TIERRA HABITADA

tip, HIST

vet, «Oí­d esto, pueblos todos, escuchad, habitantes todos del mundo» (Sal. 49:1). El evangelio será predicado «en todo el mundo… a todas las naciones» (Mt. 24:14). Por lo general se ha supuesto que el conocimiento que se tení­a del mundo en los tiempos antiguos era muy limitado (Gn. 10). Esto parece ser cierto en cuanto al conocimiento que la población en general tení­a de su mundo, pero hay evidencias de que habí­a cí­rculos que preservaban y explotaban comercialmente un conocimiento mucho mayor que el tenido por el común de la gente, e incluso de los mismos comerciantes (cfr. Hapgood, «Maps of the Ancient Sea Kings»). La tierra comúnmente conocida en tiempos de los patriarcas y de Moisés parecí­a extenderse del golfo Pérsico hasta Libia, y desde el mar Caspio hasta el Alto Egipto. Es posible que se conocieran las tierras de Italia e incluso de España (Tarsis). También se llega hasta el sur de Arabia, aunque se ha argumentado que en realidad las flotas de Salomón llegaban hasta la India por una parte, y hasta las Canarias por otra. Así­, el marco y eje de la historia del mundo antiguo estuvo en el Oriente Medio. En el curso del desarrollo de la historia del AT los limites de este «mundo» no cambiaron demasiado, a pesar del ligero agrandamiento del horizonte geográfico. Antes del final de esta época, Media y Persia ascendieron a naciones de primera importancia. El Indo vino a ser el limite de la tierra conocida (Est. 1:1). Se conocí­a la existencia de Sinim (Is. 49:12). Al oeste, y bajo el reinado del faraón Necao, hubo navegantes que dieron la vuelta a ífrica, sin por ello darse cuenta de la importancia de su expedición, que duró dos años. Lo que les pareció muy extraño fue ver que el sol se levantaba a su derecha (Herodoto 4:42). En Italia y en ífrica del norte iba aumentando la población y se iba desarrollando lentamente la organización de la sociedad. Los mercaderes eran los que iban dando alguna noticia de los diversos pueblos. Ya hacia el final del perí­odo del AT Grecia, resistiendo a los persas, emergió a la luz de la historia. Alejandro Magno contribuyó enormemente a incrementar los conocimientos geográficos de sus contemporáneos. Al este, sus ejércitos cruzaron el rí­o Oxus (en nuestros tiempos el Amu Daria), llegando a Afganistán y al sur de la India septentrional. Los romanos siguieron sus huellas. En la época de Cristo, el mundo conocido se extendí­a desde las Islas Británicas y España hasta el Irán y el Indo; de las Canarias y el Sahara hasta los bosques de Alemania y las estepas rusas y Siberia. Se sabí­a que más allá de estos lí­mites habí­a regiones habitadas, pero no habí­a demasiado interés, por la falta de medios de comunicación. Cuando César Augusto ordenó el censo «de todo el mundo», querí­a decir con esto todo el imperio romano (Lc. 2:1). No obstante, a pesar de la ignorancia humana, la Biblia nunca ha dejado de considerar todo el conjunto de la tierra. Dios la ha dado entera, en don, a la humanidad (Gn. 1:28); asegura al Mesí­as «los confines de la tierra» (Sal. 2:8), de la misma manera que promete al creyente «la herencia del mundo» (Ro. 4:13). De la misma manera los discí­pulos de Cristo son llamados a ir «por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura» (Mr. 16:15). Véase MUNDO.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado