ZAZEN, ZEN

A partir del budismo del «grande vehí­culo», en China (hacia el año 520), se originó un modo de meditación («Chan»), que pasó al budismo japonés con el nombre de «Zen» o «Zazen». Se caracteriza por la «iluminación» espontánea o repentina (no conquistada), como superando toda lógica para volver a la armoní­a de la naturaleza. Se purifica la mente no por las etapas ni por la concentración del budismo clásico, sino por el desarrollo de la misma mente por medio de preguntas y respuestas, a modo de frases paradójicas («koang»). La sistematización de este método de meditación trascendental (hacia el año 713) tiene influencia del taoí­smo y del confucionismo. Posteriormente (en 1253) aparece en Japón la escuela «soto», que busca la «iluminación en silencio», sin el método de preguntas y respuestas.

En el camino de esta meditación se tienen en cuenta tres elementos básicos el control de la mente, el control de la respiración y el control del cuerpo. Así­ se quiere llegar a un estado mental de no-mente («mu-shin») o no-yo («mu-ga»); entonces muere el yo ilusorio y nace el yo real, el ojo interior se despierta para ver de verdad.

Es conocido el itinerario mí­stico budista, en diez pinturas o etapas, que describen la parábola del buey. Esta parábola se remonta al siglo XI y pertenece a la escuela china del «lin-chin». Hay diversas descripciones de la parábola, pero todas ellas tienden a buscar la armoní­a entre el hombre y las cosas.

La práctica del zen se llama también «zazen», porque se practica en posición de sentado («za»). Se cuida mucho la postura corporal sin rigidez, la respiración rí­tmica y la mente calmada (repitiendo la palabra «mu», nada, con la respiración). Paulatinamente se va llegando a la iluminación («satori»), que es la sabidurí­a como experiencia trascendental de no dualidad la mente se identifica con la montaña, el rí­o, las estrellas… El ojo interior se ha despertado y ya puede llegar a ver.

En la meditación zen se da una búsqueda de la «mente no-nacida» o de la «faz original», que puede dejar entrever la búsqueda del Dios desconocido. En este «areópago» se necesita presentar la contemplación cristiana como búsqueda radical y personal del Dios viviente, revelado por Jesús y escondido en nuestro ser más profundo. Es el verdadero «despertar», de que hablan los mí­sticos cristianos.

Referencias Budismo, yoga.

Bibliografí­a DESHIMARU TAISEN, Lo Zen passo per passo (Roma 1982); H.N., ENOMIYA LA SALLE, El Zen (Bilbao, Mensajero, 1972); Idem, El Zen entre cristianos (Barcelona, Herder, 1975); W. JOHNSTON, La música callada, la ciencia de la meditación (Madrid, Paulinas, 1980); El ojo interior del amor (Madrid, Paulinas, 1984); J. LOPEZ GAY, La parábola del buey, un itinerario mí­stico budista medieval Boletí­n de la Sociedad Española de Orientalistas 12 (1976) 113-125; SHUNRYU SUZUKI, Mente Zen, mente del principiante (Barcelona, Roselló, 1979); D.T. SUZUKI, La doctrina zen del inconsciente (Buenos Aires, Kier, 1977); T. THIEN-AN, Teoria e pratica dello Zen (Roma 1984).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización