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Movimiento integrista y tradicionalista, propio del siglo XVII contra el galicanismo y del XIX contra el regalismo germánico y francés. Se caracterizó por su actitud polémica y por sus exigencias ideológicas de defensa de la autoridad eclesial.
Hizo fuerza en la defensa de las tradiciones morales y religiosas incluso de forma agresiva y polémica.
El término ultramontano («más allá de los montes») aludía a recuerdos de la Edad Media, cuando diversos papas, sobre todo Gregorio VII, hubieron de luchar contra los emperadores germanos, los cuales, como Enrique IV, pretendieron investir a sus preferidos con las dignidades de la Iglesia (guerra de las investiduras).
En los siglos posteriores se convirtió en un movimiento social y político, con afanes morales y filosóficos. Se trató de justificar actitudes defensivas y tradicionalistas de forma agresiva e impositiva.
El nombre alude desde el siglo XIX a la defensa de la autoridad del Papa de Roma. Por eso asocia la palabra se aplica a un catolicismo integrista, jerárquico, tradicional y dialéctico.
El término se cargó de sentido político y durante el siglo XIX se aplicó a los defensores de la autoridad pontificia a costa de la francesa o de la alemana. Y adquirió resonancias despectivas similares a la idea de «papismo». Se asoció al de «antigalicanismo» en Francia y al de «antigermanismo» en Alemania y se aplicó a los defensores de las doctrinas romanas defensoras del estilo monárquico en el gobierno de la Iglesia o a la defensa del magisterio infalible. Por eso se convirtió en término despectivo al aludir a una visión cerrada de las dimensiones terrenas de la Iglesia: autoritarismo, defensa del poder temporal de la Iglesia, sumisión y vasallaje a la autoridad humana más que a la religiosa.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
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Aunque la palabra «ultramontano» (que significa «más allá de las montañas», es decir, «al sur de Europa») se encuentra ya en el siglo XI, su significación principal en la historia de la Iglesia se refiere a actitudes centradas en Roma. El ultramontanismo se opuso al >galicanismo y al >josefinismo y se desarrolló a medida que estos perdían crédito. Insistió sobre todo en la centralización del gobierno en Roma, en la independencia de la Iglesia respecto de las autoridades seculares y en el poder y la autoridad en la Iglesia. En el >Vaticano I el partido ultramontano esperaba que se definiera el Sílabo de errores (> Pío IX), y apoyó activamente la definición de la >infalibilidad papal. Las figuras del ultramontanismo extremo esperaban también que se dijera que el papa era infalible en sus decisiones administrativas, pero no lo consiguierol, Fueron partidarios del ultramontanismo en el siglo XIX Jean Lacordaire (1806-1861), el cardenal Henry Manning (1808-1892), Louis Veuillot (1813-1883) y William G. Ward (1812-1882). El ultramontanismo fue una forma de romanticismo en el sentido de que incluía, entre otras cosas, la nostalgia y la esperanza de un pasado idealizado. Consideraba al papa como un padre y una autoridad ideal. Gradualmente, a medida que iban desapareciendo sus principales representantes, el ultramontanismo fue desvaneciéndose, pero su espíritu hizo de nuevo acto de presencia en el siglo XX, especialmente durante la crisis del >modernismo.
Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Diccionario de Eclesiología
Aunque el ultramontanismo existió en el siglo once, el término se refiere a la política del bando papal dentro de la iglesia Romana en el siglo diecinueve. Sus partidarios miraban al papado, en lugar de a los obispos, para formular la política. El ultramontanismo sostiene que las posturas religiosas, intelectuales y políticas de todos los católicos son determinadas por Roma. Es intolerante hacia cualquier otra creencia. El sentimiento católico nacional halla en el ultramontanismo un pronto enemigo.
El ultramontanismo surgió con la generación posrevolucionaria de Francia. Cobró fuerza al mismo tiempo que el papado recobraba su poder e influencia, hasta que finalmente su política llegó a ser reinante como resultado del Concilio Vaticano de 1870.
Sherman Roddy
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (623). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología
La palabra señalaba un catolicismo activo e integral y era utilizada porque reconocían como su cabeza espiritual al papa que, para la parte mayor de Europa, era un morador más allá (ultra) de los montes es decir, más allá de los Alpes. El término «ultramontano», de hecho, es relativo: para los franceses, alemanes, y para cualquier otro pueblo situado al norte de los Alpes son ultramontanos los romanos, o los italianos, y en un sentido eclesiástico puro se aplica esta palabra a un catolicismo integral.
Como segunda acepción, en la edad media, cuando era elegido un papa no italiano se decía que era un papa ultramontano. En este sentido la palabra se usa muy frecuentemente en documentos del siglo trece; sin embargo, después de la migración a Avignon, se dejó de usar este termino en el lenguaje de la Curia.
Después de la Reforma protestante este término tuvo un sentido muy diferente, entre otras cosas, aquella significaba un triunfo del particularismo eclesiástico, basado en principios políticos que se formularon en la máxima: Cujus regio, ejus religio (como la del rey será la religión de su pueblo). Entre los propios pueblos y gobiernos católicos fue creciendo una tendencia análoga por la que se consideraba al papado como un poder extranjero; el Gallicanismo (política nacionalista eclesial francesa) y todas las formas del regalismo francés y alemán (tendencia al predominio de la autoridad real) influyeron en presentar a la Santa Sede como un poder extranjero porque estaba más allá de los límites Alpinos del reino francés y del imperio alemán. Este nombre de Ultramontano, los Gallicistas lo aplicaron a los partidarios de las doctrinas romanas – tanto si defendían un estilo monárquico del papa en el gobierno de la Iglesia o del carácter de su magisterio infalible como pontífice – ya que suponía que se renunciaba a los «privilegios de la Galia» en favor de la cabeza de la Iglesia que residía ultra montes. Este uso de la palabra no era ninguna novedad; ya en tiempos de Gregorio VII los contrarios a Enrique IV en Alemania habían sido llamado Ultramontanos. El término parece peyorativo en ambos casos, o por lo menos se presta para acusar a los Ultramontanos de falta de unión con su propio príncipe, o con su país, o con su Iglesia nacional.
En el siglo dieciocho la palabra pasó de Francia a Alemania, donde fue adoptado por el Febronianismo, Josefitas, y Racionalistas, – quienes se llamaban a sí mismos católicos – pero llamaban ultramontanos a los teólogos y creyentes unidos a la Santa Sede. Así fue adquiriendo un significado mucho más amplio y se aplicaba a todos los católicos romanos dignos de tal nombre. La Revolución francesa adoptó este término del antiguo régimen: el «Estado por derecho Divino», anteriormente personificado en el príncipe, ahora encuentra su personificación en el pueblo y se hace más «divinizado» que nunca, en la medida que el Estado se volvió cada vez más laico e irreligioso, de hecho y por principios ambos, estado y pueblos, negaban cualquier otro Dios ajeno a ellos mismos divinizándose.
En presencia de esta nueva forma, el antiguo concepto de estado, el «Ultramontano», es el antagonista de los ateos y de los creyentes no católicos, todavía más – como lo testimonia la Kulturkampf Bismarckian (política cultural de Bismark, en Alemania) de la que los Nacional Liberales eran el alma y no los protestantes ortodoxos. Ahora, sobre todo en Alemania, la palabra llega a ser más utilizada que en las décadas iniciales del siglo diecinueve. En los frecuentes conflictos entre la Iglesia y el Estado, fueron llamados Ultramontanos los partidarios de la libertad de la Iglesia y de su independencia del Estado. Sufrió numerosos ataques el Concilio Vaticano I tachándole de Ultramontanismo. Cuando el Centro se organizó como un partido político fue llamado el partido Ultramontano. Por unos años el «Reichsverband Anti-ultramontano» entró en juego para combatir el Centro y, al mismo tiempo, el Catolicismo.
Como nuestro actual cometido es explicar lo que es el Ultramontanismo, está fuera de lugar exponer la doctrina católica sobre el poder de la Iglesia y, en particular, del papa, tanto lo espiritual, como en lo relativo al poder temporal, estos asuntos son tratados en otro lugar bajo sus títulos respectivos. Aquí es suficiente indicar lo que nuestros adversarios quieren decir por Ultramontanismo. Para los católicos sería superfluo preguntar si Ultramontanismo y Catolicismo son la misma cosa: ciertamente, los que combaten el Ultramontanismo están de hecho combatiendo el Catolicismo, incluso cuando lo niegan. Uno de los últimos adversarios de Ultramontanismo, entre los católicos, era un sacerdote, Profesor Franz Xaver Kraus que decía («Spektatorbrief», II, citado en el artículo Ultramontanismus en «Realencycl. für prot. Theol. u. Kirche», ed. 1908):” 1. Un Ultramontano es quien pone la idea de la Iglesia sobre la de religión; 2. …quien sustituye al Papa por la Iglesia; 3. …quien cree que el reino de Dios es de este mundo y que, como los eclesiales del medioevo, afirmaron que el poder de las llaves, dado a Pedro, incluye también la jurisdicción temporal; 4. …quien cree que la convicción religiosa puede imponerse o puede romperse por la fuerza material; 5. …quien está en la vida dispuesto a sacrificar a una autoridad extraña el dictado de su propia conciencia. «Encycl. de las ciencias religiosas» (ed. 1882): «El carácter del Ultramontanismo se manifiesta principalmente en el ardor con el que combaten a cualquier movimiento a favor de la independencia de las Iglesias nacionales, esta condena se hace visible en sus trabajos contra la independencia local, su rechazo a los derechos del Estado al gobierno, de la administración y jerarquía eclesiástica, la tenacidad con la que han apoyado la declaración del dogma de la infalibilidad de papal y como defienden continuamente la restauración de su poder temporal como garantía necesaria de su soberanía espiritual.»
La guerra contra Ultramontanismo no es importante para sus adversarios por el rechazo de la doctrina católica tradicional del poder de la Iglesia y de su gobernante supremo, sino además, y con mayor interés, por las consecuencias de esa doctrina. Es totalmente falso atribuir a la Iglesia objetivos políticos de dominio temporal sobre las naciones o que el Papa pretenda a su libre arbitrio ejercer derechos soberanos, incluso sobre materias completamente civiles, subordinando la obediencia de los católicos hacia sus propios gobernantes a la que se le debe al Papa, sobre la base que es Roma la verdadera patria del católico, y así siguen. Éstas son puras invenciones o malévolas insidias. No es real, ni honrado atribuir al «Ultramontanismo» la enseñanza de algún teólogo particular o de alguna escuela del pasado; o invocar ciertos hechos de la históricos medievales, (que pueden ser explicada por las condiciones peculiares de entonces o por los derechos que las papas tuvieron en la edad media, por ejemplo, su derecho a la coronación del emperador).
Para los demás, es suficiente seguir atentamente, uno por uno, el forcejeo que se mantuvo en periódicos y libros para quedar convencido que esta guerra de la unión del Racionalismo – protestantismo – modernismo contra el «Clericalismo» o el «Ultramontanismo», esta dirigida fundamentalmente, contra un Catolicismo integro – es decir, es contra el papado, es anti Liberal, y un contra-revolucionario Catolicismo. (También vea ESTADO e IGLESIA; FEBRONIANISMo; el SYLLABUS.)
U. BENIGNI
Transcrito por Carol Kerstner
Traducido por Félix Carbó Alonso
Fuente: Enciclopedia Católica