Ver TIPO.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Clasificación sistemática y razonada de los modelos, muestras, ejemplares de objetos, personas, acciones o comportamientos. El tipo o paradigma es el elemento de referencia que refleja un mapa de rasgos significativos y diferenciadores. La tipología es la organización o presentación de los diversos tipos.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
En la Biblia, aparte de los sentidos literales, hay también sentidos supraliterales, los llamados sentidos plenario y típico. El sentido típico son «cosas dichas o hechas en el A. T., de tal manera ordenadas y dispuestas por Dios que significaran anticipadamente las que en el nuevo pacto de gracia habían de verificarse». La cosa del A. T. se llama tipo, sombra o figura; la cosa del N. T. se llama antitipo, realidad o figurado. Al sentido típico se le llama también indistintamente sentido real, espiritual, místico, alegórico y simbólico. El sentido típico radica en las cosas y es únicamente conocido por Dios, desconocido por el autor sagrado, y sólo puede detectarse por una revelación posterior, que se encuentra en el N. T., en los Santos Padres, en la liturgia antigua y en el Magisterio de la Iglesia. Las cosas del A. T. son significativas y tipológicas en cuanto están inmersas en la historia de la salvación,que tiende hacia su plena realización en Jesucristo. Para Jesucristo y sus apóstoles, el A. T. es una preparación y una figura del N. T. (Lc 24,27; Jn 5,39; 1 Cor 10,6). Jesucristo interpreta en sentido típico algunas cosas del A. T.: la serpiente de bronce es figura de Jesucristo en la cruz (Jn 3,14); la persona de Jonás en el vientre del cetáceo es tipo de Jesucristo en las entrañas de la tierra (Mt 12,39); el maná es figura de la Eucaristía (Jn 6); el cordero pascual es figura de Jesucristo inmolado (Ex 12,46; Jn 19,36); la vuelta de Israel de Egipto lo es de la vuelta de Jesucristo de Egipto (Os 11,1; Mt 2,150; el paso por el mar Rojo (1 Cor 10,111) y el agua del diluvio (1 Pe 3,21) son tipo del bautismo; Adán es figura de Jesucristo (Rom 5,14).
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
La tipología representa una de las modalidades interpretativas fundamentales de la Biblia, que es posible observar en la misma sagrada Escritura y en la exégesis patrística sucesiva.
El término «tipo» se deriva del substantivo griego typos, que significa ante todo «sello», «forma» y por tanto, en sentido abstracto, » modelo «, » imagen», «figura». El significado general de modelo se puede encontrar en el epistolario paulino, donde el mismo Pablo se presenta como ejemplo para su comunidad (Flp 3,17; 2 Tes 3,9; cf. también 1 Tes 1,7, en donde alaba a los tesalonicenses por la ejemplaridad de su fe). Sin embargo, el mismo Pablo parece atestiguar, en términos lingUísticos, la utilización de typos para designar la interpretación tipológica del Antiguo Testamento. Así, en 1 Cor 10,1-1 1 establece una relación entre los acontecimientos del Exodo del pueblo hebreo, que se narran en Ex-Nm, y el acontecimiento cristiano del bautismo.
Así pues, en esta interpretación del Antiguo Testamento Pablo parece establecer una relación tipológica entre dos acontecimientos centrales de la historia de la salvación. Al contrario, en Rom 5,14 se define a Adán como «ejemplo» o «figura» del que tenía que venir, Jesucristo. Esta vez Pablo establece no tanto una conexión histórica entre dos acontecimientos, sino entre dos personas, Adán y Cristo. La relación entre acontecimientos, temas y personas en la Escritura es más amplia de lo que se cree y no afecta únicamente a la comparación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino al mismo Antiguo Testamento. En efecto, ya los profetas habían interpretado en sentido tipológico los sucesos del Exodo, para actualizar la relación primitiva entre Dios y su pueblo (cf. el nuevo éxodo en Os 2,17; Jer 16,14-15; 1s 40-55; la nueva alianza en jr 31,31-34). Además, aunque no aparece la terminología técnica de la tipología, la cristología misma del Nuevo Testamento procede a menudo de modo tipológico: los sinópticos no vacilan en establecer una relación tipológica entre jonás y jesús (cf. Mt 12,41), entre Salomón y jesús (Mt 12,42). A su vez juan referirá a Cristo de modo simbólico-tipológico el cordero pascual de Ex 12,46 y la serpiente de bronce de Nm 21,8 (cf. respectivamente jn 19,36v 3,14). A menudo, en estas perícopas puede reconocerse la relación tipológica mediante la sucesión de las partículas «lo mismo que…, así también» Un análisis global de este modelo interpretativo hace ver ante todo que en la tipología se relacionan dos acontecimientos o dos temas o dos personajes distanciados en el tiempo. Así pues, la tipología se tiene cuando se ponen en relación dos realidades que pertenecen a diversos contextos cronológicos. Desde este punto de vista, aunque el modelo se encuentra en el tipo (el pasado), el acento recae en el antitipo referido inmediatamente al presente. Así, en la relación tipológica entre Adán y Cristo, trazada por Pablo en Rom 5,12-21, el peso de la demostración no recae en Adán en cuanto tipo, sino en Cristo que representa su antitipo. Ouizás este desplazamiento de acento se deba sobre todo al hecho de que la tipología se desarrolla principalmente en los contextos escatológicos del Antiguo Testamento, del Nuevo Testamento y de la literatura intertestamentaria, -sobre todo en Oumrán.
Además, este paralelo entre la promesa y el cumplimiento, entre la figura y la realidad, no es irrelevante para el mensaje teológico de cada perícopa. Por eso, quizás Rom 5,12-21 se haya utilizado a veces indebidamente para sostener una teología del «pecado original» (que ciertamente se encuentra allí), más bien que para destacar la importancia de la gracia dada en Jesucristo. Al contrario, en la tipología cristiana del Nuevo Testamento la centralidad del mensaje se encuentra en Cristo y en la Iglesia, como cumplimientos tipológicos del Antiguo Testamento. Naturalmente, esto no debe inducir a un simple análisis funcional del Antiguo Testamento respecto al Nuevo; esto confirma más bien que los dos testamentos sólo se comprenden cuando se ponen en relación. Un nuevo dato fundamental que se deduce de los elementos de la tipología bíblica se encuentra en su proceso hermenéutico, por el que resulta posible una relación. Según algunos, la tipología no se realiza cuando se escoge como «forma» o como «modelo» una perícopa, que en ese caso sería una alegoría, sino cuando un acontecimiento o un personaje del Antiguo Testamento se abren a una actualización significativa (cf. Goppelt). En realidad, esto representa un reduccionismo » a posteriori».
El mismo midrás (.7,) de Gál 4,215,1 permite ver cómo no resulta tan clara la distinción común que se hace entre tipología y alegoría. Pablo formula el principio interpretativo del propio midrás en Gál 4,24: «Estas cosas se dijeron por alegoría». De hecho, él interpreta alegóricamente los sucesos de la vida de Abrahán y de su familia, sintetizados en Gál 4,22-23. La alegoría se encuentra en la progresiva significación de los acontecimientos originales. Finalmente, en la relectura teológica de Pablo se verifica un nuevo significado que no pretende demoler o deshistorizar el acontecimiento original, sino darle más bien un sentido nuevo. Por consiguiente, la alegoría se caracteriza como desarrollo vertical o ascensional de un suceso o de una categoría del Antiguo Testamento. Al contrario, en la tipología no se asiste a un desarrollo semiótico del mismo suceso, sino a una correspondencia histórica de éste con un suceso posterior.
Por tanto, mientras que en la alegoría el nivel interpretativo sigue siendo único, a pesar de crecer en múltiples sentidos, en la tipología se tienen dos niveles interpretativos, puestos en relación horizontal o paralela. No obstante, es necesario no extremar las distinciones; la escuela de Alejandría presidida por Clemente y Orígenes habría preferido la alegoría, mientras que la escuela de Antioquía, que se reconoce en Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia, habría optado por la tipología. De hecho, a menudo los comentarios bíblicos de Juan Crisóstomo resultan más alegorizantes que los procedentes de los autores alejandrinos, En definitiva, la base de partida de la alegoría y de la tipología sigue ~iendo la misma: los sucesos de la historia de la salvación. Por esto, el vaciamiento de la historia o el alegorismo no representa solamente la decadencia de la alegoría y de la escuela alejandrina, sino también de la tipología y de la escuela antioquena. Una alegoresis negativa de la tipología puede encontrarse en la interpretación patrística de la cinta de color escarlata de Rajab, mencionada en Jos 2,18: habría sido la anticipación de la función redentora de la sangre de Cristo.
Finalmente, la tipología, lo mismo que la alegoría, no representa una interpretación estandarizada, sino dinámica, de la Escritura. Ya las homilías pascuales de Melitón de Sardes (siglo 11 d.C.) atestiguan una concepción dinámica de la tipología. Por tanto, la tipología, lo mismo que la alegoría, partiendo de la dimensión histórica, manifiesta la riqueza y la unidad teológica del «gran códice» bíblico (N. Frye), a pesar de la diversidad existente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
A. Pitta
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PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995
Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico
(gr. typos, ‘impresión de sello’). Modo de dar a conocer la historia bíblica de la salvación de manera que algunas de sus primeras fases se vean como anticipos de fases posteriores, o alguna fase posterior como la recapitulación o cumplimiento de una anterior.
I. En el Antiguo Testamento
Hay dos épocas arquetípicas en el AT que se presentan de esta forma repetidamente: la oración y el éxodo de Egipto. El éxodo aparece como una nueva creación, o por lo menos como una repetición de la actividad creadora original. Aquel que en el principio encerró al mar revuelto dentro de sus límites, diciendo, “hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante” (Gn. 1.9s; Job 38.8–11), manifestó el mismo poder cuando detuvo las aguas del mar de las Cañas durante el éxodo (Ex. 14.21–29). Este paralelismo se realza en forma especial cuando se retoma el derrocamiento de los primitivos símbolos de caos, *Rahab y el dragón (Job 26.12s) y se los aplica a su victoria en el éxodo (Sal. 74.12–14; 89.8–10). Rahab se convierte en “tipo” de Egipto (cf. Is. 30.7) y el dragón (Leviatán) de Faraón (cf. Ez. 29.3).
La restauración de Israel del cautiverio babilónico se describe como una nueva creación y como un nuevo éxodo. Los verbos que se usan para la obra del Creador en Gn. 1 y 2 (heb. bārā˒, yāṣar, ˓āśâ) se usan para su actividad en la restauración de los exiliados (cf. Is. 43.7, donde estos tres verbos aparecen juntos), La tipología de la creación vinculada con el dragón, que ya había sido tomada como figura de la victoria de Yahvéh en el éxodo, se convierte ahora en el medio para describir esta nueva victoria. Cuando al brazo de Yahvéh se le dice “despiértate como en el tiempo antiguo”, cuando “cortó a Rahab” e “hirió al dragón” (Is. 51.9), a Dios se le está pidiendo que repita en esta nueva situación los poderosos actos de creación y del éxodo. Si en el éxodo salvó a su pueblo abriendo “camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas” (Is. 43.16), así estará con los exiliados cuando vuelvan y pasen por las aguas (Is. 43.2), abriendo “camino en el desierto, y ríos en la soledad” (Is. 43.19). Como la generación del éxodo fue dirigida por una columna de nube de día y de fuego durante la noche, que se ubicaba detrás de ellos cuando algún peligro los amenazaba desde atrás, así los exiliados reciben la promesa de que “Jehová irá delante de vosotros, y os congregará al Dios de Israel” (Is. 52.12). En cuanto a las generaciones posteriores, igual que a las anteriores, sería verdad el que “no tuvieron sed cuando los llevó por los desiertos; les hizo brotar agua de la piedra; abrió la peña, y corrieron las aguas” (Is. 48.21).
En el lenguaje de la tipología, la primera serie de acontecimientos constituía un “tipo” de la serie posterior; la serie posterior un “antitipo” de la primera. O podría decirse que las sucesivas épocas de la historia de la salvación revelan un esquema constante de actividad divina, que según los escritores del NT habían encontrado su expresión definitiva en sus propios días.
II. En el Nuevo Testamento
La relación tipológica entre los dos testamentos fue resumida por Agustín en un epigrama: “En el AT el NT yace oculto; en el NT el AT aparece revelado.” En el NT la salvación cristiana se presenta como la culminación de las portentosas obras de Dios, como el “antitipo” de sus portentosas obras “típicas” del AT. La salvación cristiana es tratada como una nueva creación, un nuevo éxodo, una nueva restauración después del exilio.
a. Nueva creación. “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co. 4.6). Quizá el cuarto evangelio ofrezca el ejemplo más claro de creación tipológica, con su exordio “en el principio …”, palabras que nos recuerdan las iniciales de Gn.: la Palabra divina que dio existencia a la antigua creación se ha hecho carne ahora para inaugurar una nueva creación. Los que están “en Cristo”, según Pablo, constituyen una “nueva creación” (2 Co. 5.17, “criatura”; Gá. 6.15). Pablo y el vidente de Patmos se unen para ver la inversión de la maldición de la caída inicial por la obra redentora de Cristo (Ro. 8.19–21; Ap. 22.1–5). El evangelio establece “nuevos cielos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3.13; cf. Ap. 21.1).
b. Nuevo éxodo. La tipología del éxodo aparece repetidamente en el NT. Mateo parece ver la infancia de Jesús como una recapitulación de las experiencias tempranas de Israel, que descendió a Egipto y volvió a subir (Mt. 2.15). Juan, por la cronología de su evangelio, como también de otras maneras, insinúa que Cristo es el cordero pascual antitípico (cf. Jn. 19.14, 36). El lenguaje de Pedro se orienta en la misma dirección (1 P. 1.19), mientras que Pablo hace explícito el pensamiento: dado que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”, la fiesta a celebrarse debía cumplirla el pueblo “con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Co. 5.7s). Como los israelitas pasaron por el mar de las Cañas, así los cristianos han sido bautizados en Cristo; como los israelitas recibieron pan del cielo y agua de la roca, así los cristianos tienen su “alimento y bebida sobrenaturales” y distintivos (1 Co. 10.1–4, °vm
c. Nueva restauración. Es probable que la misma palabra “evangelio” (euangelion) y sus cognados hayan sido derivados por los escritores neotestamentarios de su uso en Is. 40–66 para denotar las “alegres nuevas” del regreso del exilio y la reedificación de Sión (Is. 40.9; cf. 52.7; 61.1). Ninguna porción de las profecías veterotestamentarias ha proporcionado una “parcela” tan fértil de testimonia evangélicos, desde la “voz” de Is. 40.3 a través del ministerio del Siervo en Is. 42–53 hasta los nuevos cielos y nueva tierra de Is. 65.17; 66.22.
d. Personas típicas. En Ro. 5.14 a Adán se le llama “figura (typos, °vm “tipo”) del que había de venir” (e. d. de Cristo, el último Adán). Adán, como cabeza de la antigua creación, constituye un equivalente obvio de Cristo, cabeza de la nueva creación. Toda la humanidad aparece ubicada “en Adán”, en quien “todos mueren”, o “en Cristo”, en quien “todos serán vivificados” (1 Co. 15.22).
A ningún otro personaje del AT se lo describe expresamente como typos de Cristo en el NT. Pero otros personajes del AT lo tipifican en alguna medida, por comparación o contraste: Moisés, como profeta (Hch. 3.22s; 7.37), Aarón, como sacerdote (He. 5.4s), David, como rey (Hch. 13.22). El escritor de la carta a los Hebreos, tomando como punto de partida el Sal. 110.4, ve en Melquisedec un equivalente particularmente apto de Cristo en su función sacerdotal (He. 5.6, 10; 6.20ss). También insinúa que los detalles del aparato y los servicios del tabernáculo en el desierto podrían proporcionar satisfacción típica si bien, por lo que dice en He. 9.6–10, dicha significación comprendería la diferencia más que la semejanza entre ese orden y el nuevo orden introducido por Cristo. Es sólo a la luz del antitipo que se puede apreciar la pertinencia del tipo.
III. Evolución posbíblica
La era posapostólica fue testigo del comienzo de una tipología cristiana más libre. En la primera mitad del ss. II la Epístola de Bernabé o el Diálogo con Trifón de Justino ilustra los extremos a que podía ser llevada la interpretación tipológica de episodios del AT ante la ausencia de controles exegéticos. El resultado fue que el AT adquirió su principal valor a los ojos del cristiano como libro de cuadros anticipatorios de la persona y obra de Cristo; cuadros presentados en palabras y aun más en el arte visible. Quizá el ejemplo más notable en el arte sea la catedral de Chartres, en la que las esculturas y los ventanales en el lado N ofrecen abundantes analogías veterotestamentarias de la historia neotestamentaria que se representa en el lado S. Así Isaac llevando la leña es el equivalente de Cristo llevando la cruz, la venta de José por 20 piezas de plata es el equivalente de la entrega de Cristo por 30 piezas, y así todo lo demás. Todo el AT aparece así relatando la historia cristiana por adelantado, pero no sobre la base de principios que los escritores bíblicos mismos hubieran reconocido.
Lo que fue espontáneo en los primeros tiempos de la Edad Media tiende a volverse estudiado y artificial cuando se hacen intentos de reavivar dicha práctica en los días actuales, “Si la apelación a la Escritura se ha de mantener en su sentido propio, la doctrina cristiana se ha de ubicar sobre un fundamento menos inestable que el juicio privado de ingeniosos solucionadores de acertijos, resulta urgentemente necesario establecer un criterio adecuado para el uso legítimo del método tipológico, y así enderezar la senda de la teología bíblica” (G. W. H. Lampe, Theology 56, 1933, pp. 208).
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Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico