v. Beber, Ebrio, Sidra
Lev 10:9 tú, y tus hijos .. no beberéis v ni sidra
Num 6:3 se abstendrá de v y de sidra; no beberá
Jdg 13:4 ahora, pues, no bebas v ni sidra, ni
Psa 104:15 el v que alegra el corazón del hombre
Pro 20:1 el v es escarnecedor, la sidra alborotadora
Pro 21:17 y el que ama el v y .. no enriquecerá
Pro 23:30 para los que se detienen mucho en el v
Pro 23:31 no mires al v cuando rojea, cuando
Pro 31:6 dad la .. y el v a los de amargado ánimo
Son 1:2 porque mejores son tus amores que el v
Isa 1:22 escorias, tu v está mezclado con agua
Isa 5:11 ¡ay de los .. hasta que el v los enciende!
Isa 28:7 también éstos erraron con el v, y con
Isa 29:9 embriagaos, y no de v; tambalead, y no
Jer 35:6 ellos dijeron: No beberemos v; porque
Eze 44:21 ninguno de los sacerdotes beberá v
Dan 1:8 no contaminarse .. con el v que él bebía
Hos 4:11 fornicación, v y mosto quitan el juicio
Amo 6:6 beben v en tazones, y se ungen con los
Mic 2:11 te profetizaré de v y de sidra; este tal
Hab 2:5 el que es dado al v es traicionero
Zep 1:12 reposan tranquilos como el v asentado
Mat 9:17; Mar 2:22; Luk 5:37 ni echan v nuevo en odres viejos
Mar 15:23 le dieron a beber v mezclado con mirra
Luk 1:15 no beberá v ni sidra, y será lleno del
Luk 10:34 sus heridas, echándoles aceite y v
Joh 2:3 faltando el v, la madre .. dijo: No tienen v
1Ti 3:3; Tit 1:7 no dado al v, no pendenciero
1Ti 5:23 un poco de v por causa de tu estómago
Tit 2:3 no esclavas del v, maestras del bien
Vino (heb. generalmente yayin o tîr^sh; aram. jemer; gr. generalmente óinos). El jugo de las uvas. Yayin se usaba para referirse al vino añejo, fermentado, y por lo mismo capaz de embriagar (Gen 14:18; Lev 10:9; 23:13; etc.). Tîrôsh representa en muchos pasajes al jugo de uva fresco (mosto), o vino no añejado todavía, pero ya capaz de producir embriaguez (Gen 27:37; Num 18:12, DHH; Deu 12:17; Jos. 9:13; Pro 3:10, DHH; Hos 4:11; cte.). Los 2 términos han sido traducidos por óinos en la LXX. Otros vocablos hebreos son shêkâr, toda clase de bebidas fermentadas (1S. 1:15); asîs, un producto ya en curso de fermentación, un «vino nuevo» (un sinónimo poético de tîrôsh; Son 8:2); sôbêz, «vino» (Isa 1:22); mesek, una mezcla de vino y productos aromáticos (Psa 75:9); y mishrâh, licor hecho de uvas machacadas (Num 6:3). En el NT hallamos óinos para todas las clases de vino (fermentados o sin fermentar), y gléukos, «mosto», para el vino dulce o el nuevo (Act 2:13-15). En el AT también se habla del «hollejo» (heb. zâg) del grano de uva (Num 6:4). Aarón y a sus hijos, los sacerdotes, se les prohibió estrictamente beber vino, sidra o bebidas fuertes* antes de entrar en el tabernáculo para ministrar delante del Señor (Lev 10:9). También a los nazareos, mientras estuvieran cumpliendo su voto (Num 6:3, 20; cf Jdg 13:4-7). Los recabitas dieron un notable ejemplo de abstinencia total de vino, en estricto cumplimiento de la orden de su antepasado 1207 Jonadab (Jer 35:2, 5, 6, 8, 14). El libro de Proverbios está lleno de advertencias contra la complacencia en el consumo de vino y sidra (20:1; 21:17; 23:30, 31; 31:4; etc.). El vino se burla de los que lo beben (20:1), y los recompensa con dolores, pesares, contiendas y heridas sin motivo (23:29, 30). «Al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor» (v 32). El profeta Isaías declara: «Â¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebidas» (Isa 5:22). Daniel y sus compatriotas dieron un digno ejemplo al rehusar consumir el vino del rey (Dan 1:5, 8 10-16). Al ayunar en el curso de su vida, Daniel se abstuvo de «carne» y «vino» (10:3). En forma figurada Jeremías dice que el Señor daría a beber a las naciones paganas de «la copa del vino de este furor» (Jer 25:15, 16). En el Apocalipsis, Babilonia la grande aparece dándole de «beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación» (14:8; cf v 10; 17:2; 18:3). En retribución, a Babilonia se la da a beber del vino de la ira de Dios (16:19), y se presenta a Cristo pisando el lagar* del vino de su furor (19:15). A Jesús le gustaba comparar sus enseñanzas revolucionarias con el vino nuevo que reventaría los viejos odres de la tradición (Mat 9:17). Pablo advirtió a los creyentes en contra de la embriaguez (Eph 5:18), y estableció que los diáconos no deberían ser «dados a mucho vino» (1 Tit 3:8). Para que se aliviara de una dolencia del aparato digestivo, le recomendó a Timoteo que bebiera «un poco de vino» (1 Tit 5:23). Le aconsejó a Tito que velara porque las ancianas no sean «esclavas del vino» (Tit. 2:3). Véanse Embriaguez; Vid; Viña.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
latín, vinum. Licor que se saca de la uva. Desde la antigüedad se consumía esta bebida en Palestina, Gn 14, 18.
El cultivo de la vid se menciona en numerosos lugares de las Escrituras.
Los hombres enviados por Moisés a explorar la tierra de Canaán llevaron muestras de uvas, Nm 13, 20-14. La viña es un símbolo de Palestina como tierra entregada por Dios a su pueblo y, al mismo tiempo, símbolo del propio pueblo, Is 5, 1; 7, Jr 2, 21; 12, 10, Ez 17, 6 ss. Jesús decía ser †œla vid verdadera†, Jn 15, 1 ss. La vendimia se llevaba a cabo en otoño y se celebraba con una fiesta.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
Hay varias palabras hebreo que se usan, de las cuales dos son frecuentes.
Estas son
( 1 ) Yayin, vino, como una bebida común (Gen 14:18); como una ofrenda de bebida (Lev 23:13); como intoxicante (Gen 9:21); figuradamente, de sabiduría (Pro 9:2, Pro 9:5), de ira (Jer 25:15), de amor (Cantar de los Son 1:2; Son 4:10); y
( 2 ) tirosh, mosto, vino nuevo o dulce; con aprobación (Gen 27:28; Jdg 9:13; 2Ki 18:32; Zec 9:17) y una vez con desaprobación (Hos 4:11). A los sacerdotes se les prohibía beber vino cuando estaban en sus funciones (Lev 10:9; Eze 44:21). Los nazareos no debían ni aun tocar las uvas cuando estaban bajo voto (Num 6:3, Num 6:20; Jdg 13:4-14; Luk 1:15). El abuso del vino es condenado (Pro 4:17—Pro 31:6; Isa 5:11), pero Dios ofrece el vino de su palabra (Isa 55:1).
En el NT la palabra gr. principal es oinos. La palabra gleukos (vino nuevo, dulce) aparece sólo una vez (Act 2:13), donde los discípulos, en su entusiasmo exuberante, parecían intoxicados. El vino nuevo al fermentar rompería los odres (Mat 9:17). Jesús rehusó el vino que se le ofreció sobre la cruz porque tenía drogas (Mar 15:23). Jesús se contrastó a sí mismo con Juan el Bautista (Luk 7:33-34) como uno que comía y bebía con otros. En tiempos del AT el vino no era aguado. Antes de la época del NT la práctica helenista de mezclarlo con mucha agua era común en Palestina. El vino era un desinfectante (Luk 10:34) y medicina (1Ti 5:23).
Es aconsejable que el creyente se abstenga de beber vino si hace tropezar a su hermano (Rom 14:21). Los oficiales de la iglesia, hombres (1Ti 3:8) y mujeres (Tit 2:3), son advertidos contra el abuso. Jesús tornó el agua en oinos en Caná (Joh 2:2-11).
En la última cena Jesús habló de este fruto de la vid (Mat 26:29; Mar 14:25), como en la liturgia de la Pascua. Según algunos, esta omisión puede ser una manera ex profeso de evitar la mención del término vino, indicando así que la bebida no era fermentada, como el pan no era leudado.
Cualquiera haya sido el uso que Jesús u otros hicieran del vino, ello no prueba que sea sabio usarlo hoy. La Biblia da más espacio al peligro que al beneficio del vino.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(fruto de la vid).
– Cristo hizo el primer milagro convirtiendo el agua en vino en Cana, Jn.2.
– Lo usó en la «Última Cena», en la Eucaristía, Mt.26, Mc.14, Lc.22, 1 Cor.11.
– S. Pablo se lo recomendó a Timoteo, como remedio, 1Ti 5:23.
Prohibido: Ver «Alcoholismo».
– a los sacerdotes antes de entrar en el Tabernáculo, Lev 10:9.
– a los nazareos, Num 6:3, Num 6:20, Luc 1:15.
– no se debe abusar de él, 1 Ti,Luc 3:8, Tit 2:3, Pro 20:1, Pro 21:17, Pro 23:29-35, «muerde como serpiente y pica como áspid», Pro 23:32.
– darlo a los amargados, Pro 31:6.
– fornicación y vino quitan el juicio, Ose 4:11.
– el dado al vino es traicionero, Hab 2:5.
– alegra, Sal_1104:15, Cat.1:2.
– vino nuevo en odres viejos, Mat 9:17, Mar 2:22, Luc 5:57.
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Los hebreos conocían varios tipos de bebidas embriagantes. Las uvas, o fruto de la vid, eran exprimidas para sacar su jugo ( †¢Plantas de la Biblia). Ese jugo fresco era llamado †¢mosto (heb. tirosh), pero si se ponía a fermentar se convertía en v., una bebida que, de ser tomada en abundancia, puede embriagar a una persona. El término hebreo es yayin. Se hacían también v. de otras frutas. Se menciona como shekar (†œsidra† en RV60), refiriéndose a una bebida fuerte o licor, que podía hacerse, no sólo de uvas, sino también de almendras, granadas, manzanas y dátiles. Los eruditos explican que el v. utilizado en los tiempos del AT tenía un menor contenido de alcohol que los v. actuales, puesto que el proceso de obtener una más alta concentración de alcohol (destilación) es un invento árabe posterior.
Pero, de todos modos la Palabra de Dios prohibía los excesos en el beber v. †¢Noé †œplantó una viña; y bebió del v., y se embriagó†, y fue el resultado de esta acción muy negativo, pues condujo a un pecado por parte de su hijo Canaán (Gen 9:20-27). Las hijas de †¢Lot le †œdieron a beber v.†, para embriagarlo y luego tener relaciones sexuales con él (Gen 19:31-38). Los sacerdotes no podían beber v. cuando iban a oficiar (Lev 10:9-10). Se interpreta que †¢Nadab y †¢Abiú, hijos de Aarón, murieron por haber ofrecido †œfuego extraño† delante de Jehová, en un estado de embriaguez. Los †¢nazareos no podían tomar v. (Num 6:2-3). Los efectos de la embriaguez con v. se expresan diciendo que los ojos de la persona se ponen rojos (Gen 49:12), produce una conducta desordenada (Pro 20:1; Isa 5:11), ruidosa (Zac 9:15) y que elimina el buen juicio (Ose 4:11).
beber v. era algo común entre los hebreos. Los monumentos egipcios dan testimonio del uso corriente del v. en la sociedad de aquella época. Cuando los israelitas salieron de Egipto, no bebieron v. mientras estuvieron cuarenta años en el desierto (†œNo habéis comido pan, ni bebísteis v. ni sidra† [Deu 29:6]), pero andaban siempre con la esperanza de entrar a una †œtierra … de vides† (Deu 8:8), llena de viñas (†œ… que no plantaste† [Deu 6:11]). Al entrar en Canaán, debían ofrendar del v. que obtuvieran (†œNo demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar† [Exo 22:29]). Los espías enviados a explorar la tierra †œcortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo† (Num 13:23), lo cual es una señal de lo avanzado que estaba ese cultivo en Canaán. De la promesa incluida en la bendición a la tribu de Judá (Gen 49:11-12) se interpreta que ésta se asentaría en una región de viñedos. El vino, entonces, formó parte importante del comercio de Israel. Salomón, en su intercambio con los fenicios, proporcionó †œveinte mil batos de vino† junto con otros productos agrícolas (2Cr 2:8-10).
Señor Jesús no fue abstemio. Al verle comiendo y bebiendo con publicanos y pecadores, la gente le criticó, a la cual contestó: †œPorque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino† (Mat 11:18-19). El †œprincipio de señales† que hizo fue, precisamente, convertir el agua en v., en las bodas de Caná (Jua 2:1-11). Es evidente, sin embargo, que desde los comienzos de la Iglesia algunos hermanos preferían la abstención total de carnes y bebidas embriagantes, porque el apóstol Pablo, escribiendo a los romanos, dice: †œBueno es no comer carne, ni beber v., ni nada en que tu hermano tropiece† (Rom 14:21). No era, sin embargo, una prohibición universal, porque el mismo apóstol recomienda a Timoteo: †œYa no bebas agua, sino usa de un poco de v. por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades† (1Ti 5:23). Lo que sí se prohíbe es la embriaguez (†œNo os embriguéis de v., en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu† [Efe 5:18]). Aunque los creyentes usaban v. de manera consuetudinaria, el apóstol advirtió que el pastor o anciano debía ser un individuo †œno dado al v.† (1Ti 3:3), los diáconos †œno dados a mucho v.† (1Ti 3:8) y las ancianas †œno esclavas del v.† (Tit 2:3).
uso religioso del v. se menciona por primera vez en el caso de †¢Melquisedec, que †œsacó pan y v.† cuando bendijo a Abraham (Gen 14:18). En las oblaciones prescritas en el †¢tabernáculo y el †¢templo se usaba v. (Exo 29:40; Lev 23:13), pero no para ser bebido por los sacerdotes. En la celebración de la pascua no era necesario el uso del v., pero después de exilio se convirtió en una costumbre. El Señor Jesús, en la última cena, tomó pan y v. (Luc 22:17-22), al instituir la Santa Cena.
las Escrituras, la copa de v. se utiliza, por un lado, para simbolizar un trago amargo (†œPadre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad† [Mat 26:42]) y, por el otro, para representar †œla copa de bendición que bendecimos†, relacionada con la conmemoración de la sangre de Cristo, derramada por nuestros pecados en la cruz (1Co 10:16). †¢Lagar. †¢Plantas de la Biblia. Vid. Viñas. Viñedos.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, ALIM LEYE TIPO COST MDIC
ver, VINAGRE, MIEL, PASCUA
vet, Las uvas, recogidas en canastillos, eran echadas en el lagar, una cuba profunda de piedra, bien puesta sobre el suelo, bien tallada en la misma roca (Is. 5:2). Unos orificios practicados en el fondo de esta cuba permitían que el líquido cayese a una cuba inferior, que solía también estar tallada en la roca (Jer. 6:9; Is. 5:2). Un hombre, o dos si el lagar era grande, pisaban las uvas (Neh. 13:15; Jb. 24:11). En Egipto, como probablemente en Palestina, los pisadores, para no caer, se agarraban a cuerdas que pendían por encima de ellos. Con sus canciones marcaban el ritmo de su trabajo (Is. 16:10; Jer. 25:30; 48:33). El jugo de la uva negra manchaba sus pieles y vestimenta (Is. 63:1-3). El líquido que caída a la cuba inferior era a continuación trasvasado a odres o a vasijas de barro (Jb. 32:19; Mt. 9:17). Cuando la fermentación había llegado al grado deseado, el vino pasaba a otros recipientes (Jer. 48:11, 12). Los israelitas bebían el jugo de la uva en forma de mosto tal como salía del lagar, o como mosto fermentado (vino). Se servían del vinagre obtenido por una fermentación más prolongada del vino (véase VINAGRE). En la antigüedad, se hervía ocasionalmente el mosto para transformarlo en jarabe o miel de uvas (véase MIEL). Los autores latinos mencionan diversas formas de conservación de las uvas e incluso del mosto. Se intentaba impedir la fermentación a fin de poder disponer de un líquido rico en azúcar. Los romanos azucaraban sus alimentos con miel o con zumo concentrado de uva obtenido por ebullición del mosto. Entre los israelitas, las diversas bebidas que provenían de la vid llevaban nombres distintos: (1) «Tîrõsh» (gr. «gleukos») designaba el jugo recién exprimido de la uva, y el vino nuevo. Josefo emplea el gr. «gleukos» al hablar del jugo de las uvas exprimidas sobre la copa del Faraón (Ant. 2:5, 2; Gn. 40:11). Los antiguos distinguían entre el jugo obtenido de esta manera y el líquido que se conseguía de las uvas en el lagar. Cuando tenía lugar la fermentación, el mosto se volvía embriagante (Os. 4:11). Cuando el Espíritu Santo vino en Pentecostés, los apóstoles fueron acusados de estar llenos de mosto (Hch. 2:13). Hay exegetas que pretenden que «Tîrõsh» no significa ni mosto ni vino nuevo, sino solamente las uvas de la vendimia, pero son numerosos los textos que refutan esta infundada afirmación (p. ej.: Jl. 2:24; cfr. 3:13; Nm. 18:12; Neh. 10:37; Os. 4:11; Is. 62:8, 9; 65:8; Mi. 6:15; Dt. 7:13; 11:14; 12:17; Os. 2:7; Jl. 1:10; 2:19). (2) El heb. «‘ãsis», que se deriva de un término que significa «prensar», designaba el jugo de la uva o de otros frutos, especialmente el no fermentado. Pero también se aplicaba a bebidas fermentadas (Is. 49:26; Am. 9:13). En ocasiones se usa del mosto de la granada (Cnt. 8:2). Los israelitas bebían de buena gana el mosto, pero preferían el vino añejo (Lc. 5:39; Eclo. 9:10). (3) El heb. «yayin» está relacionado con el término semítico del que se derivan el gr. «oinos» y el latín «vinum». El aram. «hamar», o «hemer», designaba la misma bebida; el primer pasaje bíblico en el que aparece el término «yayin» se halla en Gn. 9:21, donde significa «jugo fermentado de la uva». No hay razón alguna para atribuir a este término, en los otros pasajes, ningún sentido distinto. El término gr. «oinos» tiene el mismo sentido que «yayin». Sin embargo, si el adjetivo «nuevo» acompaña a «oinos», la expresión significa entonces mosto, fermentado o no. Hay exegetas que pretenden que esta expresión debería ser sinónima de bebida no fermentada. Se apoyan en el hecho de que en épocas tardías los judíos bebían «yayin» durante la Pascua, siendo que estaba absolutamente prohibido consumir levadura durante los siete días de esta solemnidad. Pero éste es un argumento inválido, porque los fermentos del vino no eran considerados levaduras. La Misná afirma que se bebía vino durante la Pascua (P’sãhîm X). En cambio, durante esta misma fiesta estaba prohibido poner harina en el «hãrõseth», una salsa compuesta de especias y de frutos mezclados con vino o vinagre. La prohibición provenía, sin duda alguna, de la asimilación de la fermentación de esta mezcla a la acción de la levadura en la masa (Misná, P’sãhîm 2). En Palestina había una gran variedad de vinos; los del Líbano tenían gran fama. Los tirios compraban el vino de Helbón. Cuando instituyó la Santa Cena, el Señor Jesús mencionó «el fruto de la vid» (Mt. 26:29), expresión empleada desde tiempos inmemoriales por los judíos, con ocasión de las solemnidades pascuales y de la víspera del sábado (Misná, B’rãkõth 6:1). (Véase PASCUA.) Los griegos se servían también de esta expresión en el sentido de bebida fermentada (cfr. Herodoto 1:212). Por lo general los textos bíblicos mencionan el jugo de la uva negra (Is. 63:2; Ap. 14:18-20), y le dan el nombre de «la sangre de uvas» (Gn. 49:11; Dt. 32:14). El término heb. «mesek», mezcla, indica un vino rebajado con agua o aromatizado (Herodoto 6:84; Sal. 75:8). Este término parece haber tenido un sentido peyorativo porque se aplicaba sobre todo a vinos mezclados con drogas estupefacientes o excitantes. Los israelitas desconocían la destilación. Los vinos aromatizados llevaban nombres indicando su «bouquet», «mimsak» (Pr. 23:30; Is. 65:11); «meseq» (Plinio, Hist. Nat. 14:19, 5; Cnt. 7:3; 8:2). (4) El «shêkãr» era una bebida fuerte elaborada con jugos de frutas que no eran las uvas. Así, se obtenía el «shêkãr» por fermentación de la cebada, de la miel, de los dátiles, de las granadas, del vino de la palma, del jugo de la manzana (Herodoto 2:77; 1:193; Jerónimo, «Epist. ad. Nepotianum»). También se hacía lo mismo con el loto (Herodoto 4:177). «El shêkãr» producía embriaguez (Is. 28:7; 29:9). Este término, «shêkãr», sólo se emplea una vez para indicar la libación con vino puro (Nm. 28:7). (5) Otros nombres de vinos: «sõbe'», término derivado de una raíz que significa beber inmoderadamente (Is. 1:22; Os. 4:18; Nah. 1:10); «sh’marim» designa las heces del vino, y por ello el vino añejo, de calidad superior por haber estado largo tiempo sobre las heces. Usos del vino: (a) Medicinal (Pr. 31:6; Lc. 10:34; 1 Ti. 5:23); (b) ritual (Ex. 29:39-41; Lv. 23:13); (c) doméstico: en Palestina, como en todos los demás países mediterráneos, el vino ligero ha sido siempre un elemento de la comida (Nm. 6:20; Dt. 14:26; 2 Cr. 2:15; Neh. 5:18; Mt. 11:19; 1 Ti. 3:8). El pan y el vino, bases de la alimentación, simbolizaban la comida como un todo (Sal. 104:14, 15; Pr. 4:17). Se ofrecía vino a los invitados (Gn. 14:18); estaba presente en los festines (Jb. 1:13, 18; Jn. 2:3). Los israelitas, pueblo de sencillas costumbres, estaban sin embargo expuestos a abusar del vino, especialmente en las fiestas. Su consumo estaba prohibido a los sacerdotes cuando tenían que oficiar en el Tabernáculo (Lv. 10:9). Se recomendaba a los jueces que no bebieran vino (Pr. 31:4, 5; cfr. Ec. 10:17; Is. 28:7). El exceso en la bebida se prevenía de diversas maneras: (A) Se rebajaba el vino con agua (2 Mac. 15:39; cfr. Herodoto 6:84). Se mezclaba agua caliente con el vino que se servía en la Pascua (véase PASCUA); la Misná lo menciona (P’sahîm 7:13; 10:2, 4, 7). A ello se debe que en la iglesia primitiva se rebajara con agua el vino de la Santa Cena (Justino Mártir, «Apología» 1:65). (B) Un maestresala presidía los banquetes (Eclo. 32:1, 2; Jn. 2:9, 10). Uno de sus deberes (por lo menos por lo que se desprende de las costumbres griegas) era determinar en qué proporción se tenía que mezclar el vino, que se conservaba concentrado hasta el momento de consumirlo, y determinar qué cantidad podía beber cada invitado. (C) Había advertencias severas que ponían en guardia a los israelitas en cuanto al peligro de entretenerse en el vino, de mezclar bebidas fuertes. En la Biblia se muestra el envilecimiento de los que no se saben moderar (Gn. 9:21; Pr. 23:29-35; Is. 5:22). (D) Había numerosos proverbios que estigmatizaban la insensatez de la embriaguez (Pr. 20:1; 21:17; 23:30, 31; Hab. 2:5). (E) La embriaguez, como bien lo sabían los israelitas, es un grave pecado que Dios juzga y castiga (1 S. 1:14-16; Is. 5:11, 17; 1 Co. 5:11; 6:9-10; Gá. 5:21; Ef. 5:18; 1 P. 4:3).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
[422]
Producto de la uva, una vez que el jugo azucarado extraído, el mosto, fermenta y se convierte en producto alcohólico, el vino. El vino fue cultivado al menos desde el 2000 antes de Cristo en el Mediterráneo. Fue alimento y bebida abundante y agradable al paladar. Además resulta bueno en proporciones ligeras, aunque sea tóxico y alcoholizante si se bebe en cantidad.
En la Escritura Sagrada se habla innumerables veces del vino como regalo divino, desde su ocasional descubrimiento por Noé (Gn. 9.20), que se embriagó sin conocer sus efectos, hasta las frecuentes veces que se lo valora como un signo de bendición divina y de regocijo: Deut. 7.13; Prov. 3.10; Is. 5.10; Os. 1.10; Am. 5.11. En el Nuevo Testamento aparece 40 veces citada la palabra vino (oinos) y muchas más de forma indirecta (bebida que alegra, beber festivo, etc.) desde el relato de las Bodas de Cana hasta el ofrecido en la crucifixión.
En el sentido religioso, el vino fue la materia prima elegida por Jesús para la celebración de la Eucaristía y como signo sacramental de su sangre entregada por los pecadores.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
El vino aparece en la Biblia por primera vez en la historia de Noé (Gén 9,20-27). Palestina era famosa productora de vino (Dt 6,10; 8,8); las viñas se plantaban en lomas fértiles, bien descantadas; se cercaban cuidadosamente para protegerlas de alimañas y raposas; los sarmientos se sostenían en troncos clavados en la tierra e incluso trepaban por el tronco de las higueras; se construía una choza para los guardas, y allí mismo se hacía un lagar Os 5; Mt 21,33), donde se elaboraba el vino, que en tiempo de fermentación había que echar en odres nuevos, pues los viejos se romperían (Mt 9,17). Israel es comparado a una cepa o a una viña amorosamente plantada y cuidada por Dios (Is 5,1-4). En el N. T., Cristo recoge esta metáfora para ilustrar la naturaleza del Reino (Mt 20,1-16; 21,33-46) y para indicar que El es la cepa, con la que todos tenemos que estar unidos, igual que los sarmientos, para tener vida (Jn 15,1-8). El vino es necesario para la vida y, sobre todo, no debe olvidarse en los viajes (Eclo 39,31; Jue 19,11); solía, sin embargo, reservarse para las fiestas, pues el vino alegra el corazón del hombre (Jue 9,13; Sal 104,15; Eclo 31,28; 40,20); es incluso alegría de Dios (Jue 9,13); no se puede abusar de él (Eclo 31,25-31; Ef 5,18); se utiliza para curar heridas (Lc 10,34) y para aliviar el dolor (Mt 27,3; Mc 15,23). El vino es símbolo de la sabiduría, pero también hace perder la cabeza (Eclo 19,2; 31,25; Prov 23,29-35). Juan no bebía vino (Lc 1,15; 7,33), pero Jesucristo, sí (Mt 11,19; Lc 7,34); su primer milagro consiste en hacer unos 600 litros de vino exquisito (Jn 2,1-11); los tiempos mesiánicos son como un tiempo de bodas inaugurado con un vino nuevo (Mt 9,17; Mc 2,22; Lc 5,37-38). Jesucristo lo utiliza en la última cena para instituir el sacrificio eucarístico y como anuncio del banquete escatológico (Mt 26,29; Mc 14,25; Lc 22,18). ->cáliz.
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
1. Israel
(alimentos, comidas, sacrificios, abstinencia). Constituye con el pan (y el aceite) el signo básico de la sacralidad y abundancia de la tierra prometida, apareciendo como uno de los elementos fundamentales de las ofrendas* del templo. Tiene un carácter ambiguo: está vinculado al riesgo de embriaguez, pero se utiliza, de un modo especial, en las fiestas y ofrendas del templo. El vino se menciona frecuentemente en las listas de ofrendas que se presentaban a las divinidades en los sepulcros o en los templos de Oriente y aparece en los cultos de Baal*. En Ras Shamra ciertos ritos litúrgicos daban ocasión para beber vino con los dioses o de los dioses. Los cultos de Dionisos, Attis o Mitra utilizarán el vino en los banquetes sagrados, lo mismo que hará después el orfismo. La famosa «confesión de fe» de Sal 16,3-4 está vinculada al rechazo de las libaciones paganas: «No ofreceré sus libaciones con mis manos, ni mis labios pronunciarán sus nombres» (el nombre de los dioses a quienes se consagra el vino).
(1) Nombres. Se dice en hebreo de varias formas, (a) Yayin: bebida producida por fermentación de uva. Esta es una palabra que está relacionada con el oinos griego (el vinum latino y vino castellano). Proviene de la vid (originaria del sur del Cáucaso) y su elaboración aparece atestiguada, tanto en Mesopotamia como en Egipto, hacia el 3.000 a.C., extendiéndose a través de los fenicios por todo el Mediterráneo. Al asentarse en Palestina, los israelitas consideraron vid y vino como bienes propios de esa tierra, (b) Tiros parece referirse a mosto (zumo de uva sin fermentar), aunque en los textos tardíos recibe el mismo sentido que yayin, refiriéndose al vino propiamente dicho, (c) Sakar tiene un sentido más amplio que el anterior y puede traducirse por sidra (de la misma raíz que sakar: sikera) y cerveza. Se produce de la uva, pero también, y sobre todo de cereales (cebada), frutas (dátiles, granadas y manzanas, etc.). En ese sentido evoca varios tipos de zumos y bebidas fermentadas. Cuando, más tarde, el cristianismo sólo acepte como bebida cultual el vino fermentado de uva (y no el mosto o zumo de frutas) estará interpretando la tradición bíblica de una forma restrictiva. Dentro del campo semántico y simbólico del vino caben en la Biblia bebidas diversas, entre las cuales (por analogía) podrían incluirse cervezas, sidras y zumos, propios de varias culturas del mundo. Volviendo a la tradición del Antiguo Testamento, la entrada y posesión de la tierra* por los israelitas está vinculada a la fiesta del vino, como muestra el relato de los racimos* de uva de los exploradores de la tierra de Canaán (Nm 10,20-26). Lógicamente, los israelitas solían beber vino en fechas importantes: cuando se declaraba la mayoría de edad del niño, en las bodas y fiestas, lo mismo que en los contratos y ceremonias sociales.
(2) Riesgo de embriaguez (nazareos*, recabitas*). La Biblia no ha creado ni acogido un mito del vino, equivalente al de Dionisio, Dios de la embriaguez y el sexo en Grecia. En ese sentido, ella ha sido más racionalista que muchos griegos. Los israelitas celebran al vino, pero no lo ensalzan ni adoran como expresión de lo divino. A pesar de eso, ellos han transmitido algunos relatos etiológicos, de tipo irónico, moralizante o crítico, que deben situarse en el entorno de las fiestas del vino y que pueden orientarnos en la línea de la embriaguez y del riesgo de la bebida, (a) Noé, vino como desnudez. «Noé fue labrador, plantó una viña, bebió vino, se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vio Cam, padre de Canaán, la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos. Entonces Sem y Jafet tomaron el manto… y andando hacia atrás, vueltas las caras, cubrieron la desnudez de su padre sin verla. Cuando despertó de su embriaguez… Noé dijo: ¡Maldito Canaán! ¡Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem! ¡Dilate Dios a Jafet!» (Gn 9,20-27). Al comienzo de la nueva historia, dispersos por el mundo, después del diluvio, los hijos de Noé y los nuevos habitantes de la tierra empiezan cultivando viñas y produciendo vino, una bebida que define de forma poderosa y ambigua su comportamiento. Antes no era necesario el vino. Ahora parece serlo, para mantener la vida humana, en gozo y fiesta, sobre la dura superficie de la tierra. Esta es la primera fiesta del vino que anima al hombre (siendo así bendición), pero puede desnudarle, convirtiéndose en maldición: derrumba al padre (inconsciente) sobre el suelo, de manera que sus hijos pueden deshonrarle (Cam) o cubrirle con respeto y cuidado (Sem y Jafet). Así quedan prefigurados los caminos de la historia, el futuro de los pueblos: Cam simboliza a los cananeos y sureños, Sem a los semitas de Oriente, Jafet a los pueblos del norte y oeste de Palestina, (b) Hijas de Lot, vino como inconsciencia y engaño. La ambigüedad del vino se acentúa en el relato de las hijas de Lot, que ha vinculado sexo y vino. Hay buen vino de amor, como sabe el Cantar de los Cantares (cf. 2,4.15; 4,10; 5,1; 6,11; 7,813; 8,2). Pero hay también vino de em briaguez y engaño: «Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte… El y sus dos hijas se instalaron en una cueva. La mayor dijo a la pequeña: Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a darle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia. Dieron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni de cuándo se levantó… También la noche siguiente le dieron vino y la pequeña se acostó con él, sin que él supiera cuándo se acostó o se levantó. Las hijas de Lot concibieron de su padre. La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab, padre de los actuales moabitas. La pequeña dio a luz un hijo, ye le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales amonitas» (Gn 19,3038). También éste es un relato etiológico y burlesco (basado en la etimología popular de Moab y Ben Ammí: del padre, hijo de mi pueblo), creado para descalificar a los vecinos de Israel, tan cercanos y enemigos. Es un relato mentiroso, pero sirve para evocar los riesgos del vino que, en manos de personas solitarias y ansiosas, puede crear la desmesura. Nadie es culpable y todos lo son: las muchachas no son responsables de su abandono, ni el padre fugitivo es responsable de su borrachera; todos (tanto Lot como sus hijas) acaban cayendo en las redes de su impotencia. Este es el gran riesgo del vino.
(3) Embriaguez aparente. Fiesta sin vino (1 Sm 1,9-17). Este relato recoge tradiciones antiguas, pero las reelabora en perspectiva profética, quizá deuteronomista. El piadoso Elcana sube cada año a celebrar la fiesta de Yahvé, en el santuario de Silo* (famoso por sus fiestas del vino), con sus dos mujeres. Una de ellas, Ana*, parece estéril: «Un año, después de haber comido y bebido, se levantó Ana y se puso ante Yahvé. Estaba llena de amargura y oró a Yahvé llorando sin consuelo… Como prolongase su oración ante Yahvé, Eli (sacerdote) observaba sus labios. Ana oraba para sí: se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Eli creyó que estaba ebria, y le dijo: ¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas! Pero Ana le respondió: No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahvé… Eli le respondió: Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido» (1 Sm 1,9-17 LXX). El relato nos sitúa en un contexto de fiesta de vino. Terminada la recolección, vendimiada la viña y pisadas las uvas, el buen israelita sube al templo, para ofrecer ante Dios los dones de la tierra, con sacrificios de animales. Evidentemente bebe y se alegra: es tiempo de fiesta. Pues bien, paradójicamente, en medio del gozo, una mujer eleva ante Dios su tristeza. La fiesta es alegría y fecundidad. Pero ella está sufriendo por estéril. La celebración del vino se vuelve tristeza si falta familia (el amor de los hijos). De manera significativa (como harán los habitantes de Jerusalén, criticando a los cristianos, en una fiesta semejante de Pentecostés: Hch 2), el sacerdote piensa que ella está borracha, que el vino ha trastornado su cabeza, convirtiendo la fiesta del gozo en embriaguez y orgía. Ella responde: no ha bebido, es estéril, no puede gozar en la fiesta israelita del vino.
(4) Fiesta del vino. Jubileos. Los israelitas celebraban una fiesta del vino, vinculada a los Tabernáculos*; pero los textos actuales de la Biblia parecen haberla silenciado, quizá para evitar malentendidos dionisíacos (de embriaguez). Por eso, los grandes catálogos legales (Ex 23,14-19; 34,18-23; Dt 16,116; Lv 23) no han transmitido o legislado nada sobre ella. Por otra parte, el relato donde podía haberse transmitido el origen de la fiesta del vino (Gn 9,2027) está dedicado en la Biblia actual a la embriaguez de Noé y al comportamiento de sus hijos. Pero aquello que no ha conservado la Biblia oficial o canónica lo han conservado algunos apócrifos, como el Libro de los Jubileos, que tenía un gran influjo en tiempos de Jesús y que cuenta la instauración de la fiesta del vino: «En el séptimo septenario de este jubileo, en su primer año, plantó Noé una viña en el monte donde se había posado el arca… Dio fruto al cuarto año, la vendimió ese año, en el mes séptimo guardó su fruto. Hizo así mosto, lo puso en una vasija y lo conservó hasta el quinto año, hasta el primer día del primer mes. Celebró ese día la Fiesta con regocijo e hizo un holocausto al Señor… Colocó toda la grasa en el altar donde ofrecía el holocausto al Señor y añadió la carne de la ternera, el carnero y las ovejas. Puso encima masa (de harina) con aceite, luego derramó vino en el fuego que había encendido sobre el altar y echó incienso encima, levantando un buen aroma agradable al Señor, su Dios. Se regocijó y bebió de este vino él y sus hijos con gozo» (Jub 7,1-6). Suele decirse que Jub 1 ha recreado la historia truncada de Gn 9,20-27, aunque es más probable que el camino haya sido el inverso: Gn 9 ha desacralizado un relato anterior, de tipo sacral, donde se contaba el descubrimiento, ofrenda y primer uso religioso del vino. Eso significa que Jub 1 habría conservado la tradición más antigua en la que Noé aparece como figura paradigmática: patriarca de nueva humanidad, iniciador de las fiestas de Israel, una de las cuales estaba dedicada a la elaboración y bebida del vino nuevo. Aquí se dice que Noé ha elaborado el vino para Dios y así lo derrama cuidadosamente sobre el altar donde, con la grasa de los animales sacrificados y la masa de harina amasada en aceite, se iba consumiendo la carne de los sacrificios. La libación de vino va unida al incienso aromático y el aroma de la combustión se eleva hacia la altura, siendo recibido por Dios. Sólo después de haber sacralizado las primicias del vino, Noé y sus hijos consumen regocijados el resto, en fiesta de gozo. Por eso, toman ritualmente la bebida que el mismo Dios ha recibido y sacralizado, inaugurando el tiempo del vino, que se repite y actualiza cada año, el primer día del mes primero.
(5) Fiesta del vino en Qumrán. Los esenios (especialmente del grupo de Qumrán) han dado gran importancia al vino, tanto en sus comidas rituales como en su esperanza escatológica. Por eso, es normal que hayan estado muy influidos por la versión de Jubileos, donde se conservan algunas tradiciones antiguas sobre la fiesta del vino como anticipación y anuncio de la plenitud y cumplimiento de los tiempos. En ese contexto se sitúa un texto famoso del Rollo del Templo de Qumrán, que recoge leyes antiguas, contenidas en la Biblia, y otras que quizá han sido expulsadas de la literatura bíblica. Una de ellas evoca la fiesta del vino, que es culminación de todas las fiestas del año: «Contaréis siete sábados comple tos desde el día en que traéis la gavilla… y traeréis una nueva ofrenda a Yahvé desde vuestros poblados: pan nuevo de flor de harina fermentado, primicias para Yahvé, pan de trigo, doce tortas; cada torta de dos décimos de flor de harina (11QT 18,11-15)… Es la fiesta de las Semanas y la fiesta de las Primicias para recuerdo eterno… Traeréis vino nuevo para la libación: cuatro hin por todas las tribus de Israel, un tercio de hin por cada tribu. Ese día, todos los jefes de Israel ofrecerán a Yahvé doce carneros con el vino (11QT 19,9-16) de la libación y ofrecerán… el holocausto… y su grasa la quemarán sobre el altar… Quemarán todo sobre el altar, con sus ofrendas y libaciones. Es un sacrificio de fuego de aroma que aplaca a Yahvé. Ofrecerán toda ofrenda con una libación, según lo prescrito…» (11QT 20,1-10). Hay ciertas dificultades a la hora de identificar esta fiesta del pan nuevo y vino nuevo con la fiesta del vino nuevo de Jnb 7. Da la impresión de que Jubileos la coloca en el contexto de Tabernáculos (al comienzo otoñal del año). Por el contrario, el Rollo del Templo de Qumrán parece situarnos en el contexto de Pentecostés (siete semanas tras la pascua y las primicias). Pero ignoramos los matices de los diversos calendarios de aquel tiempo y la forma de relacionar las diversas celebraciones pentecostales (ciclos de siete semanas). Por eso, dejamos el tema abierto, suponiendo que ambas fiestas del vino (y pan) nuevo coinciden de algún modo. La novedad del último texto (Rollo del Templo) está en su forma de vincular ambas fiestas, poniéndolas en el centro del calendario y las de celebraciones litúrgicas de Israel. Es evidente que los sacrificios de animales siguen siendo importantes, pero ahora empiezan a estar al servicio de las dos fiestas básicas: del pan y del vino. Este cambio resulta comprensible: muchos grupos separados, que solemos conocer como esenios, han dejado el calendario y culto oficial del templo de Jerusalén. Por eso no pueden celebrar los sacrificios animales (reservados para el templo). Pero pueden y quieren acentuar otros ritos y gestos, vinculados al pan y al vino. Muchos judíos del siglo III a.C. al II d.C. han descubierto y resaltado el carácter sacral del pan y el vino. Entre ellos podrá estar Jesús.
(6) Misná. Vino consagrado. La Biblia recuerda en un lugar clave de la historia religiosa de Israel que Melquisedec, sacerdote pagano de Salem, Jerusalén, presentó a su Dios una ofrenda de pan y vino (Gn 14,18). Eso significa que el santuario de Jerusalén había sido Casa del pan y el vino, ya en tiempos paganos. Lógicamente lo ha seguido siendo cuando se ha implantado allí el yahvismo, como saben las leyes rituales, que regulan el uso (libaciones) de vino en los sacrificios (cf. Lv 23,13; Nm 15,5-10). En el templo de Jerusalén se conservaba el vino de las ofrendas y libaciones, como recuerda una tradición de la Misná: «¿De dónde se traía el vino? Kerutim y Hatulim tenían el mejor vino. El segundo en calidad procedía de Bet Rimmá y Bet Labán, en la montaña, y de Kefar Signa en la llanura [zonas de Judea], No se lo metía en grandes tinajas, sino en pequeñas cubetas. Las cubetas no se llenaban hasta los bordes, a fin de que la fragancia se expandiera. No se tomaba el vino de la parte alta a causa de la espuma, ni tampoco del hondo a causa de las heces, sino que se tomaba del tercio (de la cubeta) o del medio…» (Misná, Men 8,6-7). Había buen vino en el templo, para libaciones de Dios y consumo de los sacerdotes. En su conjunto, los israelitas (al menos los sacerdotes antiguos) celebraban el recuerdo y presencia de Dios con pan y vino, en la tierra prometida. Ciertamente, no todos compartían esta visión, pues había recabitas, nazireos y bautistas o penitentes, más empeñados en el agua de las purificaciones que en el vino de las bodas.
Cf. A. APARICIO, Til eres mi bien. Análisis exegetico y teológico del Salmo 16, Claretianas, Madrid; R. PENNA, «II vino e le sue metafore nella grecitá classica, nell†™Israele antico e nel Nuovo testamento», en AA.W., La Biblia i el Mediterrani I, Montserrat, Barcelona 1997, 41-74; J. C. REEVES, «The Feast of the First Fruits of Wine and the Ancient Canaanite Calendar», NovTest 42 (1992) 350361; D. Ruiz, «El vino en el antiguo Oriente bíblico», La Biblia i el Mediterrani I, Montserrat, Barcelona 1997, 373-389.
VINO
2. Jesús
eucaristía, sangre, reino, viña). A Jesús le han acusado de comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores (Mt 11,19; Lc 7,34). Evidentemen te, ha sabido disfrutar del vino y lo ha bebido, en solidaridad con los marginados de su pueblo, ofreciéndoles la promesa y garantía del Reino. Al final de su vida ha mantenido ese gesto y promete a los suyos que seguirá bebiendo con ellos el vino del Reino. Por eso, es normal que las iglesias de Jerusalén y Antioquía (representadas por los textos de la institución eucarística) y luego todas las iglesias hayan asumido la palabra de la última cena sobre el vino como expresión radical de esperanza, uniéndola al pan, que es señal de comunión salvadora.
(1) Mc 14,25. Voto de abstinencia. Uno de los pasajes más significativos de los evangelios es aquel donde Jesús jura que se abstendrá de tomar vino hasta la llegada del Reino: «En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios» (Mc 14,25 par). Este logion, que es muy importante para entender el sentido y coherencia biográfica de Jesús, vincula dos elementos: se compromete a abstenerse de vino mientras siga existiendo el mundo actual; expresa su fe en la llegada del Reino, centrado también en el vino. Mateo ha retocado ligeramente el texto de Marcos, simplificando la fórmula de juramento. Lucas ha dividido el tema en dos partes paralelas: una sobre la pascua y otra sobre el vino (Lc 22,16.18), ampliando así el tema y vinculando (quizá de forma tardía) comida y bebida, como signos del Reino; los dos signos (pascua del pan y bebida) quedan proyectados de esa forma hacia el futuro de la escatología, entendida como pascua verdadera y auténtica fiesta del vino, en sentido apocalíptico judío. El texto de Marcos comienza de un modo solemne, «en verdad os digo que ya no beberé…», con una triple negación (ouketi ou me), que debe interpretarse como juramento sagrado o voto (en el que pone al mismo Dios como testigo, en fórmula que podría traducirse: «así me haga Dios si…»). En el momento más solemne de su vida, rodeado por sus discípulos, tomando con ellos la última copa, Jesús se compromete a no beber más hasta que llegue el Reino que él ha prometido ya en otros contextos (cf. Mc 9,1; 13,30). Estos son algunos elementos del texto. El juramento de Jesús puede interpretarse como voto de abstinencia escatológica, que nos recuerda la tradición de los nazareos*, de tal manera que, de ahora en adelante, él puede presentarse así como nazareo del Reino. El vino ha sido (con el pan) el signo más fuerte de su vida y esperanza. Lógicamente, al acercarse el momento decisivo proclama que ya no beberá en este mundo viejo, en este orden de cosas (esto significa que podrán matarle), pero que llega (se está acercando de inmediato) el Reino. La Biblia recuerda otros votos semejantes: David no dormirá en su lecho hasta edificar a Dios un templo (Sal 132,2-5); los conjurados de Hch 23,23 no comerán ni beberán hasta matar a Pablo… Pero el caso de Jesús es peculiar: se compromete a no beber hasta que llegue el Reino, vinculando de esa forma su vida en el mundo a la manifestación salvadora de Dios.
