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Expresión ascética y mística que hace referencia a la vinculación intelectual, moral y afectiva, expresión humana de la espiritual y sobrenatural, de la criatura con su Creador, del alma o de la persona humana con el Padre celestial.
En pocas expresiones, como en las que reflejan los textos místicos clásicos, se dibuja tanto la unión divina con el hombre y la unión humana con Dios, como en las metáforas conyugales al estilo de las expresadas por S. Juan de la Cruz en Llama de amor viva:
«Oh noche que guiaste, oh noche amable más que la alborada.
Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada».
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
(v. Dios, contemplación, experiencia de Dios, inhabitación, oración)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
La creencia en una habilidad del devoto religioso para unirse él mismo con su dios es muy antigua. Muchas religiones étnicas se basan en este concepto, ya sea la idea de que el creyente está llegando a ser físicamente uno con su dios como en el mitraísmo, o que está siendo absorbido espiritualmente por su dios como en el budismo. Este tipo de pensamiento ha aparecido también frecuentemente en la iglesia cristiana desde los días del neoplatonismo con las enseñanzas de hombres tales como Meister Eckhart (1327) y otros místicos. Parecería ser fundamental para la idea católico-romana de los «estigmas» de la pasión de Cristo que se dicen aparecer en aquellos que se han dado completamente a él, y probablemente también ejercitó una temprana influencia en la doctrina de la misa. El punto de vista bíblico es radicalmente distinto, desde el momento en que se toma en cuenta dos hechos fundamentales: la creación y la caída. El hombre es criatura de Dios, lo que significa que, en tanto que está hecho a la imagen de Dios, no es nunca eterno, autónomo ni autosuficiente como lo es Dios (Jn. 5:26; Hch. 7:25; Ro. 9:19; 11:33–34), sino que es mortal, limitado en tiempo y en espacio, y dependiente (Gn. 1:26–27; Job 33:4; Sal. 8:5; Is. 64:8). De modo que hay una diferencia metafísica cualitativa entre Dios y el hombre. Al mismo tiempo, hay una separación ética, porque, aunque hecho a la propia imagen de Dios, el hombre por intentar elevarse a sí mismo para igualar a Dios rompió con él éticamente, desobedeciéndole (Gn. 3:5; Ec. 7:29; Ro. 5:12). De manera que el hombre ahora no sólo está separado, pero también está en conflicto con Dios.
Por lo tanto, la única unidad que el hombre puede tener con Dios es a través de la acción reconciliadora de Dios, que reconcilia al hombre con Dios a través de Cristo (véase Identificación con Cristo). Los elegidos desde la eternidad lo son por la unión de la voluntad divina con Cristo, en quien ellos murieron en el calvario (Jn. 6:32–58; Gá. 2:20), y por quien ellos viven ahora, a través de la presencia del Espíritu Santo que mora en ellos (Jn. 15:1ss.; 16:7–15; 16:21–23; Ro. 8:5–17; Col. 1:27). Esto se concreta en el simbolismo de la Cena del Señor (Mt. 26:26–28; 1 Co. 11:23–26; Gá. 2:20). Por lo tanto, en principio, durante esta vida ellos están unidos a Dios en Cristo, de modo que éticamente se esfuerzan por ser uno con él, pero metafísicamente son todavía criaturas, quienes aun cuando son eternas nunca llegarán a ser divinas.
BIBLIOGRAFÍA
- Calvin, Institutes of the Christian Religion, III, cap. i; L. Berkhof, Systematic Theology, pp. 447ss.; A. Kuyper, The Work of the Holy Spirit, pp. 203–233; A. Schlemmer, «Yat-il un Mysticism Réformé?» Philosophia Reformata, XXII, pp. 149ss.
- Stanford Reid
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (625). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología