TEOLOGIAS DE LA PRAXIS Y CATEQUESIS

SUMARIO: I. Relación entre teologí­a y catequesis: 1. La teologí­a como inspiración para la catequesis; 2. Escuelas teológicas y su influencia en la catequesis. II. Enfoques de las teologí­as de la praxis. III. Teologí­as de la liberación: 1. Análisis de la realidad; 2. Testimonios de fe. IV. El silencio y la escucha, presupuestos de la catequesis: 1. Escuchar para hablar; 2. Inculturación.

I. Relación entre teologí­a y catequesis
Catequesis y teologí­a fueron siempre dos disciplinas í­ntimamente relacionadas. En el correr de la historia esta relación tuvo acentuaciones muy diferentes, como diferentes fueron los conceptos de teologí­a y catequesis. Asimismo es lí­cito afirmar que la relación entre ambas, en determinados lugares y épocas fue y es conflictiva. Dos hermanas que no siempre se llevaron bien y por momentos se negaron el saludo.

Durante mucho tiempo la teologí­a consideró a la catequesis como una secretaria que debe acatar órdenes y no hablar: ancilla theologiae. Una sumisa servidora de los maestros en teologí­a. Y algunos catecismos lo reconocí­an al decir a los catequizandos, cuando se trataba de materias difí­ciles, que no se lo preguntasen a los catequistas, pues «doctores tiene la Iglesia que os sabrán responder». Esos doctores eran los teólogos, contrapuestos a los catequistas. La teologí­a como ciencia se fue separando, por su complejidad, de un discurso popular y accesible. Los teólogos hablaban para los teólogos. El pueblo tiene la catequesis y toda una serie de libros de divulgación, algo similar a los libros de divulgación cientí­ficos que evitan cuidadosamente el lenguaje de las matemáticas.

En la actualidad, la catequesis presenta un perfil nuevo de sí­ misma. Sin negar la vinculación con la teologí­a, la catequesis tiene sus propias leyes y parámetros que hacen de ella una disciplina por sí­ misma. Se ha acuñado el término catequética para designar la ciencia que estudia el campo de trabajo de la catequesis y sus leyes de funcionamiento como educadora de la fe.

1. LA TEOLOGíA COMO INSPIRACIí“N PARA LA CATEQUESIS. La teologí­a no es una fuente de la catequesis, en el sentido estricto de la palabra. Las fuentes primarias de la catequesis son la tradición, la Sagrada Escritura, el magisterio, la liturgia, el testimonio comunitario y las fuentes subsidiarias: las obras de la creación, y la acción del Espí­ritu Santo en la humanidad1.

Pero sin lugar a dudas, la teologí­a como ciencia tiene una fuerte influencia en la catequesis, porque ofrece una visión de la fe y del ser humano, al mismo tiempo que muestra las grandes lí­neas del comportamiento de los seguidores de Jesús. El Catecismo de la Iglesia católica es un buen ejemplo de lo que venimos diciendo. Este documento, ofrecido como punto de referencia para la elaboración de los catecismos regionales, es también una obra teológica.

2. ESCUELAS TEOLí“GICAS Y SU INFLUENCIA EN LA CATEQUESIS. Las distintas escuelas teológicas ejercen una fuerte influencia en los catecismos; y no puede ser de otra manera, porque no existe la teologí­a, sino teologí­as. Un consejo que se da a los catequistas, y sobre todo a los hacedores de material catequí­stico, es no entrar en los terrenos discutidos. Este consejo está lleno de buenas intenciones, pero de hecho, es imposible que las diferentes posiciones de escuelas no muestren su cara, de alguna manera, en los catecismos.

Incluso cuando el catecismo, siguiendo determinadas coordenadas, no contempla algunos problemas fundamentales en la vida de las personas de determinada región, como pueden ser las injusticias sociales o las expresiones de religiosidad popular o las violaciones de los derechos humanos, etc. En estos y otros casos el no tomar posición es, de hecho, tomarla en el sentido de dejar las cosas como están. Cuando el catecismo enseña sólo la resignación frente a los males de este mundo, deja de lado el protagonismo de las personas en la creación de sociedades justas y fraternas.

No hay nada en la vida de los seres humanos que esté al margen de la fe. Pretender encerrar la fe en determinados sectores de la vida es un error que denunciaba el Vaticano II en la constitución Gaudium et spes, con estas palabras: «El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos, debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época» (GS 43).

II. Enfoques de las teologí­as de la praxis
La fuerza que tienen las teologí­as de la praxis -no solamente las teologí­as de la liberación, sino otras como la teologí­a polí­tica o la teologí­a práctica, y las que van surgiendo en distintas partes del mundo- está en su objetivo, que no consiste en una mera exposición de verdades de la fe y en refutar posibles errores. Son teologí­as que están al servicio del pueblo de Dios, pueblo evangelizador con una función salvadora y liberadora. La teologí­a a la luz de la tradición, la Escritura y el magisterio va leyendo en la historia los signos de los tiempos, el actuar del Espí­ritu en vistas a una acción o praxis de evangelización, que conlleva un proceso de humanización y, por lo tanto, de liberación. El reino de Dios, don gratuito del Señor, y todos sus dones, se convierten en tarea. También nosotros estamos llamados a construir el Reino.

El Vaticano II recuperó en sus grandes documentos, sobre todo en Lumen gentium y Gaudium et spes, el valor de lo humano, de las culturas, de la historia. La encarnación, de alguna manera, es un proceso continuo, no algo meramente puntual. «El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierta manera, con todo ser humano» (GS 22).

Las teologí­as de la praxis adquieren plena carta de ciudadaní­a, retomando grandes tradiciones teológicas. Así­ se va a manifestar, al decir de la II Conferencia general del episcopado latinoamericano, reunida en Medellí­n (Colombia), «la unidad profunda que existe entre la historia de salvación y la historia humana» (Medellí­n 8, 4).

III. Teologí­as de la liberación
Las diferentes corrientes de las teologí­as de la liberación tienen como nota caracterí­stica no sólo el interpretar el mal del mundo, sino asumir la tarea de transformar esa realidad pecadora en otra más conforme con el camino del evangelio. El cristiano no es un espectador, sino un protagonista en la creación de los diferentes estilos de vida de los humanos. No basta la resignación, se necesita el compromiso y la acción. Esa es tarea básica de los cristianos, que nace del bautismo.

Estas teologí­as parten de una realidad, experiencia fundante, que es la situación de miseria y pobreza de grandes masas en el continente latinoamericano. Si la Iglesia es sacramento de salvación, como destaca el Vaticano II, debe serlo para esas multitudes que constituyen, con mucho, la mayorí­a del continente. Se deduce, de forma evidente, que esta situación nunca puede ser aceptada como si fuese la voluntad de Dios. De aquí­ surge lo que podemos llamar la teologí­a de los rostros, para tomar el vocabulario de la III Conferencia general del episcopado latinoamericano, reunida en Puebla (México). «La situación de extrema pobreza generalizada adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberí­amos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos interpela y cuestiona. Rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer. Rostros de jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad. Rostros de indí­genas. Rostros de campesinos. Rostros de obreros. Rostros de subempleados y desempleados. Rostros de marginados y hacinados humanos. Rostros de ancianos» (Puebla 3lss). Es evidente que no todo el episcopado latinoamericano está de acuerdo con las teologí­as de la liberación, pero sí­ afirman en Puebla que la Iglesia no puede quedar indiferente ante el sordo clamor.

La Iglesia siempre tuvo las obras de misericordia, que nacen del mismo evangelio, pero los tiempos han madurado y lo que se busca, sin negar las obras de misericordia, joyas de la vida cristiana, es otra cosa que llamamos justicia. Así­ lo decí­a Puebla: «Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente distancia entre ricos y pobres. Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor, por darse en paí­ses que se llaman católicos» (Puebla 28).

1. ANíLISIS DE LA REALIDAD. Las teologí­as de la liberación dieron cabida al análisis de la realidad social, como punto de partida de su mismo quehacer. Entonces, la reflexión teológica tomó un rostro nuevo y unas implicaciones concretas.

Comienza a hablarse del lugar desde donde se hace la teologí­a como un elemento fundamental. Una teologí­a hecha desde el lugar de los dominadores resulta muy diferente de otra hecha desde los oprimidos. La acción de Dios se manifiesta en la historia. La liberación del pueblo judí­o -bajo la jefatura de Moisés- de los opresores egipcios, se convirtió en un pasaje clave para la interpretación del actuar de los cristianos en la sociedad.

La parábola del juicio final (cf Mt 25) fue otro texto básico para entender la preferencia de Dios por los que sufren y los marginados. Esta teologí­a tuvo mucho impacto en la gente pensante dentro de la Iglesia y aun fuera de ella. Pero fue a través de los ministerios y, sobre todo, a través de la catequesis como traspasó los lí­mites de seminarios y universidades para encontrar un público numeroso en personas, creyentes o no, pero comprometidas en los cambios sociales.

Para quien no ha vivido esos años resulta muy difí­cil comprender la adhesión y el odio que suscitaron esas catequesis inspiradas y revitalizadas por las teologí­as de la liberación. Si ahora volvemos los ojos a la catequesis comprendemos el influjo que dichas teologí­as tuvieron en el quehacer catequí­stico.

Recordemos que en América latina, en Medellí­n, los obispos allí­ reunidos proclamaron «la unidad profunda que existe entre el proyecto salví­fico de Dios manifestado en Cristo y las aspiraciones del hombre, entre la historia de la salvación y la historia humana» (Medellí­n 8, 4). Esas afirmaciones, llamadas a tener tanto impacto, salieron del documento sobre la catequesis. La II Conferencia general del episcopado latinoamericano hizo suya gran parte de las conclusiones y estudios realizados en el Congreso internacional de catequesis tenido pocos dí­as antes, también en la ciudad de Medellí­n.

Las teologí­as de la liberación encontraron en muchos catequistas algo así­ como el brazo proselitista más eficaz e inmerso en el pueblo. Las teologí­as de la liberación continúan siendo asunto de intelectuales, pero la catequesis pertenece al pueblo y los catequistas tienen el secreto de la comunicación en los estratos más sencillos y modestos de la sociedad. En esos años, en ciertos sitios, podemos hablar de una simbiosis entre teologí­as de la liberación y catequesis.

2. TESTIMONIOS DE FE. Ahora bien, las teologí­as de la liberación generaron una profunda división dentro de las Iglesias, comunidades y familias. El tema religioso, que durante años no habí­a provocado grandes polémicas, en pocos meses se convirtió en explosivo. La fe habí­a puesto el dedo en las estructuras de la sociedad y suscitado terror por sus propuestas de cambio. Desde muchos ángulos se ataca a las teologí­as de la liberación y a toda la catequesis, a la que se le reprocha, con razón o sin ella, el seguir sus pasos.

En esos años, en América latina, toma fuerza la guerrilla, y prácticamente todos los paí­ses del continente caen bajo la dictadura militar. Toma fuerza la ideologí­a de la seguridad nacional. Del plano de las ideas y palabras se pasa a la represión y violencia que no hace distinciones. La acusación que se esgrime es la de politización de la fe y, más en concreto, la infiltración marxista. En América latina se acusa a las teologí­as de la liberación de haber aceptado acrí­ticamente el método marxista de análisis de la sociedad.

Sin negar la influencia de las teologí­as de la liberación en no pocas catequesis, hay que reconocer que se marcó la diferencia entre las dos disciplinas. Por ejemplo, el análisis de la realidad que hace la catequesis, por lo general, tiene una inmediatez y realismo que no poseen las teologí­as de la liberación. Para bien o para mal, esta inmediatez lleva a un compromiso personal de los catequistas y, por consiguiente, a una praxis más concreta.

No se deben desconocer tampoco las exageraciones y, a veces, los abanderamientos con tonos de fatalismo que se vieron en un continente que despertaba a la conciencia de la opresión que sufrí­a y de los derechos que le eran negados. Entre los teólogos de la liberación hay quienes dieron la vida; pero el número de catequistas -hombres y mujeres sencillos, campesinos, obreros, amas de casa- torturados, asesinados y desaparecidos es mucho más numeroso y desconocido2.

En la medida en que la catequesis recupera o descubre su identidad dentro del quehacer eclesial, deja de ser el brazo proselitista de la teologí­a de la liberación u otras teologí­as. Se recobra un necesario equilibrio y la misma praxis catequí­stica proporciona elementos que no vienen directamente de la teologí­a, sino de su mismo ser de educadora de la fe, respetuosa de los tiempos y de los procesos, forjadora de lenguaje y comprometida con una comunicación más totalizante y vital. Sin posturas de superioridad, la catequesis mantiene su distancia de las teologí­as, como lo hará con los otros campos especializados de la fe.

IV. El silencio y la escucha, presupuestos de la catequesis
1. ESCUCHAR PARA HABLAR. La catequesis cumple también una función inspiradora, interrogadora y cuestionadora del quehacer teológico, aunque este aspecto no suele ponerse de relieve. Sin embargo, cada vez más, la teologí­a tiene clara conciencia de que uno de sus cometidos es dar respuesta a los problemas reales de la gente y no solucionar problemas o discutir tópicos que no entran en el campo de interés de los contemporáneos. Quizá podemos hablar de una dimensión periodí­stica de la teologí­a: dejarse preguntar, o mejor, oí­r, escuchar, «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo» (GS 1). Ahora bien, la catequesis ha desarrollado, como un elemento fundante de su acción educativa, la actitud de escuchar, aprender, ver y oí­r como parte fundamental de su ministerio.

Para la formación de esta actitud receptiva confluyen en la catequesis dos corrientes, una que proviene directamente del Vaticano II, cuando la Iglesia se abre a los cuestionamientos de las sociedades contemporáneas, y otra que procede de la misma ciencia de la educación que pone de relieve el protagonismo del educando. Del catequista que enseña hablando se pasa al catequista que enseña escuchando y hablando, o dicho de otra manera, al catequista que para poder tener una palabra real necesita escuchar.

Al mismo tiempo, siendo la catequesis una acción comunicativa, se hace presente el tema del lenguaje. Poco a poco el catequista se hace crí­tico del poder (o no poder) de comunicación en un sistema configurado como relación maestro-alumno, entendiendo por tal un fluir de información del maestro que no tiene retroalimentación.

El lenguaje hablado es un modelo de comunicación expuesto a gran número de interferencias, malos entendidos, para el que escucha y para el que habla, que, con frecuencia, queda molesto por no haber dicho lo que querí­a decir.

La catequesis se pregunta de continuo qué formas de comunicación emplear; y esta inquietud entra de algún modo en el quehacer teológico. La vida misma, y sobre todo la vida misma de los cristianos en comunidad, se hace lenguaje en una continua encarnación de la Palabra. Entonces se produce aquello que dijo un teólogo: «la cristologí­a es el fin y el principio de la antropologí­a»3. La catequesis se vuelve una disciplina inquieta y llena de mudanzas y está obligada a buscar ella misma respuestas para su gente. A veces se la acusa de silenciar ciertos misterios de la fe porque no se reconocen las palabras habituales, pero la realidad de fe está palpitante y viva con otra terminologí­a y dentro de otros encuadres que hablan a la gente. Con frecuencia se da un cierto silencio de la catequesis que está buscando formas de comunicación que sean palabra viva y penetrante para el pueblo.

2. INCULTURACIí“N. Cuando en algunos medios se acusa a la catequesis de falta de contenido, a veces están subrayando este silencio.

Sin embargo guardar silencio es una actitud incómoda. El catequista que tiene la honestidad de callar cuando no sabe qué o cómo responder sufre una humillación y queda en la posición de lo dejamos sin palabra. Frecuentemente se tiene este silencio como prueba de ignorancia, cuando a veces es una muestra de honestidad y sabidurí­a. El catequista locuaz en su ministerio pasa de la catequesis-educación a la catequesis-mera instrucción. Es este tipo de catequesis el que se vuelve mero brazo proselitista de alguna escuela teológica.

Cuando la catequesis enfrenta el silencio antes señalado, se transforma en un interrogante para las teologí­as. Ya no es la secretaria obediente y sumisa. Aporta a las teologí­as y, sobre todo, a las teologí­as de la praxis, no sólo preguntas, sino nuevos planteamientos y perspectivas. Este silencio y estas nuevas exigencias son el terreno propicio y el momento maduro para lo que hoy dí­a llamamos inculturación.

La inculturación es un tema explosivo que puede hacer cambiar muchas cosas en lo que se refiere a la relación entre las teologí­as de la praxis y la catequesis. La inculturación incluye dentro de sí­ toda la riqueza de las teologí­as de la liberación, pero enmarcada en una visión más amplia y totalizante de la realidad que llamamos culturas’.

El siglo XX termina con un estupendo desafí­o que asume la complejidad del mundo que se está gestando.

NOTAS: 1. Cf Lí­neas comunes de orientación de la catequesis en América latina, 31 ss. – 2 Lista de catequistas desaparecidos en Centroamérica, Misiones extranjeras 75 (1983) 315-328; J. SOBRINO, Liberación del espí­ritu, Sal Terrae, Santander 1985. – 3. K. RAHNER, Escritos teológicos IV, Taurus, Madrid 1965, 153. -4 Para este tema pueden ser útiles y clarificadores diversos números del documento Para una pastoral de la cultura, del Consejo pontificio de la cultura, Ciudad del Vaticano, 23 de mayo de 1999.

BIBL.: AA.VV., Teologí­a fundamental, en LATOURELLE R.-FISICHELLA R. (dirs.), Diccionario de teologí­a fundamental, San Pablo, Madrid 1992, 1437-1471; AUDINET J., Ecrits de Théologie pratique, Novalis-Cerf, Parí­s 1995; ELLACURíA I.-SOBRINO J., Conceptos, fundamentales de la Teologí­a de la Liberación. Mysterium Liberationis, Trotta, Madrid 1990; EQUIPO DE CATEQUETAS, Reflexiones catequéticas, San Pablo, Bogotá 1996; GONZíLEZ FAUS J., Proyecto de Hermano, Sal Terrae, Santander 1987; LIMí“N J. J., Dos proyectos teológicos: Metz y Segundo, Herder, Barcelona 1990; VIOLA R., Vi.sages de la Catéchése en Amérique Latine, Desclée, Parí­s 1993.

Roberto Viola Luciardi

M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lázaro y J. Sastre, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid, 1999

Fuente: Nuevo Diccionario de Catequética