VALORES, FILOSOFIA DE LOS

1. El v., en el sentido filosófico de la palabra, se define como aquello que es (o hace a un objeto) apetecible, amable, digno de aprobación, de admiración, etc.; lo que provoca sentimientos, juicios o actitudes de estima y recomendación; lo que es útil para un fin determinado… El v. no parece pueda identificarse completamente con el «bien» de la filosofí­a clásica y escolástica, ora se tome materialmente (bonum), ora formalmente (bonitas). Por una parte, el v. dice siempre relación con el hombre (o, en general, con el sujeto espiritual), mientras que el bien, en Aristóteles, p. ej., se refiere a la dinámica de un orden teleológico que reina en la -> naturaleza entera, aunque este orden incluye también una dimensión de valor, en cuanto el bien como bien debe ser reconocido por el hombre, debe ser aceptado por él como v. Por otra parte, esa referencia al hombre no debe verse como abstracción de la realidad concreta del bien; más bien, ésta es entendida por los representantes coetáneos de la filosofí­a de los v. como encarnación de los v. ideales. Finalmente, el v. es considerado frecuentemente como «bipolar»: lo feo, el mal, el pecado, se presentan entonces como «v. negativos». Otros, sin embargo, prefieren hablar aquí­ de «antivalores», reservando el concepto de valor únicamente a los «v. positivos».

2. Así­, pues, la actual filosofí­a de los v. no se refiere a las consideraciones clásicas sobre el bien como atributo «trascendental» del ser, o sobre el bien moral. Es el estudio sistemático del mundo de los v. desde el v. mismo, o desde el sujeto valorante (individuo, sociedad, sujeto trascendental).

Según una significación más estricta, la filosofí­a de los v. se distingue de la simple «ciencia de los v.» por la tendencia a considerar el v. como superior al ser o como verdadero constitutivo del mismo, en una palabra, a subordinar o reducir la -> metafí­sica a la axiologí­a. A veces el v. es considerado como enteramente separado del ser, o incluso como opuesto a él, de manera que aquél sólo puede realizarse como tarea propia.

Los problemas abordados por la filosofí­a de los v. son diversos: naturaleza de los v., su relación con el ser, su prioridad o su dependencia respecto del juicio de valor, respecto de las tendencias o los sentimientos del sujeto individual o social, su clasificación, su jerarquí­a (jerarquí­a de las diferentes clases de v. y jerarquí­a dentro de cada clase); las diversas relaciones entre ellos, sus combinaciones, sus influencias recí­procas; su génesis en la conciencia y en la historia; su evolución, su decadencia y las leyes que aquí­ rigen. Particularmente difí­cil es el problema de la jerarquí­a y clasificación de los v. Se han propuesto diversos principios de clasificación y orden. El mejor y más sencillo parece ser el que parte de la relación con el sujeto espiritual: los v. se ordenan según atañen más o menos a dicho sujeto. Así­ se distinguen v. prehumanos, que valen para el hombre, pero no en lo que lo hace hombre: v. hedoní­sticos y biológicos (placer, salud; aunque algunos, sobre todo en el caso del placer, se niegan a ver ahí­ verdaderos v.); v. humanos premorales: económicos, que están unidos también con necesidades materiales y espirituales (intelectuales, estéticas, etc.); v. morales y, en estrecha vinculación con ellos, v. religiosos. Para cada uno de estos órdenes habrá que distinguir además los v. del objeto y los del sujeto.

3. La filosofí­a de los v. no se ha desarrollado hasta fecha reciente (Lotze es considerado generalmente como su iniciador); pero, a través de la historia de la filosofí­a. se hallan anticipaciones más o menos notables.

Ante todo, evidentemente, la exaltación platónica del bien «más allá de las esencias». El conocimiento más perfecto es el que aprehende los seres desde el punto de vista de la finalidad y belleza, es decir, del v. En Tomás mismo: la diferencia entre el ser y el bien respecto de su atribución simpliciter y secundum quid (ST I q. 5 a. 1 ad 1), y, más aún, la doctrina sobre los grados de perfección o el rango de ser de los entes (el concepto de perfección posibilita a Tomás la unión de lo ontológico y de lo axiológico). La distinción en Malebranche de las «relaciones de grandeza» y «relaciones de perfección». Las dos últimas crí­ticas de Kant y toda la filosofí­a del deber de Fichte, en la que la realidad, como en el platonismo, es subordinada al v. Añadamos que, antes de nacer la filosofí­a de los v., dos ámbitos de los mismos fueron objeto de profunda investigación: desde la antigüedad el v. moral y, sobre todo en los s. XVIII y xix, los v. económicos.

Diversas causas explican el desarrollo de la filosofí­a de los v. en la segunda mitad del s. xix: a) Una desconfianza de la especulación (debida al desarrollo de la crí­tica y al conflicto de los sistemas) que invitó a muchos ingenios (como antaño a Sócrates) a dejar la realidad en sí­ y considerar las cosas en su relación con el sujeto (lo que hay en ellas de importante, de interés para nosotros). b) Una reacción contra el objetivismo cientí­fico, que eliminaba al sujeto y no reconocí­a otro valor que lo verdadero (o lo «verificable»). c) Una determinada modalidad de la filosofí­a actual, que pone agudamente en tela de juicio, la significación y el v. de la existencia, y así­ incita a la contradicción; igualmente los cambios debidos al progreso técnico, que a su vez hacen problemáticos ciertos v. tradicionales. d) El desarrollo de las ciencias económicas, en las que el problema del v. ocupa un puesto central, motivó que en el s. xix la atención de los filósofos se fijara en el v. en general. Mencionemos finalmente la influencia de Nietzsche, con su crí­tica encarnizada de los v. tradicionales. El fue el que más contribuyó a que el pensamiento contemporáneo se interesara por los v. (que en dicho filósofo se identifican con la vida). En medida más modesta ha trabajado en el mismo sentido el -> pragmatismo; aquí­ la verdad se enjuicia desde el punto de vista de la utilidad. Finalmente, la fenomenologí­a ha proporcionado un método que, aplicado a losdatos de la conciencia axiológica, posibilita su descripción más exacta.

4. En la filosofí­a de los v. (entendida en sentido lato) pueden distinguirse varias tendencias: a) Idealista, transcendental-filosófica, neokantiana (Rickert, Windelband), neofichteana (Münsterberg): el v. es una categorí­a, un ideal, una norma transcendental, que se refiere a un sujeto transcendental, a una conciencia valorante. b) Psicologista: el v. se funda en las tendencias y los deseos del sujeto (Chr. v. Ehrenfels, Ribor, Müller-Freienfels). c) Sociológica: el centro de referencia es aquí­ la sociedad. Los v. son hechos sociales y deben ser examinados como los otros hechos sociales. En realidad aquí­ se trata más de valoraciones que de v. (Durkheim, Bouglé, Lévy-Bruhl). El marxismo va. evidentemente, por este camino: los modos de valorar de una sociedad son funciones de su infraestructura económica y social. Hay aquí­, sin embargo, un aspecto humanista que parece sobrepasar este relativismo: el hombre es la verdadera fuente de valor – cf. la teorí­a del v. económico -; y la humanidad sin clases, prefigurada por el proletariado, parece ser para el marxista el punto de referencia de una auténtica escala de v. d) Existencialista (Sartre) y liberal (Polin): los v. son creados por la libertad, que es el v. supremo. No hay ninguna norma objetiva absoluta. e) En el extremo opuesto se halla la tendencia fenomenológica, platonizante, que atribuye a los v. una especie de ser en sí­, diferente del de las esencias categoriales, por cuanto los v. son objeto de una intuición no intelectual, sino emocional (M. Scheler, N. Hartmann). Aquí­ se trata de una verdadera metafí­sica de los v. f) Lo mismo cabe decir sobre la interpretación que pone los v. en relación con la actividad espiritual en general y, través de ella, con el Absoluto, con Dios: los v. son una manifestación del Absoluto; Dios es la identidad del ser y del v. (L. Lavelle, R. Le Senne, D.v. Hildebrand). Nada decimos de aquellos para quienes los juicios de valor expresan solamente emociones subjetivas; así­ ciertos neopositivistas, como A.J. Ayer. Tales teorí­as en el fondo implican la negación de toda filosofí­a de los valores.

5. No hay objeción ni contra el concepto coetáneo de v., ni contra su situación central en la filosofí­a. La filosofí­a de los v. posibilita una investigación del mundo del espí­ritu desde una nueva dimensión. Le debemos valiosos análisis, p. ej.: sobre la diferencia en el mundo de presentarse los v. (o pseudo-valores) hedonistas y los v. propiamente dichos, sobre la manera de conocer los v., sobre los conflictos de v., etc.

El gran peligro de la filosofí­a de los v. es olvidar o negar que éstos se fundan en el ser. Aquí­ se hacen necesarias objeciones contra una concepción que, contra su propia intención, viene a parar en que los v. son nada, puesto que «valen» solamente. Toda afirmación de los v. se desarrolla dentro de una afirmación originaria del ser. Así­ lo ha visto bien, p. ej., Lavelle. De ahí­, sin duda, la desconfianza de Heidegger frente a la filosofí­a de los v., consecuencia, según él, del oscurecimiento del ser. Y, sin embargo, la afirmación del v. no se reduce pura y simplemente a la del ser. Añade, como dice Tomás sobre el bien, la idea de perfección, que sólo tiene sentido si el ser por el actus essendi se presenta como í­ntimamente dotado de fin y animado. Eso sólo es posible en una metafí­sica que, por su amplia concepción del acto de ser (del esse tomista), permite unir la metafí­sica del bien (o del v.) con la del ser, la axiologí­a con la ontologí­a.

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Joseph de Finance

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica