Movimiento dentro del catolicismo. Sector católico que trata de mantener las tradiciones y sobre todo los acuerdos del Concilio de Trento (siglo XVI), especialmente la misa en latín. En muchos textos de historia se identifica a este término con católicos franceses conservadores que reaccionaron ante los avances del ® RACIONALISMO, la Ilustración y la Revolución Francesa.
Fuente: Diccionario de Religiones Denominaciones y Sectas
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Sistema de pensamiento que alude a la importancia que se atribuyo a lo que se ha recibido por vía de comunicación social entre unas generaciones y otras.
Ha tenido importancia en Sociología y en Política, con la creación de diversas opciones, movimientos y partidos políticos que se han proclamado defensores de la tradición. Estos partidos han proliferado en los estados democráticos de Occidente y han encontrado la réplica de los autedenominados «progresitas», «renovadores» o incluso «revolucionarios». Con todo, el concepto de tradicionalismo ha invadido también otras esferas sociales como el arte, la música y la misma economía. El sentimiento de que lo conseguido por la tradición es un valor que merece respeto y cultivo ha estado presente en muchos ambientes sociales y culturales. Y ello a pesar de que los tiempos modernos son propensos al cambio por la rapidez con que se suceden los acontecimientos y por la novedad de los nuevos medios de comunicación y de los grandes progresos experimentados
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
El tradicionalismo es una visión filosófico-religiosa que minusvalora la capacidad de la razón humana y establece como criterio de verdad y certeza la tradición del género humano, ligada a la génesis del lenguaje. Los principales exponentes de este pensamiento son De Bonald (t 1840), F. de Lamennais (t 1854), Bautain (t 1867), Bonnety (t 1879) y Gioacchino Ventura (t f861). Rígidamente hablando, según el tradicionalismo, el hombre no habría podido acceder a ninguna forma de conocimiento sin la revelación; pero, en una versión más mitigada, los tradicionalistas niegan a la razón humana únicamente la capacidad de alcanzar verdades de orden ético-religioso. El tradicionalismo, al deprimir la autonomía y la fuerza de la razón, desemboca necesaria y lógicamente en el fideísmo.
G. Bove
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PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
T. en sentido general es una actitud conservadora que se siente obligada unilateralmente a la tradición. Normalmente es característica de tal actitud una inteligencia mecánica de la tradición en oposición a una postura abierta frente al pasado y al futuro.
El t. en sentido estricto es la doctrina según la cual fue absolutamente necesaria al género humano una revelación primitiva para adquirir el conocimiento no sólo de las verdades de orden sobrenatural, sino también el de las verdades fundamentales de orden metafísico, moral y religioso: existencia de Dios, espiritualidad e inmortalidad del alma y existencia de una ley moral estrictamente obligatoria. Esta revelación nos llega por la -> tradición; de ahí el nombre de t. dado a este sistema, que se desarrolló en Francia poco después de la revolución y en los primeros años del s. xix. Sus representantes principales son: Joseph de Maistre (1753-182i; cf. Oeuvres, 13 vol. LP 1884-1886j), Louis de Bonald (1754-1840; cf. Oeuvres, 15 vol. LP 1817-18431), y Felicité de Lamennais (1782-1854; Essai sur l’indifférence en matiere de religoin, 4 vol. LP 1817-1823J). Cf. R.O.C. Maréchal, Essai d’un systeme de philosophie catholique (P 1906).
Chateaubriand había mostrado que el cristianismo es útil para el conocimiento, así como para el orden moral y político; los tradicionalistas quieren probar de manera radical que es indispensable para esos ámbitos. Según Bonald, en el campo dei conocimiento (origen de las ideas, relación entre pensamiento, palabra y lenguaje) no hay ningún pensamiento sin el lenguaje; y el uso de la palabra presupone la palabra misma. Por tanto, para que el hombre pueda hablar, alguien debe haberle hablado antes. Este «alguien» es necesariamente Dios. Su palabra es la revelación primitiva, de donde provienen todas las verdades indispensables. En reacción a los excesos del individualismo racionalista, del que proceden «la anarquía y la incredulidad», la filosofía del t. sostiene que el orden social se basa en el orden moral, cuyo fundamento es Dios, conocido por la revelación primitiva. El t. descubre en el hombre una vida intelectual, fundada en el lenguaje y radicada en la sociedad o dependiente de ella, cuyo autor inmediato es Dios. Así se constituye la noción equívoca de una revelación primitiva, que transmite al hombre todas las verdades, tan inaccesibles como indispensables para él, en una sorprendente mezcla, sean de orden natural o de orden sobrenatural. Y, ante la ausencia de una auténtica conciencia filosófica y teológica de la tradición, el clero se apropió la idea seductora y peligrosa del t., siguiendo a Lamennais, según el cual el cristianismo no puede ser demostrado por prueba alguna de la razón humana, falible por naturaleza, y se funda en la autoridad del sentido común, que ve en aquél la fuente de sus creencias tradicionales. Comoquiera que la fe natural del género humano es la única fuente de certeza, este sentido común es el que demuestra la legitimidad de la única religión verdadera y revelada, cuya autenticidad está garantizada por tres criterios: antigüedad, perpetuidad y universalidad.
Aquí está en esencia el t. teológico de Lamennais, que encantó al círculo de discípulos reunidos en torno a él, primero en La Chcsnaie, luego, de ] 823 a 1833, en Juilly. Combalot, de Coux, Gerbet, Guéranger, Lacordaire, Montalembert, Salinis, se convierten en propagadores entusiastas del nuevo sistema, que conquista a muchos seminarios y encuentra fervientes adeptos en el clero joven, antes de ser atacado por Saint-Sulpice y la Compañía de Jesús, censurado por los obispos y condenado por Gregorio xvi en su encíclica Singulari nos (1834). La ruptura misma de Lamennais con el catolicismo no detendrá la propagación de sus ideas filosóficas y teológicas, de que se harán vehículo, hasta el concilio Vaticano T, los Annales de philosophie chrétienne de Bonnetty.
Paralelamente a este t. rígido, se desarrollaba un t. mitigado, según el cual la razón necesita una instrucción espiritual para llegar a su pleno ejercicio. Tal fue, en formas diversas, la posición de Ventura de Raulica en Italia (1792-1861), de Ubaghs y de Laforét (Les dogmes catholiques, Tournai 1860) en Bélgica, donde el t. de los profesores de Lovaina se mezcló con el -> ontologismo, v de Louis Bautain, cuya tendencia fideísta se alió con una especie de intuicionismo místico: el hombre necesita de un auxilio exterior para excitar el movimiento primitivo de sus facultades; pero una vez asegurado el contacto con Dios, lo cual sucede normalmente por la palabra y la tradición, la inteligencia llega a una certeza de la realidad natural y de la sobrenatural.
Estas corrientes diversas ejercieron influencia duradera a lo largo del s. xix, particularmente en torno a G. Ventura en Italia, a J. Geissel en Alemania, ala Universidad de Losraina en Bélgica, v a L. Bautain en Francia. Como muchos católicos creían hallar así una respuesta radical a los errores del racionalismo, pero corrían el riesgo de confundir el orden natural con el sobrenatural y de abrir la puerta al escepticismo, el concilio Vaticano r quiso afirmar sin equívoco el poder de la razón para conocer a Dios sin ser iluminada previamente por una revelación divina (constitución dogmática De fide catholica, del 24 de abril de 1870; Dz 1781-1820). Hay que notar, por lo demás, que el concilio afirma la posibilidad y no el hecho de este conocimiento de Dios independientemente de la revelación, acentúa la utilidad de esta revelación para un conocimiento seguro de Dios, y no toma posición en la cuestión de si se requiere cierta formación como presupuesto para un uso pleno de la razón. El. examen de los documentos conciliares muestra que el anteproyecto de Franzelin, reelaborado por K. Martin, obispo de Paderborn, con la ayuda de J. Kleutgen, suscitó defensas reiteradas en favor del t. moderado y, como respuesta, V. Dechamps y el obispo Gasser hicieron más preciso el texto. Sólo fue condenado expresamente el t. extremo, que en definitiva no es sino una forma del -> fideísmo.
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Paul Poupard
K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972
Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica