ULTIMOS DIAS

[292]
Se hace referencia con esta expresión a la esperanza temerosa del final de los tiempos o momento en que el mundo llegue a su final. Es idea muy grabada y expresada en los profetas del Antiguo Testamento y diversos oráculos de otras religiones. También aparece la idea en Nuevo Testamento: Mt. 10.22; Mt.7 13; Lc. 21.9; 1 Cor. 10.11; Hebr. 9. 26; etc.

La historia cristiana conoció múltiples movimientos, grupos, sectas y creencias sobre la llegada y los rasgos de los últimos dí­as. Ninguna precisión ni predicción tuvo nunca base real ni fundamento bí­blico, siendo uno de los misteriosos desafí­os que los hombres siempre llevaron consigo sin jamas poder desvelar, sobre todo si olvidaron los avisos del mismo Señor: «En cuanto al dí­a o la hora nadie lo sabe, ni el Hijo del hombre». (Mt. 24. 36)

Algunos grupos religiosos antiguos y recientes se afianzaron en esta expresión, como el caso de los Mormones, que se denominaron a sí­ mismo como «Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Dí­as».

(Ver Escatologí­a. Ver Mormones)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La expresión †œúltimos dí­as† u otras similares, como la †œparte final de los dí­as†, designan en la profecí­a bí­blica un perí­odo de tiempo en el que los acontecimientos históricos alcanzan su culminación. (Eze 38:8, 16; Da 10:14.) El contenido de la profecí­a determina el punto de comienzo de la †œparte final de los dí­as†, es decir, el tiempo en el que empezarí­an a ocurrir los acontecimientos predichos. Por lo tanto, se podrí­a decir que aquellos que estuviesen viviendo en el tiempo del cumplimiento de la profecí­a viví­an en los †œúltimos dí­as† o en la †œparte final de los dí­as†. Según la naturaleza de la profecí­a, este tiempo podrí­a abarcar un perí­odo de unos cuantos años o de muchos, y aplicar a espacios de tiempo muy separados entre sí­.

La profecí­a de Jacob en su lecho de muerte. Cuando Jacob dijo a sus hijos: †œReúnanse para que les declare lo que les sucederá a ustedes en la parte final de los dí­as†, o †œen dí­as venideros† (BJ), se referí­a al tiempo futuro en que empezarí­an a cumplirse sus palabras. (Gé 49:1.) Más de dos siglos antes, Jehová le habí­a declarado a Abrán (Abrahán), el abuelo de Jacob, que su prole sufrirí­a aflicción durante cuatrocientos años. (Gé 15:13.) Por lo tanto, en este caso, el tiempo futuro al que Jacob se referí­a como la †œparte final de los dí­as† no podrí­a empezar hasta después que terminasen los cuatrocientos años de aflicción. (Véanse más detalles sobre el capí­tulo 49 de Génesis en los artí­culos sobre los hijos de Jacob bajo sus nombres respectivos.) También serí­a de esperar que esta profecí­a tuviese una aplicación posterior relacionada con el †œIsrael de Dios†. (Gál 6:16; Ro 9:6.)

La profecí­a de Balaam. Antes de que los israelitas entraran en la Tierra Prometida, el profeta Balaam le dijo a Balac, el rey de Moab: †œVen, sí­, déjame avisarte lo que este pueblo [de Israel] hará a tu pueblo después, en el fin de los dí­as. […] Una estrella ciertamente saldrá de Jacob, y un cetro verdaderamente se levantará de Israel. Y él ciertamente partirá las sienes de la cabeza de Moab y el cráneo de todos los hijos de tumulto de guerra†. (Nú 24:14-17.) En el primer cumplimiento de esta profecí­a, la †œestrella† fue el rey David, quien subyugó a los moabitas. (2Sa 8:2.) Es obvio, por lo tanto, que en esta profecí­a en particular, el †œfin de los dí­as† empezó cuando David se convirtió en rey, y como David fue un tipo profético de Jesús como Rey mesiánico, la profecí­a de Balaam también aplicarí­a al tiempo en que Jesús someta a todos sus enemigos. (Isa 9:7; Sl 2:8, 9.)

Las profecí­as de Isaí­as y de Miqueas. La expresión †œen la parte final de los dí­as†, que se halla en Isaí­as 2:2 y en Miqueas 4:1, introduce una profecí­a relacionada con un tiempo en el que gente de todas las naciones afluirí­a a †œla montaña de la casa de Jehovᆝ. Un cumplimiento de esta profecí­a en sentido tí­pico se produjo entre los años 29 y 70 E.C., es decir, durante la parte final de los dí­as del sistema de cosas judí­o, cuando la adoración de Jehová se ensalzó por encima de la posición preeminente que las naciones paganas atribuí­an a sus dioses falsos. El rey Jesucristo †˜rompió a través†™ en sentido figurado, elevando la adoración verdadera, y fue seguido, en primer lugar, por un resto de la nación de Israel y, más adelante, por gente de todas las naciones. (Isa 2:2; Miq 2:13; Hch 10:34, 35.) El cumplimiento antití­pico de esta profecí­a tiene lugar en la parte final de los dí­as de este sistema de cosas, perí­odo durante el cual la adoración de Jehová ha sido ensalzada hasta los cielos. El rey Jesucristo ha conducido al resto del Israel espiritual a la adoración pura de Jehová, y a estos les sigue una gran muchedumbre de todas las naciones. (Rev 7:9.)

Los últimos dí­as del sistema de cosas judí­o. Menos de tres años y medio antes de que los gentiles pasasen a formar parte de la congregación cristiana, se derramó el espí­ritu santo sobre los fieles discí­pulos judí­os de Jesucristo. En aquella ocasión Pedro explicó que eso habí­a sucedido en cumplimiento de la profecí­a de Joel, y dijo: †œY en los últimos dí­as —dice Dios— derramaré algo de mi espí­ritu sobre toda clase de carne […]. Y daré portentos presagiosos en el cielo arriba y señales en la tierra abajo, sangre y fuego y neblina de humo; el sol será convertido en oscuridad y la luna en sangre antes que llegue el grande e ilustre dí­a de Jehovᆝ. (Hch 2:16-20.) Estos †œúltimos dí­as† precedieron al †œgrande e ilustre dí­a de Jehovᆝ, †œdí­a† que puso fin a aquel perí­odo de †œúltimos dí­as†. (Compárese con Sof 1:14-18; Mal 4:5; Mt 11:13, 14; véase DíA DE JEHOVí.) Como Pedro estaba hablando a judí­os naturales y a prosélitos judí­os, sus palabras tení­an que aplicarles particularmente a ellos, lo que indica que viví­an en los †œúltimos dí­as† del sistema de cosas judí­o de aquel entonces que tení­a su centro de adoración en Jerusalén. El propio Cristo Jesús ya habí­a predicho con anterioridad la destrucción de Jerusalén y su templo (Lu 19:41-44; 21:5, 6), destrucción que se produjo en 70 E.C.
También debió decirse con respecto al fin del sistema de cosas judí­o que Jesucristo apareció y llevó a cabo su actividad †œal fin de los tiempos† o †œal fin de estos dí­as†. (1Pe 1:20, 21; Heb 1:1, 2.) Esto lo confirman las palabras de Hebreos 9:26: †œMas ahora [Jesús] se ha manifestado una vez para siempre, en la conclusión de los sistemas de cosas, para quitar de en medio el pecado mediante el sacrificio de sí­ mismo†.

Los últimos dí­as se relacionan con la apostasí­a. La expresión †œúltimos dí­as† u otras expresiones similares a veces guardan relación con la apostasí­a que surgirí­a dentro de la congregación cristiana. El apóstol Pablo escribió a Timoteo: †œLa expresión inspirada dice definitivamente que en perí­odos posteriores algunos se apartarán de la fe, prestando atención a expresiones inspiradas que extraví­an y a enseñanzas de demonios†. (1Ti 4:1; compárese con Hch 20:29, 30.) En una carta posterior a Timoteo, Pablo de nuevo analizó esta cuestión, y se refirió a los †œúltimos dí­as† como un perí­odo todaví­a futuro. Debido a que para ese entonces las personas se comportarí­an impropiamente, serí­an †œtiempos crí­ticos, difí­ciles de manejar†, o, más literalmente, †œtiempos señalados fieros†. (2Ti 3:1, Int.) Después de mencionar con todo detalle el proceder descarriado y pervertido que prevalecerí­a entre las personas que vivieran en ese tiempo, Pablo continuó: †œDe estos se levantan aquellos hombres que astutamente logran introducirse en las casas y se llevan como cautivas suyas a mujeres débiles cargadas de pecados, llevadas de diversos deseos, que siempre están aprendiendo y, sin embargo, nunca pueden llegar a un conocimiento exacto de la verdad†. (2Ti 3:1-7.) A continuación contrastó a estas personas corruptas con Timoteo, quien habí­a seguido fielmente la enseñanza del apóstol, y le animó a †˜continuar en las cosas que habí­a aprendido y habí­a sido persuadido a creer†™. (2Ti 3:8-17; véase también 2Ti 4:3-5.) El contexto muestra claramente que el apóstol estaba informando a Timoteo con gran antelación de las condiciones que se darí­an entre los que profesarí­an ser cristianos y de los resultados finales de la apostasí­a.
De manera similar, el apóstol Pedro les anticipó a sus compañeros cristianos las presiones que vendrí­an de dentro de la congregación: †œTambién habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismí­simos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí­ mismos destrucción acelerada. Además, muchos seguirán los actos de conducta relajada de ellos†. (2Pe 2:1, 2.) Esta misma advertencia se repite en las palabras de Judas, quien anima a los cristianos a que †œluchen tenazmente por la fe†: †œEn cuanto a ustedes, amados, recuerden los dichos que han sido declarados previamente por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, que ellos solí­an decirles: †˜En el último tiempo habrá burlones, que procederán según sus propios deseos de cosas impí­as†™†. (Jud 3, 17, 18.) En las postrimerí­as del siglo I E.C., la clase apóstata era ya una realidad irreversible. El fruto de aquella apostasí­a es hoy un hecho manifiesto; los †œúltimos dí­as† a los que Pablo se habí­a referido han llegado.

†œLa conclusión del sistema de cosas.† Sin embargo, como Jesucristo habí­a predicho, la apostasí­a no afectarí­a a todos los cristianos; los verdaderos serí­an como †œtrigo† entre †œmala hierba†. Después de comenzar la presencia invisible de Cristo en espí­ritu y durante †œla conclusión del sistema de cosas† (que existirí­a entonces), se tendrí­a que poner de manifiesto una clara separación entre ambas clases. La †œmala hierba†, †œlos hijos del inicuo†, serí­an †˜juntados del reino del Hijo del hombre†™. Esta limpieza de la verdadera congregación cristiana dejarí­a un campo de trigo limpio. Los cristianos falsos quedarí­an fuera de la congregación cristiana verdadera. Finalmente, los que fuesen como †œla mala hierba† serí­an arrojados en el †œhorno de fuego†, en tanto que los que se asemejasen al †œtrigo† †œ[resplandecerí­an] tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre†. (Mt 13:24-30, 37-43.) Todo esto señalarí­a claramente la parte final del sistema de cosas bajo el gobierno inicuo de Satanás antes de que fuese destruido.
Además, la ilustración da a entender que la apostasí­a producirí­a su fruto completo de iniquidad durante la †œconclusión del sistema de cosas† dominado por Satanás. Por lo tanto, serí­a en aquel tiempo cuando las condiciones de las que hablaron los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas como señal de los †œúltimos dí­as† se manifestarí­an a gran escala entre los que profesaran ser cristianos. Aumentarí­an el desafuero y la desobediencia a los padres; y los hombres serí­an †œamadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa, pero resultando falsos a su poder†. (2Ti 3:2-5.) También aparecerí­an †œburlones con su burla, procediendo según sus propios deseos y diciendo: †˜¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el dí­a en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación†™†. (2Pe 3:3, 4.)
La ilustración profética de Jesús mostró asimismo que pasarí­a cierto tiempo antes de que se manifestasen por completo los que eran semejantes a la mala hierba y finalmente se les destruyese. Como los apóstoles sabí­an esto, el uso que ellos hicieron de expresiones como †œúltimos dí­as†, †œúltima hora† y otras similares con relación a la apostasí­a, no significaba que pensaban que era inminente la presencia de Jesús y la posterior destrucción de los impí­os. Pablo señaló a los tesalonicenses: †œSin embargo, hermanos, tocante a la presencia de nuestro Señor Jesucristo y el ser nosotros reunidos a él, les solicitamos que no se dejen sacudir prontamente de su razón, ni se dejen excitar tampoco mediante una expresión inspirada, ni mediante un mensaje verbal, ni mediante una carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el dí­a de Jehová esté aquí­. Que nadie los seduzca de manera alguna, porque no vendrá a menos que primero venga la apostasí­a y el hombre del desafuero quede revelado, el hijo de la destrucción†. (2Te 2:1-3.)

†œÚltimo dí­a.† La Biblia también se refiere a un †œúltimo dí­a† durante el cual tendrá lugar la resurrección de los muertos. (Jn 6:39, 40, 44; 11:24; compárese con Da 12:13.) En Juan 12:48 este †œúltimo dí­a† se relaciona con un tiempo de juicio. Por lo tanto, es obvio que aplica a un tiempo futuro mucho más distante que el fin del perí­odo apostólico. (Compárese con 1Te 4:15-17; 2Te 2:1-3; Rev 20:4-6, 12.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

Véase Escatología, Siglo.

Fuente: Diccionario de Teología