(2) Mc 14,25. El vino del Reino. Estas palabras de Jesús, que resultan poco apropiadas en un contexto de pascua judía (donde lo central son los ázimos, el cordero y las legumbres amargas), resultan perfectamente lógicas en una fiesta pentecostal de acción de gracias por la vida, simbolizada en el vino. La expresión solemne (fruto de la vid, en vez de vino) responde a ese trasfondo. Jesús pone su destino al servicio de la viña* de Dios, es decir, de la vida del pueblo israelita. Con vino de este mundo, en la fiesta de su despedida (entrega), Jesús promete a sus amigos el vino del Reino. Este juramento escatológico se inscribe en su camino de evangelio: Jesús ha ofrecido su mesa (pan* y peces*) a los marginados y pobres, a los publícanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la mejor tradición israelita, afirma ante los suyos que ha cumplido su camino, ha terminado su tarea: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino nuevo y la fiesta del Reino. El vino de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución interpreta como sangre de alianza: Mc 14,23-24) es anticipo y promesa de culminación mesiánica: al beber así la última copa, en compañía de sus discípulos, invitándoles a tomar la próxima en el Reino, está fijando y sellando el sentido de su vida, vinculada a la esperanza del Reino. Este no es un logion sobre los elementos centrales de la pascua (el pan sin levadura, las hierbas amargas o el cordero), sino sobre el vi no. Eso nos permite suponer que la cena* de Jesús se sitúa en la línea de las celebraciones de la entrada de los israelitas en la tierra prometida (cf. Jos 5,10-12) más que en una línea de pascua estrictamente dicha. Por eso alude al vino nuevo, que no es propio de pascua sino de las diversas fiestas de primicias, vinculadas al recuerdo de Pentecostés: tiempo de alianza y vino nuevo. En este contexto pueden recordarse los diversos ritos pen tecos tales* del vino y pan. El texto completo de Marcos sobre la última cena (Mc 14,12-21) resalta la ruptura pascual de Jesús y dentro de ella se sitúa nuestro logion, que nos puede resultar arcaico, pero perfectamente lógico dentro del contexto de Jesús y de sus ideales de Reino, vinculados al pan y al vino (especialmente al vino), en la línea de la tensión escatológica que implica su mensaje. Está para morir, se encuentra perseguido. Por eso, reúne a sus discípulos y les ofrece el signo más hondo de su vida, una señal de solidaridad y promesa escatológica. Ha llegado la hora, no se vuelve atrás. Así promete (jura) diciendo que la próxima copa que beberá con ellos será en el Reino de los cielos. Este es el sentido de Mc 14,25, retomado por Mt 26,29 y reelaborado por Lucas en Lc 22,16 (ya no comeré hasta que se cumpla esta pascua en el Reino de mi Padre) y Lc 22,18 (no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios).
(3) Vino eucarístico (Mc 14,23-24 par). Desde el contexto anterior se entiende mejor el relato de la «institución eucarística» de la última cena, que comentamos siguiendo a Marcos, (a) Tomó una copa (potérion)… Esta palabra puede traducirse, de manera quizá más sacral, como cáliz, destacando de esa forma la experiencia de dolor y entrega de la vida, como supone el relato sobre los zebedeos (¿sois capaces de beber el cáliz que voy a beber?: cf. Mc 10,38) y la oración de Getsemaní (¡Aparta de mí este cáliz…! Mc 14,36). Preferimos, sin embargo, copa, porque es una palabra más neutral, propia de un banquete de amistad y despedida, en la línea del Sal 116,5: «El Señor es mi copa…». El vino de la copa es señal de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de amigos puedan tomar juntos una copa podrán dar gracias a Dios. No están abandonados, perdidos, sobre un mun do adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, producto de fermentación de la uva, es signo del cuidado de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no les ofrece una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso y bello producto de la tierra mediterránea: el vino. El vino no es bebida diaria de los pobres, sino que implica riqueza y alegría. En ese sentido, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en alegría y abundancia, bebiendo ya en este mundo el vino prometido para el Reino (cf. Mc 14,25). (b) Y bebieron todos de ella, de la copa, en gesto muy preciso de participación. Por un lado se dice que bebieron todos, por otro que bebieron de la misma copa, compartiendo de esa forma el mismo vino. En esta fiesta emerge la más honda exigencia de solidaridad y justicia humana. En sentido estricto, las palabras interpretativas: «ésta es la Sangre de mi alianza» (Marcos y Mateo), «es la nueva Alianza en mi Sangre» (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto en sí resulta elocuente: Jesús, un perseguido, mensajero del Reino, amenazado de muerte, ofrece a sus amigos una copa de vino, en signo de solidaridad y esperanza escatológica (como ha destacado Mc 14,25). Pero ellas ayudan a entender el gesto. En este contexto se sitúa la paradoja de la sangre. Para los israelitas, la sangre* constituye quizá el mayor de todos los tabúes: ellos pueden comer las varias partes de los animales pero nunca su sangre «porque ella es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida» (Lv 17,10-12; cf. Gn 9,4). Dios se ha reservado la sangre, como signo de su poder originario, de forma que comer carne no sangrada o beber sangre constituye la mayor de las impurezas (cf. Hch 15,29). Pues bien, fiel a su experiencia de transgresión sacral y de ruptura de límites, Jesús ha ofrecido a sus discípulos su sangre, en el signo del vino. Difícilmente podemos hoy imaginar la extrañeza de este gesto, que rompe la distinción entre lo sagrado y lo profano; todo en Jesús es sagrado, siendo todo profano; todo es amor de madre y amigo, que da su vida (sangre) por los otros, para compartirla con ellos.
(4) ¿Eucaristía sin vino? El sentido de la sangre. Es posible que el horror de los judíos a la sangre haya hecho que la eucaristía se llame a veces fracción del pan, sin referencia al vino. También se podría pensar que hubo una eucaristía donde sólo se comía pan (sin referencia a la sangre-vino), por la pobreza de las comunidades palestinas donde el vino resultaba caro, de manera que sólo podría tomarse como un lujo, en ocasiones especiales. Ciertamente, es posible que hubiera eucaristías sólo con pan. Pero el recuerdo total de la vida y muerte de Jesús se ha celebrado con el pan y el vino de su vida en favor de los marginados y de su muerte por el Reino. Por eso, la Iglesia ha vinculado el pan con el vino, como se hacía en las comidas* esenias de Qumrán y como Pablo ha destacado al poner en paralelo el pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Cristo (1 Cor 10,16). Jesús no ha derramado la sangre de otros (como hacen los guerreros), ni ha ofrecido a Dios la sangre de animales (como hacen los sacerdotes), ni se ha interesado por la sangre del cordero pascual, con la que se debe rociar «el dintel y las jambas de la casa» de los celebrantes, para que el Dios del exterminio pase de largo sin matarles (cf. Ex 12,7.13). La sangre a la que alude el vino de la cena es la misma vida que Jesús ha ofrecido a favor de todos, muriendo por el reino de Dios. Jesús no establece así un rito separado que sólo sirve para Dios (pan quemado sobre el altar, vino vertido sobre el fuego), sino que la verdad del rito del vino es su propia vida, que él ha regalado por el reino de Dios, es decir, por todos. La mujer del vaso de alabastro derramó su perfume en la cabeza de Jesús porque ella quiso, sin que nadie le obligara (cf. Mc 14,3). Jesús, en cambio, ha derramado su sangre porque le han matado con violencia.
(5) Vino-sangre: el don de la vida. Así como se ofrece un buen vino, en amor generoso, así ha regalado Jesús su vida a los hombres, para perdón de los pecados. Marcos dice simplemente «por muchos» (hvper pollón), es decir, portodos (cf. Mc 14,24; cf. Mc 10,45). Mt 26,27 ha añadido «para perdón de los pecados», situando de esa forma el gesto y la comida de Jesús en el trasfondo de los rituales israelitas, pero cambiándolos por dentro. Frente al ritual de muerte de animales, detallado por Lv 1-9, superando el pacto de sangre de novillos (cf. Ex 24,8) con el rito del cor dero pascual que tiñe las puertas de la casa para protegerla (Ex 12,1 -13) y la sangre de la expiación nacional con que se ungía el altar y santuario (cf. Lv 16,14-19), Jesús ha expresado el sentido de la auténtica sangre, de la vida verdadera, que se regala en alianza de amor (de perdón) a todos los humanos. Esta es la sangre de la vida, sin sangre de sacrificios exteriores de hombres o animales, es la vida que se regala, porque sólo el regalo de la vida hace posible el perdón entre los hombres. El vino de Jesús expresa y celebra la entrega gozosa de vida, el amor que él ofrece y comparte, en acción solidaria, de fiesta de sangre al servicio de la unión enamorada entre los hombres. Pues bien, allí donde el amor se pervierte y los hombres se utilizan y destruyen unos a otros, se invierte este signo del vino y frente a la eucaristía de Jesús emerge la antieucaristía de la violencia envidiosa y asesina: «Vi a la Mujer… que tenía en su mano una copa de oro, rebosante [del vino] de sus abominaciones y de las impurezas de su prostitución… Ella está embriagada con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús» (Ap 17,4-6). Esta es la antieucaristía de la prostituta* que, en vez de regalar su vida a los demás, como Jesús, bebe la sangre de los hombres, suscitando así el furor de Dios, pues «si alguien adora a la Bestia y acepta su marca en la frente o la mano, beberá también del vino del furor [de Dios] que está preparado, en la copa de su ira» (Ap 14,9-10). Esta imagen del vino-sangre expresa el horror de la destrucción que se destruye a sí misma: «Y salió del altar otro Angel que… que gritó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada: Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque están en sazón sus uvas. El Angel metió su hoz y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad y brotó sangre… hasta la altura de los frenos de los caballos en una extensión de 1.600 estadios» (Ap 14,17-20).
Cf. J. JEREMíAS, Última Certa. Palabras de Jesús, Cristiandad, Madrid 1980; X. LEonDUFOUR, La fracción del pan. Cidto y existencia en el Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1983; E. NODET y E. TAYLOR, The Origins of Christianitv, Gpazier, Collegeville MI 1998.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
yayin (ºyIy» , 3196), «vino». El término tiene cognados en acádico, ugarítico, arameo, arábigo y etiópico. Se encuentra unas 141 veces en el hebreo veterotestamentario y durante todos los períodos. Esta es la palabra hebrea común para uva fermentada. Por lo general, se trata del «vino», la bebida que se tomaba como refrigerio: «También Melquisedec, rey de Salem, quien era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino» (Gen 14:18 lba; cf. 27.25). Aprendemos de Eze 27:18 que el «vino» se comercializaba: «Damasco comerciaba contigo por tus muchos productos, por la abundancia de toda riqueza; con vino de Helbón y lana blanca negociaban». Las fortalezas se abastecían de «vino» en caso de sitio (2Ch 11:11). Proverbios recomienda que los reyes eviten el «vino» y las bebidas fuertes; que lo ofrezcan más bien a las personas atribuladas para que bebiendo se olviden de sus problemas (Pro 31:4-7). El «vino» se usaba para pasarlo bien, para sentirse bien sin intoxicarse (2Sa 13:28). Segundo, el «vino» se usaba para celebrar en la presencia del Señor. Israel debía congregarse una vez al año en Jerusalén. El dinero que ganaban de la venta del diezmo de toda su cosecha se podía gastar en «todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia» (Deu 14:26). El «vino» se usaba, por orden divino, como parte del culto (Exo 29:40). Era, por tanto, uno de los artículos que el templo almacenaba y vendía a los peregrinos para sus ofrendas (1Ch 9:29). Los paganos también usaban «vino» en sus cultos, pero «veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides» (Deu 32:33). Sin duda, yayin se refiere a una bebida intoxicante. Esto queda bien claro desde la primera vez que se usa el vocablo: «Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; y bebió del vino, y se embriagó» (Gen 9:20-21). En Hos 4:11 el término se usa como sinónimo de téí†roí†sh, «vino nuevo», y es evidente que ambas formas pueden intoxicar. Téí†roí†sh se distingue de yayin en que el primero indica un vino reciente que no está del todo fermentado, mientras que yayin denota «vino» en general. El primer uso de téí†roí†sh se encuentra en Gen 27:28, donde la bendición de Jacob incluye una abundancia de vino nuevo. En 1Sa 1:15 yayin tiene como término paralelo a shekar, «bebida fuerte». En los primeros tiempos shekar incluía vino (Num 28:7), pero también denotaba una bebida fuerte hecha de cualquier fruto o grano (Num 6:3). A las personas que estaban dedicadas a una tarea muy santa se les prohibía beber «vino», entre ellos los nazareos (Num 6:3), la madre de Sansón (Jdg 13:4) y los sacerdotes cuando se acercaban a Dios (Lev 10:9). En Gen 9:24 yayin quiere decir «borrachera»: «Y despertó Noé de su embriaguez».
Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento
1. inos (oi», 3631), es el término general para el vino. La mención de la rotura de los odres de cuero (Mat 9:17; Mc 2.22; Luk 5:37), implica fermentación. Véase también Eph 5:18 (cf. Joh 2:10; 1Ti 3:8; Tit 2:3). En Mat 27:34, VHA, LBA y NVI tienen «vino», siguiendo la lectura de los mss. más comúnmente aceptados, en lugar de la variante «vinagre» (TR), seguida por RV, RVR, RVR77, VM, Besson; véase VINAGRE. Se emplea este vocablo metafóricamente: (a) de los males ministrados a las naciones por la Babilonia religiosa (14.8; 17.2; 18.3); (b) del contenido de la copa de la ira divina sobre las naciones y Babilonia (Rev 14:10; 16.19; 19.15). La intemperancia es el abuso del vino, y en contra de tal abuso hay abundantes protestas y advertencias en las Escrituras. El vino es mencionado junto con el aceite y el grano entre los buenos dones con los que Dios bendeciría a su pueblo terrenal (Deu 7:13; Psa 104:15). Era ofrecido a diario en el templo como libación (Num 28:7). El Señor aludió a la diferencia entre El mismo y Juan el Bautista con estas palabras: «Vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino †¦ Vino el Hijo del Hombre que come y bebe» (Luk 7:33-34). El vino fue creado por el Señor en su primer milagro (Joh 2:3-10); y El dijo en la última Pascua: «De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios» (Mc 14.25). La designación «fruto de la vid» para significar vino era una expresión normal: cf. tratado Berakoth 6.1, en la Misná, donde también se afirma que el vino era empleado en la Pascua (tratado Pesatrim X); cf. Herodoto, 1.212. El Señor instituyó la cena memorial con la copa de vino llamada «de bendición», la tercera en el ritual de la cena pascual. Pablo recomienda a Timoteo que tome un poco de vino debido a sus frecuentes enfermedades (1Ti 5:23); el diácono no debe ser dado a mucho vino (1Ti 3:8); las ancianas no deben quedar esclavizadas por un exceso de vino (Tit 2:3; F. Lacueva, «ni por vino mucho esclavizadas», Nuevo Testamento Interlineal). Hay, por todo ello, adecuada evidencia de que el vino es considerado como un don benéfico de Dios, del que el hombre puede hacer un moderado empleo. Sin embargo, si alguien no tiene poder sobre sus apetitos, es indudable que hará mejor en abstenerse. Los borrachos no heredarán el Reino de Dios (1 Cor 6.10). El beber vino, lo mismo que el comer carne, puede ser ocasión de caída para un hermano débil (Rom 14:21), especialmente en conexión con lo sacrificado a los ídolos (cf. 1 Cor 8.10-13). En todo caso, la abstinencia no puede ser impuesta como norma general, ni permanentemente, sobre los que han reconocido su libertad en el Señor (Col 2:16). El criterio para la recta actuación debe ser la libertad en el Señor, informada por el amor a los hermanos y por la sobriedad, en gratitud hacia Dios, el Creador y Sustentador de la vida. 2. gleukos (gleu`ko», 1098), denota «vino nuevo» dulce, o mosto (Act 2:13), donde la acusación misma muestra que era embriagante y que debe haber sufrido una cierta fermentación.¶ En la LXX, Job 32:19:¶ Notas: (1) Para el término oinopotes, bebedor de vino, véase BEBER, C; (2) para paroinos, «dado al vino», véase DADO AL VINO.
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
Juntamente con el trigo y el *aceite, el vino que produce la tierra santa forma parte del *alimento cotidiano (Dt 8,8; 11,14; lPar 12,41); tiene la particularidad de «regocijar el corazón del hombre» (Sal 104,15; Jue 9,13). Constituye, pues, uno de los elementos del festín mesiánico, pero también y en primer lugar, de la comida eucarística, en la que el creyente va a buscar el *gozo en su fuente: la caridad de Cristo.
I. EL VINO EN LA VIDA COTIDIANA. 1. En la vida profana. La tradición yahvista, atribuyendo a Noé la invención de la viña y mostrándolo luego sorprendido por los efectos del vino (Gén 9,20s), subraya a la vez el carácter benéfico y peligroso del vino. El vino, signo de prosperidad (Gén 49,11s; Prov 3,10), es un bien precioso que hace la vida agradable (Eclo 32,6; 40,20) a condición de que se use con sobriedad. Esta forma parte del equilibrio humano que no cesan de predicar los escritos de sabiduría. El axioma de Ben Sira : «‘El vino es la vida para el hombre cuando se bebe moderadamente» (Eclo 31,27) es la más clara ilustración de esto (cf. 2Mac 15,39). En las epístolas pastorales abundan los consejos de sobriedad (ITim 3,3.8; Tit 2,3), pero, tomado a sabiendas de lo que es, también se recomienda en ellas el uso del vino (1Tim 5,23). Jesús mismo optó por beber vino, aun a riesgo de ser mal juzgado (Mt 11,19 p). El hombre que se desvía de esta sobriedad está condenado a toda clase de peligros. Los profetas lanzan vio-lentas invectivas contra los jefes que se entregan demasiado a la bebida, porque olvidan a Dios y sus verdaderas responsabilidades para con un pueblo explotado y arrastrado al mal (Am 2,8; Os 7,5; Is 5,11s; 28,1; 56,12). Los sabios dirigen especialmente su atención a las consecuencias personales de estos excesos: el bebedor acabará en la pobreza (Prov 21,17), en la violencia (Eclo 31,30s), en el desenfreno (19,2), en la injusticia de las palabras (Prov 23,30-35). San Pablo subraya que la *embriaguez lleva al desenfreno y perjudica a la vida del Espíritu en el cristiano (Ef 5,18).
2. En la vida cultual. Puesto que el vino viene de Dios, como todos los productos de la tierra, tendrá su puesto en los sacrificios. Ya en el viejo santuario de Silo se hacen ofrendas de vino (1Sa 1,24), gracias a las cuales se pueden hacer las libaciones prescritas en los sacrificios (Os 9,4; Ex 29,40; Núm 15,5.10). El vino forma también parte de las primicias que corresponden a los sacerdotes (Dt 18,4; Núm 18,12; 2Par 31,5). En fin, tendrá también un puesto en el sacrificio de la nueva alianza que pondrá fin a este ritual. Por otra parte, una intención religiosa motiva para algunos cierta abstención respecto al vino. Si los sacerdotes están obligados a abstenerse durante el ejercicio de sus funciones, es que éstas requieren el absoluto dominio de sí, particularmente para enseñar y juzgar (Ez 44,21ss; Lev 10,9s). La abstinencia del vino puede ser también un recuerdo del tiempo en que, en el desierto, estaba Israel privado de él y se acercaba a su Dios en una vida austera (Dt 29,5). Hubo un clan que, mucho después de la instalación en Canaán, quiso guardar esta fidelidad al nomadismo que ignoraba el vino : eran los Rekabitas (Jet 35,6-11). En el mismo sentido un uso de carácter ascético consistía en abstenerse de todo producto de la vid como signo de consagración a Dios: es lo que se llama el nazireato (cf. Am 2,12). Sansón; ya antes de su nacimiento, fue así consagrado por voluntad divina (Jue 13,4s); el caso de Samuel (1Sa 1,11) y el de Juan Bautista (Lc 1,15; cf. 7,33) son análogos. El nazireato, codificado en la legislación sacerdotal, podía ser también efecto de un voto temporal (Núm 6,3-20), que se halla todavía practicado en la comunidad judeocristiana (cf. Act 21,23s). Finalmente, con frecuencia se invitaba a los fieles a renunciar al vino para evitar todo peligro de compromiso con el paganismo : de ello da prueba el judaísmo postexílico (Dan 1,8; cf. Jdt 10,5). Una preocupación ascética parece más bien motivar las privaciones que se imponían ciertos cristianos (lTim 5,23); Pablo recuerda sencillamente que este ascetismo debe ir regulado por la prudencia y la caridad (Rom 14,21; cf. lCor 10,31).
II. EL SIMBOLISMO DEL VINO. Desde un punto de vista profano simboliza el vino todo lo que puede tener de agradable la vida: la amistad (E:10 9,10), el amor humano (Cant 1,4; 4,10), y en general todo *gozo que se disfruta en la tierra, juntamente con su ambigüedad (Ecl 10,19; Zac 10,7; Jdt 12; 13; Job 1,18). También puede evocar la *embriaguez malsana de los cultos *idolátricos (Jer 51,7; Ap 18,3) y la dicha del discípulo de la *sabiduría (Prov 9,2).
Desde un punto de vista religioso el simbolismo del vino se sitúa en contexto escatológico. En el AT para anunciar Dios los grandes castigos al pueblo que le ofende, habla de la privación del vino (Am 5,11; Miq 6,15; Sof 1,13; Dt 28,39). El único vino que entonces se beberá es el de la *ira divina, la *copa que saca de quicio (Is 51,17; cf. Ap 14,8; 16, 19). En cambio, la felicidad prometida por Dios a sus fieles se expresa con frecuencia bajo la forma de una gran abundancia de vino, como se ve en los oráculos de consolación de los profetas (Am 9,14; Os 2,24; Jer 31,12; Is 25,6; Jl 2,19; Zac 9,17).
En el NT el «vino nuevo» es el símbolo de los tiempos mesiánicos. En efecto, Jesús declara que la nueva alianza instituida en su persona es un vino nuevo que rompe los viejos odres (Mc 2,22 p). La misma idea resalta en el relato joánnico del milagro de Caná: el vino de la boda, ese buen vino aguardado «hasta ahora», es el don de la caridad de Cristo, signo del gozo que realiza la venida del Mesías (Jn 2,10; cf. 4,23; 5,25). El término «vino nuevo» se halla en fin en Mt 26,29 para evocar el festín escatológico reservado por Jesús a sus fieles en el reino de su Padre: es entonces la consumación de los tiempos mesiánicos. La mención del vino no es del orden del puro símbolo : está sugerida por el relato de la institución de la *eucaristía. Antes de beber del vino nuevo en el reino del Padre se alimentará el cristiano a lo largo de sus días, del vino convertido en la *sangre derramada de su Señor (ICor 10,16).
El uso del vino es por tanto para el cristiano no sólo un motivo de acción de gracias (Col 3,17; cf. 2, 20ss), sino una ocasión de traer a su memoria el sacrificio que es la fuente de la salvación y del gozo eterno (lCor 11,25s).
-> Eucaristía – Embriaguez – Gozo – Vendimia – Viña.
LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, Barcelona, 2001
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
Entre las palabras usadas para «vino» está el hebreo yayin, para la cual el NT griego tiene oinos y el latín vinum. Yayin aparentemente es una palabra extranjera de una raíz no semítica. Es la palabra usual en el AT para el jugo fermentado de uva (Gn. 9:21, etc.), y aparece en nuestro texto hebreo tradicional 141 veces. Se traduce siempre como «vino». Oinos se encuentra más de treinta y tres veces en el NT, sin incluir su uso en palabras compuestas, como en oinopotēs, «bebedor» (Mt. 11:16; Lc. 7:34). Yayin era usado como una bebida familiar, era usado en comidas especiales y era incluido en algunas ofrendas (Ex. 29:40). Al vino de las ofrendas se le designa concretamente como yayin (Nm. 15:5, 10, etc.). Durante el período del AT se limita el uso de yayin al jugo de uva, pero en el hebreo posterior incluye el jugo fermentado de diferentes tipos de frutas, tales como el vino de manzana y el vino de dátil.
Otro término importante para vino en el AT es tîrōš. Aparece treinta y ocho veces en el AT, algunas veces se traduce como «vino» y algunas veces como «mosto». Era considerado un producto de primera clase, junto con el cereal y el aceite frescos (Gn. 27:28; Dt. 7:13, etc.). Así como se menciona junto con el cereal y con el aceite frescos como elementos para diezmar (Dt. 12:17), y el pago de las primicias (Dt. 18:4). Así, en algunos casos tîrōš hace referencia al jugo fresco de uva, antes y durante la fermentación. La palabra se usa además cuando el jugo aún está en la uva como el «mosto se halla en el racimo» (Is. 65:8). Sin embargo, en algunos pasajes denota claramente el jugo fermentado de uva (Os. 4:11), donde tiene propiedades embriagantes. El tîrōš que se bebe en los atrios del santuario (Is. 62:8–9) es vino fermentado. Esto se apoya en la evidencia de que yayin era usado en las ofrendas.
Una tercera palabra importante que se usa para vino es šēḵār. Aparece veintidós veces en el AT y se traduce como «vino superior». Su raíz es la base para el hebreo «bebido, borracho, y embriaguez». La etimología de la palabra justifica la conclusión de que šēḵār puede designar cualquier trago embriagante sin importar su fuente. Podría decirse, sin embargo, que los Targumim y la Peshitta algunas veces traducen šēḵār como «vino viejo». Se suma a esto el hecho de que Números 28:7 designa la ofrenda de bebida como šēḵār, que algunas versiones, en este pasaje, traducen como «vino superior». Ninguna otra bebida más que el jugo de uva sería aceptada con este propósito. La palabra aparece además en paralelismo con yayin (Is. 5:11, 22; 28:7; Pr. 20:1; 31:6).
Las palabras menos usadas son: (1) ḥemer (Dt. 32:14 donde la BJ traduce «uva», y la RV60 tiene «vino»; Is. 27:2, la RV60 tiene «vino rojo», la BJ «una viña deliciosa»), (2) ʿāsîs (Is. 49:26, la BJ tiene «vino nuevo»; Cnt. 8:2, la BJ y la RV60 tienen «vino»), (3) sōḇeʾ (Is. 1:22, la RV60 tiene «vino»; Os. 4:18, la RV60 «bebida», la BJ «borrachos»; Nah. 1:10, la RV60, «embriaguez», (4) términos relacionados, derivados de la raíz verbal mâsaḵ, «mezclar [vino] con especias» (Sal. 75:8; Pr. 23:30; Is. 65:11; Cnt. 7:2; 8:2).
BIBLIOGRAFÍA
S.R. Driver, The Books of Joel and Amos, p. 79; B.S. Easton en ISBE; A.R.S. Kennedy en HDB; EB, col. 5307s.; H. Seesemann en TWNT.
Arnold C. Schultz
BJ Biblia de Jerusalén
RV60 Reina-Valera, Revisión 1960
ISBE International Standard Bible Encyclopaedia
HDB Hastings’ Dictionary of the Bible
EB Encyclopaedia Biblica
TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (640). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología