TEXTO Y TRADUCCIONES DE LA BIBLIA

No es mucho lo que se conoce sobre la evolución del texto hebreo del AT hasta el año 300 a.C., que es cuando se tienen los testimonios más antiguos de él. No se trata de una obra realizada de una sola vez, en un mismo lugar y época. Por otra parte, la existencia de ciertas diferencias sobre un mismo pasaje, parece indicar que circulaban versiones de libros que no eran exactamente iguales. Por ejemplo, 2 S. 22, deberí­a ser igual al Sal. 18, pero difiere en ciertos lugares. Cuando en 2Re 18:13 al 20:19 se narra la historia del asedio de Jerusalén por Senaquerib, se supone que deberí­a coincidir plenamente con la misma historia en Is. 36 al 39, pero hay diferencias. Lo mismo sucede con la historia de la destrucción de Jerusalén por los caldeos, tal como se relata en 2Re 25:18-25 y en Jer. 52. Y hay muchos otros casos. El Pentateuco Samaritano, por ejemplo, difiere en algunas cosas del texto de la Septuaginta. En †¢Qumrán se descubrieron versiones de un mismo libro, con ciertas discrepancias entre una y otra. Esto podrí­a explicar también ciertas diferencias que pueden notarse en las citas del AT que se hacen en el NT, pues es posible que los autores neotestamentarios estuvieran utilizando diferentes versiones. Por otra parte, se sabe de ciertas personas que, precisamente, tení­an el deber de examinar las versiones y establecer las correcciones necesarias. Se les llamaba soferim. Su existencia demuestra el deseo de preservar un texto único, sagrado y autoritativo.

†¢Josefo, que escribió poco después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., hablaba ya del texto de las Escrituras judí­as como algo establecido y fijado antiguamente. El libro apócrifo †¢Carta de Aristeas, que supuestamente narra la forma en que se realizó la †¢Septuaginta, contiene testimonios sobre la existencia de diversas versiones de las Escrituras judí­as, por lo cual el rey Ptolomeo envió a pedir al sumo sacerdote en Jerusalén una copia autorizada. Los fragmentos que los arqueólogos encontraron en Masada y otros lugares coinciden exactamente con el texto que tenemos hoy, lo que confirma que ya para el año 70 d.C. se apreciaba una versión como la definitiva.

El Targum. La palabra targum significa †œtraducción†. Cuando los judí­os tuvieron que vivir exiliados en Babilonia les fue necesario hablar el idioma de esa tierra, que era el †¢arameo. En unas cuantas generaciones su idioma, el †¢hebreo, fue poniéndose en el olvido. En la tierra de Israel pasó lo mismo, aunque más lentamente. Ya en tiempos de la dominación persa el arameo era el idioma de toda la región. Nótese que en los libros de Daniel y Esdras existen pasajes en arameo, lo que indica la familiaridad de los judí­os de aquella época con ambos idiomas. Muchos piensan que fue †¢Esdras quien inició la costumbre de leer las Escrituras en arameo al pueblo para que las pudieran entender. En la lectura pública de las Escrituras, se leí­an en alta voz varios versí­culos (no más de tres) en hebreo y se esperaba a que el traductor los dijera en arameo. De esas traducciones nació el Targum. Existen targúmenes que siguen el texto original bastante fielmente, pero otros usan a veces de paráfrasis, por razones didácticas. De todos modos, como traducciones que son, contienen elementos de interpretación, que trataban de hacer más entendibles algunos pasajes difí­ciles. El estudio de los targúmenes es sumamente conveniente para poder entender el arameo que se hablaba en tiempos del NT, el que utilizó el Señor Jesús. Se ha podido constatar que algunas de las citas del AT que se hacen en el NT fueron tomadas de un Targum, lo cual, a veces, también explica ciertas diferencias con el original hebreo.
Targum escrito del que se tiene noticia más antigua corresponde a una versión del libro de Job que se usaba en tiempos de †¢Gamaliel, es decir, en el siglo I de la era cristiana. Las escuelas rabí­nicas de Babilonia usaban uno, llamado †œOnkelos†, por lo menos en el siglo III d.C. Pero el texto definitivo del Targum vino a establecerse en el siglo V d.C. El nombre de †œOnkelos† se le dio en honor al individuo que lo puso por escrito. Sin embargo, en el Talmud de Jerusalén se menciona a Aquila haciendo lo mismo, por lo cual, algunos piensan que se trata de la misma persona. Existen otros targúmenes que eran más usados en la tierra de Israel, especialmente en Galilea y Jerusalén.

Las traducciones. Las Sagradas Escrituras fueron traduciéndose a muchos idiomas. Así­ se produjeron gran cantidad de versiones de la Biblia. De entre todas, comentaremos sólo algunas.

La Septuaginta. Es la traducción de la Biblia hebrea al griego. Su nombre proviene de la tradición expuesta por el libro apócrifo Carta de Aristeas, según la cual setenta y dos ancianos de Israel la realizaron. En el siglo III a.C., el rey Ptolomeo II de Egipto envió por ellos a Jerusalén para enriquecer su famosa biblioteca en †¢Alejandrí­a. En realidad es posible que sólo se tradujera el †¢Pentateuco, pero la tradición aumentó el asunto hasta narrar que los setenta y dos ancianos, trabajando independientemente y al mismo tiempo, coincidieron todos en una traducción perfecta del AT. Es más posible que la comunidad judí­a de †¢Alejandrí­a, necesitando una traducción al griego de las Escrituras, la auspiciara. Algunos eruditos consideran que fue un proceso de varios siglos. Entre los cristianos esta traducción vino a ser la más importante durante mucho tiempo y se conservan muchos manuscritos correspondientes al perí­odo entre los siglos IV y IX d.C. También se han encontrado fragmentos de papiros con esta traducción, escritos entre los siglos II al IX d.C. Sin embargo, los hallazgos de trozos de la Septuaginta en †¢Qumrán aportan un testimonio más de su existencia en fechas anteriores a la era cristiana.
Septuaginta agrupa los libros atendiendo a un criterio literario: La ley, la historia, la poesí­a y la profecí­a. Contiene todos los libros del AT según el canon hebreo, algunas veces con tí­tulos diferentes. Algunos libros contienen adiciones, como es el caso de Ester, Jeremí­as y Daniel. Incluye los libros llamados deuterocanónicos ( †¢Judit, †¢Tobí­as, †¢1 y 2 Macabeos, †¢Sabidurí­a, †¢Eclesiástico), así­ como también algunos apócrifos (I Esdras, 3 y 4 Macabeos, las Odas de Salomón, etcétera). El aprecio de la Septuaginta por los exegetas cristianos fue muy grande, en parte porque constituí­a un testimonio más antiguo de la Biblia que los manuscritos disponibles durante muchos siglos en idioma hebreo. Además, desde el punto de vista puramente literario, esta es una de las más extensas obras escritas en el griego koiné.

La Hexapla. Con el tiempo, al hacerse numerosas copias, el texto de la Septuaginta se fue corrompiendo. Esto hizo que muchos eruditos judí­os no se sintieran a gusto con ella. Además, el hecho mismo de que los cristianos la preferí­an contribuyó a su mala recepción en algunos cí­rculos. Otras traducciones fueron hechas, entre ellas las de Aquila, Teodosio y Sí­maco. Por lo cual Orí­genes produjo en el año 245 d.C. la famosa †œHexapla†, que poní­a en seis columnas paralelas (de ahí­ el nombre) las siguientes versiones: primera columna: el texto hebreo; segunda columna: el mismo texto pero en caracteres griegos; tercera columna: la versión de Aquila; cuarta columna: la versión de Sí­maco; quinta columna: la Septuaginta; sexta columna: la versión de Teodosio.

La Vulgata. Con este nombre se conoce la traducción de la Biblia al latí­n realizada por Jerónimo, quien utilizó ampliamente la Hexapla. Se conoce una gran profusión de porciones y citas de las Escrituras en latí­n, hechas en fechas anteriores a la Vulgata, lo cual ha conducido a algunos a pensar en la posible existencia de una versión anterior a la Vulgata, que no ha llegado a nuestras manos. Dadas las muchas diferencias que naturalmente se presentaban entre las porciones y citas, se sintió la necesidad de hacer una traducción al latí­n que pudiera ser utilizada por toda la iglesia. Esa obra se encargó a Jerónimo (345-420 d.C.). Jerónimo se fue a vivir en †¢Belén en el año 386 d.C. Apoisó las traducciones del AT al latí­n, así­ como las que se habí­an hecho al NT en ese idioma. Como resultado de su trabajo surgió la Vulgata, que durante siglos fue la Biblia más popular en el mundo. Los eruditos judí­os concuerdan en que Jerónimo supo combinar un latí­n elegante y bien usado con bastante fidelidad al texto hebreo. La mayorí­a de las traducciones de la Biblia que se hicieron a los idiomas europeos usaron como base la Vulgata.

La Peshita y traducciones del Oriente Medio. Se hizo también una excelente traducción al sirí­aco llamada la †œPeshita†. Este nombre significa †œsimple, directa†, y se utilizó para significar que su lenguaje sigue adecuadamente el texto hebreo. Se discute mucho sobre el origen y la autorí­a de esta traducción. Pero existe un consenso por lo menos en cuanto a que fue escrita en Siria, probablemente en la ciudad de Edesa. El trabajo se realizó en etapas, que comenzaron en el siglo I d.C. y terminaron en el siglo III d.C. Algunos dicen que fue obra de cristianos, ayudados por judí­os. La iglesia cristiana en Siria utilizó por siglos esta traducción. Como resultado de una división en el cristianismo allí­, los nestorianos y los jacobitas tuvieron cada uno su propia versión de la Peshita, por lo cual hoy contamos con ambas.
traducciones se llevaron a cabo para uso de comunidades de creyentes en el Oriente Medio. A fines del siglo III d.C. se usó la Septuaginta como base para una traducción al copto, para uso en Egipto. También se tradujeron a lo menos grandes porciones de la Escritura en dialectos egipcios. En †¢Etiopí­a, misioneros cristianos produjeron en el V o el VI siglo d.C. traducciones en las cuales se incluyeron muchos términos prestados del arameo, a fin de poder comunicar muchos conceptos cristianos. En Armenia, la Biblia fue el primer libro traducido a su idioma, tan pronto se inventó el alfabeto armenio en el año 406 d.C. En †¢Persia existí­a una traducción a lo menos del Pentateuco antes de los tiempos de Mahoma, según lo atestigua Maimónides en una de sus obras. Aunque existe una tradición de que entre los árabes anteriores a Mahoma existí­a también una versión de la Biblia, ésta no ha llegado a nuestras manos. Se sabe, sin embargo, que un erudito árabe llamado Hunayan ibn Ishac hizo una traducción completa en el siglo IX, pero tampoco se conserva copia. En cambio, pervivió el trabajo de Saadiah b. Joseph Gaon, hecha no mucho después. En lenguaje judeo-español (ladino) se hizo una traducción entre los siglos XIII y XV d.C.
españolas. En la España visigoda las Biblias que se utilizaban estaban en latí­n. Después de la conquista musulmana de la pení­nsula, un obispo español en el siglo VIII ordenó una traducción al árabe, con el fin de contribuir a la conversión de los seguidores de Mahoma al cristianismo. También se hicieron muchas traducciones parciales de libros de las Escrituras al romance, o la lengua vernácula de los españoles. Pero pronto se levantó en la iglesia peninsular una oposición a que se pusiese la Biblia en lengua popular. Fray Luis de León, por ejemplo, fue encarcelado por la Inquisición por haberse atrevido a traducir el Cantar de los Cantares. El Concilio de Tolosa, en el año 1229, así­ como el de Tarragona en el 1233, prohibieron que alguno poseyese una traducción de la Biblia en lenguaje vulgar. Hasta el siglo XIII las Biblias completas que se utilizaban en España estaban en latí­n, ya fuera la Vulgata o una versión anterior que existí­a, según algunos eruditos, y que ha sido llamada †œVetus Latina Hispánica†.
el rey Alfonso X el Sabio, quien ordenó la primera traducción al español, en el año 1280. A principios del siglo XV, el rey Alfonso V, de Aragón, ordenó otra. También Don Juan II de Castilla, en el año 1435. Pero, como es natural, estas obras no tení­an amplia circulación. Cuando en otros paí­ses de Europa se aprovechaba el invento de Gutenberg en 1454-55 para producir Biblias en considerables cantidades, en España se quemaban las que aparecí­an escritas a mano en español. Algunos de los judí­os que fueron expulsados de España en 1492 se localizaron en Ferrara. Bajo sus auspicios se realizaron varias traducciones del AT al español. En el año 1497, por ejemplo, se publicó un Pentateuco completo en ese idioma. Y en el año 1553 se publicó la famosa Biblia de Ferrara, que fue la primera en castellano hecha en imprenta.
la Reforma protestante, el cardenal Cisneros, su firme opositor en España, fundó la Universidad de Alcalá de Henares. Aunque Cisneros no querí­a que las Escrituras estuvieran al alcance del pueblo, no obstante, se le reconoce el haber auspiciado la realización de la famosa Biblia Polí­glota, que contení­a el texto hebreo, el griego y la Vulgata. Esta obra fue publicada en 1517. Más tarde, el doctor Benito Arias Montano, por órdenes de Felipe II, publicó otra edición polí­glota, conocida como la Polí­glota de Amberes, entre los años 1560 y 1573.
famoso reformador español Juan de Valdés, que murió en 1541, hizo unas traducciones del libro de los Salmos, así­ como de las epí­stolas a los Romanos y la primera a los Corintios. Todo fue publicado después de su muerte. Francisco de Enzinas publicó en el 1543 una traducción completa del NT. Algunos reformadores españoles que tuvieron que huir de su paí­s a causa de la Inquisición, se refugiaron en Ginebra. Uno de ellos fue Juan Pérez, quien realizó una traducción al castellano del NT y los Salmos en los años 1556 y 1557. Otro de los exiliados fue Casiodoro de Reina, quien dedicó unos doce años a la traducción de la Biblia al español, la cual publicó en el año 1569, la muy aclamada †œBiblia del Oso†, reconocida por los eruditos como una verdadera joya aun desde el punto de vista literario. En el año 1602 Cipriano de Valera le hizo una primera revisión. Esta es la traducción castellana de más uso en el mundo, especialmente en América Latina. †¢Canon del AT. †¢Canon del NT. †¢Masoretas. †¢Qumrán.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano