David fue un diakono (gr.) o “servidor” a su generación durante cuarenta años. Vivió desgastándose en el servicio a otros.
El ungido es un ministro a la generación con la cual le toca vivir. Deja huellas impresas en la historia de otros y afecta sus vidas. Influye en su generación. El ungido no vive para ser servido por su generación, sino para servir a su generación. En lo que hace influye en otros.
Segundo, “según la voluntad de Dios”. David fue la voluntad de Dios a su generación. Por eso en el Salmo 138:8 en su oración cantada expresó: “Jehová cumplirá su propósito en mí…”
Dios tiene contigo y conmigo un “propósito”, un plan somos parte integrante de su agenda divina. A parte de nosotros nada ni nadie podrá alterar el itinerario divino. ¡Dios hará con nosotros lo que le permitamos que haga!
Los ungidos están en la voluntad de Dios, hacen la voluntad de Dios y son la voluntad de Dios en el paréntesis de su generación. ¡Son gente ordinaria que sirven a un Dios extraordinario, haciendo cosas extraordinarias.
David fue ejemplo a reyes posteriores que hicieron lo recto y se les comparó a él (Ezequías, 2 Cr. 29:2; Josías, 2 Cr. 34:2). Por el contrario, de otros como el rey Acaz se dijo: “mas no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre” (2 Cr. 28:1).
En 2 Samuel 23:1–7 el cronista inserta lo que denomina “las palabras postreras de David” (23:1). Es introducido como: “David hijo de… aquel varón que fue levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel” (23:1). David comienza sus palabras declarando: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (23:2). El ungido pronunció lo que parece ser su último discurso en un tono profético (23:3–7). Él se inició en su ministerio profetizándole al gigante Goliat, su derrota (1 S. 17:45–47); y cierra su ministerio con palabra profética.
Conclusión
(1) El ungido con su ministerio une. (2) El ungido que llega a su vejez cosechará lo que sembró en su juventud. (3) El ungido servirá a su generación y sus hechos serán recordados.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (318). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.