“Puso luego David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, sujetos a tributo. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue. Y tomó David los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén. Asimismo de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer, tomó el rey David gran cantidad de bronce” (2 S. 8:6–8).
Introducción
En 2 Samuel 8:1–14 se nos presenta un resumen de las victorias obtenidas por el ungido. Lo encontramos derrotando a los filisteos (8:1); a los moabitas (8:2); a los sobatitas (8:3); a los sirios (8:6); a los edomitas (8:14); los amalecitas (8:12); y a los edomitas (8:14).
El ungido se ve derrotando, sometiendo, demandando y despojando a los enemigos. La guerra espiritual no puede ser pasiva sino agresiva en el Espíritu y con la Palabra en el mundo espiritual.
En estos días Dios está derramando una unción especial de guerra espiritual. Un ejército de guerreros espirituales se están levantando en diferentes congregaciones, barrios, ciudades, naciones, y continentes, que con aplomo, poder y autoridad están arremetiendo y destruyendo fortalezas enemigas.
Lo que sucede en el escenario celestial afecta a lo que ocurre en el plano terrenal. Pero ungidos guerreando en el plano terrenal, afectan e infringen los principados, las potestades; los gobernadores de las tinieblas y las huestes espirituales en las regiones celestes (Ef. 6:11–12 ).
- El avance de la victoria
“Después de esto, aconteció que David derrotó a los filisteos y los sometió, y tomó David a Meteg-ama de mano de los filisteos” (8:1).
Con la derrota de los filisteos el ungido se aseguraba el libre acceso a la costa occidental del Mediterráneo. Les quitó una ciudad principal y estratégica. El ungido los derrotó y los sometió. Al enemigo se tiene que derrotar y someter. Someter a alguien es ponerlo bajo la voluntad de otro, es ponerse en autoridad sobre otro.
Luego el ungido derrotó a los moabitas: “y los midió con cordel haciéndolos tender por tierra; y midió dos cordeles para hacerlos morir, y un cordel entero para preservarles la vida, y fueron los moabitas siervos de David, y pagaron tributo” (8:2).
Probablemente sea una alusión a la estatura, la medida de un cordel y dos cordeles. Los más altos y mayores que median dos cordeles murieron y los más chicos y jóvenes vivieron.
El ungido tiene que aprender a medir las cosas. Unas deben morir en su vida por su tamaño y otras vivir para su corrección. Dios también tiene medidas de cordel, unos la pasarán para vida y otros la pasarán para muerte. Los orgullosos miden dos cordeles y los humildes un cordel.
Luego el ungido derrotó a Hadad-ezer hijo de Rehob, rey de Soba, mientras este buscaba recuperar su territorio en el Éufrates (8:3). Al enemigo hay que vigilarlo para que no recupere su territorio perdido. Veintiún mil soldados fueron hechos prisioneros por el ungido, y le quitó los caballos a los carros, pero dejó cien carros listos (8:4).
A los siervos que salieron en apoyo militar de Hadad-ezer, David hirió a veintidós mil de ellos y los hizo tributarios (8:6). Allí en Damasco dejó establecida una fortaleza o guarnición (8:6). Los ungidos en su guerra espiritual tomaran barrios y ciudades y las asegurarán estableciendo cuarteles espirituales.
- El secreto de la victoria
“…Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue” (8:6).
Detrás de todas esas victorias, de esas conquistas, había una causa sobrenatural, un poder espiritual, una mano mística, era Dios. “Y Jehová dio la victoria a David…” El ungido guerreaba por motivación divina. ¡Ganaba porque Dios lo ayudaba a ganar!
El ungido era un instrumento de guerra, una arma de guerra, Dios en sí era el Guerrero. “…Por dondequiera que fue”. El ungido andaba acompañado por Dios. Su presencia se movía con él.
III. El beneficio de la victoria
“Y tomó David los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén” (8:7).
De los siervos de Hadad-ezer tomó escudos de oro y de las ciudades de Beta y Berotai, tomó bronce (8:8–7). Las riquezas del enemigo fueron dadas al ungido.
El rey Toi de Hamat, enemigo de Hadad-ezer, con su hijo Joram envío al ungido “utensilios de plata, de oro y de bronce” (8:10). Las riquezas llegaban al ungido. Los ungidos son bendecidos económicamente por el Señor. Dios le da finanzas al ungido para sus proyectos.
Leemos: “los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido” (8:11). Dios dará finanzas a los ungidos para que se las dediquen a Él. Los ungidos diezman y ofrendan; ya que estos son parte expresiva de la adoración. Hay que ser sembradores de semillas financieras en el terreno fértil de Dios.
- La fama de la victoria
“Así ganó David fama. Cuando regresaba de derrotar a los sirios, destrozó a dieciocho mil edomitas en el Valle de la Sal” (8:13).
El Salmo 60 expone la oración del ungido en dicha ocasión. El Valle de la Sal es el área adyacente al Mar Muerto.
Los conflictos y guerras que enfrenta un ungido le elevan a un sitial de reconocimiento público. La fama que Dios da a sus ungidos llega acompañada de aflicciones, tribulaciones, oposiciones, pruebas y conflictos.
Los hombres y mujeres ungidos por Dios para alguna misión especial, como el candelabro de oro, son formados a golpe de martillo. El éxito a los ungidos no le llega accidentalmente, es el resultado del cansancio y del sudar en la obra.
La fama no se debe emplear para henchimiento personal, o proyección sociológica, debe ser una vitrina que exponga a Jesucristo. “Así ganó David fama”. La fama se gana, no viene de gratis. Cuesta dedicación esfuerzo y determinación. Cuesta mucho de nosotros. No es un regalo, es un premio de Dios.
- El fruto de la victoria
“Y reinó David sobre Israel; y David administraba justicia y equidad a su pueblo” (8:15).
Los versículos 16 al 18 dan un registro de los principales oficiales de David: Joab, era el general del ejército; Josafat, era el cronista; Sadoc y Ahimelec, eran sacerdotes; Seraías era escriba; Benaía supervisaba territorios; y los hijos de David eran príncipes.
Primero, “y reinó David sobre todo Israel.” Al ungido Dios lo puso en autoridad “sobre todo Israel”. La autoridad de los ungidos es completa, abarca mucho y tiene efectos generales.
Segundo, “y David administraba justicia y equidad a su pueblo”. El ungido tenía el don de administrador. Era íntegro y ético. A todos trataba con igualdad social y humana. No tenía lagos de discriminación. Estaba comprometido con la justicia y la equidad.
Los ungidos son hombres y mujeres de una sola pieza, de un solo material, de una sola costura, con una misma marca y cortados de un mismo patrón. Los ungidos son servidores públicos de “su pueblo”. El darse y ayudar a “su pueblo”, es la manifestación de un altruismo desinteresado. Son gente de pueblo que piensan en su pueblo.
Conclusión
(1) Sin la ayuda divina, el ungido no llegará a ninguna parte. (2) El ungido sabe medir a los enemigos, los que no dan la medida deben morir. (3) El ungido se proveerá de muchas finanzas del enemigo, las reclamar. (4) El ungido es famoso por causa de Dios. (5) El ungido compartirá justicia y equidad con el pueblo que Dios le ha encargado.
Kittim, S. (2002). David el ungido – sermones de grandes personajes bíblicos : Kittim, Silva (220). Grand Rapids, Michigan, EE. UU. de A.: Editorial Portavoz.