TEMPLO, DE ZOROBABEL

tip, CONS TIPO

ver, SALOMí“N, CANDELERO, PAN DE LA PROPOSICIí“N, ALTAR, BRONCE (Mar de), EZEQUIEL (Libro)

vet, (b) El Templo de Zorobabel. Ciro permitió a los israelitas que construyeran un templo de sesenta codos de anchura y sesenta codos de altura (Esd. 6:3; cfr. Ant. 11:4, 6). No se hace mención de la longitud. Comenzado en el año 537 a.C., el segundo año después del retorno del exilio, fue acabado en el año 515, en el año sexto de Darí­o, a pesar de la oposición de los samaritanos (Esd. 3:8; 6:15; Contra Apión 1:21). Las dimensiones de las panes del templo no se indican. El nuevo edificio seguí­a las lí­neas básicas del Templo de Salomón, pero sin su esplendor (Esd. 3:12). Sin embargo, tendrí­a un destino aún más glorioso, a causa de la venida, ya más cercana entonces, de Jesucristo (Hag. 2:3, 9). Se usaron cedros del Lí­bano (Esd. 3:7) y metales preciosos ofrecidos voluntariamente como durante la peregrinación por el desierto (Esd. 1:6; 2:68, 69). Se habí­an recuperado numerosos utensilios del Templo de Salomón (Esd. 1:7-11). Las paredes interiores se recubrieron de oro. El Templo, como en el pasado, se dividí­a en Lugar Santí­simo y lugar santo, indudablemente separados por un velo (1 Mac. 1:21, 22; 4:48, 51). Sin embargo, el Lugar Santí­simo estaba vací­o, por cuanto el arca habí­a desaparecido (Cicerón, pro Flac. 28; Tácito, Historias 5:9). En el lugar santo se hallaba el altar del incienso y, al igual que en la época del Tabernáculo, sólo un candelero de oro y una sola mesa para los panes de la proposición (1 Mac. 1:21, 22; 4:49). Las cámaras exteriores eran contiguas al edificio (Neh. 10:37-39; 12:44; 13:4; 1 Mac. 4:38), que rodeaban los atrios (Neh. 8:16; 13:7; Ant. 14:16, 2); habí­a también un mar de bronce (Eclo. 1:3) y un altar para los holocaustos (Esd. 7:17), hecho de piedra (1 Mac. 4:44-47). Una balaustrada de madera separaba el atrio de los sacerdotes del atrio exterior (Ant. 13:13, 5). Habí­a unas puertas para cerrar el templo y sus atrios (Neh. 6:10; 1 Mac. 4:38). (c) El Templo de Herodes. El Templo de Herodes sobrepasó la belleza del anterior. Josefo, que lo conocí­a bien, lo describe detalladamente (Ant. 15:11; Guerras 5:5); también se dan datos en la Misná (Middoth). Antes de derribar el santuario antiguo, Herodes hizo preparar los materiales necesarios. Los trabajos comenzaron el año decimoctavo del reinado de Herodes, en el año 20-19 a.C. Herodes asignó a los sacerdotes la tarea de construir la parte en la que sólo ellos tení­an el derecho a entrar. Un año y medio más tarde habí­an finalizado la tarea. Otros obreros tardaron ocho años para construir los pórticos. El edificio no fue acabado hasta la época del procurador Albino (62-64 d.C.; Ant. 15:11, 5-6; 20:9, 7; cfr. Jn. 2:20). El conjunto ocupaba dos veces más espacio que el templo anterior (Guerras 1:21, 1). La parte principal, hecha de bloques de piedra blanca, tení­a la misma longitud y anchura que en la época de Salomón, pero la altura era de cuarenta codos, en lugar de treinta, sin contar una sala superior. El edificio contení­a un Lugar Santí­simo y un Lugar santo, análogo a las etapas anteriores. Un velo separaba el Lugar santo del Santí­simo, que estaba vací­o (Guerras 5:5, 5). Cuando Cristo expiró, este velo se rasgó por medio, de arriba abajo, significando que toda alma redimida puede, desde entonces, entrar en la misma presencia de Dios (Mt. 27:51; He. 6:19; 10:20). En el Lugar santo habí­a un altar de oro para el incienso, una mesa de oro para los panes de la proposición, y un candelero de oro. Un gran pórtico al este llevaba a la puerta del Lugar santo. Esta puerta era de madera dorada y tení­a cuatro hojas; delante de ella habí­a un velo de lino fino, mezclado de azul, púrpura y carmesí­. Una enorme vid con grandes uvas decoraba el interior del pórtico. La parte trasera del templo y los dos laterales estaban rodeados de un edificio suplementario de una altura de cuarenta codos, albergando cuarenta y ocho cámaras (Guerras 6:4, 7). Este anexo tení­a asimismo dos alas. Una de ellas tení­a una escalera de caracol. La longitud exterior de este anexo era de cien codos, y su anchura de cincuenta y cuatro. Con las dos alas laterales, la anchura llegaba a los setenta codos. Encima del Lugar santo y del Santí­simo habí­a estancias. Delante de la fachada habí­a un pórtico de cien codos de largo y veinte de ancho. Herodes hizo poner encima de él un águila de oro (Ant. 17:6, 2-3; Guerras 1:33, 23). Una escalera de doce peldaños descendí­a del pórtico del Lugar santo al atrio de los sacerdotes, que rodeaba al edificio sagrado. En este patio se hallaba el altar para los holocaustos, con una altura de quince codos; su base era un cuadrado de cincuenta codos de lado. Este altar estaba provisto de una rampa de acceso. Habí­a una fuente en lugar del mar de bronce. Un muro de alrededor de un codo de espesor cerraba el atrio de los sacerdotes. Habí­a un gran atrio que rodeaba a éste, dos veces más grande que el del antiguo templo, y rodeado por un muro de veinticinco codos. Contra este muro se alineaban las cámaras de almacenamiento (Guerras 6:5, 2). Delante de estas cámaras se levantaba un pórtico cubierto que miraba a los lados del templo. La parte occidental de este gran atrio, que estaba separado por un muro de la parte oriental, constituí­a el atrio de Israel, donde sólo podí­an entrar los varones. La parte oriental, el atrio de las mujeres, ocupaba un plano inferior. Del atrio de los hombres se abrí­a una gran puerta en el centro del muro, y quince escalones llevaban al atrio de las mujeres, totalmente prohibido a los extranjeros. Unas murallas separaban este atrio del atrio exterior, llamado también atrio de los gentiles, que estaba rodeado de magní­ficos pórticos. La Torre Antonia ocupaba el ángulo noroeste del atrio exterior, cortando sus pórticos. Desde lo alto de sus torres se podí­an vigilar los edificios sagrados. Habí­a inscripciones mediante las que se prohibí­a a los gentiles, bajo pena de muerte, entrar en los otros atrios. El triple muro de separación (cfr. Ef. 2:14) estaba atravesado por nueve puertas, recubiertas de oro y plata, y semejantes a torres (Hch. 3:2, 10). La diferencia de niveles era de quince codos entre el vestí­bulo del Lugar santo y el atrio de los gentiles. De aquel vestí­bulo se descendí­an doce peldaños al atrio de los sacerdotes, quince peldaños más llevaban del atrio de Israel al de las mujeres; de allí­, cinco peldaños más llevaban a la explanada, donde catorce gradas más llevaban al atrio de los gentiles. Este atrio de los gentiles rodeaba totalmente el recinto sagrado y tení­a la forma de un cuadrado (Guerras 6:5, 4). Según Josefo, el perí­metro era de seis estadios (1.110 m.) (Guerras 5:5, 2). Estaba enlosado y sus pórticos estaban cubiertos de cedro tallado (Ant. 17:10, 2; cfr. Guerras 6:3, 2). El pórtico meridional contaba con ciento sesenta y dos columnas repartidas en cuatro hileras que formaban una triple avenida. Cada columna, tallada de un solo bloque de piedra blanca, tení­a una altura de veinticinco codos. El pórtico que iba a lo largo del muro oriental era considerado un resto del primer templo, y llevaba el nombre de pórtico de Salomón (Jn. 10:23; Hch. 3:11; Ant. 20:9, 7; Guerras 5:5,1). Es en el atrio de los gentiles que habí­a cambistas y vendedores con permiso de comerciar (Mt. 21:12; Jn. 2:14). Unas imponentes murallas rodeaban todo el recinto. Al oeste habí­a cuatro puertas que rodeaban estas murallas: dos en su zona norte, que llevaban a los suburbios; la tercera, que llevaba hacia el valle de Tiropeón, en el lugar del arco de Wilson; la cuarta, más al sur, se dirigí­a al valle (Ant. 15:11, 5). La muralla meridional tení­a dos puertas, llamadas Hulda. En la muralla oriental se hallaba la puerta llamada Susa. Además, Josefo menciona otra puerta de la muralla septentrional (Guerras 6:4, 1). Durante el asedio de Jerusalén por parte de los romanos, en el año 70 d.C., los judí­os incendiaron una parte del pórtico que comunicaba con la Torre Antonia. A pesar de la prohibición de Tito, que querí­a salvar el Templo, un soldado romano le prendió fuego entonces (Guerras 6:3,1; 4:5; cfr. 5:1; 9:2). Los romanos derribaron las murallas (7:1, 1). En el año 136 d.C., o algo antes, el emperador Adriano erigió un santuario a Júpiter Capitolino sobre la explanada del Templo. Juliano el Apóstata intentó, el año 363, reconstruir el Templo, a fin de refutar la profecí­a de Cristo (Mt. 24:1, 2). Los obreros, sin embargo, afirmaron después que llamaradas que surgí­an repetidas veces del suelo les impidieron echar los cimientos. En el año 691, ‘Abdal-Malik construyó, sobre la explanada del Templo, la «Cúpula de la Roca», que recibe erróneamente el nombre de «Mezquita de Omar». (d) El Templo mesiánico futuro. El profeta Ezequiel describe en su libro el Templo mesiánico (Ez. 40-48), que se hará realidad durante el Milenio (Véase EZEQUIEL [LIBRO DE]). (e) Situación del Templo. De manera general se acepta que el edificio principal del Templo se levantaba donde en la actualidad se levanta la «Cúpula de la Roca», en la explanada del Templo. Asher S. Kaufman, en un prolijo estudio de campo y de fuentes históricas, documenta sin embargo que el cuerpo del santuario, orientado de oeste a este, tení­a el Lugar Santí­simo centrado en la pequeña cúpula Qubbat el-Arwah (ár.: «Cúpula de los Espí­ritus»), también llamada Qubbat el-Alouah (ár.: «Cúpula de las Tablas»). Según M. de Vogüé, este último nombre se debí­a a que esta cúpula estaba dedicada a la memoria de las Tablas de la Ley. Esto coincide con el hecho de que en el Santí­simo estaba el arca, conteniendo las Tablas de la Ley (Vogüé, «Le Temple de Jerusalem», Parí­s, 1864, p. 105). Kaufman da en su artí­culo una interesante reconstrucción doble del Templo de Salomón y de Zorobabel superpuestos a la explanada del monte del Templo. El resultado es que en ambos casos el Templo, con el santuario, el atrio de los sacerdotes y altar del holocausto, así­ como el atrio exterior, ocupa el espacio libre de la explanada al norte, quedando su muro meridional a unos veintidós metros de la Cúpula de la Roca (véase Kaufman: «Where the Ancient Temple of Jerusalem Stood», en Biblical Archaeology Review, vol. IX, n.0 2, marzo/abril 1983, PP. 40-59). (f) Sentido espiritual. En sentido espiritual, Cristo habla de Su cuerpo como templo (Jn. 2:19); los cristianos son ahora el templo de Dios, en quienes mora el Espí­ritu de Dios. También el cuerpo de cada creyente en el Señor Jesús es un templo del Espí­ritu Santo (1 Co. 6:19).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado