VISITACION

después de recibir el anuncio del ángel Gabriel de que concebirí­a un hijo, Jesús, por obra del Espí­ritu Santo, Marí­a se fue a las montañas de Judá a visitar a su parienta Isabel, mujer del sumo sacerdote Zacarí­as, quien también se encontraba embarazada, a pesar de su edad avanzada, y tendrí­a a Juan Bautista, el Precursor. Isabel, al ver a Marí­a, exclamó: †œBendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí­ que venga a verme la madre de mi Señor?†, Lc 1, 39-56. Vocación, del verbo latino vocare, llamar; hebreo qara†™; griego kaléo.

Llamado invitación, elección que Dios hace al hombre, por puro amor, en general, a hacerse partí­cipe de la historia de la salvación, y en particular para alguna misión, para servir a Dios de una manera especí­fica, como la profética. La v. divina primera fue el llamado a la existencia al universo, Gn 1, 2; que se extiende hasta el último momento de la historia del hombre, la segunda venida de Cristo, Ap 22, 7: †œvengo pronto.

Dichoso el que guarde las palabras proféticas de este libro†. Dios llama y en el hombre está el responder a ese don gratuito, la elección. Dios siempre toma la iniciativa, así­ llamó a Israel, lo eligió, lo separó de los demás pueblos, para que le sirviera y tuviera su protección. El profeta Oseas habla del amor de Dios como la causa del llamado, de la v. de Israel: †œCuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo…

Yo enseñé a caminar a Efraí­m† Os 11, 1 y 3.

Previo a la Alianza Yahvéh manda decir con Moisés al pueblo, al que llama †œmi hijo primogénito†, Ex 4, 22, la misión para la que lo llama: †œVosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traí­do a mí­. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mí­a es toda la tierra; seréis para mí­ un reino de sacerdotes y una nación santa†, Ex 19, 4-6. Yahvéh espera la respuesta a la v. de Israel. El pueblo responde: †œHaremos todo cuanto ha dicho Yahvéh†, Ex 19, 8. Se sella la Alianza en el Sinaí­ y los israelitas quedan dedicados al servicio de Yahvéh, a la pureza de su culto, a su conocimiento y adoración; es una v. sacerdotal de todo el pueblo, así­ no sea más que un †œresto† el que se identifique como Israel.

En el plano individual tenemos la v. de los profetas, a los cuales llama Dios a lo más hondo de su corazón, cambiando su existencia, haciéndolo un hombre nuevo. Dios le encomienda una misión, no libre de tribulaciones con la promesa de divina de la asistencia en esas tribulaciones. La v. del profeta está relacionada con la del pueblo de Israel, pues la misión que tiene consiste en ser su conciencia, quien le exige el cumplimiento de sus deberes de fidelidad a la Alianza y quien vela por sus intereses, además de ser intercesor del pueblo ante Dios. Como Elí­as, 1 R 18, 30 ss; 2 R 2, 12; Eliseo, 2 R 13, 14; Isaí­as, Is 6, 5.

Dentro de la v. profética aunque no lo fueron de por sí­, hay que considerar a Abraham y a Moisés; una tradición posterior los ha tenido por tales. Abraham recibió la v. en su tierra y fue enviado a la tierra destinada al pueblo de Israel, que de él y Sara saldrí­a, Is 51, 1. Yahvéh lo llama †œmi amigo†, Is 41, 8; †œprofeta†, gran intercesor, e intercedió ante Yahvéh por Sodoma y Gomorra, Gn 18, 23-33. Lo mismo se puede decir de Moisés, quien en la teofaní­a de la zarza recibe el llamado, la v., y la misión de sacar a los hebreos de la esclavitud en Egipto y guiarlo hasta la Tierra Prometida, Ex 3, 4; también intercesor por su pueblo ante Yahvéh, Ex 32, 11-14. De Moisés se dice en Dt 34, 10: †œNo ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvéh trataba cara a cara†.

En el N. T. el término v., llamado, es frecuente en Lucas y en las cartas de Pablo. En el Evangelio del primero se encuentra la parábola del banquete: Un hombre dio una gran cena e invitó a muchos. Pero ninguno asistió, todos se excusaron. Entonces, el dueño de la casa envió a su siervo a las plazas y calles de la ciudad, a convidar a los pobres, lisiados, ciegos y cojos. †œPorque os digo que ninguno de aquellos invitados probará mi cena†, Lc 14, 16-24. La v. en el N. T., de acuerdo con la parábola es a la salvación; el llamado es a todos los hombres, ya no solamente para los israelitas, †œque los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partí­cipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio†, Ef 3, 6. Pero esta v. necesita de una respuesta, es para aquéllos que consientan, y consentir es creer en Cristo, Ef 3, 11-12.

Pablo en sus cartas se dirige a los fieles como miembros de la Iglesia de Dios; el termino iglesia, asamblea, proviene del griego ekklesí­a, que propiamente significa con-v., del verbo griego kaleó, llamar. Al dirigirse a los miembros de la Iglesia de Corinto, Pablo les dice: †œa la iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro y de ellos†, 1 Co 1, 2; sin embargo, la v. no se acepta sólo con el acto puro de fe, creer en Cristo, sino con la aceptación de los carismas, Rm 12, 6-8; que son diversos, dones del Espí­ritu, que constituyen al creyente cristiano para un servicio en la ekklesí­a, en la comunidad, 1 Co 12, 4-11 y 28-31. Voluntad, se refiere en las Escrituras a la actividad espiritual y consciente de Dios manifestada en la Creación y en sus propios actos.

Todo se realiza según el designio de Dios †œconforme a la decisión de su voluntad†, Ef 1, 11; incluso permitir pruebas a los justos, como en el caso de Job, Jb 2, 1-6. Por su v. fue creado el universo, Ap 4, 11. Jesús enseñó a orar a sus discí­pulos, así­, †œPadre nuestro… hágase tu Voluntad así­ en la tierra como en el cielo†, Mt 6, 10. Sobre esta aceptación de la v. de Dios, el mismo Jesús dice que no busca hacer su propia v., sino la de aquel que lo envió, el Padre, Jn 5, 30; †œMi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra†, Jn 4, 34. Estando Jesús en la agoní­a en el huerto de los Olivos, antes de sufrir la muerte en la cruz, acepta la v. del Padre, cual es la de morir por la salvación del género humano: †œPadre, si quieres, aparta de mí­ esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya†, Lc 22, 42. Por esto dice el apóstol Juan que quien cumple la v. de Dios permanecerá para siempre, 1 Jn 2, 17.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Se utiliza para una visita divina con el propósito de recompensar o castigar a la gente por sus hechos (Jer 10:15, castigo; Luk 19:44; 1Pe 2:12).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

De Maria Santí­sima a su prima Santa Isabel, Luc 1:29-57.

– Celestiales: Luc 19:44, 1Pe 2:12, Jer 10:15. Ver «Vidente».

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

(v. Magní­ficat)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

episkope (ejpiskophv, 1984), para lo cual véase OBISPADO, denota una visitación, sea en misericordia (Luk 19:44), o en juicio (1Pe 2:12). Véase también OFICIO, A, Nº 1.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El uso de episkopē como «visitación» (Lc. 19:44; 1 P. 2:12) significa una demostración del poder de Dios. Su trasfondo en el AT demuestra que ésta puede ser para bendecir o castigar. La frase hēmera episkopēs (1 P. 2:12) es una repetición verbal de Is. 10:3 así como kairos episkopēs (Lc. 19:44) es de Jeremías 6:15; 10:15, 11:23. En todos estos pasajes del AT, el propósito de la visitación es el castigo. Sin embargo, el verbo pāqaḏ, a menudo reproducido como episkepteszai, describe tanto la visitación de Dios para bendición (Gn. 50:24; Jer. 29:10; Rut. 1:6, etc.), como para castigo (Os. 8:13; Jer. 5:9; Lm. 4:22, etc.). La idea de investigación judicial está estrechamente relacionada con el resultado efectivo (Job 7:18; 31:14; Sal. 17:3).

El contexto de Lc. 19:44 nos muestra una visitación de la gracia. Dios estaba haciendo posible la salvación de su pueblo por medio de la persona y obra de Jesús. Este ministerio de Jesús que era mirado como una visitación de la gracia de Dios es corroborado por Lc. 1:67, 78; 7:16; Hch. 15:14.

La interpretación de 1 P. 2:12 ofrece algunas dificultades. El contexto revela que en esta visitación (final o intermedia, probablemente la última), los paganos conseguirán entender claramente la conducta cristiana. La pregunta es: ¿Procede este entendimiento de la gracia de Dios, resultando en conversión, o del juicio de Dios resultando en condenación? La opinión crítica está dividida, pero la mayoría prefiere lo anterior.

Charles A. Hodgman

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (643). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología