SINTOISMO

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En japonés, significa «camino de los dioses». Es la religión japonesa primitiva, la cual recoge una serie de creencias que, desde tiempos inmemoriales, han configurado la identidad de la raza nipona y la base espiritual de la cultura del archipiélago.

El sintoí­smo es casi exclusivo de Japón. Ha originado muchos comportamientos sociales y familiares, polí­ticos y económicos, que definen al Japón como pueblo disciplinado, pragmático, constante y capaz de vencer las dificultades que se le presenten en la consecución de minuciosos objetivo.

1. Principios
El sintoí­smo es politeí­sta. Venera un gran panteón de kami (dioses o espí­ritus). Admite la divinidad, o espiritualidad, de los dioses locales de las montañas, de los valles y de los rí­os.

Todos los dioses se relacionan con «Amaterasu», la diosa del sol. Los hechos cósmicos y cosmológicos son expresiones de los kami o divinidades.

Son figuras centrales en el culto los dioses Izanagi e Izanami, dios y diosa iniciales que explican la existencia de los hombres en los primeros tiempos.

El emperador tiene carácter divino y es un kami viviente, por ser descendiente para unos y encarnación para otros de esa divinidad social que todos vagamente veneran.

2. Caracterí­sticas
La religión sintoí­sta se pierde en la noche de los tiempos. No se aferra a doctrinas demasiado definidas, pues carece de un culto riguroso o de sacerdotes o profetas exigentes. Funciona más por intuiciones y tradiciones que por definiciones doctrinales. Es religión de práctica más que de creencias fijas.

Existen dos tipos de deberes básicos: honrar a los «kami», por medio de rezos y ofrendas, y aplacar su cólera por la limpieza de las impurezas personales o sociales.

Las ofrendas de comida a los espí­ritus se centran en arroz, sake, pescado, verduras y frutas. El ofrecimiento simbólico de ramas de pino, atadas con cintas de papel blanco, constituyen un rasgo distintivo de las ceremonias más importantes. Se cuida mucho el culto adaptado a las estaciones, lo cual refleja la fuerte ascendencia agraria de las creencias populares.

Cada edad del hombre tiene sus ritos propios: a poco de nacer se ofrece al niño a su kami tutelar.

El «Shichigosan» (sietecincotres) se celebraba el 15 de Noviembre por los niños de cinco años y las niñas de tres y siete años. Se les lleva a los santuarios para orar por la buena salud.

Cualquier negocio familiar o social que se emprende debe ser ofrecido a los «kami», para que tenga buen final.

Hay una fiesta anual en cada santuario (Reisai), con expresiones festivas y el desfile en el que el «mikoshi», un santuario portátil, es llevado a hombros alrededor del templo entre cantos y de gritos.

Matrimonio, conmemoraciones y fiestas, grandes decisiones, enfermedades y muerte, se hallan vinculadas a las creencias en los «kami» de cada grupo, persona, localidad o acontecimiento.

Los ritos purificadores, los «kegare», proliferan cada vez que ha habido una impureza o mancha en la vida, sea material o moral, individual o colectiva.

La sangre, aunque sea de un animal cazado, debe alejarse de cualquier santuario. A las mujeres en la menstruación o a los herido recientes se les mantiene distantes para que no contaminen los lugares santos. El método de purificación utilizado es el de la limpieza (misogi), desde el cotidiano lavado de dientes y manos antes de los actos cultuales, hasta situarse de pie y desnudos bajo una cascada.

El modelo de la purificación lo dio el dios «Izanagi», que se limpió afanosamente después de una visita al infierno.

Se da importancia, además de la pureza del cuerpo, a la pureza del corazón. En el corazón se esconden los crí­menes, que son el peor kegare. Los peores crí­menes son los que dañan a la sociedad del campo, como derribar diques divisores de los arrozales.

3. Organización

Los grupos relacionados con los santuarios principales tienen mucha importancia en el sintoí­smo. Se cuidan los altares familiares, las estatuas en la orilla de los caminos o en grandes y complejos religiosos.

En los tiempos antiguos abundaban los «lugares sagrados» del campo o «torii», que merecí­an el respeto de todos. Luego fueron surgiendo las construcciones para el culto.

En cada santuario habí­a un objeto sagrado ofrecido: una espada, un espejo, una piedra, que serví­a para representar el cuerpo del kami. En el caso de algunos dioses de las montañas, se sacralizaba como divina toda la mole.

Se veneran todaví­a hoy algunos santuarios modernos muy prestigiosos, como el de Ise o el de Yasukuni Shrine de Tokio, que honra a los muertos de la guerra de Japón.

No hay jerarquías en la religión sintoí­sta. El sacerdocio se transmite de padres a hijos, como encargo de culto más que como sacralización de personas dedicadas a la acción sagrada.

3. Escritos santos
El sintoí­smo no tiene libros considerados como sagrados o revelados. Se veneran, con todo, los libros que describen las prácticas sintoí­stas, que suelen ser historias y descripciones, más que normas fijas rituales.

Las historias mí­ticas Kojiki (Registros Antiguos, del 712) y Nihon shoki (Crónicas de Japón, del 720), describen actos y genealogí­as de los dioses desde que el Japón fue creado por la pareja inicial, Izanagi e Izanami.

Estos libros del árbol genealógico imperial, desde la diosa del sol Amaterasu, fueron preparados para dar validez al derecho divino del emperador.

Algunos libros son compendios de ceremonias y rezos antiguos (norito) que sirven de pautas en las liturgias ceremoniales. El Engi Shiki (Procedimientos del Engi Era, del 905-927) es una recopilación de reglamentos y ritos en los santuarios, kegare.

Los llamados «Cinco Libros de Shinto» (Shinto Gobusho) fueron recopilados por algunos sacerdotes durante el siglo XIII. Sólo los sacerdotes de más edad tení­an autorización para leerlos.

4. Historia
La religión sintoí­sta surgió durante el perí­odo prehistórico Yayoi. Tiene raí­ces chamanistas. Es relativamente simple y sin complejas mitologí­as que la den colorido y vistosidad. Solamente adquirió algo de estructura doctrinal, incluso moral, hacia el siglo VI, para diferenciarse de las creencias budistas, taoí­stas y confucionistas que llegaban arrolladoras del sur del continente.

Hacia el año 645 se organizó un sistema religioso más sistemático. El Estado monárquico comenzó a donar y promover determinados santuarios importantes (alrededor de 3.000 en el siglo X) y eso la hizo más dependiente de la familia real y más sometida a normas sociales.

En el Japón, el budismo entró con fuerza hacia mediados del siglo VI. El sintoí­smo se mezcló con la nueva corriente. Se tiñeron de budismo los «kami», como si de reencarnaciones búdicas se tratara.

Una revelación en el santuario de Ise en el 743 afirmó que la diosa tutelar «Amaterasu» era sólo una reencarnación del Buda Vairocana.

Se multiplicaron los templos budistas, en los se adoraba a los kami sintoí­stas y los sacerdotes budistas se integraron con los santuarios sintoí­stas. En multitud de lugares, tales como los templos de Ise Shrine, el culto mixto se impuso. Con todo hubo resistencias y determinados lugares sintoí­stas se mantuvieron puros y sin alteraciones.

Por influencias búdicas, el culto sintoí­sta adoptó nuevas ideas e incorporó el lenguaje escrito. Fue racionalizado con esquemas teóricos, como el conocido de Ryobu Sinto (Aspecto Dual Sintoí­sta). El culto dual de Amaterasu-Vairocana adquirió cierta extensión.

A nivel popular, se representaban las dos divinidades por los «yamabushi» errantes (sacerdotes de las montañas), que atendí­an y guiaban al pueblo con mezcla de ritos budistas y sintoí­stas.

En el siglo XIII, algunos grupos sacerdotales de Ise y Kyoto comenzaron a separar de nuevo los cultos. Watarai Sinto (nombre de uno de estos grupos), comenzó a orientar el sintoí­smo hacia el naturalismo, el kaminaturaleza universal, un espí­ritu creador que yace bajo todas las cosas, incluso de los budas.

El pensador Yoshida Kanemoto elaboró la doctrina sincrética de que todas las religiones latí­an en el culto a los kami. Su escuela, Yoshida Sinto, se hizo importante a partir de la entrada en escena del segundo Tokugawa en 1603.

Se divulgaron las corrientes del Kokugaku (aprendizaje nacional) y las escuelas que surgieron a fines del siglo XVII fueron inspiradas por Yoshida Sinto, que intentaba renovar la tradición nacional. Se exaltó la idea patriótica religiosa, que intentaba mejorar el gobierno y limpiarlo de la influencia extranjera.

Se purificaron los textos antiguos, como el Kojiki. Su escrito más representativo, el Motoori Norinaga, se divulgó notablemente
La fe en «Fukko (resucitado) Sinto», ayudó a aumentar el nacionalismo antioccidental. Comenzaron a promover actitudes claramente racistas: los japoneses como exclusivos hijos del sol, destinados a dirigir el mundo.

Los radicales, que derrocaron el segundo Tokugawa durante la restauración Meiji de 1868, hicieron suya la ideologí­a Fukko Sinto. Surgió así­ el nuevo credo del gobierno del Estado. El sintoí­smo y el budismo fueron separados por decreto en 1868. Se eliminaron las efigies budistas de los santuarios sinto y todos los vestigios de budismo fueron retirados de la casa familiar imperial.

Los sacerdotes, hechos funcionarios, tuvieron que someterse a una disciplina militar. Se inauguró un «sintoí­smo estatal». Los santuarios más importantes fueron nacionalizados. Hacia 1930 los santuarios sintoí­stas se habí­a convertido en centro de propaganda racista y nacionalista radicalizada.

La derrota de Japón en 1945 supuso un cambio radical religioso. Las autoridades de ocupación anularon las medidas anteriores y los santuarios se vieron obligados a separarse de las consignas y de las influencias del Estado.

Surgió así­ la nueva etapa en donde la religión se separó de las decisiones estatales. La misma familia imperial perdió, por imposición extranjera, el carácter divino de que habí­a gozado hasta entonces.

5. Cristianismo y sintoí­smo
El sintoí­smo, en cuanto religión llena de mitos y supersticiones, de exigencias éticas rigurosas y de compromisos polí­ticos nacionales e imperiales, no es compatible con una visión liberal de la religión y de las creencias personales.

El educador cristiano debe clarificar ante los catequizandos la abundancia de contradicciones, entre ingenuas y supersticiosas, que existen en esta forma religiosa. Con respeto a las tradiciones y creencias, debe ponerse de parte de la razón sobre la superstición y debe desenmascarar los ritos racistas que existen en las creencias sintoí­stas.

Al margen de que la lejaní­a hace al sintoí­smo una religión distante y muy localizada en los estamentos más rurales y tradicionales de un paí­s oriental occidentalizado, como es el Japón de hoy, resulta conveniente el clarificar los principios religiosos que lo inspiran.

Se precisa suscitar criterios claros y conocimientos suficientes de lo que fue una de las religiones más antiguas y más supeditadas a los intereses de los gobernantes.

Ni que decir tiene que el Japón actual, con su predominio comercial y cultural en Occidente, apenas si ejerce influencia o señorí­o en este terreno de las creencias religiosas. A pesar de que lo exótico de sus ritos y la belleza de sus tradiciones ejerce cierto atractivo periodí­stico en la cultura occidental, sus ecos morales y doctrinales quedan amortiguados por la distancia fí­sica y por la tonalidad pragmática y comercial que predominan en las intercomunicaciones.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Origen y contenidos

El «camino de los dioses» («Shin-to») es el conjunto de creencias, de normas y de prácticas religiosas del Japón, como rica herencia de tiempos primitivos. Serí­a la religión tradicional del Japón, como distinta y anterior a toda influencia externa, especialmente por parte del budismo. El culto se dirige a Dios («kami» o «shin», que a veces es la divinidad protectora local) en relación con la naturaleza (como cierta expresión de Dios) y con los antepasados.

Los elementos básicos de la religión están relacionados con el mar y con la tierra (pesca, caza, cultivo del arroz…). El culto (ritos y oraciones) se dirige a los «kami», tal vez en plural mayestático («dioses» o conjunto de seres superiores), para indicar la luz suprema o quien ostenta el poder (aplicado también al Emperador, héroes, jefes). Se intuye un poder o expresión «divina» en los montes, volcanes, fenómenos naturales, plantas raras, etc. De ahí­ proviene la emoción profunda ante la naturaleza. En este sentido, los «dioses» son familiares, como formando parte de la naturaleza y de la misma vida de los hombres.

El sintoí­smo se puede considerar como religión propiamente dicha e independiente desde los siglos IV-VI (perí­odo Yamato); pero también ha recibido influencias del confucionismo (desde el siglo II), del budismo (desde el siglo VI) y del cristianismo (desde el siglo XVI). Como conjunto de actitudes y prácticas «religiosas», el sintoí­smo simboliza al mismo pueblo japonés, con sus costumbres y deberes patrios, su sistema de valores y su identidad nacional o de grupo. Actualmente algunos acentúan sólo este último aspecto cultural-patriótico, como sí­mbolo del paí­s, que no impedirí­a la pertenencia a otra religión.

A partir de 1868, cuando el sintoí­smo fue declarado religión de estado (con el emperador Meiji), se ha notado la influencia de un sector nacionalista, con algunas exageraciones ya superadas (la descendencia divina del emperador). Pero se pueden encontrar siempre diversas escuelas y sectas («sectas de la montaña» y «sectas de la purificación»). Continúan las peregrinaciones multitudinarias (por ejemplo, al monte sagrado Fujiyama o a los santuarios), así­ como los exorcismos y la práctica de la adivinación.

Mitologí­as y santuarios

Las mitologí­as se refieren a los «dioses» como personificación de los elementos de la naturaleza, o también a los hombres como continuación de la vida de los dioses (de ahí­ derivará el culto a los antepasados). Los lugares de culto serán, respectivamente, en los bosques y montes o en edificios especiales (templos). El culto a los antepasados tiene un sentido de dependencia de los lazos familiares y sociales. Al dios local o tutelar se le dedica un templo, donde se celebran las ceremonias en relación con la vida social nacimiento, bodas, ofrecimiento de la cosecha… Las ceremonias fúnebres son del siglo XIX.

Santuarios y fiestas constituyen dos grandes pilares de las manifestaciones sintoí­stas. Los elementos principales del sintoí­smo aparecen en los templos o santuarios (familiares o públicos) un arco («tori») de entrada al jardí­n (con sentido protector y mágico), un sendero de árboles con un puente semicircular (unión entre el cielo y la tierra), pilas de agua para la purificación, un edificio rectangular de madera algo elevado del suelo, un último edificio o templo principal (donde habitan los «kami» y donde se guardan los objetos sagrados una espada, una piedra o joya, un espejo, que recuerdan las mitologí­as). Allí­ tienen lugar dos gestos tí­picos de encuentro con los dioses los gestos de «presencia» («palmadas», toque de campana, inclinaciones) y las ofrendas (frutas, bebidas, animales, armas, vestidos…). La purificación se refiere a los defectos exteriores o a los males de la vida (enfermedad, fracaso…).

En la comunidad humana

No existe propiamente un código moral, pero lo «religioso» está ligado indisolublemente a la vida diaria, exigiendo una moralidad basada en la estructura familiar y social. El jefe o gobernante es factor determinante de las normas de conducta. El concepto de «pecado» y de purificación se refiere a defectos externos y no tanto a las actitudes internas. Es conocido el cariño que todo japonés siente por la naturaleza, una especie de intimidad, como parte de su misma historia familiar. Se aspira a la tranquilidad espiritual y a la claridad y limpieza.

Para muchos japoneses, el sintoí­smo es un conjunto de ritos y prácticas que implican la pertenencia a la comunidad. Se busca la armoní­a entre la humanidad y la naturaleza, a modo de unidad cósmica. Se intenta cumplir algunas ceremonias de la vida social, que no impiden pertenecer o practicar el sintoí­smo juntamente con otras religiones. Existe actualmente una secularización generalizada, debido al nivel de vida económica. Nacen continuamente nuevas sectas e incluso nuevas religiones, desvirtuando los valores tradicionales del Japón. La secta «Tenri-Kyo» (fundada en el siglo XIX) es hoy una religión propiamente dicha, que busca la salvación de la humanidad que sufre, para hacerla pasar a la armoní­a con Dios y con los demás seres humanos.

Adentrarse en el rí­o de la vida

La fe sintoí­sta se adentra en el rí­o profundo de la vida, todo todas las cosas tiene su sentido peculiar, porque allí­ está Dios. Esa vivencia está esperando que le anuncien el mensaje evangélico de los pájaros y de las flores (cfr. Mt 6,26-29). Siempre queda, en el corazón, la impresión del «misterio», del más allá, a pesar de la cercaní­a, aunque no siempre se pasa explí­citamente al reconocimiento del Absoluto como personal.

Esta creencia necesita, también para conservar sus valores auténticos, encontrarse con la fe y la alegrí­a de San Francisco de Así­s, que exclamaba»Dios mí­o y todas las cosas». Por este camino entrará en los «torrentes de agua viva» del evangelio, que sólo puede comunicar Jesucristo (Jn 7,38). La búsqueda de felicidad, que es proverbial en el pueblo japonés, llegará a convertirse un dí­a en hallazgo sorprendente, cuando descubra que Dios Amor se hace familiar y cercano en el corazón, en todas las cosas y en la familia cósmica de los pueblos.

Referencias Creación, ecologí­a, religiones, religiones tradicionales.

Lectura de documentos NAe 1-2.

Bibliografí­a J. ESQUERDA BIFET, Hemos visto su estrella ( BAC, Madrid, 1996) cap. V; L. FREDERIC, Le shinto, esprit et religion du Japon (Paris 1972); J. LOPEZ-GAY, El Shintoí­smo Japonés, en Historia de la Espiritualidad (Barcelona, Flors, 1969) IV, 661-680; Idem, Shintoismo, en Dizionario di Missiologia (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1993) 471-474; J. KREINER, Shinto/Shintoismo, en Nuovo Dizionario delle Religioni (Cinisello Balsamo, San Paolo, 1993) pp.885-889; D.L. PHILIPPI, Norito, A Translation of the Ancient Japanese Ritual Prayers (Princeton, New Jersey, 1990); S.D.B. PICKEN, Shinto, Japan’s Spiritual Roots (Tokyo, New York, San Francisco, 1980); J. SWYNGEDOUW, Shinto, en (P. Poupard edit.) Diccionario de las Religiones (Barcelona, Herder, 1987) 1643-1645; J.G. VALLES, Las fuentes de la espiritualidad religiosa japonesa Teologí­a Espiritual 18 (1974) 339-362.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización