SIERVO DE JEHOVA

Se llama †œsiervos de Dios† a personas muy devotas y que viven haciendo la voluntad de Dios (†œOh, vosotros, descendencia de Abraham su siervo…† [Sal 105:6]). Pero la frase s. de J. se convirtió en una expresión técnica que se utiliza entre los eruditos para aludir a la figura que podrí­a estar detrás de las expresiones de ciertos cánticos que aparecen en Isa 42:1-4; Isa 49:1-6; Isa 50:4-9; Isa 52:13 al 53:12. Este apelativo surgió a partir de un comentario sobre Isaí­as que hizo el teólogo B. Duhm en el año 1892. Efectivamente, en esas porciones se habla de un siervo de Dios: †œHe aquí­ mi siervo, yo le sostendré, mi escogido…† (Isa 42:1); †œMi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriar醝 (Isa 49:3); †œ… el que me formó desde el vientre para ser su siervo† (Isa 49:5); †œ¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo?† (Isa 50:10); †œHe aquí­ que mi siervo será prosperado† (Isa 52:13). En estas porciones el S. de J. es presentado como sufriente, especialmente en el capí­tulo 53.

¿Quién es el S. de J.? Eruditos judí­os señalan que es una referencia a Israel o a diferentes personalidades de su historia. Los textos ciertamente apuntan a Israel como una primera interpretación, pero muchos cristianos entienden que se trata de una profecí­a de doble referencia, siendo la última al Señor Jesús, quien es el que cumple con todas las caracterí­sticas del S. de J.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

ver, MINISTERIO, ISAíAS

vet, (A) Aquel que reconoce a Jehová como su Dios y que cumple fielmente Su voluntad, como Abraham (Sal. 105:6); Moisés (v. 6); David (132:10); Isaí­as (Is. 20:3). (B) El Siervo de Jehová es el tema de los caps. 40 a 66 de Isaí­as (cfr. especialmente Is. 42:1-7; 49:1-6; 50:4-9; 52:13-53:12). Sobre ello, el profeta tiene una doble visión: (I) Israel, en tanto que pueblo elegido, es el siervo elegido por Jehová para glorificarle entre las naciones (Is. 44:1-2, 21; 45:4; 48:20; 49:3); pero la profecí­a anuncia que Israel serí­a infiel y que caerí­a bajo los juicios de Dios. Por esta razón: (II) el Mesí­as será el verdadero servidor de Jehová; aportará la luz y la salvación no sólo a Israel, sino también a las más lejanas naciones (Is. 49:5-7; 52:13-53:12). Los Targumes mismos asimilan el Siervo sufriente de Is. 15:53 al Mesí­as. Este siervo, sin pecado, se identifica con Israel para representarlo ante Dios. Como sustituto de los pecadores, y habiendo sido golpeado en lugar de ellos, los justificará plenamente (cfr. en particular Is. 53:4, 5, 6, 8, 10, 11, 12). Para llevar a cabo una obra tal, el Siervo de Jehová debe participar de la naturaleza divina (Jer. 23:5-6; Zac. 3:8-10). (Véase ISAíAS). Para un examen más a fondo de este tema, se recomienda la siguiente bibliografí­a. Bibliografí­a: Archer, G.: «Isaí­as», en Comentario Moody del Antiguo Testamento (Ed. Portavoz Grand Rapids, 1993); Kinder, D.: «Isaí­as», en Nuevo Comentario Bí­blico (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1977); Martin, A.: «Isaí­as, la Salvación del Señor» (Pub. Portavoz Evangélico, Barcelona, 1979).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

La expresión ʿeḇeḏ Yahweh, «siervo de Jehová» servía para designar a los religiosos devotos, como Abraham (Sal. 105:6), u otros que cumplían los propósitos de Dios, como Nabucodonosor (Jer. 25:9). Pero «el siervo de Jehová» que sobresale sobre todos es el que Isaías presenta cuando consuela a Israel al ser saqueado por Senaquerib, 701 a.C. (ISBE III:1497, pp. 1503–8). Veinte veces en Is. 40–53 el ʿeḇeḏ Yahweh es representado como hablando o como que se dirigen a él.

La identidad del siervo varía. A veces se refiere a toda la nación, «Israel mi siervo» (41:8), aun cuando está pecaminosamente ciego y sordo (42:19). Pero en la «canción del siervo» que Isaías presenta (42:1–7; 49:1–9; 50:4–9; 52:13–53; y probablemente 61:1–3) este significado nacional desaparece, y se reemplaza por un siervo justo que restaura a Jacob (49:5). La crítica superficial ha puesto en duda que estas canciones sean obra de Isaías. Sin embargo, Isaías reconoció un remanente piadoso (10:20–22), que incluía su círculo profético (44:26; 8:16). En las canciones, sin embargo (con excepción de 49:3), el siervo no puede ser el remanente colectivo, sino un individuo. Pero por medio de esta descripción objetiva no se puede estar refiriendo a Isaías mismo. La referencia futura (52:13) demuestra que no puede ser Moisés o el agonizante dios Tammuz(!), o el rey realizando servicios ritualistas, o cualquier otro líder del pasado. Por último, su carácter sin pecado (53:9) y la gran magnitud de su obra (42:4) nos prohíbe que lo igualemos con un mero líder humano del futuro, tal como Joacim o Zorobabel. El NT (Jn. 12:38, 41; Hch. 8:32–35) especifica que Jesucristo es el único que vino a ser el perfecto ideal de Israel, el cumplimiento final del remanente (Is. 49:6).

La misión del siervo es: (1) la de un profeta nacido en forma humana (49:1–2; cf. Je. 1:5), lleno del poder del Espíritu Santo de Dios (Is. 42:1; 61:1; Lc. 4:21), con un ministerio humilde (Is. 42:2–3; Mt. 12:18–21). (2) Él sufrió vicariamente, llevando las aflicciones de los demás (Is. 53:4; cf. las sanidades de Jesús, Mt. 8:17). (3) Encontrando incredulidad (Is. 53:1), viene a ser objeto de reproche (49:7; 50:6; Mt. 26:67; 27:26). (4) Condenado como criminal, da su vida, y es castigado por los pecados de otros (Is. 53:5–8; 1 P. 2:22–25), y Dios hace de su alma un ʾāšām sacerdotal, «una ofrenda por el pecado» (Is. 53:10). En forma expiatoria, «rocía muchas naciones» (52:15; Heb. 12:24; 1 P. 1:2). (5) El siervo realiza con esto el propósito de Dios, y es sepultado honorablemente con los ricos (Is. 53:9–10; Mt. 27:57), y es resucitado en gloria (Is. 53:10, 12). (6) Su sacrificio divino justifica a muchos (v. 11) y también sirve para los gentiles (42:6; Lc. 2:32). (7) Establece justicia en la tierra misma (Is. 42:4; Ro. 15:21). (8) De esta forma, el siervo viene a ser la encarnación del pacto redentivo de Dios (Is. 42:6; 49:8), realizándolo por medio de su muerte y siendo en su propia vida resucitada su herencia para los santos (cf. Col. 1:27).

Las canciones del siervo implican que el mesías davídico y el siervo sufriente son una sola persona (Gn. 3:15: la simiente mesiánica victoriosa, pero «herida en el calcañar»). Los dos son escogidos divinamente y son justos en forma única (Is. 42:1, 6; 9:7; cf. Sal. 89:3–4). La humillación del Mesías en su primera venida (Is. 7:15; Dn. 9:25–26; Zac. 9:9) es paralela con la del Siervo. Isaías, en proximidad contextual, los describe a ambos como testificando a los gentiles (49:6; 55:4); y el mismo Espíritu Santo de equidad que llena el «vástago» davídico (11:1–4) descansa sobre el Siervo para una función escatológica idéntica (42:1). La exaltación última del Siervo (49:5, 7; 52:15) requiere esta identificación. De esta forma, Zacarías asocia el vástago davídico con la remoción de la iniquidad y combina los dos términos: «mi Siervo, el Renuevo» (3:8, 9; cf. 10:12 con 14:4). ¿Entendieron los profetas sus propias palabras? La Escritura declara, «Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él» (Jn. 12:41), aunque algunos detalles del Calvario los explicó mejor de lo que los entendió. Juan el Bautista identificó al Mesías con el Cordero de Dios (1:29–30), pero las multitudes no captaron la ecuación (12:34). Cristo reveló conclusivamente su identidad, como Mesías (4:25–26) y como el Siervo sufriente (Lc. 22:37).

BIBLIOGRAFÍA

O.T. Allis, The Unity of Isaiah, pp. 81–101; I. Engnell, BJRL, 31, 54–93; J. Lindblom, The Servant Songs in Deutero-Isaiah; S. Mowinckel, He that Cometh, pp. 187–257; C.R. North, The Sufferíng Servant in Deutero-Isaiah; H.H. Rowley, The Servant of the Lord and Other Essays, pp. 3–88; J.S. Van der Ploeg, Les Chants du Serviteur de Jahvé; E.J. Young, WTJ 11, 133–155; 13, 19–33.

  1. Barton Payne

ISBE International Standard Bible Encyclopaedia

BJRL Bulletin of the John Rylands Library

WTJ Westminster Theological Journal

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (573). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

I. En el Antiguo Testamento

a. Los “cánticos del siervo”

En el comentario de B. Duhm sobre Isaías (1892) se distinguen cuatro pasajes que desde entonces se han considerado como “cánticos del siervo”: Is. 42.1–4; 49.1–6; 50.4–9; 52.13–53.12. Algunos eruditos (p. ej. S. Mowinckel) han llegado a asignar estos pasajes a un autor y un período distintos del texto que los circunda. Los estudiosos modernos en general concuerdan, sin embargo, en que son parte integrante de Is. 40ss y que tienen muchos ecos en pasajes cercanos. El término “siervo” (˓eḇeḏ) aparece tan frecuentemente fuera de los pasajes señalados por Duhm como dentro de ellos (p. ej. Is. 41.8s; 43.10; 44.1s, 21; 45.4; 48.20), con referencia a la nación de Israel. También se lo emplea en el AT para personas estrechamente relacionadas con Dios, como los patriarcas, los profetas y los reyes, y en especial Moisés y David (p. ej. Gn. 26.24; Ex. 14.31; Dt. 34.5; 2 S. 7.5; Is. 20.3; Am. 3.7). Pero en los “cánticos del siervo” puede verse más claramente una concepción característica de la idea de “servidumbre”, de modo que sin separar estos pasajes de su contexto la mayor parte de los eruditos sigue refiriéndose a una “figura de siervo” como elemento distintivo en el mensaje del profeta; y el elemento más distintivo de esa figura es el de un sufrimiento obediente e inmerecido, que lleva a la muerte, como medio de quitar el pecado de su pueblo y hacer que “los muchos sean constituidos justos”.

Para un tratamiento más profundo del carácter y la misión del Siervo en el contexto del mensaje de Is. 40ss, véase *Mesías, I. b. 1.

b. La identidad del Siervo

A continuación presentamos las siguientes líneas principales de interpretación que se han sugerido.

1. Colectiva. La explícita descripción de Israel como “siervo” de Dios, tanto en los “cánticos del Siervo” (Is. 49.3) como en el texto circundante lleva a muchos a considerar que los cánticos son descripción del ideal del profeta para Israel, e identifican al Siervo como la nación en conjunto, o más probablemente como un remanente piadoso dentro de ella con una misión a Israel (49.5s), que comprende sufrimiento para redimir a toda la nación (53.4–6, 8, 11s).

2. Individual. A menudo el lenguaje relativo al Siervo adquiere fuerte individualidad, y describe el nacimiento, el sufrimiento, la muerte y el triunfo final de una entidad que, aparentemente es una persona y no un grupo. Se han propuesto diversas identificaciones históricas, tales como Moisés, Jeremías, Ciro, Zorobabel o el profeta mismo. Pero la interpretación tradicional, tanto judía como cristiana, es que el Siervo es una figura individual ideal que pertenece al futuro, el agente de Dios para la redención de su pueblo, e. d. el *Mesías. En el judaísmo palestino posterior esta era la interpretación dominante (aparentemente el judaísmo helenístico favoreció más la interpretación colectiva), por lo que el *Tárgum de Jonatán sobre Is. 53, si bien claramente desconcertado ante la idea del sufrimiento mesiánico a tal punto que reconstruyó drásticamente el texto a fin de eliminar esta idea, explícitamente identifica al Siervo como el Mesías (véase el texto en Zimmerli y Jeremias, The Servant of God², pp. 69–71; y para otras interpretaciones judaicas primitivas, ibid., pp. 37–79).

3. Cúltica. Algunos estudiosos escandinavos encuentran el fondo de la historia del Siervo en el mito babilónico de la muerte y el resurgimiento del dios *Tamuz y la liturgia relacionada con el mismo. De este modo, el Siervo sería más bien un concepto mitológico que una figura o grupo históricamente identificables. No obstante, la existencia de tales mitos y rituales en Israel es muy debatible.

4. “Personalidad corporativa”. Las interpretaciones 1 y 2 ya mencionadas reflejan características importantes de los textos: en la figura del Siervo encontramos claramente aspectos colectivos e individuales. La mayor parte de los eruditos contemporáneos tiende, por lo tanto, a buscar una exégesis similar al concepto de H. W. Robinson de la “personalidad corporativa”, e. d. el reconocimiento de que en el AT un individuo (p. ej. un rey o un padre) puede representar y encarnar al grupo que dirige, de manera que al mismo tiempo es ese grupo y no obstante se lo puede colocar a la par del mismo como su jefe. Según este punto de vista, el Siervo es Israel (49.3), es la suma de todo lo que Israel representa; pero al mismo tiempo es un individuo con una misión a Israel (49.5s), y sus experiencias a favor de la nación son objeto del interés del pueblo (53.1–6). La estrecha yuxtaposición de 49.3 y 49.5s muestra que estos dos aspectos del Siervo son inseparables. El carácter individual del Siervo se expresa de la manera más clara en 52.13–53.12, de modo que en este pasaje “lo que comenzó como una personificación se ha convertido en una persona” (Rowley), y aquí se pone todo el acento en la naturaleza vicaria de su sufrimiento a favor de su pueblo. Pero este papel es posible solamente porque él es Israel, como su cabeza representativa.

II. En el Nuevo Testamento

Algunos estudiosos recientes (esp. M. D. Hooker; tamb. C. K. Barrett y C. F. D. Moule) han argumentado que la figura del Siervo es un elemento menor en la concepción neotestamentaria de la obra redentora de Jesús, y que el fondo veterotestamentario de su papel de sufrimiento y rechazo se encuentra más bien en el “hijo de hombre” de Dn. 7. Se ha hecho notar que en el NT son relativamente pocas las menciones de pasajes relativos al Siervo, y que varias de esas citas forman parte de los cánticos que no hablan explícitamente de sufrimiento, o por lo menos de sufrimiento redentor.

No se puede, sin embargo, limitar la consideración a citas formales, ya que las referencias alusivas constituyen pruebas más importantes, incluso, de la influencia de la figura del Siervo. Y aun en los pasajes en los que las palabras aludidas no se relacionan directamente con el sufrimiento redentor, es difícil creer que podríamos referirnos a estas porciones sin tomar en cuenta su tema más característico, y su pertinencia para la misión de Jesús. Sobre todo, es indiscutible que Is. 53 es por mucho la más clara indicación del sufrimiento mesiánico en el AT, de modo que aun si no viéramos alusiones explícitas al Siervo, muy probablemente esta sería la fuente principal (junto con ciertos salmos y partes de Zac. 9–13) de la repetida convicción de que el Mesías debe sufrir porque “así está escrito”. En Dn. 7 no se destaca en forma explícita el papel del sufrimiento mesiánico, como tampoco lo encontraron allí los exegetas judíos contemporáneos.

La verdad es que no podemos dejar de lado las pruebas explícitas de la influencia de la figura del Siervo (esp. Is. 53, donde se realza el elemento redentor), que no son despreciables.

a. En la doctrina de Jesús

Lc. 22.37 cita explícitamente Is. 53.12. También hay claras alusiones a Is. 53.10–12 en Mr. 10.45 y 14.24. Es probable que Mr. 9.12 tenga relación con Is. 53.3, y otras posibles alusiones se han encontrado en Mt. 3.15 (cf. Is. 53.11), Lc. 11.22 (cf. Is. 53.12, que no es una alusión muy probable) y en el uso de paradidosthai (“ser liberado”) en Mr. 9.31; 10.33; 14.21 (cf. Is. 53.12). Además, la voz que se escuchó durante el bautismo de Jesús (Mr. 1.11), y que se refirió a su misión en términos de Is. 42.1, debe haber influido en el pensamiento de Jesús.

Nótese la concentración de estas alusiones en torno a Is. 53, particularmente los vv. 10–12, en los que está más explícito el papel redentor del Siervo. En Mr. 10.45 y 14.24, en particular, se recalca el carácter vicario y redentor de la muerte de Jesús en términos tomados de Is. 53.

b. En el resto del Nuevo Testamento

El título mismo, “siervo” (pais), se limita al discurso de Pedro en Hch. 3.13, 26 y la oración de la iglesia en Hch. 4.27, 30, pero la influencia de la figura del Siervo también resulta clara en 1 P. 2.21–25; 3.18, lo que sugiere que ocupaba un lugar prominente en lo que Pedro entendía como la misión de Jesús. Las explicaciones de Pablo sobre la obra redentora de Cristo a menudo contienen ideas, y a veces alusiones verbales, que sugieren que él también vio en Is. 53 una predicción de la obra de Jesús. (Véase p. ej. Fil. 2.6–11; Ro. 4.25; 5.19; 8.3s, 32–34; 1 Co. 15.3; 2 Co. 5.21.) Es probable que el uso que hace Juan de “cordero de Dios” (1.29, 36) también muestre la influencia de Is. 53.7. He. 9.28, “para llevar los pecados de muchos”, refleja Is. 53.12.

También encontramos cierto número de citas formales de pasajes relativos al Siervo con referencia a Jesús y el evanpelio, a saber Mt. 8.17; 12.18–21; Jn. 12.38; Hch. 8.32s; Ro. 10.16; 15.21. En ninguna de estas porciones hay referencias específicas a la obra redentora de Jesús, y algunas centran su atención en otros aspectos de su misión, pero todas sirven de testimonio adicional en cuanto a la convicción de la iglesia primitiva de que la figura del Siervo, y en particular la que describe Is. 53, era un modelo divinamente ordenado para la misión mesiánica de Jesús.

Bibliografía. °S. Mowinckel, El que ha de venir, 1975; °O. Cullmann, Cristología del Nuevo Testamento, 1965; °C. F. D. Moule, El fenómeno del Nuevo Testamento, 1971; °J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, 1977; A. Gelin, “El Mesías de Dios”, Grandes temas bíblicos, 1971; C. Westermann, El Antiguo Testamento y Jesucristo, 1972; id., “Siervo”, °DTMAT, t(t). II, cols. 239–262; R. Schnackenburg, “Cristología del Nuevo Testamento”, Mysterium salutis, 1969, vol. III, t(t). II, pp. 245–414; G. von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 1976, t(t). II, pp. 314–325.

Para todo el artículo: W. Zimmerli y J. Jeremias, The Servant of God², 1965 (= TDNT 5, pp. 654–717).

Para la sección I: H. W. Robinson, The Cross of the Servant, 1926, reimpreso en The Cross in the Old Testament, 1955, pp. 55–114; I. Engnell, BJRL, 31, 1948, pp. 54–93; C. R. North, The Suffering Servant in Deutero-Isaiah, 1948; J. Lindblom, The Servant Songs in Deutero-Isaiah, 1951; H. H. Rowley, The Servant of the Lord, 1952, pp. 1–88; S. Mowinckel, He That Cometh, 1956, pp. 187–257; H. Ringgren, The Messiah in the Old Testment, 1956, pp. 39–53.

Para la sección II: J. L. Price, Int 12, 1958, pp. 28–38; C. K. Barrett en A. J. B. Higgins (eds.), New Testament Essays in memory of T. W. Manson, 1959, pp. 1–18; O. Cullmann, The Christology of the New Testament, 1959, pp. 51–82; M. D. Hooker, Jesus and the Servant, 1959; B. Lindars, New Testament Apologetic, 1961, pp. 77–88; C. F. D. Moule, The Phenomenon of the New Testament, 1967, pp. 82–99; R. T. France, TynB 19, 1968, pp. 26–52. y Jesus and the Old Testament, 1971, pp. 110–132; J. Jeremias, New Testament Theology, 1, 1971, pp. 286–299.

R.T.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico