TABERNACULOS (FIESTA DE LOS)

tip, CALE

vet, La última de las tres grandes fiestas anuales a las que tení­an que asistir todos los israelitas, en el lugar que Dios hubiera elegido, y la segunda fiesta de la cosecha (Dt. 16:16; 2 Cr. 8:12, 13; cfr. 1 R. 9:25; 12:32, 33; Zac. 14:16). Esta fiesta recibió su nombre de la costumbre de morar en cabañas de enramadas durante su celebración (Lv. 23:40-42). Cuando el Templo fue construido, estas enramadas se erigí­an en las plazas de Jerusalén, sobre los techos, terrazas, dentro de los patios de las casas, en los recintos del Templo (Neh. 8:16), y fuera de los muros de la ciudad. Esta fiesta, que cerraba el ciclo de solemnidades (Lv. 23:39, 43), se celebraba en el mes séptimo del año religioso, cuando finalizaban las cosechas y la vendimia. Es por esta razón que al principio se le dio el nombre de «fiesta de la cosecha»; pero al mismo tiempo tení­a que recordar la peregrinación en el desierto, pasada bajo las tiendas (Ex. 23:16; 34:22; Lv. 23:39; Dt. 16:13-15). La fiesta comenzaba el dí­a decimoquinto del mes y duraba siete dí­as. El holocausto incluí­a el sacrificio de setenta becerros; trece el primer dí­a, y después uno menos cada uno de los dí­as siguientes; además, se sacrificaban dos carneros y catorce corderos cada dí­a junto con los becerros. También se ofrecí­a cada dí­a un macho cabrí­o en sacrificio de expiación (Nm. 29:12-34; cfr. Lv. 23:36; Esd. 3:4). Las cabañas de enramadas y las tiendas debí­an recordar la vendimia, pero más aún la vida nómada a través del desierto (Lv. 23:43; cfr. Os. 12:10). Cada siete años, el año sabático, no habí­a cosechas; entonces se debí­a leer en público la Ley de Moisés con ocasión de la fiesta de los tabernáculos (Dt. 31:9-13), que se celebraba cinco dí­as después del gran dí­a de la expiación. El pueblo, purificado de sus pecados, cantaba las alabanzas de Dios. Los indigentes no debí­an ser olvidados (Dt. 16:14). En el octavo dí­a se celebraba una asamblea solemne, distinta de la fiesta: no se estaba obligado a morar en tiendas; los sacrificios de este dí­a de reposo eran independientes de los de la fiesta de los Tabernáculos (Lv. 23:36, 39; Nm. 29:35-38; Ant. 3:10, 4). Este octavo dí­a no marcaba el fin de la fiesta de los Tabernáculos, sino que cerraba el ciclo anual de las fiestas. En una época posterior, la fiesta fue prolongada a ocho dí­as (2 Mac. 10:6; Ant. 3:10, 4). Es evidente que Jn. 7:37 se refiere al último dí­a de la fiesta en general; la expresión «el gran dí­a» se refiere al dí­a de la solemne convocación, el octavo, que no pertenecí­a a la fiesta de los Tabernáculos propiamente dicha.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado