griego aparición divina. Manifestación visible y corpórea de una deidad o mediante fenómenos naturales. Hay varios casos de apariciones, como el Jacob que dijo que había visto a Dios cara a cara, y tuvo la vida a salvo, Gn 32, 31, cuando luchó contra Dios una noche. El sitio del encuentro lo llamó Penuel, que quiere decir faz de Dios, Gn 7, 16. Antiguamente se creía que al ver a Dios la persona moría. Teófilo, griego amado de Dios, Amadeo. Personaje ilustre a quien Lucas dedicó el evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles, Lc 1, 3; Hch 1, 1. Como lo dedica con el título de Excelentísimo, se supone que era un hombre de elevada posición, tal vez un funcionario romano, que era respetado por Lucas.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
Una aparición visible de Dios, generalmente en forma humana.
Antes que el hombre pecara, éste caminaba y hablaba con Dios; pero después que entró el pecado, Adán y su mujer se escondieron cuando oyeron la voz del Señor Dios (Gen 3:8). Dios habló a Caín (cap. 4), Enoc y Noé caminaron con Dios (Gen 5:24; Gen 6:9), y Dios dio a Noé instrucciones detalladas respecto al arca y el diluvio. Una de las teofanías más bellas e instructivas se encuentra en Génesis 18. Desde el tiempo de Abraham en adelante las teofanías generalmente tenían lugar cuando los recipientes estaban dormidos, como en la visión de Jacob en Betel (Gen 28:10-17), pero Dios habló con Moisés cara a cara (Exo 33:11). Hay buenas razones para pensar que las teofanías antes de la encarnación de Cristo eran manifestaciones visibles del preencarnado Hijo de Dios. Con la encarnación de nuestro Señor las teofanías cesaron.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
(«de Dios», y «aparecer»).
Aparición o manifestación sensible de Dios: (Gen 3:8, Gen 28:10-17).
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Término que se utiliza en teología para señalar a las apariciones o manifestaciones visibles de la presencia de Dios. Generalmente, se prefiere usar esta palabra para aquellas que registra el AT. En muchas de ellas aparece una figura identificada con el nombre de
†¢íngel de Jehová. En varios pasajes del AT se produce un extraño fenómeno en el cual aparece un ser espiritual llamado con este nombre, que al hablar o en la narrativa se identifica con Dios mismo. Por ejemplo, el íngel de Jehová se apareció a Moisés en la zarza (Exo 3:2), pero sucede que luego se dice que es Dios quien lo llama †œde en medio de la zarza† (Exo 3:4). Este fenómeno se produce en otros casos, como el de †¢Agar (Gen 16:7-14), Abraham y los tres visitantes (Gen 18:1-33), Abraham en el monte Moríah (Gen 22:1-18), etcétera. Esta identificación del íngel de Jehová con el mismo Jehová conduce a la interpretación, aceptada por la mayoría, de que se trata de una manifestación de Dios en forma visible o audible al ser humano. Como el papel de revelar a Dios es exclusivo del Señor Jesús (Mat 11:27; 1Ti 6:16), se deduce que estos casos especiales son apariciones, o t., del Hijo de Dios.
también el íngel de Jehová a †¢Balaam, cuando iba hacia †¢Barac (Num 22:22); a Josué, cerca de Jericó (Jos 5:13-14); al pueblo en †¢Boquim (Jue 2:1-5); a Gedeón, debajo de la encina en Ofra (Jue 6:11); a †¢Manoa, anunciando el nacimiento de Sansón (Jue 12:20); a David, cuando la pestilencia por el censo (2Sa 24:15-16); etcétera. En la tradición judía se le llama Metatrón.
muchas otras t. en el AT, como, por ejemplo, la †œcolumna de nube† y la †œcolumna de fuego† con las cuales Dios guió a los israelitas en su peregrinación por el desierto (Exo 13:21); la manifestación de Dios en el monte Sinaí, que tuvo lugar con †œtruenos y relámpagos, y espesa nube … y sonido de bocina muy fuerte … en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía† (Exo 19:16-19); la que tuvo lugar el día de la inauguración del templo, cuando †œla gloria de Jehová llenó la casa [de Jehová]† (2Cr 7:1-3), etcétera.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
tip, DOCT
ver, íNGEL DE JEHOVí
vet, Reciben este nombre las apariciones de la Deidad. Dios el Padre es invisible (Jn. 1:18; 1 Ti. 6:16). Se manifestó a los hombres en la persona del íngel de Jehová (Gn. 16:7; Ex. 32:34; 33:14), el íngel del Pacto (Mal. 3:1), y Cristo. Se distingue: (a) Las teofanías del AT, que preparaban la venida de Cristo. (b) La encarnación de Cristo, Dios manifestado en carne. (c) El retorno de Cristo. En el AT, Dios se manifestaba a los patriarcas de una manera intermitente (véase íNGEL DE JEHOVí). Desde el éxodo, estas manifestaciones pasajeras fueron reemplazadas principalmente por la presencia permanente de Dios, la «Shekiná» que residía entre los querubines, primero en el Tabernáculo y después en el Templo. Cuando tuvo lugar la salida de Egipto, Jehová iba delante de los israelitas en una columna de nube; de noche, aquella columna tomaba apariencia de fuego (Ex. 13:21, 22). Sobre el Sinaí se pudo contemplar una espesa nube, y después humo, porque el Señor descendió en medio de fuego (Ex. 19:16, 18). Más tarde, la nube de la gloria del Señor reposó sobre el Sinaí durante seis días, y al séptimo día el Señor llamó a Moisés. El aspecto de esta gloria era como de un fuego devorador (Ex. 24:16, 17). Cuando Moisés entraba en el primer Tabernáculo del Testimonio, la nube descendía y se detenía a la entrada de la tienda, donde Jehová hablaba con él (Ex. 33:9-11; cfr. Dt. 5:4). Cuando fue erigido el Tabernáculo, Jehová tomó posesión de él. Su gloria lo llenó, y la nube reposó sobre él de día y de noche (Ex. 40:34, 35; Nm. 9:15, 16). Moisés oía la voz del Señor dirigiéndose a él desde lo alto del propiciatorio (Nm. 7:89; cfr. Ex. 25:22; Lv. 16:2; Ex. 16:7, 10; Lv. 9:6, 23; Nm. 14:10; 16:19, 42; 20:6). Durante la dedicación del Templo de Salomón, la gloria del Señor llenó igualmente el edificio (1 R. 8:10, 11); fue retirada definitivamente durante la destrucción del Templo y de Jerusalén (Ez. 9:3, 6; 10:4, 18-19; 11:22-23). Las apariciones pasajeras a los patriarcas habían dado paso a la presencia constante de Dios en el santuario; el paso siguiente fue la encarnación del Señor, que vino a morar en medio de los hombres. Y los hombres vieron Su gloria, gloria mucho mayor que la de la primera morada del Señor (Hag. 2:9), porque el cuerpo físico del Señor Jesucristo era un verdadero templo (Jn. 2:21), destinado a manifestar mucho mejor todavía la presencia divina entre los hombres. En la última etapa seremos introducidos ante el trono mismo del Dios totalmente revelado. Entonces no habrá más necesidad de teofanías: el Señor será todo en todos, nos veremos cara a cara, y conoceremos como somos conocidos (1 Co. 13:12; Ap. 22:3).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
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Manifestación de Dios (teos, fainomai) al hombre. Aparece con frecuencia en la Biblia la manifestación divina en diversas formas, figuras y modelos. Estas manifestaciones o apariciones van desde las legendarias formas de hablar con Adán, Caín y Noé (Gen caps. 1 a 6), hasta las apariciones a los Patriarcas Abraham (Gn. 12.7; 15.18 y 17.1), Isaac (Gn 26.2) y Jacob (Gn 32. 25-31), que se mueven todavía en el contexto de la leyenda antropomórfica.
No sucede lo mismo en los escritos proféticos en los que la presencia divina se configura ya con un mensaje doctrinal o moral, que va desde la teofanía mosaicas (Zarza ardiente, Sinaí, diversas en el desierto: Ex. 33. 20-23; Ex. 19.10; Ex. 20. 19 Ex. 24.9-11;), hasta la hermosas descripciones proféticas de Samuel (1 Sam. 1.3-19), Salomón (1 Rey. 8.10), Elías (1. Rey 19.9-12), Isaías (Is. 6. 1-13), Jeremías (Jer. 1. 3-19), Daniel (Dan. 2. 17-24) Ezequiel (Ez. 1.4 y 2.9) Propiamente, los lenguajes teofánicos de la Biblia no son apariciones al estilo moderno, sino referencias al contacto divino con los hombres. Se encierran en relatos referenciales que están más allá de la simple descripción antropomórfica.
Las teofanías en el Nuevo Testamento son otra cosa, desde la visión de Jesús en el Tabor (Mc 9. 2-13; Mt. 17.1-10; Lc. 9. 28-36), hasta la visión de Esteban (Hech. 7. 56-57) o las referencias de San Pablo (Hech. 9. 3-6 y 2 Cor. 12. 2-6).
Las teofanías divinas se presentan en la educación de la fe a presentaciones hermosas de la acción divina en la vida de los hombres y a señalar el camino del acercamiento a Dios, que siempre está donde sus hijos caminan, esperan, oran y luchan.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Una teofanía es una aparición o manifestación de Dios, bien a través de un ángel (Gén 16,7; 22,11; Ex 3,2; Jue 13,3-23), de una figura humana (Gén 18,1-2; 32,25; 26,2) o de un fenómeno cósmico sobrecogedor, como la tormenta; esta última manera es el marco típico de las teofanías del Sinaí (Ex 3,2; 13,21; 19,16-18), donde el viento es la trompeta que anuncia a Dios, la nube indica su presencia, el trueno es su voz, el rayo es el resplandor de su gloria. En el N. T. las teofanías son muy raras (Mt 28,3-4). Pero la venida del Hijo del hombre se anuncia, al estilo de las famosas teofanías, envuelta en gran aparato cósmico (Mt 24,29-30).
E.M.N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
(-> apariciones, profetas extáticos, carismáticos). Se suele decir que la teofanía es la manifestación de lo divino a través de la naturaleza, en la línea de la filosofía griega, mientras que la profecía bíblica estaría más vinculada a la historia de los hombres. Otros hablan de teofanías extáticas o carismáticas, vinculadas a visiones interiores y/o ascensos del alma a la región de lo divino, tal como parecen haber hecho y hacen diversos tipos de chamanes y expertos en revelaciones ocultas. En principio, la Biblia no es partidaria de una «religión chamánica», vinculada a unos ritos y gestos orientados al ascenso del hombre hacia la altura celeste y a la contemplación de lo divino. De todas formas, 1 Henoc y otros textos apocalípticos del Antiguo y Nuevo Testamento contienen elementos de ascenso del alma a lo divino (como en Ap 4 y en el mismo Pablo: 2 Cor 12,2). Estrictamente hablando, la teofanía básica cristiana se identifica con la pascua, es decir, con el descubrimiento de Jesús resucitado en la vida de los hombres y en la Iglesia. Pero la «aparición» de Jesús resucitado rompe la dinámica de una teofanía por ascenso y sitúa el encuentro del hombre con la divinidad en el plano del encuentro interhumano.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
Una teofanía puede definirse como una manifestación visible de Dios. El uso restringe el término principalmente a las manifestaciones teofánicas del período del AT. En general tales manifestaciones pueden clasificarse como (1) un mensaje directo (Ex. 19:9–25), (2) un mensaje en un sueño (Gn. 20:3–7; 28:12–17), (3) un mensaje en una visión (Gn. 15:1–21; Is. 6:1–13; Ez. 1:1–3; 8:1–4), (4) un mensaje por un ángel (Gn. 16:7–13; 18:1–33; 22:11, 18; 32:24–30; Ex. 3:2–4:17; Jos. 5:13–15; Jue. 2:1–5; 6:11–24; 13:2–25), y (5) un mensaje en un sueño por un ángel (Gn. 31:11–13).
Estas teofanías pueden caracterizarse como (1) introduciendo a menudo eventos momentáneos (Ex. 3:1–12), (2) revelaciones complementarías en el plan de Dios (Gn. 15:1–17; 28:12–17), (3) manifestando siempre lo sobrenatural (Ex. 3:2s.; Jos. 5:13–15), (4) diseñadas para sostener en la vacilación (Ex. 3:2–4:17; Jue. 6:11–24), y (5) restringidas invariablemente al pueblo de Dios excepto en donde los no israelitas se ven envueltos (Gn. 20:3–7; Nm. 22:20–35).
«El ángel del Señor (Jehová)» (o «de Dios», cf. Jue. 6:20s.), aunque ocasionalmente designa un ángel (p. ej., 2 S. 24:16; 1 R. 19:5, 7; Mt. 2:13, 19; Lc. 1:11), a menudo describe una persona cuyas características parecen concordar con Cristo únicamente.
La deidad de este ángel único se prueba en razón de que él (1) es identificado como Dios (Gn. 16:7s., 13; 18:2, 10, 13; 22:10–12, 15–18; Ex. 3:2–6, 14, 18; Jue. 2:1, 5; 6:11, 14, 16), (2) es reconocido como Dios (Gn. 16:9–13; Jue. 6:22–24; 13:21–23; cf. Gn. 32:24–30 con Os. 12:4s.), (3) se le describe con términos que convienen sólo a la Deidad (Ex. 3:5s., 14; Jos. 5:15), (4) se llama Dios a sí mismo (Gn. 31:11, 13; Ex. 3:2, 6, 14), (4) recibe adoración (Jos. 5:14; Jue. 2:4s.), y (5) habla con autoridad divina (Jue. 2:1–5).
La identificación de este ángel con Jesucristo confirma el hecho que él (1) se distingue personalmente de Dios el Padre (Gn. 21:17–20; 48:16; Ex. 23:20s.), (2) se diferencia de los ángeles en su aceptación de adoración (Jue. 5:14s.; cf. Ap. 19:10; 22:8s.), (3) recibe un título mesiánico (Jue. 13:18; cf. Is. 9:6; compárese también Ex. 3:14 con Jn. 8:58), (4) se le describe como Redentor (Gn. 48:15s.; Is. 63:9), (5) se le anuncia como el ángel (mensajero) del nuevo pacto (Mal. 3:1 [Heb.]; cf. Ex. 14:19; 23:20ss.; 32:34; 33:2, 14s. con 1 Co. 10:4), y (6) se le iguala con la dignidad de Cristo (Jos. 5:13–15; cf. Ap. 19:11–16).
Teológicamente, las teofanías (1) corroboran la doctrina veterotestamentaria de la Trinidad (Is. 6:1–3, 8), (2) anticipan la doctrina neotestamentaria acerca de la encarnación de Cristo (Jn. 1:14; 8:56), y (3) tipifican la doctrina bíblica de la morada del Dios eterno entre los redimidos (cf. Ex. 25:8; 29:45s.; Lv. 37:2–7s. con Ap. 21:3, 22; 22:3–5).
Véase también Ángel.
Wick Broomall
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (597). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología