EL AVISO AL UNGIDO

“El rey entonces dijo al etíope: ¿El joven Absalón está bien? Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal” (2 S. 18:32).

Introducción

Ahimaas el hijo de Sadoc se ofreció para correr hasta David y darle la noticia de la victoria alcanzada (18:19), pero Joab, sabiendo que Absalón había muerto le dijo que se la comunicara otro día (18:20).

No obstante envió a un etíope, para que llevara la noticia arreglada a David (18:21). Ahimaas volvió a insistir en correr para llevar la noticia a David, y Joab le dejó ver que por eso no recibiría ningún premio (18:22), pero lo dejó correr como quería (18:23).

Ya el etíope había salido, pero Ahimaas corrió más ligero (18:24). El atalaya de David vio primero a un corredor y luego a otro (18:25–26). El ungido pensó que al ver un corredor solo era porque traía buenas noticias (18:25). El atalaya informó a David que el primero corría como Ahimaas, y David tenía la confianza de que le traería buena noticia (18:27).

Ahimaas con sabiduría le informó al rey de la victoria, pero solo dio la buena noticia, el etíope por su parte le dio la mala noticia sobre la muerte de Absalón (18:28–32). Lo cual produjo espíritu de turbación en el ungido (18:33).

  1. El corredor de la nueva noticia

“Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora, y daré al rey las nuevas de que Jehová ha defendido su causa de la mano de sus enemigos?” (18:19).

Ahimaas era un corredor profesional, que junto a Jonatan, hijo de Abiatar, eran los carteros para el ungido (18:15–21). Ahimaas le pidió permiso a Joab para correr hasta el ungido y darle la noticia de que Dios había salido en defensa derrotando a sus enemigos.

Joab sabía que Ahimaas era hombre de buena noticia, por eso le aconsejó, que ese día no daría la noticia sino otro día. El mensajero de la buena noticia, la quiere llevar corriendo el mismo día. La misma no se puede dejar para luego, para después, tiene que ser para hoy. Esa buena noticia se tiene que entregar con “prisa”.

Joab le encargó a un etíope que diera la noticia, lo cual este hizo con prontitud (18:21). Ahimaas volvió a insistir: “Sea como fuere, yo correré ahora tras el etíope” (18:22). Él correría por convicción y no por emoción, por convicción y no por recomendación.

Joab lo trató de desanimar: “Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas?” (18:22). Aquí parece sugerirse que correr era su deporte y profesión. Probablemente era el mejor maratonista de Israel. Esa no era una carrera para ganar ningún premio.

Ahimaas responde: “Sea como fuere yo correré” (18:23). Él sabía que el etíope era el Jessie Owens de sus días, pero con todo y eso Ahimaas estaba dispuesto a correr.

Con esa motivación de llevar la buena noticia al rey, sin buscar ganar ningún premio pero tener esa satisfacción personal, tuvo el permiso para correr y corrió y le pasó por delante al etíope (18:23).

El atalaya le informó a David de que había visto a un hombre correr solo, y luego a un segundo hombre corriendo solo también (18:24–2ó). Leemos: “Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc” (18:27).

Los hombres y mujeres que corren con la buena noticia, siempre se adelantan a los de la mala noticia. Y corren con un estilo que siempre son identificados. David declaró: “Ese es hombre de bien, y viene con buenas nuevas” (18:27).

Primero, “ese es hombre de bien”. El ungido conoce a aquellos subalternos y asociados que son personas de bien. Gente sin maldad en su corazones que piensan bien de su autoridad espiritual. ¡Gente buena!

Segundo, “y viene con buenas nuevas”. El ungido sabía que Ahimaas siempre le traía una buena noticia. Llegaba a levantarle los ánimos y no a bajárselos. Hay necesidad de pastores, evangelistas, maestros y líderes que sean portadores de la buena noticia.

El mensaje de Ahimaas al ungido fue: “Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey” (18:28).

Transmite su mensaje en un tono positivo. Sabía cómo decir las cosas. Hablaba con tacto y cuidado al ungido. No es lo que se dice sino cómo se dice, y que se dice.

David le preguntó: “¿El joven Absalón está bien?” (18:29). Ahimaas respondió: “Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo, mas no sé qué era” (18:29). Él no le quiso dar la mala noticia. David entonces lo invitó a entrar, y él se quedó de pie (18:30).

  1. El corredor de la mala noticia

“…Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal” (18:32).

El etíope salió primero, pero llegó segundo; corrió por compromiso, porque Joab se lo ordenó y no tenía otra opción. Lo que iba a ser ya estaba acostumbrado a hacerlo. Correr para él era una rutina en su vida personal.

Muchos predican y ministran por compromiso, porque es un trabajo que tienen que realizar (aunque el ministerio a tiempo completo es un trabajo). Se debe ministrar por convicción, con pasión del Espíritu Santo en el corazón, y con el deseo ardiente de ver a una iglesia edificada y a un mundo reconstruido.

Para el etíope correr era su trabajo. Se le ordenó hacerlo. No corrió porque quería, Ahimaas quería llevar el mensaje de la buena noticia primero al rey. Cuando el etíope llegó al rey le dijo: “Reciba nuevas mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa de la mano de todos los que se habían levantado contra ti” (18:32).

Básicamente su mensaje inicial y el de Ahimaas era el mismo. Se introdujo con la buena noticia, pero luego daría la mala noticia. Muchos comienzan hablando bien y terminan hablando mal. Halagan al pastor y a la iglesia y luego los critican. Se introducen como el cielo y dejan a los oyentes con el calor del infierno.

David le preguntó: “¿El joven Absalón está bien?” (18:32). Aquel le respondió: “Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal” (18:32).

El etíope le dio la mala noticia al ungido. Siempre hay personas que se dedican a traerles malas noticias al ungido. ¡Están siempre criticándolo todo! ¡Señalando las cosas que ven mal! ¡Hablando negativamente de los demás!

Esa mala noticia afectó emocionalmente al ungido, lo hizo encerrarse y se puso a llorar: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (18:33).

Absalón representa el espíritu de la rebelión. Ese que se levanta contra el ungido, la unción, la visión y la autoridad que este representan. Los Absalones son hijos del ungido, han sido criados por este y hasta se parecen a él. Es más fácil sofocar la rebelión en un extraño que en un hijo de la casa. El ungido no tenía carácter para tratar, refrenar y corregir a su hijo Absalón.

Por otro lado el ungido tenía un “corazón pastoral”, una gracia especial que Dios da. Joab veía en Absalón un corazón rebelde, a uno que no cambiaría nunca, a un asesino de la visión, y a un ladrón de la autoridad. David veía en Absalón a un hijo por cual podía llorar, a uno que se podía arrepentir, a uno que podía cambiar, a alguien para el cual todavía había un rayo de esperanza.

Los líderes o directores de ministerios eclesiales, servidores y colaboradores, necesitan tener una revelación de lo que es el “corazón pastoral”, ser sensibles a lo que el Señor Jesucristo puede hacer con una vida.

Conclusión

(1) Ahimaas corrió a llevar la buena noticia al ungido, no para recibir reconocimiento, sino por convicción personal. (2) El etíope corrió porque ese era su trabajo, y se le hizo fácil ser portador al ungido de la mala noticia.

Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (279). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.