“Entonces David envió a decir a Joab: Envíame a Urías heteo. Y Joab envió a Urías a David. Cuando Urías vino a él, David le preguntó por la salud de Joab, y por la salud del pueblo, y por el estado de la guerra. Después dijo David a Urías: Desciende a tu casa, y lava tus pies. Y saliendo Urías de la casa del rey, le fue enviado presente de la mesa real” (2 S. 11:6–8).
Introducción
Desde el momento en que Betsabé, esposa de Urías heteo, quedó encinta de David, este comenzó a ingeniárselas para encubrir su pecado. Aunque él había perdido su integridad, se preocupa por mantener su reputación. La integridad es lo que somos cuando nadie nos ve, la reputación es lo que queremos ser cuando otros nos ven.
David por intermedió de su sobrino y general Joab, hizo que Urías heteo llegara a él, y le dio licencia para visitar su hogar, enviándole un “presente de la mesa real” (11:8). Pero Urías heteo, durmió a la puerta de la casa del rey (11:9).
Al ser cuestionado por David, Urías le respondió: “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa” (11:11).
Una vez más David se las ingenió invitándole a beber con él hasta que Urías se emborrachó, pero no visitó su casa (11:13). Finalmente, David se confabuló con Joab, para que pusiera a Urías heteo en el lugar más recio y peligroso de la batalla, para ser muerto (11:14). Con todo un informe orquestado, David sería anunciado de las bajas militares y de su siervo Urías heteo (11:16–24).
David, actuando como un hipócrita experto, expresó palabras de ánimo a Joab, diciéndole al mensajero: “Y tú aliéntale” (11:25). Después de Betsabé guardarle luto a su marido, David tomó a la viuda por mujer y ella dio a luz un hijo.
El relato concluye con la opinión de Dios: “Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (11:27). David se podía engañar así mismo, podía engañar a otros, pero a Dios no lo pudo engañar. Dios nunca excusará el pecado ni de sus propios ungidos.
- La licencia de descanso
“Después dijo David a Urías: Desciende a tu casa, y lava tus pies. Y saliendo Urías de la casa del rey, le fue enviado presente de la mesa real” (11:8).
El ungido le pidió a Joab que le enviara a Urías heteo. Este no era hebreo sino heteo. Uno que sacrificó su propio nacionalismo por ser un servidor y soldado de la casa de Judá a la casa de David.
Los Urías heteo representan a todos los que se niegan así mismos, por amor al ungido y a la visión de este. Pelean a favor del ungido y del visionario. En todo el relato de este negro capítulo, Urías aparece como la víctima, el incauto, el maltratado … pero él íntegro de la historia.
Cuando llegó a David este le preguntó: “por la salud de Joab, y por la salud del pueblo, y por el estado de la guerra” (11:7). Toda esta preocupación era un pretexto para lo que David le tenía tramado. Este en realidad no estaba preocupado por nadie, sino por sí mismo.
Cuando el ungido deja de relacionarse con la unción, su manera de pensar y su comportamiento se ve afectado. Los impulsos de la carne le dictan sus acciones. Notemos el mensaje que David le da a Urías heteo: “Desciende a tu casa, y lava tus pies” (11:8). Un soldado activo no podía visitar su casa en tiempo de guerra. David le da licencia oficial para que Urías se fuera a descansar a su casa. De esa manera este se allegaría a su mujer, y el embarazo de ella se le atribuiría a él.
Para darle ánimo, “le fue enviado presente de la mesa real” (11:8). O sea, le envió una buena cena de la preparada para el rey. Con esta lo estimulaba a tener una celebración con su mujer Betsabé.
Pero el siervo Urías “durmió a la puerta de la casa del rey con todos los siervos de su señor, y no descendió a su casa” (11:9). Aunque se le ofrecieron ventajas nos las tomó. Integridad, honestidad y servicio era su lema.
Cuando David le interrogó porque este no fue a descansar a su casa Urías le respondió: “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab, y los siervos de mi señor en el campo; ¿y había yo de entrar en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa” (11:11).
Urías reconocía sus responsabilidades como soldado. Sabía que era tiempo de guerra y a él no le tocaba estar en su casa para comer o tener relaciones intimas con su mujer. La razón de esto lo era la vida o seguridad de David como rey.
En tiempo de guerra David se quedó en su casa, mientras Urías no quería entrar a su casa. Él no quiso tener relaciones con su mujer con derecho y con permiso, David tuvo relaciones pecaminosas con esta sin derecho y sin permiso. Urías pensó en el rey, David no pensó en Urías.
Veamos la expresión: “yo no haré tal cosa”. ¡Qué tremendo porrazo para el ungido! ¡Un mensaje a la conciencia! ¡Eso yo no lo haré! David hizo lo que no temía que hacer y Urías no hizo lo que tenía derecho a hacer. ¡Un ejemplo de integridad!
- El convite del engaño
“Y David lo convidó a comer y a beber con él hasta embriagarlo” (11:13).
David lo invitó a que se quedara hasta el próximo día. Luego lo invitó “a comer y a beber con él, hasta embriagarlo”. David continuó complicándose la vida por causa de su pecado. Buscó que Urías heteo se embriagara pensando que este en un estado ebrio violaría su código de integridad y ética.
Los que son íntegros no se dejan comprar con comidas ni banquetes. No ponen su ojo derecho en la mesa de la negociacion ni del compromiso ético. Son como los de Jabes de Galaad que no le entregaron sus ojos derechos a Nahas (“serpiente”) amonita.
El pecado se excusa con otro pecado; pero el pecado se resuelve con el arrepentimiento. David encubre su pecado, pero no quiere confesar su pecado. El pecado es padre del pecado y el arrepentimiento es padre del perdón.
Esa tarde Urías heteo, se fue a dormir con los siervos de Joab, “mas no descendió a su casa” (11:13). Dios cuidaba la integridad de Urías heteo. Su servicio militar le era más importante que quedarse en su casa. Para muchos quedarse en la casa le es más importante que cumplir con su oficio y servicio al Señor.
III. La confabulación de muerte
“Y escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente en lo más recio de la batalla, y retiraos de él, para que sea herido y muera” (11:15).
El ungido sin la unción puede tornarse en una persona peligrosa y dañina a otros; especialmente cuando trata de encubrir sus debilidades o su estado de pecado.
David dejó de pensar como el ungido y comenzó a pensar con una mente carnal. Le pidió a Joab que pusiera a Urías heteo en una posición susceptible en la batalla y que de esa manera muriera. Con él muerto, el ungido se casaría con Betsabé y su reputación se mantendría en la pantalla de la opinión pública.
No solo le quitó a un hombre su esposa, también le quitó su vida. De adultero se gradúo a homicida. Un pecado lo lleva a otro. Lo triste es ver que Joab su sobrino y principal general, conocía la doble vida del ungido, de su acción pecaminosa y no hizo nada por confrontarlo. Mas se presta para ayudarlo a encubrir su pecaminosidad.
Todo salió como anillo al dedo (11:22–24). Ante el mensajero, David declaró: “Así dirás a Joab: No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas. Y tu aliéntale” (11:25).
David suena preocupado, pero satisfecho por la muerte de Urías. Habla como un profesional, pero sin sensibilidad humana. Él solo estaba interesado en él.
Con un Urías muerto David no tendría que responder humanamente a nadie. Pero se había olvidado que desde los balcones celestiales uno lo estaba vigilando. Después de Betsabé guardarle luto a Urías, David hizo a esta su mujer y le nació el hijo del fruto del pecado.
Pero dice el relato bíblico: “Mas esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Jehová” (11:27). A otros le podemos esconder nuestro pecado, pero no a Dios. El pecado puede ser agradable a la carne pero a los ojos de Dios será desagradable. David buscaba reputación, Dios le exigía integridad.
Conclusión
(1) El pecado le corta la unción al ungido, y sin esta, el comportamiento se ve afectado. (2) La única cura contra el pecado es el arrepentimiento. El ungido no puede excusar su pecado lo tiene que confesar. (3) El ungido sin la unción puede ser una persona dañina a otros y actuar impulsado por la carne.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (237). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.